Resumen: El espacio urbanizado domina cada vez más el planeta, sin embargo, a la
vez, va desapareciendo paulatinamente la vida urbana, por la destrucción
creciente de cualquier espacio público de relación social. Además es un proceso
que jerarquiza el territorio ya que beneficia a enclaves específicos pero que
contamina resto del espacio a través de los mass media, que proyectan los
“valores urbanos” sobre el territorio en su conjunto. El urbanista
norteamericano Mike Davis ha planteado un modelo de comprensión de este modelo
urbano que ha denominado la ecología del miedo, en él la destrucción del espacio
público, produce un verdadero apartheid urbano y muestra como hay, en última
instancia, una convergencia entre los objetivos de la arquitectura contemporánea
y los de la policía: su objetivo es el control de la multitud.
Palabras clave: urbanismo, seguridad, simulacro, centro comercial, cárcel,
segregación.
Ignacio Casado Galván (CV)
dphicg@yahoo.es
El espacio urbanizado domina cada vez más el planeta sin embargo a la vez va desapareciendo paulatinamente la vida urbana, por la destrucción creciente de cualquier espacio público de relación social, al ser sustituidos por los “no-espacios infraestructurales donde se enseñorea la movilidad motorizada”. A la vez estas metrópolis adoptan la gestión y el consumo como actividades hegemónicas difuminándose las actividades directamente productivas lo que acentúa su dependencia de territorios cada vez más lejanos, subordinándose acusadamente lo local a lo global.
Además es un proceso que jerarquiza el territorio ya que beneficia a enclaves específicos “enganchados a las redes de gestión espacial del modelo” pero que contamina sin embargo al resto de los espacios a través de los mass media, que proyectan los “valores urbanos” sobre el territorio en su conjunto: “Y la alienación que el habitante de la metrópoli tiene respecto de su entorno natural y en relación con los ciclos vitales se traslada cada vez más a las áreas rurales, en paralelo con el predominio de la agricultura industrial y al agroturismo, con las consecuencias sociales y ambientales que de ello se derivan” (Fernández Durán y Vega Pindado, 1995, 76).
Un modelo de comprensión del espacio urbano actual.
El urbanista norteamericano Mike Davis a planteado un modelo de comprensión de este modelo urbano que ha denominado la ecología del miedo. Según este modelo el espacio urbano actual igual que el diagrama de Burgess del Chicago en los años 20 se forma de la combinación de media luna y de diana en cinco zonas concéntricas en la que la lucha por la supervivencia de los más fuertes separa a las clases urbanas y a los tipos de alojamiento. Pero a los determinantes “ecológicos” como los ingresos, valor del suelo, clase y raza, se añade un factor nuevo y decisivo: el miedo. Su modelo ideal ya no es Chicago sino Los Ángeles.
“Bienvenido al LA posliberal, donde la defensa del lujo se traduce en la proliferación de nuevas represiones espaciales y de movimiento, adornada con la ubicua “respuesta armada”. Esta obsesión por los sistemas de sguridad física y, colateralmente , por el control arquitectónico de las fronteras sociales se ha convertido en el verdadero espíritu de la reestructuración urbana, el argumento por antonomasia en el naciente medio urbano de los noventa. Sin embargo la teoría urbana contemporánea, tanto si debate la función de las tecnologías electrónicas en la creación del “espacio posmoderno” como si discurre acerca de la dispersión de las funciones urbanas en las “galaxias” metropolitanas policéntricas, ha permanecido extrañamente callada con respecto a esa militarización de la vida ciudadana que es tan encarnizadamente visible en las calles. Los apocalípticos pop de Hollywood y la ficción de quiosco han resultado más realistas, y políticamente más perceptivos, en su representación del endurecimiento programado de la superficie urbana a partir de la polarización social de la época de Reagan” (Davis, 2003, 194-195).
