Desde los primeros siglos de nuestra era, las migraciones ya estaban marcadas
por causales de tipo, ideológico, racial, político y económico, pero es en el
marco de la modernidad, cuando estas características y sus causas se han
agravado, en la mayoría de los casos, por un deseo irresponsable de
enriquecimiento material y poder político, los desplazamientos han derivado, en
empresas de invasión, conquista y sometimiento de naciones enteras, varias de
las cuales fueron exterminadas, otras tantas han sido sometidas hasta el
envilecimiento, y algunas más no tan sólo vieron con impotencia y coraje, el
saqueo y la sobreexplotación de sus recursos naturales y humanos, sino también
la reducción, a su mínima expresión o la destrucción de su patrimonio cultural.
Por eso más allá de las posibilidades de crecimiento de algunos países
emergentes, los esfuerzos de todos pero principalmente de los desarrollados
deben orientarse a la construcción de una sociedad equitativa, este es el más
importante y verdadero desafío de hoy, de ahí se desprenderá la corrección de
muchos de los males que ha producido la modernidad, incluidas las acciones mal
intencionadas que se han dado en torno a los migrantes, las medidas policíacas,
represivas, peyorativas, o ideológicas como la xenofobia, incluso el uso
perverso de la influenza, sólo aportarán mayores males y ninguna solución.
José Álvaro Flores Flores
Alvaxochitl1302@yahoo.com.mx
Nos encontramos en un momento en que es evidente
que el capitalismo se halla en una crisis estructural.
Sus promesas de progreso y felicidad para todos, no solo
no se han cumplido sino que hemos descubierto que son irrealizables.
Josep Fontana
La universalidad del hombre se puede observar con mayor claridad a través de la comprensión de su carácter migrante. Bajo los criterios de la cultura moderna se ha opuesto la imagen de un hombre sedentario frente a la de un hombre nómada, aplicando automáticamente el valor de mayor o menor desarrollo para ambos. Sin embargo, por múltiples razones este enfoque no es muy exacto, pues desde su origen el homo sapiens ha sido ambulante, esta es una de las mayores características de la historia de la humanidad.
En la antigüedad, los desplazamientos se produjeron, generalmente por causas naturales; una hambruna o un desequilibrio ecológico, pero al correr del tiempo a los desastres naturales se ha sumado la acción humana, misma que ha provocado movilizaciones, que han convertido a la geografía, no sólo en un escenario físico, sino en un espacio donde hombres y mujeres de todos los dogmas, ideologías, costumbres, razas, posiciones económicas y preferencias políticas despliegan una incesante red de relaciones sociales.
La migración humana entonces, ha permitido el desarrollo de una gran diversidad cultural entre un continente y otro, de una región a otra, de una ciudad o un pueblo a otro, y paradójicamente, esta inestabilidad ha dado a la especie humana la posibilidad de diversificarse en la universalidad. Así el estudio de las migraciones nos permite ver la unidad de los seres humanos, sus múltiples enlaces y más que diferencias su identidad como especie.
En la época contemporánea, muchos migrantes se han desplazado hacia países de economía emergente, sin embargo, predominan los flujos humanos hacia las grandes metrópolis de las naciones ricas, que se han convertido en un poderoso atractivo para millones de adultos y jóvenes desempleados de los países subdesarrollados o pobres, paralela a la migración interregional que se produce del campo a la ciudad, debido a la falta de expectativas de progreso, a las escasas o nulas políticas de desarrollo rural, a la falta de tierra de cultivo, o recursos para practicar una agricultura moderna.
Al respecto, un migrante, no siempre ha sido recibido con beneplácito, predomina la desconfianza, el rechazo, la discriminación racial, sexual, religiosa, cultural y laboral, entre otros, factores violentos todos. Por otro lado no se desconoce la frecuencia con que los migrantes han logrado mejorar sus condiciones y perspectivas de vida, ya sea arraigándose en el lugar de destino o retornando al terruño con el prestigio del enriquecimiento económico y cultural. Esta actividad entonces, ha funcionado como una forma particular de redistribución demográfica y ascenso económico y social, representando nuevas oportunidades de vida para algunos sectores sociales, a pesar de la frecuente sobrexplotación y abusos que la caracterizan y lesionan la dignidad humana, en sucesos que de manera reiterada desembocan en crímenes injustificables.
La riqueza temática de las migraciones es prácticamente inagotable, razón por la cual, sólo nos ocuparemos de algunos de los casos determinantes para la constitución sociedad moderna. Bajo esta perspectiva, serán examinadas, grosso modo, sólo algunas movilizaciones humanas anteriores al siglo XVI, con el fin de mostrar las causas y objetivos diferentes entre las migraciones antiguas y modernas, pero centraremos nuestra atención en la descripción de los desplazamientos en los tiempos modernos y contemporáneos, que se han caracterizado, en su mayoría, por un alto grado de desequilibrios sociales, generando exclusión, marginalidad social, cultural y económica, aspectos agudizados sobre todo al comenzar el siglo XXI.
1. LAS PRIMERAS MIGRACIONES.
Existe una teoría que afirma que los primeros migrantes del mundo fueron unos africanos, que partieron de África central, las pruebas han sido encontradas en el actual continente australiano, particularmente en el Lago Mungo, donde hallaron restos de un hombre adulto en un entierro ritual primitivo. La tumba ratifica la teoría de que, hace más o menos 50.000 años éstas sociedades humanas, habían adquirido la capacidad suficiente para migrar y explotar nuevos espacios. De acuerdo con esta propuesta, el hombre americano pertenece a esas primeras oleadas de migrantes que llegarían al continente americano cruzando el estrecho de Bering, teoría revalidada en julio de 2005, cuando “científicos de la Universidad Jhon Moores, de Liverpool Inglaterra, encontraron huellas humanas de hace 40 000 años en las afueras de la ciudad de Puebla (sic). Las pisadas se encontraron en septiembre de 2003 en una cantera abandonada cerca del volcán Cerro Toluquilla”, lugar ubicado en los alrededores del lago de Valsequillo. Al decir de la doctora Silvia González, fueron varias las oleadas migratorias que entonces llegaron a América.
