A lo largo de la historia los escritores en general y los novelistas en
particular se han servido de sus obras para denunciar las injusticias de su
época y en mayor o menor medida han conseguido despertar la conciencia ciudadana
ante distintos conflictos o injusticias sociales. Por ello, los novelistas son
un referente cultural y social, que reflejan una época, una forma de vida, una
manera de pensar y de sentir para intentar cambiar la realidad que les rodeo o
al menos para denunciar situaciones denigrantes.
Charles Dickens es uno de estos autores. En sus diferentes novelas escribe sobre
gente y lugares desagradables, malas escuelas y malos maestros, el gobierno, la
justicia, la iglesia, las prisiones, la suciedad de las casas, ladrones,
asesinos, gente estúpida o sucia… Sus escenas son, a menudo, terriblemente
desagradables, pero quería mejorar la situación social y para ello la denunciaba
en sus obras. Aunque logró algunas de sus objetivos, la situación siguió siendo
pésima para las clases humildes. De hecho, la Revolución Industrial trajo
consigo cambios sociales y políticos, agitación, intranquilidad… Las más
arraigadas tradiciones cambiaron en poco tiempo de tal manera que en un breve
espacio de tiempo el país pasó de basar su economía en la agricultura a basarla
en la industria. El campo necesitaba menos trabajadores y las ciudades más mano
de obra cada día, con lo que se produjo un éxodo del campo a las zonas urbanas.
En las ciudades las chimeneas y humos de las fábricas conformaban el nuevo
paisaje. El país se dividió en dos: por un lado, aquellos que poseían tierras,
que eran ricos, y por otro lado, aquellos que no las poseían, que eran pobres.
Charles Dickens, que es considerado el mejor novelista inglés, se convirtió en
la conciencia de su época y denunció situaciones extremas en sus novelas.
Eva María Rodríguez Cobos
jmariohv@yahoo.es
El imperialismo surge como consecuencia lógica de la Revolución Industrial y la nueva economía capitalista. Las causas del imperialismo fueron diversas, pero entre los motivos que llevaron a dicha expansión están:
La existencia de dos formas de vida diferentes: los estados imperialistas, dominadores, y los territorios dominados, las colonias.
Excedente de población europea que necesita trabajo y que lo encuentra en las colonias. Emigración.
Superioridad técnica y científica.
Poder militar.
Deseo de seguridad y poder político.
Deseo de extender la religión.
Creencia en la superioridad del hombre blanco y en su obligación de civilizar a las otras civilizaciones no europeas.
Dos escritores reflejaron esta época imperialista: Joseph Conrad (1857-1924) y Rudyard Kipling (1865-1936).
Conrad nació en Polonia pero se hizo ciudadano británico en 1886. Escribió sobre las colonias europeas y sobre una corrompida sociedad europea, sobre la naturaleza y los efectos del imperialismo, económico y colonial. Sus obras se centran en la intrusión de los europeos en el Pacífico, las Indias orientales, América del sur y África. Sus colonizadores proceden de distintos países y son intolerantes y explotadores. En sus obras, el colonialismo emerge de forma brutal y el poder es corrupto y abierto a los abusos. Conrad compartió con Kipling y Maugham su fascinación por culturas diferentes, especialmente las del lejano Este y África.
Kipling nació en Bombay pero se educó en el “United Services College”, una institución para hijos de oficiales. Sus obras sobre la India británica son un verdadero legado histórico. Sus temas tienen como telón de fondo la India y sus habitantes, y sus personajes son soldados y civiles que insisten sobre la importancia de la disciplina, la autoridad, la obediencia y el patriotismo. Kipling escribió sobre un tema hasta entonces inexistente en la literatura, sobre los problemas psicológicos y morales que surgen al vivir entre personas de cultura diferente bajo el mando inglés. Kipling estaba convencido de las ventajas y la importancia de un Imperio y de la responsabilidad del hombre blanco de crear una única civilización nacida de diferentes razas, culturas y credos.