Se crea un espacio vigilado que corresponde al centro de la ciudad mediante todo tipo de barreras físicas y arquitectónicas y vigilancia con video. Más allá los barrios y los guettos que rodean el centro que acoge a los inmigrantes y es la cuna tradicional de las bandas callejeras y el espacio más peligroso de la ciudad. El esquema se completa con las medias lunas de la represión o barrios de control social, que hubieran sido calificadas por Michel Foucault como nuevas instancias en la evolución del orden disciplinario y que son zonas que incrementan la represión contra los graffitis, la prostitución, las drogas, los sin techo... . “En ciudades como Los Ángeles, en el lado oscuro de la posmodernidad, se observa una inédita tendencia a mezclar el diseño urbano, la arquitectura y la maquinaria policial en una sola estrategia de seguridad global” (Davis, 2003, 195).
Consecuencias sociales.
Esto tiene profundas consecuencias sociales, la oferta de seguridad genera su propia “demanda paranoica”. Convertida en símbolo de prestigio, tiene menos que ver con la protección personal que con el grado de aislamientro personal en los entornos de residencia, trabajo, consumo o viaje, con respecto a los grupos e individuos “indeseables” o incluso las multitudes en general. Además “el miedo encuentra motivos por sí mismo”, la percepción social de la amenaza que, en muchas ocasiones, no corresponde a las tasas de delincuencia real, refuerza la movilización por la seguridad: “Los medios de comunicación, cuya función en este sentido es la de oscurecer y ocultar la violencia económica diaria de la ciudad, agitan sin cesar el fantasma de los marginados criminales y de los psicópatas al acecho. Es una visión policial de la ciudad según la cual “los buenos ciudadanos a salvo en sus burbujas privadas de consumo y con fuertes medidas de seguridad; los malos ciudadanos, en las calles (y por tanto llevando a cabo algún negocio ilícito” (Davis, 2003, 219).
Este discurso oculta las causas estructurales de la violencia, se la presenta aislada como un fenómeno natural, como lo inevitable, lo fatal. Es una visión mistificadora que oculta más de lo que muestra como los conceptos fantasmagóricos de droga, tribus urbanas, bandas callejeras... La violencia se convierte así tambieén en algo fantasmagórico: “como el terror a los vagabundos en el XIX o a los rojos en el XX, el terror contemporáneo a las bandas se ha convertido en una relación de clase imaginaria, un terreno de pseudoconocimiento y proyección de fantasías” (Davis, 2003, 232). Se crea un “otro irreductible” con el que no hay diálogo posible, es decir, se trata, en definitiva, de aplicar la lógica del terrorismo a los barrios: Una de las tácticas imperativas del “antiterrorismo” –ya sea en Belfast, Jerusalén o Los Ángeles- es la de privar de voz pública al terrorismo. Anque siempre se muestra al terrorismo precisamente como incoherente y malvado, las autoridades vuelcan una gran cantidad de energía para protegernos de sus alaridos, incluso aunque sea necesaria la censura y la limitación de la libertad de expresión. Esta es la lógica que se usa con los jóvenes de los barrios (Davis 2003, 260)
Con el discurso de la droga se ha criminalizado a todo una generación en muchos barrios obreros y roto su relación con la generación de sus padres. Si en las ciudades norteamericanas: “la repulsión que siente la clase media negra hacia la delincuencia juvenil –de hecho la percepción de que los traficantes y las bandas amenazan la misma integridad de la cultura negra- se traduce así mediante estas bravatas patriarcales en apoyo a la retórica del exterminio de los perseguidores de las bandas. [...] la idea de que el sacrificio o abandono de los heridos de la juventud negra criminalizada [...] sea la única opción frente a la disolución del tejido comunitario heroicamente construido a lo largo de generaciones de resistencia a la racista América blanca” (Davis, 2003, 252).
En los 60 el empeoramiento de las condiciones de vida en los barrios negros permitió articular estrategias de liberación mediante una politización de las bandas influidas por los musulmanes y el carisma de Malcolm X en el despertar generacional del Black Power, pero estas fueron imposibilitadas por la feroz represión policial que no dudó en recurrir a la guerra sucia para destruir el partido de los Panteras Negras .