A partir de entonces, los deslizamientos se han convertido en un fenómeno universal, son parte sustantiva de la prehistoria, y la historia de la humanidad. Muchas culturas y comunidades religiosas construyeron mitos para explicar las movilizaciones, desde los grupos nómadas, que se movían por causas naturales y motivos de elemental supervivencia, hasta los hombres y mujeres que hoy cruzan las fronteras para buscar mejores expectativas existenciales, o quienes emigran por cuestiones ideológicas, políticas o religiosas, por ejemplo, la Hégira de Mahoma, de la Meca a Medina en el año 622, suceso que marca el comienzo y al mismo tiempo, el primer año del mundo islámico. Lugar común es el éxodo del pueblo judío–israelí guiado por Moisés, hacia la tierra prometida. También el que protagonizan los aztecas quienes, de acuerdo a la leyenda, emigraron desde Aztlán, hacia el altiplano guiados por Huitzilopochtli, para establecerse y fundar la ciudad de México Tenochtitlán y consecuentemente, el imperio Azteca. La civilización surgida en Perú, también tiene su origen en la leyenda de los migrantes que partieron del Lago Titicaca, para establecerse en el Cusco, guiados por Manco Cápac.
En Europa las migraciones antiguas de mayor determinación son las que desencadenó la Revolución Neolítica, una revolución económica, que dio al hombre el control sobre su propio abastecimiento de alimentos gracias al surgimiento la agricultura y la ganadería, consiguiendo alimentos ricos en proteínas, y de paso, animales de tiro, importantes para facilitar el transporte e impulsar la revolución agrícola.
Algo semejante sucedió en Mesoamérica, más o menos en ese mismo tiempo, pero en este caso no hubo animales de tiro, la domesticación de animales se redujo al perro, al guajolote y otras aves de menor tamaño, a pesar de estas restricciones, los pueblos asentados en el altiplano mexicano alcanzaron un elevado nivel de civilización, sustentada en una agricultura extensiva e intensiva, base de un impresionante desarrollo económico que atrajo a numerosas olas migratorias. El invento de la agricultura intensiva asada en el riego artificial, una de las características fundamentales de la Revolución Neolítica, provocó enormes migraciones, en todos los continentes, millones de hombres y mujeres con frecuencia hicieron largos viajes para establecerse en los espacios o regiones más aptos para el cultivo. Con la implantación de las primeras comunidades sedentarias basadas en la agricultura surgió la formación de los primeros imperios agrarios, provocando grandes desplazamientos de pobladores y soldados que se encargaron de ocupar, nuevos territorios ya sea de manera libre o a través de la conquista. Este movimiento masivo de largo aliento, alcanzaría al primer milenio de nuestra era.
Particularmente en Europa occidental, el feudalismo tuvo un efecto dual en cuanto a las migraciones: por una parte fijó a los campesinos al suelo, es decir, a la tierra y aldeas de los distintos feudos. Por la otra, aunque redujo el comercio, aumentó enormemente las guerras de conquista entre los feudos existentes, lo cual dio origen a verdaderas invasiones y desplazamientos masivos de la población, que fueron creciendo con el aumento y transformación de algunos feudos, convertidos, en Estados Nacionales a fines de la Edad Media, lo que a su vez determinó la decadencia definitiva del sistema feudal.
Fue en la Baja Edad Media cuando se desarrollaron las redes de las ciudades-estado, como la Liga Hanseática en el noroeste europeo y las ciudades surgidas a ambos lados de los pasos a través de los Alpes, y en las ciudades del Norte de Italia con el predominio de Venecia, que llegó a ser la mayor ciudad del mundo gracias al desarrollo del comercio. Estas ciudades crecieron enormemente gracias a una intensa actividad comercial y dieron lugar a grandes desplazamientos del mundo rural a las ciudades, además provocaron el surgimiento de otras aldeas que se transformaron en burgos dedicados a la manufactura artesanal que alimentaba ese comercio. Por lo general durante toda la época medieval, los trabajadores especializados y los artesanos en las industrias minera, metalúrgica y textil migraron hacia varios centros urbanos europeos. Las elites gobernantes y las clases militares se movieron con mayor fluidez todavía, en virtud de la conquista militar y de las alianzas dinásticas cimentadas en el matrimonio, como el de los Habsburgo, entre otros.
Así mismo, entre los siglos XI y XII, se produjo una especie de revolución económica sustentada principalmente en la agricultura, ahora apoyada en la generalización en el uso del arado, con lo cual surgieron pueblos nuevos, en lo que antes fueran bosques y paramos convertidos en espacios generosos para la agricultura. La revolución económica de la baja edad media, provocó un intenso movimiento de poblamiento entre 1050-1250 y transformo la geografía de Europa. Occidente se había convertido en un poderoso proveedor de productos manufacturados. Las exportaciones, sobre todo de tejidos y metales, no hubiesen sido posibles sin un crecimiento de la población, de los campos de cultivo y un mejoramiento de las técnicas agrícolas.
Europa estaba registrando cambios importantes sustentados en el acelerado desarrollo de la agricultura y un intenso movimiento migratorio que redistribuía y concentraba a hombres y mujeres en nuevos centros de población, haciendo surgir, entre las más importantes, las grandes y poderosas Ciudades-Estado italianas de finales de la Edad Media, que anticiparon el comienzo de la modernidad.
2. LA TEMPRANA MODERNIDAD
Desde los primeros siglos de nuestra era, las migraciones están marcadas por causas de tipo, ideológico, racial, político y económico, pero es en el marco de la modernidad, cuando estas características se han agravado, en la mayoría de los casos, por un deseo irresponsable de enriquecimiento material y poder político, entonces los desplazamientos han derivado, en empresas de invasión, conquista y sometimiento de naciones enteras, varias de las cuales fueron exterminadas, otras tantas han sido sometidas hasta el envilecimiento, y algunas más no tan sólo vieron con impotencia y coraje, el saqueo y la sobreexplotación de sus recursos naturales y humanos, sino también la reducción, a su mínima expresión o de plano la destrucción de su patrimonio cultural.
