José López Sánchez
jose.lopez.sanchez@hotmail.es
La crisis económica actual, como cualquier crisis, pone en evidencia las
deficiencias de nuestro sistema polÃtico-económico. Si alguna ventaja tiene una
crisis es que pone a prueba lo establecido, es que nos permite aumentar la
conciencia sobre lo que ocurre a nuestro alrededor.
Obviamente, las cosas ocurren por ciertos motivos. Hay causas "técnicas" y a su
vez causas de esas causas "técnicas". Es importante que nos demos cuenta de la
relación de unas causas con otras y de las causas con sus efectos. Todo está
siempre mucho más interrelacionado de lo que pueda parecer a primera vista. Los
problemas no se resuelven con simples parches, hay que atacar a la raÃz de los
mismos, pero para ello hay que ver la raÃz y no quedarse sólo en el tronco, en
la superficie.
Sólo el contraste libre de ideas y la posibilidad de ponerlas a prueba en la práctica, pueden decirnos a ciencia cierta qué modelo económico o social puede funcionar y cuál no. El problema es que las ideas no fluyen libremente por la sociedad. El control de los medios de comunicación por parte del gran capital lo impide. El pensamiento único existe gracias a dicho control (facilitado a su vez por experiencias fracasadas y desvirtuadas de modelos sociales que pretendÃan ser alternativos y por una izquierda incapaz, por el momento, de retomar la iniciativa). Sin una prensa independiente es imposible que el pensamiento único deje de existir. Afortunadamente, Internet está empezando poco a poco a romper el monopolio de las ideas y de la información. No debe sorprendernos los intentos de controlar, desprestigiar o banalizar a la red de redes. El problema también es que no todas las ideas tienen las mismas oportunidades de llevarse a la práctica, especialmente aquellas que cuestionan lo establecido, porque son reprimidas por los que no desean renunciar a sus privilegios.
Al margen de lo acertadas o no que puedan parecer ciertas decisiones, de lo que no cabe duda es que la probabilidad de que sean acertadas aumenta notablemente cuando son tomadas de forma democrática y en base a la libre discusión. Cuando lo que afecta a toda la sociedad es decidido por unos pocos, entonces la probabilidad de que las decisiones tomadas sean las correctas es muy baja. Porque cuando a la hora de tomar cierta decisión, se discute libremente entre TODAS las opciones posibles sopesando sus ventajas e inconvenientes, entonces aumentan las posibilidades de que la opción elegida sea la más adecuada. La libertad es esencial. Pero además, si dicha decisión la toman TODOS los que se verán afectados por ella, entonces las probabilidades de que tal decisión perjudique a la mayorÃa son menores que si dicha decisión la toma sólo cierta élite. La democracia es esencial. Pero siempre hay un lÃmite: los derechos humanos. Por muy mayoritaria que sea una decisión, ésta nunca debe atentar contra los derechos básicos de las minorÃas o de los individuos. La democracia consiste en el gobierno de la mayorÃa, pero también en la protección de las minorÃas respecto de la tiranÃa de la mayorÃa. Consiste en hallar el equilibrio entre la libertad del individuo y el de la sociedad en su conjunto. No puede haber democracia cuando se conculcan derechos elementales de los individuos, pero tampoco cuando las minorÃas se imponen sobre las mayorÃas, cuando son las minorÃas las que gobiernan realmente. No confundamos la democracia con la oligocracia.