Por eso se produjo un recrudecimiento de las bandas a principio de los setenta conservando en ocasiones un cierto áura de la temeridad de los Panteras Negras pero mediante unos niveles de violencia desconocidos, una escalada de violencia dentro del gueto que se oponía a todo lo que habían defendido los Panteras Negras. Con altísimas cifras de desempleo , las ecuelas masificadas , los precios elvados y la escasez de viviendas el gueto negro no era una cominidad viable y la desesperación consiguiente se recicla “como violencia de bandas y crímenes entre negros, una vez que la militarización de la policía había hecho imposible la rebelión y el tejido izquierdista de la comunidad había sido destruido” (Davis, 2003, 262).
El desempleo juvenil y el descenso en la edad de pobreza ha dejado a muchos miles de jóvenes en la calle, sin otra alternativa que enrolarse en el plan de empleo criptokeynesiano, que han puesto en matrcha los carteles de la cocaina, mediante bandas juveniles y pequeños comerciantes, bajo la supervisión de traficantes de más edad, que a su vez responden a una borrosa jerarquía de intermediarios y representantes del cártel : “Las bandas aumentaron a partir de 1984 coincidiendo con el surgimiento del crack como el equivalente narcótico de la comida basura y con la reconducción del gran tráfico de cocaína de Florida al Sur de Califirnia a través de México” (Davis, 2003, 231).
“La cárcel es el único tratamiento que se suministra para esta epidemia de desesperación [el crack] que como la heroína, inevitablemente convierte a los consumidores en pequeños traficantes”, en esta situación “la pertenecia a una banda ha sustituido a la familia para los olvidados, una solidaridad total (como el fervor patriótico o religioso) que expulsa cualquier otra empatía y transforma el odio hacia uno mismo en rabia tribal”, pero son también auténticas criaturas de la era Reegan: a través de las gamas de consumo desenfrenado y las fantasías de omnipotencia e inmunidad, la juventud de topdas las clases y colores se aferra a la gratificación inmediata, incluso si cimenta el camino hacia la destrucción generalizada” (Davis, 2003, 274-275).
En Madrid en barrios obreros como Vallecas se rompe la comunidad de clase constrida por una generación de obreros emigrados confundidos por los incomprensibles para ellos comportamientos de sus propios hijos: lo que era solidaridad de clase frente a la policía se ha transformado en petición de más policía en el barrio para luchar contra la droga y la delincuencia.Pero esta salida no es “natural” sino fabricada: “una fgeneración entera ha sido llevada hacia un Armagedón imposible” evolución bandas: panteras negras etc. Igual que barrios obreros heroína, frente a movilización...
La destrucción de espacio público.
La destrucción del espacio público, produce un verdadero apartheid urbano: “Los espacios seudopúblicos de clase alta contemporáneos (centros comerciales suntuosos, oficinas, acrópolis culturales, etcétera) están llenos de señales invisibles que prohíben el paso a “el otro” inferior. Aunque los críticos arquitectónicos normalmente no prestan atención al modo en que el entorno urbano contribuye a la segregación, los parias, ya sean latinos pobres, jóvenes negros o ancianas blancas sin hogar, si que comprenden de inmediato su significado” (Davis, 2003, 196)
Las ciudades norteamericanas, con sus espacios públicos degradados, se encierran en sí mismas: “los espacios con más valor de las nuevas megaestructuras y grandes centros comerciales que se concentran en el interior, mientras las fachadas se hallan desnudas; la actividad pública se reparte en compartimentos estrictamente funcionales y lacirculación es interna, a través de corredores bajo el escrutinio de policía privada” (Davis, 2003, 197).
Los vecindarios acaudalados blindan el valor de sus inmuebles y su estilo de vida impidiendo el acceso incluso a sus zonas públicas, convirtiéndose en verdaderas ciudades fortaleza: “con sus muros permetrales, sus puntos de acceso restringido con puestos de guardia, el solapamiento de servicios de policía públicos y privados e incluso carreteras privadas. [...] Los expertos discuten la eficiencia de estos sistemas para luchar contra los criminales profesionalales, pero no cabe duda de que tienen un gran éxito para alejar a los inocentes que no viven allí” (Davis, 2003, 213).
