Rocío Ares Casal
Para configurar y estructurar la realidad, para conocerla y comprenderla, hay
que tener en cuenta que ésta es multidisciplinaria, que se rige por la
convergencia de diversos elementos de muy diferente naturaleza. Según este
criterio, existen fenómenos que están siempre presentes e interactúan alrededor
de los actos concretos de los individuos. Estos elementos, que constituyen los
actos cotidianos de cada día enmarcados en la generalidad del devenir histórico
y universal, se plasman para su conocimiento como disciplinas, materias o áreas
del saber, se combinan bajo la forma de un proceder en el conocimiento humano
que da lugar a diferentes materias de estudio: la educación, la sociedad, la
cultura y los distintos tipos de lenguajes, verbal –lingüístico- y no verbal
-todos los demás-. Actúan como sistemas de comunicación que tienen en común su
función como vehículos de expresión humana.
La sociedad, la educación y la cultura pueden ser estudiadas y comprendidas como
sistemas de comunicación. Así, la educación (“formal” y “no formal”) transmite
conocimientos mediante los diferentes sistemas de comunicación; la sociedad
(como conjunto de relaciones humanas organizadas e interdependientes) recibe,
crea y recrea esos conocimientos a la vez que actúa sobre ellos, adaptándolos a
las necesidades o intereses de los individuos que componen la sociedad, y
también lo hace por medio de la comunicación (interpersonal o intrapersonal); la
cultura cohesiona o fragmenta y consolida la sociedad (o sociedades), la
educación (o educaciones) y el lenguaje (o lenguajes). Actúa como una forma de
comunicación propia con marcados componentes no verbales comunicables a todos lo
efectos y descifrados mediante complejas oscilaciones interpretativas. La
capacidad que posee la cultura, o el individuo/grupo productor/creador de
cultura para comunicarse le confiere un carácter universal que en un momento
dado puede superar cualquier barrera lingüística. En este sentido, siguiendo a
U. Eco, se puede decir que “la cultura es comunicación”. Añado que no menos que
la sociedad y la educación.
Esto viene a decir que a preguntas humanas, respuestas humanas, lo que indica que nuestras percepciones están empapadas del punto de vista humano, el nuestro, el que conocemos y por el que procedemos, que no es único, ni siquiera ejemplar. ¿Podemos decir entonces que todo lo que hay no vale, o peor aún, que es un fraude, por humanocéntrico (antropocéntrico)? ¿Está planteado el mundo con este grave error de base? Mientras la pregunta queda en el aire se siguen enredando los conocimientos sin replantear la hipótesis de trabajo primigenia, como si no pasase nada, de una manera cada vez más absurda y carente de sentido, más y más lejana de la vida. Este podría ser el origen del jaleo disciplinar que hay hoy montado: sabemos tanto que no sabemos lo que sabemos, ha muerto la era del sólo sé que no sé nada.
El estudio de las causas y consecuencias de un acto determinado y la descripción misma de este acto está sujeto al análisis de estas disciplinas, que se combinan en distintos grados y maneras de forma interdependiente para configurar y estructurar la realidad. Se genera de este modo un sistema heterogéneo que actúa sobre realidades comunes. Este sistema no es estático sino que interactúa permanentemente como configurador de experiencias, pensamientos y actos individuales o grupales. Tampoco pertenece a una época determinada, sino que se está reinventando continuamente. Ni siquiera vuelve a ser el que era ya que las condiciones únicas del contexto y de sus integrantes son irrepetibles.
Surge la paradoja de intentar definir, concretar y transmitir un ámbito del conocimiento que se escapa por su dinamismo perpetuo, un sistema minuciosamente intrincado que hace que lo inteligible y descifrable desaparezca como el agua entre las manos a la vez que puede seguir siendo asimilado y transmitido por todos. La facultad de adaptación humana ante procesos de cambio o reajuste, sobre todo ante los fenómenos de índice sociocultural que se transmiten inmediata y generacionalmente de unos a otros por medio del lenguaje, verbal y no verbal, es una variable que acentúa el dinamismo de por sí existente.
Estas características parece que dificultan el estudio de la “realidad”, entendida ésta como situaciones subjetivas susceptibles de ser objetivadas. Si en la estructuración de la realidad intervienen tantos factores de tan variadas disciplinas (que, una vez más, interaccionan sobre la misma cosa), se hace necesario construir un método de estudio, análisis y aplicación de los resultados plurimorfo, que observe en sus diferentes dimensiones los elementos interactuantes a la vez que los focos con los que interactúan (individuos, grupos e instituciones).
Los cuatro elementos intrincados – la sociedad, la cultura, la educación y el lenguaje como vía de comunicación - por sí solos completan un área de estudio. Cada disciplina, al proseguir en sus hallazgos, permite descifrar para entender segmentos de lo conocido mediante los aportes de los estudiosos y su inapreciable valor como rigurosos científicos de lo Humano.
Sin embargo hay un “sexto sentido” con estatus académico que aglutina estos saberes, compila los aportes de cada disciplina y los impregna de significado, los devuelve creíbles fuera de la academia, científicamente utilizables y esperanzadoramente humanizados. Pierden su carácter pragmático y se convierten en ciencias de la vida, de la vida humana. Este ámbito teórico-práctico emana de las cuatro disciplinas y no funciona de manera aislada, necesita alimentarse de la información aportada por éstas para elaborar sus teorías.
Emerge entonces aquí el profesional de la acción social como ser conciliador entre el estudio teórico y su desarrollo práctico, encaminados al bienestar colectivo. Este profesional debe estar lo suficientemente preparado teóricamente y dispuesto a proseguir ampliando experiencias y conocimientos porque su tarea es fundamental: mediar entre los aportes de las distintas disciplinas que interactúan sobre la vida y la vida misma.
El profesional de la acción social ayuda a integrar ambos niveles de conocimiento mediante la incitación a la reflexión y a la comunicación interpersonal. Cuánto mayor sea su capacidad para desenvolverse en estos niveles, mayor será su capacidad para resolver conflictos y para promover actitudes comunicativas de carácter constructivo.
FUENTES BIBLIOGRÁFICAS:
ANDER-EGG, E. Perfil del animador sociocultural. Alicante: Ed. Humanitas, 1987
CHOMSKY, N. Reflexiones sobre el lenguaje. Barcelona: Ariel, 1979.
Reglas y representaciones. México: FCE, 1983.
ECO, U. Tratado de Semiótica General. Introducción; hacia una lógica de la cultura. Barcelona: Lumen, 2000, 5ª ed.
SAUSSURE, F. Curso de Lingüística General. Buenos Aires: Editorial Losada, S.A., 1945.
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