Todo esto que digo es obvio, a priori parecerÃa innecesario decirlo. Pues bien, esta obviedad es eludida por el sistema polÃtico-económico presuntamente democrático actual. Todo ingeniero, todo cientÃfico, sabe perfectamente que es imprescindible la libre discusión de todas las ideas posibles, especialmente de las opuestas, para encontrar las mejores soluciones. Todo periodista sabe perfectamente que es imprescindible el contraste de las informaciones para verificar su veracidad. Toda persona sabe perfectamente que es de sentido común, antes de decidirse por cierta opción, conocer todas las opciones posibles (o cuantas más mejor). Normalmente, cuanto más se tenga donde elegir, de cuanta más información se disponga, mejor será la elección. Una decisión tiene más probabilidad de ser la acertada si es precedida por el estudio de todas las posibilidades, si participa más gente en la búsqueda de soluciones, si las personas aportan sus opiniones en vez de limitarse a seguir la corriente, si no tienen miedo de expresar sus puntos de vista, si tienen plena libertad de poder hacerlo sin consecuencias. Todo trabajador sabe que en las empresas cada vez hay que permanecer más callado para conservar el empleo, que hablar es peligroso, que la crÃtica o la discrepancia está mal vista por la mayorÃa de los jefes. Y como consecuencia de esto, también comprende perfectamente por qué cada vez hay menos ideas originales en las empresas, por qué los problemas no se solucionan. Sin suficiente libertad no es posible resolver los problemas. El pensamiento único es incompatible con la verdad y la eficiencia. Pues bien, este principio elemental (la libre discusión, el contraste entre opciones opuestas, el aporte de todas las tendencias, la diversidad y pluralidad de ideas) no se aplica en la "ciencia" económica oficial.
Las presuntas teorÃas económicas oficiales, en base a las cuales los "profetas" de lo establecido pretenden justificar precisamente lo establecido, se basan en la hipótesis de que las personas que toman ciertas decisiones económicas, lo hacen siempre de forma totalmente objetiva. Según dichas "teorÃas" económicas, las cosas hay que hacerlas porque "cientÃficamente" no hay más remedio. No ha lugar a votaciones. No es necesario que se decida por mayorÃa. Basta con que decidan los "sabios". Las verdades del sistema económico son "absolutas" y no tiene sentido someterlas a votación. En toda ciencia, toda verdad existe por sà sola, sólo puede descubrirse, no se somete a votación. Se asume que la economÃa es una ciencia exacta y como tal sólo cabe aplicar sus postulados. Pero, a diferencia de las verdaderas ciencias, dichos postulados no son contrastados con teorÃas que los cuestionen porque se impide el imprescindible debate cientÃfico, a diferencia de otras ciencias, además, no pueden ser cuestionados por la práctica fácilmente porque la realidad es interpretada de forma subjetiva e interesada. La ciencia económica, como toda ciencia humana, no es exacta. El problema es que la ciencia económica oficial es premeditadamente muy inexacta pero aparentemente exacta. Se camufla la naturaleza inevitablemente inexacta de la economÃa (por ser una ciencia humana), se la hace intencionadamente muy inexacta (al obviar los intereses personales) y se le da una apariencia de exactitud absoluta, incuestionable (para evitar perjudicar los intereses personales de los que dominan la sociedad económicamente).
Los apologistas de la ciencia económica oficial eliminan el factor subjetivo de las decisiones que son tomadas por personas concretas, como si las personas fueran objetivas, como si no existieran los intereses personales. En las teorÃas económicas oficiales, no existe el parámetro interés (sólo existe el interés bancario, pero no el afán de lucro, ni el egoÃsmo) y por tanto tampoco existe la plusvalÃa ni la explotación. En dichas teorÃas todos los seres humanos actúan idealmente buscando el bien común, no existen las clases sociales, no influyen las condiciones materiales de la existencia. Las desigualdades sociales, inevitables según dichas teorÃas, son simplemente el resultado lógico de la desigualdad natural entre los hombres. Lo que no consiguen explicar dichas teorÃas, o mejor dicho de lo que no se preocupan de explicar, es la desproporción y el crecimiento exponencial en el tiempo de las desigualdades sociales. Resulta que dichas "teorÃas", que pretenden explicar cómo se mueve el dinero por la sociedad humana, no tienen en cuenta la naturaleza humana, no consideran que la gente en general nunca es objetiva, no digamos ya cuando se trata de dinero. Es decir, la economÃa oficial es una "ciencia" humana que no considera el factor humano (o que lo infravalora). Ocultan la inevitable subjetividad en toda actividad humana con una aparente objetividad para dar rango de "ciencia exacta" a la economÃa. Con esto no quiero decir que la economÃa no tenga rasgos de ciencia, pero sà que en la economÃa oficial se obvia un parámetro clave en su funcionamiento: las personas no actuamos objetivamente cuando se trata de dinero. La ciencia económica dominante en el capitalismo es poco cientÃfica porque obvia un factor clave en la economÃa: el afán de lucro personal. Toda ciencia busca explicar las leyes del universo objeto de estudio para lo cual es imprescindible considerar todos los factores, especialmente los decisivos.