La ciudad simulacro.
Las nuevas tecnologías son fundamentales en el desarrollo del modelo no solo por los nuevos dispositivos de control espacial sino por la posibilidad de la simulación de la ciudad: “en la era de la cultura y la economía electrónica, la ciudad se redobla a sí misma a través de la compleja arquitectura de sus redes mediáticas e informativas. [...]El ciberespacio urbano –en tanto que simulación del orden informativo de la ciudad- será experimentado como más segregado y carente de espacio público verdadero que la ciudad edificada tradicional.” (Davis, 2001, 28) .
Esa estrategia de simulación que proyecta una fantasía social (hiperrealidad) se materializa en paisajes simulados: parques temáticos, avenidas y barrios históricos que se encuentran separados físicamente del resto de la metrópoli. Así los parques temáticos tienen su origen en simulaciones arquitectónicas de las películas o la televisión, pero hoy es la ciudad misma –o más bien su idealización- objeto de esa simulación: el sector turístico y de ocio recrea una Los Ángeles artificial:
“Se trata esencialmente de un archipiélago de burbujas bien vigiladas donde las olas de turistas pueden descansar, gastar mucho dinero y “divertirse” de nuevo. Un inmenso ejército invisible de empleados mal pagados, que viven en bantustanes como Santa Ana Barrio (para Disneyland) o Lennox (para LAX) hace funcionar suavemente el simulador.
Debido a que estos paisajes simulados compiten entre sí en cuanto a autenticidad, se produce una dialéctica extraña. La simulaciones no tienden a copiar a su original (donde quiera que pueda existir), sino que se copian entre sí” (Davis, 2001, 30) .
Habríamos llegado así en palabras de Baudrillard a un simulacro de tercer orden: “Disneylandia existe para ocultar el hecho de que es el país “real”, toda la América “real” la que es Disneylandia (así como la prisiones existen para ocultar el hecho de que es lo social en su conjunto, en su banal omnipresencia, lo que es carcelario). Disneylandia se presenta como algo imaginario con el objeto de hacernos creer que el resto es real, cuando, de hecho, sus alrededores, Los Ángeles, América, no es real, sino que pertenece al orden de lo hiperreal y la simulación ” (2000, 262).
Pero los límites de esta Distopía muestran su carácter insostenible: rodeada de un cinturón tóxico creado por sus propios residuos acelera la degradación del medio de un enorme espacio geográfico: todo el oeste estadounidense y una parte de México . Los Ángeles deviene así el modelo de un modelo urbanístico apocalíptico: megalópolis de 20 a 30 millones de habitantes que amenazan con provocar holocaustos ecológicos y/o estallar en guerras civiles urbanas .
El espacio sufre una mutación, surge ahora un nuevo hiperespacio “que ha conseguido trascender definitivamente la capacidad del cuerpo humano individual para autoubicarse, para organizar perceptivamente el espacio de sus inmediaciones, y para cartografiar cognitivamente su posición en un mundo exterior representable”. [...] símbolo y analogía del dilema mucho más agudo que reside en nuestra incapacidad mental, al menos hasta ahora de confeccionar el mapa de la gran red comunicacional descentrada, multinacional y global, en la que, como sujetos individuales nos hallamos presos” (Jameson, , 1991, 97).
“La arquitectura, que en otras épocas anteriores estuvo reservada para la satisfacción de las clases dominantes, está por primera vez destinada directamente a los pobres” (Debord, 1999 173). Su paradigma son, sin duda, los centros comerciales, que son el modelo ideal de la nueva topología del laberinto que caracteriza al nuevo hiperespacio: donde hay una salida practicable pero ninguna de las salidas conduce a ninguna parte, donde ya no hay paredes porque todo el espacio y todo el tiempo es una pared, donde todos los movimientos son posibles porque ninguna tiene ya sentido (Ibáñez 1997, 68).
La ciudad cárcel.
