Palabras claves: romanización, explotación económica, industria y recursos
económicos.
Para la mayoría de los autores existen zonas de la Península Ibérica que se
hallan romanizadas en un mayor grado que otros espacios geográficos. Es un
pensamiento generalista para todos aquellos historiadores que se hallan acercado
a este aspecto tan concreto de la historiografía de la cultura romana.
Esta perspectiva geográfica nos indica que las zonas que se consideran más
romanizadas se encuadran en las zonas costeras del sur y del levante de la
Península Ibérica, aunque también podemos añadir espacios geográficos interiores
que se consideran limítrofes con estas zonas anteriormente comentadas, caso de
la zona Lusitana y la Meseta Central; mientras que el norte peninsular quedaría
despojado de la influencia cultural romana.
Inmaculada C. Pérez Parra
(CV)
Juan Manuel García Barea
(CV)
jmgarciabarea@gmail.com
Mapa conceptual sobre la romanización peninsular
Se observa por la figura que la romanización se introduce directamente en la zona sur y levantina de la península Ibérica. La zona central está también dentro de su radio de acción, aunque de manera menos concisa que en las regiones anteriores. Por último la zona septentrional queda lejos de la influencia romanizadora.
La respuesta del por qué existen espacios más romanizados que otros en la Península Ibérica está relacionadas con las culturas anteriores existentes en dichas zonas que mantienen unos parámetros culturales de control del territorio parecidos a los que Roma utilizará en siglos posteriores. En determinadas áreas las funciones de adaptación de las costumbres romanas fueron atendidas con un mayor dinamismo que en otros espacios peninsulares, como fue el caso del sur y del levante, que parecen estar a la vanguardia de esta tendencia por las continuas adaptaciones que habían experimentado en épocas anteriores.
La riqueza y la pacificación son dos elementos claves en este aspecto que se cumplen en los espacios costeros levantinos y sur. La parte meridional de la Península Ibérica consigue aunar los esfuerzos de reflexión de los historiadores, pues todos respaldan la hipótesis de ser la zona que con más rapidez y con un pragmatismo más destacado concibió los elementos de la cultura romana como fáciles de asimilar, tal vez escondiendo un interés ante la nueva potencia mediterránea.
Otros autores abogan por la importancia de los elementos foráneos itálicos llegados desde tierras transalpinas e implantados en zonas convenientemente elegidas por Roma o bien por el propio interés de estos colonos, por lo que el mundo indígena ve cómo sus condiciones de poder existentes anteriormente van claudicando de manera lenta frente a los nuevos sectores de población emigrante.
Una de las zonas con mayor índice de producción agropecuaria era el sur de la Península Ibérica, concretamente el valle del Guadalquivirr. Los pueblos prerromanos supieron sacar provecho de su riqueza económica e incluso realizaron obras de ingeniería para conseguir un sistema de regadíos para el terreno y que Roma mantendrá durante su etapa de dominio.
De esta zona se podían obtener recursos como el cereal, las hortalizas, la vid, productos relacionados con el olivo entre otros. La ganadería también mantenía una presencia económica importante en la región, sobre todo la explotación de la cría de ganado vacuno y ovino.
La pesca también es importante debido al desarrollo de la industria de elaboración de productos manufacturados de salazones. Estas industrias proporcionaron pingües ganancias financieras a las poblaciones que se afanaban por obtener productos derivados, caso del garum de la costa gaditana, de las que hablan los autores griegos Eupolis, Antífanes, Nikostratos o Dífilo en sus obras. Se practicaba antes de la llegada de Roma, pero será con la incorporación de una economía de mercado mediterránea cuando alcance unas cotas de producción y de beneficios hasta esa época desconocidos.
La minería fue, junto a los recursos agropecuarios, el tercer pilar donde se asentaba la economía de la Península Ibérica. Repartidos por varias zonas del sur los yacimientos mineros fueron explotados por los pueblos prerromanos autóctonos y los llegados desde las regiones del este del Mediterráneo y aprovechados e incluidos más tarde por Roma para obtener unos beneficios importantes para su economía de mercado.
Yacimientos mineros de oro y de plata hallaban repartidos en la zona de la actual Sierra Morena, de igual manera que las minas de cobre tenía su presencia en los valles del río Tinto. El plomo se explotaba en la zona oriental donde se situó Castulo uno de los principales núcleos mineros del sur peninsular desde época prerromana. Sisapo, en las cercanías de la actual Almadén, también era un centro productor de minio utilizado como colorante.
La zona del sureste destacaba por su minas de plata situadas en las cercanías de la ciudad de Cartago Nova y que fue objetivo primordial de explotación. El plomo también era un elemento metálico a destacar en esta región, con una salida comercial muy importante en toda la cuenca del mar Mediterráneo.
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