De esta manera, y ayudados por el control de la circulación de ideas por la sociedad con los medios de comunicación, los "apóstoles" del sistema establecido pretenden imponer a toda la sociedad SUS recetas, SUS visiones de cómo deben hacerse las cosas, pero además pretenden hacerlo de manera que no sea posible rebatir SUS ideas. Dando apariencia de ciencia a lo que simplemente es la búsqueda de SUS intereses particulares o de los amos a los que sirven, pretenden hacernos creer que SUS decisiones son las únicas posibles, son lo que dicta la "ciencia" económica. ¡Cuántas veces oÃmos la desgastada frase de que hay que tomar una decisión "impopular", "difÃcil", pero hay que hacerla, no hay otra opción! Lo extraño es que esto sólo ocurre normalmente con decisiones que perjudican a los de abajo, parece que nunca es necesario hacer nada que perjudique a los de arriba. Extrañamente, en la "ciencia" económica oficial, las decisiones a tomar casi siempre benefician a los mismos (a las minorÃas privilegiadas) y casi siempre la peor parte se la llevan los mismos (los trabajadores). Extraña ciencia ésta. Una ciencia que en la teorÃa es oficialmente objetiva, pero que en la práctica es claramente subjetiva. Una "ciencia" que, como toda ciencia, en teorÃa es imparcial pero que, a diferencia de otras ciencias, en la práctica es parcial. ¿PodrÃamos llamar ciencia a la fÃsica si la ley de la gravedad no afectara por igual a todos los cuerpos? Pues esto es lo que ocurre, en esencia, con la economÃa oficial. Sus "leyes" no afectan por igual a todos los individuos, benefician a unos y perjudican a otros. Una ciencia que en teorÃa la hacen exacta, pero que "inexplicablemente" nunca produce resultados previsibles. ¿Podemos sorprendernos de que nunca se pongan de acuerdo los "economistas" no ya sólo en lo que va a ocurrir sino que ni siquiera en lo que ha ocurrido? ¿Los "economistas" oficiales no nos recuerdan mucho a los chamanes de antaño? ¿PodrÃamos llamar ciencia a la fÃsica si la ley de la gravedad no fuera capaz de prever la trayectoria de los cuerpos o si no fuera capaz incluso de explicarla?
La ciencia económica oficial es a la auténtica ciencia económica lo que es la astrologÃa a la astronomÃa. Por supuesto, no faltan voces honradas de economistas que reclaman un enfoque verdaderamente cientÃfico de la economÃa. Pero, como no es muy difÃcil de comprender, la economÃa tiene un importante inconveniente respecto de otras ciencias: se trata de explicar cómo se comporta el dinero en la sociedad humana. Con el vil metal nos topamos. A diferencia de la fÃsica o la quÃmica o la astronomÃa, las leyes de la ciencia económica afectan directamente al bolsillo de las personas. No es muy difÃcil comprender que aquellos que tienen ciertos privilegios económicos harán todo lo posible para usar su posición dominante en la sociedad para evitar que ésta cambie y los cambios pongan en peligro su status quo. Parece muy poco probable que se dé el premio Nóbel de economÃa a alguien que cuestione lo establecido. Como decÃa recientemente Robert Pollin, economista que asesora a Barak Obama, leyendo a Marx se aprende más que del 95% de los economistas. Habiendo sido Marx, al margen de afinidades ideológicas, uno de los pensadores más influyentes de los últimos siglos, nunca recibió ningún reconocimiento de las autoridades intelectuales de su época. Todo lo contrario, fue sistemáticamente perseguido y censurado. Y sus ideas siguen siendo marginadas en la actualidad por la economÃa oficial (aunque cada vez menos, los acontecimientos, la realidad, ponen en su sitio a todos, incluidas las ideas).