Esta perspectiva nos pone ante la diferencia de las causales generales de las migraciones antiguas, frente a las que se producen con la expansión europea en la temprana modernidad, motivos que hay que buscar en el surgimiento del capitalismo, manifiesto en los acontecimientos y actividades de una cantidad de conquistadores aventureros, acompañados o seguidos de misioneros y de voraces comerciantes, que implantaron instituciones, políticas, económicas, entre otras, que a partir de entonces iniciaron un desarrollo inédito bajo la lógica del capitalismo moderno.
Como sabemos, en el comienzo de la modernidad, entre otros, esta el desarrollo de la navegación, que habla de importantes adelantos de ciencia aplicada, que al decir de Enrique Dussel, son primordialmente fruto del esfuerzo de la cultura china y sus trabajos de geografía y cartografía realizados entre 1421 y 1423. Sin embargo, no tan sólo se trata de ciencia aplicada al desarrollo de las comunicaciones y los transportes marítimos, para hacer posibles las migraciones masivas, sino también de la ruptura de concepciones filosóficas, geográficas y de todos los ámbitos materiales y espirituales europeos, en los que se manifestaba la vida de la sociedad europea.
Los contingentes de migrantes más importantes partieron de las islas británicas, la península ibérica, los Países Bajos y Francia, es decir, de aquellas sociedades que ostentaban el poder político y el control de las rutas de navegación internacionales. Los destinos principales fueron, en primer lugar, las colonias de América, después Oceanía y África. Los que llegaron de España a América, rondaron el cuarto de millón de personas entre los primeros doscientos años, para pasar a unos 4 millones en el siglo XIX, y fueron determinantes para la construcción del mundo moderno.
En América, los españoles se establecieron primero en el Caribe, y una vez agotados sus recursos, invadieron y sometieron a Cuzco y Tenochtitlán, cabeceras del imperio inca y azteca respectivamente, iniciando así la colonización de estas civilizaciones. Portugal hizo lo suyo en el noreste de América del sur, los ingleses se dirigieron hacia la costa del atlántico norte, seguidos de los franceses quienes fundaron Luisiana y más al norte ocuparon territorios canadienses. Los holandeses fundaron Nueva Ámsterdam en la isla de Manhattan en 1626, mas tarde tomada por ingleses y rebautizada como la ciudad de Nueva York.
Los españoles se distinguieron por el establecimiento de regímenes de trabajo coercitivo, ante la mirada disimulada o de plano cómplice del alto clero católico. Entre los ingleses, destaca la figura de Sir Walter Raleigh quien fundó Virginia en 1584. Los migrantes del emblemático Mayflower con su centenar de pilgrims bordo llegaron a finales de 1620, éstos eran uno de los varios grupos de puritanos, de factura calvinista, que llegaban huyendo de los conflictos religiosos, sus sobrevivientes deben contarse, entre los primeros que lograron sobrevivir, gracias a la ayuda que generosamente les prestaron los nativos.
Por supuesto que la invasión y colonización de Norteamérica debe ser más complicada de lo que representa el Mayflower, lo cierto es que después de los Peregrinos, crecieron las oleadas de migrantes que tenían la intención de comenzar una nueva vida a la luz de sus propios ideales religiosos, como los que se establecieron en Massachusetts, o en Boston en 1630. Uno de los personajes paradigmáticos, que fundaron el carácter de los Estados Unidos, es el baptista Roger Williams, quien afirmaba que el Estado no debía intervenir en cuestiones religiosas, aunque debido a su actitud radical fue obligado a salir de Massachusetts en 1635, dirigiéndose hacia el sur donde fundó Rhode Island, la primera de las trece colonias que al desconocer la autoridad de la Corona inglesa, marcó el inicio de la Revolución de independencia estadounidense, también fue la primera colonia que garantizó la libertad de culto y la separación de la Iglesia y el Estado, algo semejante hizo el cuáquero Williams Penn quien fundo Pensilvania en 1681, y aunque es cierto que Maryland, se establecería en 1634 como refugio para católicos, el mayor atractivo para los migrantes europeos era la tolerancia religiosa, como lo ilustra el caso de los suecos que fundaron el actual Estado de Delaware o los holandeses que fundaron Nueva Ámsterdam, y así sucesivamente. Era una época de fuertes conflictos, en el marco de las guerras religiosas de los siglos XVI y XVII, tiempos en los que destacó la expulsión de los hugonotes de Francia.
Con los puritanos, llegaran gentes de toda clase y oficios muy variados: América representaba la oportunidad de un nuevo comienzo, pero quienes pusieron los cimientos de esta nueva sociedad, fueron principalmente los inmigrantes que pertenecían a las clases acomodadas de Inglaterra, que habían recibido una educación bastante avanzada, distinguiéndose algunos por su talento y por su ciencia, que no emigraban por la necesidad de mejorar su posición social o acrecentar sus riquezas, sino por hacer triunfar una idea; para ellos ser puritano no era solamente asumir una doctrina religiosa, igual el puritanismo coincidía en varios puntos con las teorías democráticas y republicanas mas absolutas. Al decir de Alexis de Tocqueville, fueron estos migrantes puritanos quienes sentaron las bases sociales, jurídicas, políticas, económicas, ideológicas y culturales del carácter norteamericano sustentado en una doble moral, eran esclavistas a la vez que profundamente cristianos protestantes y frecuentemente intolerantes, creían que los gobiernos debían hacer cumplir la moralidad de Dios, por lo cual castigaban severamente a los bebedores, los adúlteros, los violadores y los herejes. Las colonias inglesas, según este autor, tuvieron como una de las principales causas de su pros¬peridad, el haber gozado de mayor libertad que en otras colonias, su legislación estaba inspirada en la biblia, estaban convencidos de que Satanás hallaba en la ignorancia, su arma más poderosa para promover el mal, por lo tanto la educación de los niños, afirmaban, debe ser una de las primeras preocupaciones del estado, así mismo, la blasfemia, la hechicería, el adulterio y la violación, fueron castigados con la pena de muerte; igual el ultraje hecho por un hijo a sus padres fue cas¬tigado con la misma pena, por consiguiente, jamás se vio la pena de muerte más prodigada en las leyes, ni aplicada a menos culpables. Es en sus leyes sobre todo, donde se encuentra la clave del gran enigma social que los Estados Unidos presentan al mundo de nuestros días.