El Imperialismo se convirtió, pues, en una doctrina sólida basada en un sentimiento de superioridad y supremacía de la raza blanca. Londres se convirtió en la principal ciudad del mundo. La población nativa disminuyó al principio debido a los enfrentamientos con los ingleses, las nuevas enfermedades y las duras condiciones de trabajo. Pero después los avances europeos en medicina disminuyeron la mortalidad, pasando después a una superpoblación que aún perdura en algunos territorios. La población nativa dependía de sus colonizadores y estaba marginada y explotada, lo que da lugar a un “antiimperialismo”. Con respecto a la cultura, también se pretendió imponer las costumbres europeas, la religión cristiana, la lengua… Sólo algunos territorios con religiones muy arraigadas como la budista o la musulmana escaparon de la aculturación. La gran mayoría acabaron sucumbiendo a la cultura y forma de vida europea, trayendo consigo una nueva cultura, una cultura de mezcla peculiar.
Irlanda y Gran Bretaña han mantenido unas relaciones difíciles durante siglos. La dominación inglesa comienza en el siglo XVI y con ella los problemas entre católicos y protestantes y el conflicto armado. El Estado Libre Irlandés no alcanzaría la soberanía completa hasta 1949 con la proclamación de la República de Irlanda. Gran Bretaña reconoció a Irlanda como estado pero declaró que la cesión de los seis condados no podría ocurrir sin el consentimiento del Parlamente de Irlanda del Norte.
Los dos grandes autores que plasmaron en sus obras aspectos de la vida política y ciudadana de la época fueron Sean O’Casey y James Joyce.
Sean O’Casey, desilusionado de los partidos políticos existentes, escribió tragicomedias que reflejaban un sentimiento dividido entre la incapacidad de una sociedad para darle un giro socialista a la causa nacional y la admiración por el espíritu indomable de sus conciudadanos, especialmente las mujeres, que sufrían para mantener sus hogares unidos.
James Joyce reflejó como casi ningún otro autor la naturaleza humana. Sus obras, muchas de las cuales tenían como telón de fondo a Dublín y sus ciudadanos, recogen una visión de la humanidad desde múltiples puntos de vista.
Es evidente que los novelistas se han preocupado por plasmar en sus obras la realidad social de su tiempo. En muchas ocasiones, sus obras, a parte de una denuncia social, han marcado una moda, como por ejemplo las novelas y cuentos de terror de Edgar Allan Poe o el género detectivesco, como por ejemplo las novelas de Edgar Allan Poe, de Arthur Conan Doyle, de Agatha Christie, de P.D. James o de E.S. Gardner.
Además de un referente social y cultural de cada época, estas novelas se han llevado a la pequeña y gran pantalla, algunas de ellas con versiones totalmente fieles a la obra literaria y otras con adaptaciones para la gran pantalla. Una escritora cuyas obras se han llevado una y otra vez al cine es Jane Austen, algunas veces reproducidas de forma fiel, y en otras haciendo adaptaciones a la época actual, como es el caso de Clueless, adaptación libre de Emma, o bien Sentido y sensibilidad, de 1995; Mansfield Park, de 2000, y las versiones de Bride and Prejudice (dirigida por Gurinder Chadha) en el 2004, y en el 2005 Orgullo y prejuicio (dirigida por Joe Wright), ambas basadas en la célebre Pride and Prejudice. El interés que la obra de Jane Austen sigue despertando hoy en día muestra la vigencia de su pensamiento y la influencia que ha tenido en la literatura posterior.
Historia, cultura, sociedad, novelistas, novelas y cine han formando y forman una combinación ideal para conocer épocas y sucesos históricos, para impregnarnos del estilo de vida de una época determinada, para motivar a los ciudadanos a leer clásicos de la literatura y para despertar en la sociedad un mayor interés por el séptimo arte. El cine ha ayudado a que muchos ciudadanos se conviertan en lectores de clásicos y, a su vez, los clásicos literarios han hecho que muchos ciudadanos se planten delante de la gran pantalla para ver la versión cinematográfica de los grandes clásicos.
BIBLIOGRAFIA
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CHAPMAN, R. The Victorian Debate: English Literature and Society 1832-1901. Weidenfeld and Nicolson. London, 1968.
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SAMPSON,G. The Concise Cambridge History of English Literature.
PAULIN, T. Ireland and the English Questión. Newcastle, 1984.
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