Mientras el control de la economÃa esté en pocas manos, no puede esperarse que las decisiones tomadas beneficien al conjunto de la sociedad. Mientras la sociedad esté controlada por unos pocos, no puede esperarse que las decisiones que se tomen sean por el bien del conjunto de la misma. Los principales problemas de nuestra sociedad tienen una causa común profunda: la falta de democracia. Las decisiones que afectan a todos no son tomadas por todos. Evidentemente, es imposible que todo el mundo decida sobre todo, serÃa impracticable. La democracia directa sólo parece factible para grupos humanos relativamente pequeños. Sin embargo, la combinación de la democracia directa en ámbitos locales, junto con el principio federativo para coordinar decisiones tomadas en ámbitos pequeños para ser aplicadas en ámbitos mayores, junto con una democracia verdaderamente representativa que aplique sus propios principios de forma efectiva, junto con su evolución hacia democracias participativas donde el ciudadano no se limite exclusivamente a depositar una papeleta cada X años, sà parece factible. No parece factible llegar a una sociedad democrática perfecta, pero sà parece factible y deseable ir tendiendo hacia ella gradualmente. DeberÃamos preguntarnos todos por qué no se producen avances democráticos últimamente (más bien al contrario, estamos asistiendo a una involución democrática), por qué no se aplican los principios en los que supuestamente se basa nuestro sistema actual (independencia de poderes, elección de TODOS los cargos públicos, "un hombre, un voto", etc.). La respuesta más sencilla, y por tanto más probablemente verÃdica, es que no hay voluntad para ello, es que los que controlan la sociedad no están dispuestos a perder dicho control.
Pero esto no es sólo culpa de las élites que nos dominan, es sobre todo culpa de los que nos dejamos dominar. Mientras nos dejemos llevar, mientras prefiramos no ver y no pensar por nosotros mismos, estaremos dominados por ciertas élites, sólo podremos aspirar a cambiarlas. Mientras nos comportemos como ovejas, dependeremos de pastores. Mientras no participemos en las decisiones que nos afectan, mientras renunciemos a nuestra soberanÃa, no podremos aspirar más que a quejarnos. Mientras antepongamos nuestra comodidad personal a nuestros principios, mientras seamos capaces de colaborar, incluso a sabiendas, con un sistema que inequÃvocamente tiende a disminuir las libertades y los derechos que tanto costaron lograr en el pasado, mientras no nos responsabilicemos de nuestros actos, del granito de arena que aportamos, mientras tiremos la piedra y escondamos la mano, estaremos condenados a una sociedad en permanente crisis. DecÃa BenjamÃn Franklin que quienes renuncian a la libertad esencial para obtener seguridad temporal, no merecen ni libertad, ni seguridad. En realidad, la presente crisis no es más que la exteriorización de una crisis social profunda, no es más que la punta del iceberg. La sociedad humana está en crisis a todos los niveles, no sólo en el ámbito económico.
Desde el propio sistema, y ante las evidencias, se oyen cada vez más voces que reconocen que lo que tenemos actualmente no son verdaderas democracias (Los estadounidenses son siervos gobernados por oligarcas, artÃculo firmado por Paul Craig Roberts, secretario adjunto del Tesoro en el gobierno de Reagan; Rebelión, 21 de agosto de 2009). Partiendo del reconocimiento de la naturaleza no democrática del Estado actual, se propugna desde la derecha más radical la eliminación del Estado para ser sustituido por un mercado "libre" anárquico y omnipresente (capitalismo aún más salvaje) mientras que desde la izquierda más radical se pretende la abolición del Estado en busca de una sociedad sin clases e igualitaria (con una transición llamada socialismo donde el Estado se intenta primero democratizar con la esperanza de que con el tiempo se extinga). Esto es la teorÃa, en la práctica, supuestos regÃmenes "marxistas" lo que hicieron fue implantar dictaduras puras y duras que poco tuvieron que ver con las ideas del socialismo (control democrático de los medios de producción). Lo propugnado desde la derecha, en el fondo, supone sustituir el Estado (en realidad la polÃtica) por el gobierno de las grandes empresas, significa la institucionalización y aceleración de un proceso que viene ocurriendo en los últimos tiempos: el verdadero poder es el poder económico y el poder polÃtico, que ya no tiene el poder real (si es que alguna vez lo tuvo), ya no sirve al primero y simplemente se quiere eliminar formalmente. Desde la izquierda se busca eliminar las clases sociales, disminuir las desigualdades sociales. Desde la derecha se busca consolidar las clases sociales, aumentar las desigualdades sociales.