Por lo general todos los migrantes encontraron tierra en abundancia, lo que escaseaba era la mano de obra, razón por la cual, en el siglo XVIl, se convirtieron en los más importantes compradores de esclavos, que sumaron entre 9 y 12 millones, hasta finales del siglo XVIII, aunque el comercio humano dio inicio con los españoles que fueron muy lúcidos y precoces en eso de practicar el genocidio, ya que en un par de décadas, prácticamente terminaron con la población caribeña, después siguieron con los mexicanos, motivo por el cual, desde las primeras décadas del siglo XVI, el gobierno de su majestad, autorizó la introducción de esclavos africanos a la América española, primero a los genoveses, luego a las compañías alemanas, portuguesas y finalmente a las francesas e inglesas.
En buena medida, las trece colonias fueron el laboratorio, para poner en práctica los principios políticos, económicos, ideológicos y culturales forjados durante siglos por los renacentistas, humanistas, reformistas y racionalistas europeos, la mayoría de los cuales fueron concretizados en Filadelfia en 1776, formalizados y elevados a rango constitucional en 1783, fue entonces cuando Inglaterra reconoció la independencia de los colonos norteamericanos, surgiendo así, el único Estado Nación conformado por migrantes europeos, hombres que estaban mayormente despojados de los rasgos propios del viejo y rígido sistema feudal europeo, e identificados con el puritanismo, con la teoría de la predestinación y todo lo que representa el espíritu del capitalismo, como asentaría Max Weber en La ética protestante.
Es importante señalar, que todo este universo de inmigrantes europeos, coincidieron en el mismo objetivo; la búsqueda de la acumulación de riquezas sin importar los medios, terminando por producir sociedades distintas, una altamente desarrollada, y otra con economías de agricultura medieval o de enclave; las plantaciones de azúcar, caucho, café, tabaco, henequén y otros productos agrícolas en territorio latinoamericano, configurando un esquema que expresa puntualmente la definición que Eduardo Galeano hace sobre la división internacional del trabajo, conceptualizado simplemente como la especialización de unos países en ganar y otros en perder.
Los hispanos explotaron recursos naturales y humanos, prácticamente sin necesidad de importar esclavos, contaron con más de veinte millones de indígenas, a los que redujeron demográficamente a su mínima expresión, por lo general excluyéndolos de cualquier posibilidad de progreso o de incorporación a la modernidad en calidad de sujetos o ciudadanos, terminando así, por construir una sociedad empobrecida en lo material, pero sobretodo en lo cultural.
Hoy los esfuerzos para modernizar a la sociedad latinoamericana han sido insuficientes, el trecho que en ese sentido nos separa de los desarrollados parece insalvable y explica, en parte, las migraciones de los países periféricos hacía las metrópolis o de los latinoamericanos hacia los Estados unidos.
Por su parte los anglosajones, que también barrieron con gran parte de la población y la cultura nativa, iniciaron un exitoso proceso de acumulación de capital, basado en una agricultura de mercado, intensiva y extensiva, complementada y acrecentada con una exitosa industrialización y una intensa comercialización transatlántica, terminando por constituirse en el modelo de Estado Nación moderna o capitalista.
3. LAS MIGRACIONES EN TORNO A LA INDUSTRIALIZACIÓN.
El siglo XIX simboliza la consolidación de la modernidad cuyo paradigma más significativo es la industrialización, que hizo posible las enormes concentraciones de capital político y económico en unas cuantas manos de unos poquísimos países; la producción industrial del mundo aumentó siete veces en este período, permitiendo una fuerte acumulación de capital y la progresiva conformación de un mercado mundial, tanto de bienes como de fuerza de trabajo.
Estos acontecimientos contienen, las principales razones de las migraciones regionales y globales de este siglo, las cuales hay que buscar en cuestiones espirituales y de cultura política que entonces caracterizaron a Europa, como; los nacionalismos, las intransigencias políticas, las intolerancias religiosas, las revoluciones burguesas, las confrontaciones surgidas en torno al movimiento obrero; el ludismo, el cartismo, el sindicalismo, las corrientes socialistas, el anarquismo, el enfrentamiento entre liberales y conservadores, la restauración, el desempleo que producía la industrialización, en fin, ante este, relativamente sombrío, panorama europeo para las grandes mayorías de artesanos, de obreros, campesinos y gente común, Estados Unidos ofrecía expectativas prometedoras, esta perspectiva esperanzadora explica la llegada de una cantidad enorme de hombres y mujeres libres, en su mayoría pobres, que venían con la ilusión de mejorar sus perspectivas de vida.
El número de los migrantes europeos en el transcurso de esta época, que llegó a las trece colonias, superó a los africanos, como lo muestran las cifras: hasta 1820, habían viajado a Norteamérica más de 12 millones, de los cuales la gran mayoría eran esclavos africanos, el resto hombres libres, veinte años después estas cifras se habían invertido, ya que para 1840 estos últimos representaban el 80%, venían sobre todo de las regiones más ricas de Europa continental además de las Islas Británicas. Aunque la gran mayoría se dirigía a Estados Unidos, también hubo quienes se fueron a probar suerte en América del Sur, principalmente Argentina y Brasil, después del cambio de siglo, a Canadá. Igualmente muchos ingleses emigraron hacia Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica. La excepción fue Francia, atrajo más que expulsar.
En Norteamérica, hasta la primera mitad del siglo XIX, la mayoría de los negros eran esclavos, siendo objeto de desprecio. Otra raza con problemas de discriminación era la de los chinos, que se establecieron, principalmente, en la zona costera del Pacífico. Paradójicamente, con quienes más se ensañaron, los migrantes europeos fue con la población autóctona; al respecto, en 1890 el censo registraba, aproximadamente 240.000 indios, cifra sospechosa que parece esconder el genocidio del que fueron objeto los nativos, pues es saber de dominio público, que fueron eliminados de manera variada y sistemática. En general fueron victimas de una provocación y atraco constante quedando reducidos a su mínima expresión.