Los centros comerciales Haagen ejemplifican bien el modelo: han reconquistado comercialmente áreas deprimidas de las ciudades mediante una seguridad física blindada, inspirados en el famoso diseño del XIX de Jeremy Bentham de prisión panóptica con su económica vigilancia central:
“El discreto observatorio panóptico conforma los ojos y el cerebro de este complejo sistema de seguridad .[...]Incluye el cuartel general de la administración del centro comercial, una comisaría y un operador que controla los sistemas de audio y vídeo y se mantiene en contacto con otros centros comerciales seguros unidos al sistema, con la policía y con los bomberos. Cualquier día de la semana, de noche o de día, hay por lo menos cuatro guardias de seguridad: uno en el observatorio y tres patrullando. Son guardias entrenados y con apoyo de la policía de la comisaría del observatorio” (Davis, 2003, 211).
La fortaleza ahora para atrapar de nuevo a los pobres como consumidores, este es el modelo ideal que perfila los distintos espacios de la ciudad y la ciudad misma en su conjunto. Significativamente en Madrid el nombre de la ciudad sirve para designar indistintamente a un centro comercial y a una cárcel:
“La prisión se abre (prisiones abiertas o semiabiertas, como Madrid-2) y el centro comercial se cierra (centros cerrados a la luz del sol y a la vida cotidiana, como Madrid-2), y una y otro ocupan toda la ciudad. M. C. Escher ha dibujado este mundo: escaleras o cascadas que suben hacia abajo y bajan hacia arriba, dibujos cuyo fondo es otro dibujo, modelos que se convierten en copias o copias que se convierten en modelos. No hay arriba ni abajo, envés ni través, copia ni modelo; el capitalismo de consumo ha abolido todas las diferencias: la diferencia entre bueno y malo en la política, la diferencia entre bello y feo en la moda, la diferencia entre verdadero y falso en la publicidad” (Ibáñez, 1997, 69).
Hay, en última instancia, una convergencia entre los objetivos de la arquitectura contemporánea y los de la policía: su objetivo es el control de la multitud. Los diseñadores de centros comerciales y espacios pseudopúblicos luchan contra la multitud intentando homogeneizarla, para ello sitúan barreras arquitectónicas y semióticas que rechazan a los “indeseables” y al resto los encierran, dirigiendo su circulación completamente, utilizando para ellos estímulos de todo tipo: estímulos visuales, música e incluso aromas invisibles.
Bibliografía:
- Davis, Mike, (2001) Control urbano: la ecología del miedo. Más allá de Blade Runner. Virus.
(2003)Ciudad de cuarzo. Arqueología del futuro en Los Ángeles, Lengua de Trapo
(2007) Planeta de ciudades miseria, Foca.
- Debord, Guy
(1999) La sociedad del espectáculo, Valencia: Pre-Textos.
(1999) Comentarios sobre la sociedad del espectáculo, Barcelona: Anagrama.
- Fernández Durán, Ramón (1991) La explosión del desorden: la metrópoli como espacio de la crisis global, Fundamentos.
- Gosse, Marc (1997) Introducción a la mesa: El territorio como periferia, en AAVV. Conferencia Internacional sobre Conservación de Centros Históricos y del Patrimonio Edificado, Universidad de Valladolid.
- Ibáñez, Jesús (1997) A contracorriente, Fundamentos.
(1994) Por una sociología de la vida cotidiana, Siglo XXI.
- Lefebvre, Henri, (1978) El derecho a la ciudad, Península.
- Ortega Valcárcel, José, (1997) El patrimonio territorial: el territorio como recurso cultural y económico, en AAVV. Conferencia Internacional sobre Conservación de Centros Históricos y del Patrimonio Edificado, Universidad de Valladolid.
- Roch, Fernando (1997), El territorio como recurso, en AAVV. Conferencia Internacional sobre Conservación de Centros Históricos y del Patrimonio.
- Vega Pindado, Pilar y Fernández Durán, Ramón (1994) Modernización-globalización versus transformación ecológica y social del territorio, en El futuro de la ciudad entre la miseria y la utopía, FIM.
- Virilio, Paul (1997), El cibermundo, la política de lo peor, Madrid: Cátedra.
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