Desde la derecha más radical, con la excusa de proteger al individuo, en realidad lo que se quiere hacer es pisar el acelerador de la involución democrática que venimos viviendo en los últimos lustros. Desde posturas neoliberales se pretende liberar de la "opresión" del Estado actual a ciertos individuos que desean tener aún más la posibilidad de hacer lo que les da la gana para enriquecerse, a costa de disminuir todavÃa más la libertad de la mayor parte de individuos que conforman la sociedad. El neoliberalismo defiende la "libertad" (el libertinaje) del más fuerte, de una minorÃa privilegiada, a costa de la libertad de la mayorÃa de la sociedad. El neoliberalismo es la huÃda hacia adelante del capitalismo. Según esta concepción de la sociedad, hay que dejar que ésta se rija por sà sola, el Estado sobra (salvo el Estado policial, por supuesto). Ya hemos visto los resultados de tal filosofÃa del "laissez-faire": una sociedad cada vez más parecida a una jungla. Las desigualdades sociales han aumentado en los últimos tiempos. Los mileuristas se han convertido en mayorÃa. La clase media desaparece. La sociedad se divide cada vez más en dos clases antagónicas: una minorÃa cada vez más rica y poderosa, y una mayorÃa cada vez más pobre y esclava.
Si la democracia degenera PORQUE el poder económico domina cada vez más, entonces es muy poco probable que dándole aún más poder (y esto se conseguirÃa dejándole campar aún más a sus anchas con la progresiva desregulación de la economÃa y de la sociedad en su conjunto) se consiga más democracia. Creo que es obvio que ocurrirá justo lo contrario (como ya está ocurriendo). La economÃa está en pocas manos y debe estar en manos de toda la sociedad. No podemos esperar una economÃa que beneficie a la mayorÃa cuando está dominada por una minorÃa, sea cual sea ésta (ya sea la burguesÃa en el capitalismo o una clase burócrata en los regÃmenes supuestamente "comunistas" o cualquier otra), que sólo mira, lógicamente, por sus propios intereses. La economÃa es el motor de la sociedad y una sociedad democrática debe tener un motor democrático.
Si queremos combatir la crisis, como decÃa al principio, debemos analizar las causas profundas, no sólo las superficiales, de la misma. Sólo con verdadera democracia será posible evitar la degeneración que estamos sufriendo. Es imperativo invertir la tendencia y recuperar la senda del desarrollo democrático. La auténtica alternativa a la economÃa actual, a la economÃa basada en la dictadura, es una economÃa democrática donde todo el mundo pueda participar en las decisiones que le afectan. Por ejemplo, en las empresas actualmente sólo deciden unos pocos y los trabajadores acatan las órdenes que vienen de arriba. DeberÃa tenderse hacia empresas donde las decisiones se tomen democráticamente entre todos los trabajadores. Ya hay antecedentes como las cooperativas, aunque todavÃa son la excepción que confirma la regla. Pero la democracia económica no es posible sin la democracia polÃtica. No es posible conseguir un sistema económico plenamente democrático si la economÃa no se somete a la polÃtica, en vez de al revés. Y por supuesto no es posible la democracia polÃtica en un régimen de partido único, pero tampoco en un bipartidismo estático. No confundamos la democracia con la autocracia o la partitocracia.