Hasta 1860, en los Estados Unidos, un amplio margen de su economía estaba sustentaba, en buena medida en mano de obra esclava, condición que en el norte industrializado se empezó a abandonar desde finales del siglo XVIII, pero en el sur agrícola se prolongó formalmente hasta el final de la guerra de secesión. Esta suceso estimuló, una disminución de la fuerza de trabajo coercitiva y un incremento de la mano de obra libre y asalariada, propia de la modernidad, lo que constituyó un fuerte atractivo para la sobrepoblación europea, cuya migración cobró cada vez más, mayor importancia. La prosperidad industrial de los Estados Unidos, aunque en menor grado, corría paralela con otros Estados y colonias fundados por europeos que tenían abundancia de tierras pero no tenía suficiente fuerza de trabajo, y ambos avances estaba precedida por la industrialización de Europa, en donde había producido un significativo excedente de población. Un sistema de transporte más económico, ágil, regular y confiable, permitió apresurar el ritmo y la escala migratoria.
Las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX, dan testimonio de un movimiento en gran escala, de trabajadores de la india, China, Japón y Java hacia los Estados Unidos y las colonias británicas, francesas, alemanas y holandesas en Asia, África y el Caribe, consumando el cuadro de una migración verdaderamente global. De estos desplazamientos, probablemente el más significativo, desde el punto de vista estadístico, fue el de los trabajadores indios, una aproximación conservadora de las cifras al respecto indica que entre 1834 y 1937 salieron de la india 30.2 millones de personas. Algo comparable a estas emigraciones fueron las enormes oleadas de chinos por el sureste de Asia y Norteamérica. Aunque en menor medida, pero de igual forma hay pruebas que indican que la industrialización y la construcción de ferrocarriles intercontinentales europeos, también atrajeron una fuerte oleada de migración regional.
Así mismo, la intensidad de los desplazamientos verificados a finales del siglo XIX, hay que verlos estrechamente articulados con la prohibición del tráfico de esclavos, que se produjo entre 1777 y 1804, con esta legislación, la esclavitud cayó en la ilegalidad en los Estados Unidos, lo cual tuvo un mayor impacto en el norte que en el sur. Esta actitud no era exclusiva de los norteamericanos, Dinamarca también abandonó del comercio de esclavos en 1792 y Gran Bretaña los desaprobó en 1807, aunque al parecer sin resultados prácticos, causa por la cual la marina británica tomó drásticas medidas contra el comercio de humanos a partir de 1815. Esta cuestión resultaba complicada en razón de que en varios países el vasallaje seguía siendo legal. Al respecto, en todos los pueblos o grupos oprimidos nunca faltan resistencias, como lo muestra la colonia francesa de Santo Domingo en 1791-1793, misma que obligó a los franceses a abolir la esclavitud. En 1831, un levantamiento de esclavos en Virginia provocó el endurecimiento de las leyes y el incremento de la defensa de la esclavitud entre los blancos del sur de Estados Unidos.
Como efecto de la ilegalidad en que cayó el esclavismo, y la vergüenza que representó para los países que presumían de civilizados, las necesidades de mano de obra para la expansión capitalista en América, en las fábricas, plantaciones y minas, fueron satisfechas mediante el sistema de contratación masiva de trabajadores. Lo novedoso fue, que la fuente principal de mano de obra fueron asiáticos y luego europeos, las zonas de origen más destacadas fueron India, China y Japón. El flujo comenzó alrededor de 1820, con el empleo de trabajadores de la India en las posesiones británicas de Mauricio y Reunión y se extendió posteriormente hacia las plantaciones del Caribe. Los chinos se incorporaron alrededor de 1840, con destino a Estados Unidos, Australia y las colonias europeas del sudeste asiático; el flujo desde Japón fue más tardío y su volumen menor, comenzó en 1868 hacia Estados Unidos y a finales de siglo con destino a Brasil y Perú.
La paradoja para los mexicanos fue, que mientras el fantasma de la vergüenza y la ilegalidad del esclavismo recorrían el mundo, en México la fuerza de trabajo coercitiva alcanzaba su punto álgido durante la dictadura porfiriana, de manera disimulada o abierta, mediante el sistema de contratación, de leva u otros medios poco civilizados, estos métodos sirvieron no sólo para reclutar mano de obra avasallada, sino también para reducir a su mínima expresión a las naciones maya y yaqui, en las haciendas, tabacaleras de Valle nacional en Oaxaca, henequeneras en Yucatán o cafetaleras en la región del Soconusco chiapaneco, estas formas de trabajo coercitivo, que rayaban en el esclavismo, fueron documentadas y publicadas en formato periodístico en Nueva York durante 1908.
Las migraciones del medio rural hacia los centros urbanos, precipitadas por el desarrollo de la industria y la agricultura mecanizada, tradicionalmente habían tenido lugar al interior de cada país, pero ahora ese ámbito había sido rebasado, ejemplo significativo al respecto es la emigración de campesinos y artesanos europeos durante toda la segunda mitad del siglo XIX. Estos traslados internacionales de trabajadores constituyeron un elemento clave en la constitución del mercado capitalista mundial. España tuvo una importante contribución a este flujo migratorio ya que durante ese período, abandonaron el país más de cinco millones de personas, la mayoría salió al comenzar la década de 1880 y eran predominantemente campesinos. Después de los Estados Unidos el destino preferente fue Argentina, luego Uruguay, Brasil y Cuba, otros contingentes poco significativos fueron al norte de África; Argelia y Marruecos. Antes de la Primera Guerra Mundial, Norteamérica continuaba siendo el receptor más importante de migrantes atraídos por la enorme fuente de trabajo que ofrecía el desarrollo del ferrocarril y el descubrimiento y la consecuente explotación de los legendarios yacimientos de metales preciosos, localizados en el territorio californiano. Esta rica y enorme región fue arrebatada con alevosía y ventaja a los mexicanos, a mediados de este mismo siglo, realidad que provocó significativos desplazamientos, debido no tan sólo al contexto histórico en el que se produjo, sino sobre todo porque los más de dos millones de hectáreas obtenidas por los Estados Unidos mediante el atraco, fueron rápidamente ocupadas, en lo general, por inmigrantes europeos.