En el caso particular de España, es necesario el debate república-monarquÃa porque está Ãntimamente relacionado con el desarrollo democrático. La República debe significar el inicio de un camino de reformas continuas para aumentar y mejorar la democracia. No se puede consentir en una democracia que alguien esté por encima de la ley incumpliendo el principio elemental de igualdad ante la ley de TODOS los ciudadanos, sin control y sin transparencia. No se puede consentir que la libertad de expresión esté coartada porque se blinde a cierto cargo público (el máximo del Estado). Evidentemente, la posibilidad de elegir al jefe de Estado es importante, pero sobre todo lo importante es lograr verdadera separación de poderes (de todos los poderes, incluidos el poder de la prensa y el poder económico), es lograr verdadera libertad de expresión pública (sin ningún tema tabú), es lograr una ley electoral en la que todos los votos valgan igual, etc., etc. Lo importante es que se pueda hablar sin lÃmites sobre cómo mejorar la democracia y ahora mismo la monarquÃa supone un lÃmite que lo impide. La monarquÃa es un obstáculo para el desarrollo democrático, pero no tanto porque lo es en sà misma (que también) sino sobre todo porque impide el debate sin tabús sobre la cuestión de la democracia.
Seguramente, no es casualidad que la crisis afecte de forma más virulenta en nuestro paÃs, no es casualidad que seamos el paÃs con más paro de Europa, no es casualidad que seamos los campeones de la corrupción entre los paÃses de nuestro entorno, no es casualidad que seamos el único paÃs europeo con un problema de terrorismo "interior" sin resolver. Como decÃa al empezar este artÃculo, las cosas ocurren por ciertos motivos. La falta de democracia está muy relacionada con la crisis que tenemos actualmente. La falta de democracia está muy relacionada con los problemas que padecemos los ciudadanos cotidianamente (trabajo, vivienda, salud, seguridad, etc.). ¿Cómo no vamos a tener problemas de desempleo, de ineficacia en los hospitales, de acceso a la vivienda, de delincuencia, si el sistema está globalmente corrupto y dominado por ciertas minorÃas que sólo miran por ellas mismas? ¿Si en vez de tomar medidas para beneficiar a la mayorÃa de la población, sólo se preocupan de blindarse, de perpetuarse en sus privilegios injustos e ilógicos? ¿Cómo vamos a tener un gobierno que mire por el pueblo si su partido (sea cual sea éste) es financiado por el poder económico porque no hay separación de poderes? ¿Quién puede creerse que un empresario financia a un polÃtico sin esperar nada a cambio? ¿Cómo va a funcionar bien la sanidad pública si se permite que sus profesionales hagan negocio en sus clÃnicas privadas, si la prioridad es el dinero en vez de las personas? ¿Cómo no va a haber especulación inmobiliaria (que repercute directamente en el precio de la vivienda) si no hay control sobre la gestión de los polÃticos en los ayuntamientos (democracia significa también control de lo público por parte del pueblo o de los contrapoderes)? ¿Cómo va a haber control mutuo entre los distintos poderes si éstos no son independientes? Es necesario que no dejemos de ver el bosque en general, que no nos perdamos en las ramas (que es precisamente lo que desean los que no quieren resolver los problemas de fondo, porque ello supondrÃa perjudicar a las élites privilegiadas que gobiernan en la sombra). Es necesario que veamos la relación que existe entre las cosas, como dije al principio.
En España, la monarquÃa es la cabeza visible del poder establecido (no es casualidad que el Rey esté rodeado de una corte de grandes empresarios que le hacen numerosos y carÃsimos regalos), es un sÃmbolo del poder en la sombra y una garantÃa para el poder económico de que las cosas no se deben cambiar. La monarquÃa significa algo asà como el corsé del sistema, pone fronteras a los posibles cambios. Es imperativo quitar el corsé para que los cambios sean verdaderos, para que el pueblo elija su destino libremente y sin limitaciones. La República no es sólo una bella palabra, no consiste sólo en poder elegir al jefe de Estado, es sobre todo una concepción de la polÃtica, de la sociedad, donde lo público es verdaderamente público y no está controlado por lo privado. Res publica significa en latÃn la cosa pública. La República debe tener contenido, no debe ser sólo una nueva etiqueta para casi el mismo contenido.