Estos son los acontecimientos básicos que explican los flujos migratorios del siglos XIX, una cantidad de europeos, seguidos de los asiáticos, que se dispersaron por el mundo, pero sobre todo en Norteamérica, muchos de los cuales fueron a engrosar los enormes ejércitos de obreros, mientras otro tanto aprovechó las oportunidades que ofrecía la existencia de enormes e importantes espacios, aparentemente desocupados y ricos en recursos naturales, cuyos dueños originales parecían incapaces de percibir o interesarse por su explotación masiva y con fines comerciales, oportunidad ideal para estos contingentes de empresarios y aventureros con espíritu liberal, inmersos en la más pura lógica del capitalismo moderno; producir para el mercado persiguiendo el lucro y la ganancia, en una actitud libre de escrúpulos o cualquier consideración moral, legal o ecológica, con tal de conseguir semejante objetivo. Sobre este punto, nunca será suficiente enfatizar, que los jóvenes países latinoamericanos, recién emancipados, se incorporaron a la competencia por el progreso, haciéndolo, casi en condiciones desventajosas, con respecto a los países desarrollados, característica fundamental que ayuda a explicar el por qué los integrantes de los países de nueva creación, terminarían por nutrir la emigración hacia el único país industrializado de América.
Para contrarrestar el desfase, algunos sectores de la clase política de los países latinoamericanos, se propusieron impulsar el progreso de sus respectivos países, promoviendo la llegada de colonos europeos. En los últimos años del siglo XIX, Argentina y Brasil, lograron absorber más o menos un quinto de toda la corriente migratoria europea. Este fue el siglo de la ocupación del territorio norteamericano, en un ciclo migratorio que alcanzó su techo en las primeras décadas del siglo XX y cuyo crecimiento cuantitativo agudizó, sentimientos antiinmigrantes, los descendientes de las primeras generaciones de extranjeros, se sentían desplazados por los recién llegados, todo lo cual ayuda a explicar el cambio de política migratoria de los Estados Unidos, caracterizada por el “cierre” de sus fronteras, y el surgimiento de la migración ilegal.
MIGRACIONES CONTEMPORÁNEAS; EL SIGLO XX.
Las migraciones son parte de los procesos históricos de las naciones o de la humanidad y no definen a la modernidad, sin embargo, las características específicas que los desplazamientos adquirieron en el siglo pasado, permiten afirmar la tesis de que la inmigración se ha convertido en un problema estructural, como consecuencia de la exacerbación del sistema capitalista, con lo que se convierte en un problema político, sobre todo en la era de la globalización. Dicho de otra manera, no es la pobreza la principal causante de las migraciones y otros problemas como el hambre, las guerras y el deterioro ambiental entre otros, sino la acumulación de riqueza llevada al extremo de la ambición irresponsable. Al respecto José Luis de Leonardo afirma que “dos centenares de multimillonarios acumulan la misma riqueza que la mitad de la humanidad. Las 225 personas más ricas del mundo acaparan la misma riqueza que, poco más de 3 mil millones de personas. Nada nuevo. Los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. Los países industrializados, tienen 147 de las 225 personas más ricas del mundo, el resto de los países en desarrollo 78, y todo el continente africano sólo 2, los dos en Sudáfrica”. Dicho de otra manera y de acuerdo con el informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PUND 1998), “el 6% de la población mundial posee el 59% de la riqueza total del planeta y 98% de ese 6% de la población vive en los países más ricos”. Así se expresa la desigualdad social que constituye uno de los factores básicos que promueven las migraciones y convierten esta cuestión económica en un problema político, creado por aquellos que por siglos han tomado decisiones a nombre del bienestar de la sociedad y bajo la promesa irrealizable de que el progreso y la felicidad sería para todos, si esto es cierto, son los muy ricos primordialmente, quienes tienen la obligación moral y política para tomar o aplicar las medidas fundamentales, complementadas con las acciones del resto de la sociedad, para corregir la desigualdad, antes de que las mayorías, organizadas o no, tomen la iniciativa.
Ante este planteamiento, la cuestión económica se perfila como la causa determinante de las migraciones. Al respecto, como sabemos, la riqueza es producto de la confrontación entre el trabajo y el capital, sin embargo, el trabajo de los migrantes, que representa un importante aporte económico para los países desarrollados, ha sido menospreciado, de manera más aguda por los neoliberales de primera y de segunda, esto es en los países desarrollados y sus correligionarios de los subdesarrollados, en este ámbito se ha privilegiado el capital sobre el trabajo, de diversas formas; destacan los despidos injustificados, la discriminación, los problemas de genero, la pérdida de seguridad en el empleo, la persecución o represión disimulada o abierta por motivos político laborales, entre otros. Sobre este punto, en la temprana modernidad, la naciente burguesía dio al trabajo su verdadera importancia en el proceso de producción, así lo comprendieron los padres del liberalismo económico y lo reconocieron en sus análisis sobre la riqueza de las naciones. Sin embargo, al comenzar a surgir las crisis periódicas del capitalismo, particularmente desde la primera Revolución Industrial, esa misma clase social beneficiada con el esfuerzo de los trabajadores, se encargó de devaluar al trabajo y sus productos, los patrones no vacilaron en sacrificar a los obreros para no ser destruidos por la quiebra, abandonando de manera desagradecida a quienes generaron su fortuna. Así, para conservar y expandir el capital, cada cierto tiempo se vienen repitiendo, el despido, el cierre de las fábricas o las empresas, que desembocan en el desempleo y la subocupación, cristalizando todo en la tragedia y la miseria de los trabajadores, conduciendo a la sociedad y a la naturaleza, no sólo a momentos críticos, sino a situaciones de alto riesgo para el desarrollo sustentable, todo con el objeto avieso de preservar sus privilegios, y el poder derivado de la propiedad privada de los medios masivos de producción. Es esta situación, agudizada desde la segunda mitad del siglo XX, la que en su conjunto padece la clase trabajadora y de manera especial el sector de los migrantes, que hoy invaden a los países desarrollados.
Pasada la segunda confrontación mundial, la inmigración alcanzó niveles importantes; entre 1945 y 1990 más de 18 millones de personas emigraron a la Unión Americana, número que se incremento significativamente en los 5 años siguientes, durante el cual entraron un millón de migrantes legales al año, sumando alrededor de 25 millones en 50 años, cantidad todavía menor a los 30 millones que entraron entre 1880 y 1920.