La derecha en nuestro paÃs, viendo inevitable la idea de la Tercera República, no pudiendo contener el desprestigio, desde luego trabajado, de la monarquÃa actual, ya empieza a barajar la idea de una República reducida a la mÃnima expresión. En este sentido, nuestro actual monarca, debido a sus prácticas, no ha hecho bien su trabajo. Sus evidentes licencias, que ya no pueden pasar desapercibidas, han puesto en evidencia el sistema "democrático" que tenemos en nuestro paÃs. El disfraz de democracia en España ya no es eficaz y necesita ser retocado por los que necesitan evitar la verdadera democracia para perpetuar sus privilegios. No es de extrañar que cierta parte de la derecha sea cada vez más "republicana". Si no pueden evitar la caÃda de la monarquÃa, harán todo lo posible para que la República que la sustituya se parezca lo más posible a ella. Harán todo lo posible para que los cambios sean sólo aparentes, cosméticos. Harán todo lo posible para que la Tercera República española esté vacÃa de contenido, sea poca "cosa pública". Indudablemente la República es un término desvirtuado en casi todo el mundo. Pocas Repúblicas de nuestro alrededor pueden decirse que no hayan degenerado en los últimos tiempos, haciendo que la "cosa pública" sea cada vez más privada, haciendo que la democracia sea cada vez más papel mojado. Hay que recuperar el verdadero sentido de la palabra República. La República debe significar la forma polÃtica de un Estado verdaderamente democrático.
Frente a la actual crisis, no es suficiente con tomar ciertas medidas puntuales, muchas veces simbólicas, cuando no ridÃculas. No sólo hay que tomar medidas urgentes a corto plazo, también se requieren medidas que impidan que los problemas vuelvan a surgir en el futuro. Como decÃa al principio, no basta con medidas superficiales inmediatas, también hay que sembrar el terreno para evitar que vuelvan a crecer las malas hierbas. Si no se cambia el modelo de la sociedad, sus cimientos, estamos condenados a crisis cada vez más intensas y recurrentes. En realidad, la crisis es permanente. Los momentos de las llamadas "crisis" suponen "sólo" la intensificación de los males innatos del sistema. Son en realidad crisis "cuantitativas". Lo que ya ocurre en circunstancias "normales" se intensifica. Como dice Santiago Alba Rico, Los ricos se suicidan: es que hay una crisis del capitalismo. Los pobres se suicidan: es que hay sencillamente capitalismo. Si queremos erradicar alguna vez el desempleo, es necesario sustituir el modelo actual, donde las personas están al servicio de la economÃa, donde el capital lo es todo, por un modelo donde lo más prioritario sean las personas.
Por supuesto, se nos acusará de "idealistas", de "radicales", de "utópicos", de "antisistema", de…. Pero desde lo establecido se evitará el debate libre, con contenido y de igual a igual. Se nos etiquetará de "rojos", de "marxistas", de "anarquistas", de "republicanos revanchistas", de…, pero se evitará rebatir directamente los argumentos. Como siempre, los que dominan la sociedad, o los lacayos que los sirven, recurrirán a los prejuicios que tanto se han trabajado. Intentarán evitar que la gente juzgue el contenido de la botella, que ni siquiera lo pruebe, que lo rechace por la etiqueta que ellos ponen. Intentarán monopolizar la verdad, las ideas, las opiniones.