Bajo una perspectiva mundial, la nueva fase de migración internacional comenzó a partir de los años cincuenta; pero ahora cada vez se percibe más claramente que los flujos migratorios han invertido el sentido, orientándose en su mayoría, desde los países pobres hacia los desarrollados. Ello fue especialmente significativo en Estados Unidos, que registró flujos de inmigrantes procedentes de América Latina. El fenómeno se repitió en Europa, ahí los migrantes asiáticos y caribeños, se fueron a Gran Bretaña, los magrebíes y los del África negra, a Francia. Este inicio de la migración de las zonas subdesarrolladas a las metrópolis, en los años cincuenta y sesenta, estuvieron originados, en el caso de Gran Bretaña y Francia, en los procesos de descolonización, y en el caso de Estados Unidos, en los profundos desequilibrios que vivía América Latina.
Sobre este punto, los estimados del ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados) indican que el número de refugiados en el mundo en vías de desarrollo aumentó muy marcadamente a medida que se iniciaron el proceso de descolonización, y la formación de nuevos Estados Nación, pasando de alrededor de dos millones en la década de 1950 a los niveles actuales de 20 a 30 millones aproximadamente. De ese total, entre 14 y 45 millones son personas desplazadas, de manera forzosa dentro de su propio Estado.
La inmigración en los países europeos centrales, fue consecuencia del auge económico que se produjo en Europa entre 1948 y 1973, lo que supuso un cambio de dirección en relación al período anterior. Al parecer, el desarrollo europeo de la postguerra se habría bloqueado de no haber contado con esta oferta abundante y flexible de mano de obra extranjera.
Taiwán es un país densamente poblado, pero el rápido crecimiento económico originó escasez de mano de obra y un importante volumen de inmigración regular y sobre todo irregular, que se estima en tres cuartas partes del total, Hong Kong desarrolló una pujante economía capitalista bajo dominio británico necesitando tanto inmigrantes calificados, llegados de Australia, Norteamérica y Japón, como no calificados, provenientes de Filipinas, Tailandia, Indonesia y Malasia, que se emplean principalmente en el servicio doméstico. Japón ha sido una excepción hasta fechas recientes entre los países más desarrollados, debido a su política de no aceptar inmigrantes, se argumentaba la sobrepoblación del país y la importancia de conservar la homogeneidad étnica, sin embargo, en 1999 fue el cuarto país de la OCDE, después de Alemania, Estados Unidos y Gran Bretaña, que registró un mayor volumen de ingresos, llegando a un stock de 1,6 millones, 1,2% de la población del país, los principales receptores desde 1970, han sido Japón, Singapur, Taiwán y Brunei. Los principales exportadores han sido China, las Filipinas, la India, Bangladesh, Paquistán, Indonesia y Sri Lanka. Desde la segunda posguerra, los asiáticos de Nigeria, Tanzania y Uganda han emigrado al Reino Unido; los africanos del centro y el oeste a Francia, los de Zaire a Bélgica. La OCDE asevera, que estos movimientos se ven empequeñecidos ante las migraciones regionales dentro de África, principalmente a Sudáfrica, Gabón y la Costa de Marfil, ahí llega mano de obra desde Zaire, Angola, Mozambique, Camerún y Botswana.
En el Medio Oriente, quienes han atraído el mayor número de migrantes en la región han sido Kuwait, Arabia Saudita, Qatar, Bahrain, y los Emiratos Árabes Unidos, así como Irán e Iraq al norte. Para esta área, los principales exportadores han sido Egipto, Yemen, Jordania, Líbano y Sudán. El estimado, antes de la Guerra del Golfo es de alrededor de 2 a 3 millones en los últimos años. A principios de la década de 1980, la disminución en los precios del petróleo y el temor a las deslealtades políticas de los inmigrantes condujeron a la disminución de esos flujos. No obstante, es significativo anotar que en Kuwait, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos, los extranjeros han llegado a superar a los nativos.
Ante el impacto de la Segunda Guerra Mundial, un gran número de personas huyó ante el avance de los ejércitos alemanes, al mismo tiempo que los alemanes internaban a millones en los campos de concentración principalmente en Polonia. En este mismo contexto, alrededor de 700 000 palestinos fueron expulsados del recién constituido Estado de Israel. Así mismo se intercambiaron 15 millones de refugiados entre la India y Paquistán, durante y después de la separación, y a principios de la década de 1950 alrededor de cinco millones de coreanos huyeron del norte hacia el sur.
Con los acontecimientos dramáticos de Ruanda y Burundi, en 1994-1996 y la guerra civil sudanesa, la población total de refugiados del continente en la actualidad tal vez sea superior a los siete millones. Por su parte Europa Oriental, hasta 1989 había estado aislada de los flujos migratorios pero a partir de 1990, con el colapso de los Estados comunistas, han emigrado más de 2 millones de judíos soviéticos a Israel, y la guerra civil en la antigua Yugoslavia ha generado el número más grande de personas desplazadas en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.
La globalización impulsó tres grandes procesos migratorios: a) de ejecutivos y empresarios desde y hacia todas partes del mundo, b) «fuga de cerebros», artistas y deportistas de los países más pobres hacia los más desarrollados, c) de trabajadores no calificados de los países pobres para emplearse en los puestos de trabajo considerados indeseables por las poblaciones nativas de los países ricos; empleo doméstico, recolección de basura, construcción, servicios de gastronomía, etc.
En las primeras décadas de la época de la posguerra, Naciones Unidas ha calculado que la migración internacional de mano de obra altamente experta fue de alrededor de 300 a 400 mil personas. Las principales fuentes de esa explosión de migración de la élite fueron India, China, Sri Lanka y Ghana. Estado Unidos absorbió a 120 000 de esos migrantes y Reino Unido y Canadá a más de 80 000 cada uno. Desde la década de 1970, los Estados del Golfo también se han convertido en importadores clave de mano de obra altamente capacitada, pero los flujos hacia occidente siguen aumentando con rapidez con la adición de migrantes de las Filipinas, Paquistán Argentina y Brasil.
Por otra parte, la desigualdad social y económica ha venido creciendo de una manera exagerada en el último medio siglo, el aumento del bienestar en los países ricos sigue dándose a costa de los países pobres, son aquellos los beneficiarios del crecimiento del comercio mundial y del abaratamiento relativo de los productos agrícolas, y ahora industriales, de los países más pobres.
El aumento de los precios del petróleo es un ejemplo: los países desérticos del Medio Oriente y de África tienen miles de km. de oleoductos y gasoductos, y no tienen ni siquiera una cantidad mucho menor de acueductos, a pesar de que el agua es mucho más cara y necesaria que los hidrocarburos. Estas son las circunstancias concretas que configuran la sospecha de que no hay perspectivas a futuro en los países subdesarrollados, es esta apreciación la que impulsa a su población a emigrar.
Si fuera necesaria una teoría general que explique todas las migraciones originadas en causales económicas, ésta diría simplemente que la humanidad es ambulante por naturaleza, y que se desplaza primordialmente por necesidades fundamentales de supervivencia. Hoy es lugar común hablar de los cientos de millones de seres humanos que viven en extrema pobreza, esa verdad conduce el desarrollo histórico de las migraciones. Ahora bien, lo significativo al respecto es, que actualmente no tan sólo ha aumentado el número de migrantes portadores de mano de obra no calificada, sino que a éstos se han sumado, personas que aspiran a cubrir puestos de alto nivel en el ámbito cultural, deportivo, profesional, científico e incluso artístico, sin olvidar a las prostitutas. Otro aspecto relevante de hoy, es que la oferta y la demanda de toda esta gama de trabajador manual e intelectual, de alguna manera entre todos los países, es ya un fenómeno social generalizado, al grado de representar un carácter distintivo del siglo XXI.Al iniciarse el siglo XXI, el estimado de personas que viven fuera del país donde han nacido son entre 140 y 150 millones.
La expansión comercial han coincidido con los de auge de los desplazamientos internacionales, así del final del siglo XIX y comienzo del XX; más o menos 50 millones de europeos emigraron a América, el otro cien años después; Naciones Unidas, estima que más o menos 190 millones de migrantes, 120 de los cuales estarían en los países ricos.
Seguramente uno de los factores mas, significativos para explicar el auge de las migraciones, es el fracaso de las políticas de desarrollo en la mayoría de los países del Tercer Mundo, experiencia aunada a los problemas de la década de los noventa en la economía rusa, la crisis asiática y la de algunos países latinoamericanos como Argentina y México, todo lo cual ha provocado una profunda transformación en la forma de concebirse y de pensar sus expectativas de vida, aspecto significativo en este punto es la incorporación femenina a los procesos migratorios, constituyen ya, casi la mitad (el 49,6 %) de los migrantes internacionales: son 95 millones; “Estado de la Población Mundial 2006 — Hacia la esperanza: Las Mujeres y la migración internacional del Fondo de Población de las Naciones Unidas”. Las mujeres remiten miles de millones de dólares cada año a sus países de origen, también informan, de la violencia que sufren las refugiadas y desplazadas, la explotación sexual y laboral, así como los vínculos entre pobreza, igualdad de género, salud reproductiva y discriminación.
Finalmente, al aparecer hay estamos ante una realidad que puede cambiar muchas cosas; los países más ricos ya no son capaces de sostener con éxito una competencia libre frente a aquellos en desarrollo, tanto en sectores de productos agrícolas y no elaborados, como en la producción de textiles o incluso en sectores de fuerte contenido tecnológico, entiéndase la industria automotriz. Occidente todavía tiene ventaja en los servicios y el conocimiento, que trata de explotar, sin embargo, cada vez hay más conciencia de la dificultad de competir contra la producción mucho más barata de países como China o la India, una “guerra comercial” abierta, puede provocar la pérdida de millones de empleos en el primer mundo, mismos que se trasladarían o se crearían en los países en desarrollo. Un comercio más libre daría un mayor equilibrio entonces a la sociedad global, de ser así, tal vez entonces la migración hacia Occidente dejaría de tener sentido.
En el mundo actual las normas internacionales de todo tipo han respondido siempre a los intereses de los países occidentales, que han administrado el mundo institucional que surgió tras la Segunda Guerra Mundial. Si llega un momento en que la liberalización comercial ya no conviene a esos países, ya no va a crecer o de plano se detendrá, entrando en una fase de menor apertura y mayor proteccionismo encubierto, tal vez estemos ya en el inicio de esa fase. Ya muchos países ricos crecen a ritmos muy bajos –Japón, la mayoría de Europa- y dudan si esos ritmos les permitirán sostener sus garantías sociales con poblaciones envejecidas.
Otra realidad es que el mismo desarrollo de los medios de comunicación y transporte ha hecho cada vez más difícil atajar el deseo de millones de personas que de manera legitima se proponen mejorar sus expectativas de vida, y a terminando por configurar uno de los grandes problemas que no ha resuelto la modernidad; crear una sociedad equitativa y ofrecer bienestar y felicidad a las grandes mayorías, esta utopía, exige una profunda reorientación del modelo de desarrollo económico y social a nivel mundial, requiere un paradigma que devuelva la ilusión y la esperanza a muchos millones de potenciales migrantes, para seguir arraigados a su terruño, con toda la carga económica y cultural que ello representa, de tal manera que permita devolver el deseo de seguir viviendo en sus lugares de residencia a todos aquellos que piensan en la emigración como única solución a sus problemas existenciales.
Estos propósitos se pueden articular con la preocupación del antropólogo mexicano Agustín Escobar, cuando se pregunta ¿acaso no se quiebra el desarrollo de un país a partir de un cierto volumen de emigrantes, no pierde su esencia, su creencia en el futuro, sus posibilidades de existencia misma? Es decir, las remesas no lo pueden arreglar todo: las migraciones también pueden ser perjudiciales a largo plazo para los países de origen y en especial para sus mayorías pobres.
Bajo esta perspectiva, construir una sociedad equitativa es el más importante y verdadero desafío de hoy, de ahí se desprenderá la corrección de muchos de los males que ha producido la modernidad, incluidas las acciones mal intencionadas que se han dado en torno a los migrantes, las medidas policíacas, represivas, peyorativas, o ideológicas como la xenofobia, incluso el uso perverso de la influenza, sólo aportarán mayores males y ninguna solución.
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