Pero yo le pregunto al lector: ¿Qué es más idealista: pensar que una minorÃa altruista u objetiva va a mirar por los intereses de la mayorÃa o establecer mecanismos concretos que eviten depender de cualquier minorÃa, precisamente para tener en cuenta la naturaleza real de los seres humanos? ¿Es realista pensar que la economÃa oficial es una ciencia exacta cuando obvia una de las facetas más evidentes de todos los seres humanos: su "amor" por el dinero, su falta de objetividad respecto del mismo? ¿No es más realista, precisamente, tener en cuenta nuestras miserias para protegernos de ellas? ¿No es más realista pensar que las decisiones deben ser tomadas de forma transparente y libre por todos los que son afectadas por ellas? ¿No es utópico pensar que la economÃa puede ser beneficiosa para la mayorÃa de la sociedad cuando la controla cierta minorÃa? ¿No es idealista pensar que si no cambian las cosas, llegará "por arte de magia" el dÃa en que podamos tener todos una vida digna? ¿No es poco realista pensar que los cambios vendrán desde arriba, por la iniciativa de los que tienen privilegios gracias a cómo son las cosas en la actualidad, de los que precisamente necesitan evitar los cambios para mantener su posición dominante en la sociedad? ¿No es idealista dejar que otros controlen nuestras vidas y pensar que esto nos puede beneficiar en algún momento? ¿No es poco realista pensar que la democracia no sirve de nada o no nos afecta directamente? ¿No es perder de vista la realidad el obviar las relaciones entre las causas superficiales y las profundas, entre las causas y sus efectos? ¿Cómo es posible conocer la realidad si al analizarla no tenemos en cuenta cómo se interrelacionan las cosas? ¿No es ser poco realista, precisamente, quedarse sólo en la superficie, no llegar al fondo de las cuestiones? ¿Cómo vamos a cambiar las cosas si no llegamos a conocerlas a fondo?
Lo realista es precisamente darse cuenta de que las cosas sólo pueden cambiar si primero las entendemos, si nos atrevemos a escuchar todas las opiniones, tanto las oficiales como las crÃticas, si contrastamos. Lo realista es darse cuenta de que o bien la sociedad cambia radicalmente o nos encaminamos hacia nuestra propia autodestrucción (la naturaleza no engaña, el desastre ecológico es muy sintomático). Lo realista es no dejar de ver a nuestro alrededor cómo todo va degenerando. Lo realista es no taparse los ojos con la esperanza de que a nosotros no nos toque. Lo realista es concienciarnos de que para cambiar la realidad, es primero necesario tenerla en cuenta tal como es, no tal como nos gustarÃa que fuera, ni tal como nos la intentan vender desde el poder. Lo realista es desconfiar de todo poder, de toda élite. Lo realista es nunca renunciar a los idealismos. Tenemos que tender hacia una sociedad mejor, para lo cual debemos aspirar a ella (idealismo) y debemos considerar la que tenemos en el presente (realismo).
Si queremos tener una sociedad más justa y libre, debemos posibilitar la igualdad de oportunidades. Y esto no es posible sin regulación. Y no es posible una regulación que beneficie a la mayorÃa, al conjunto de la sociedad, si está hecha por una minorÃa a su medida. Sólo con una auténtica democracia podrá lograrse una sociedad donde la mayorÃa pueda tener una vida digna. En una verdadera democracia, en realidad, todo el mundo debe poder tener una vida digna. Al contrario que en las "democracias" actuales, en las verdaderas democracias del futuro (si es que logramos que el futuro sea mejor, si es que conseguimos cambiar la actual tendencia), no habrá privilegios, todos tendrán los mismos derechos, nadie estará por encima de los demás. Los únicos que pierden con las posibles democracias del futuro son los que ahora tienen privilegios injustos. En las "democracias" actuales, perdemos la mayorÃa derechos elementales, en las futuras, sólo pierden ciertas minorÃas ciertos privilegios, no derechos. Con una auténtica democracia no deben existir minorÃas dominantes. En una democracia quien debe dominar es la mayorÃa, es toda la sociedad, no sólo una parte de ella. En la jungla domina siempre el más fuerte. La jungla es la antÃtesis de la democracia. La civilización humana no tiene futuro si no se vuelve de una vez por todas civilizada. La conquista de la democracia es el salto evolutivo de la humanidad de la jungla a la civilización. ¡Ya va siendo hora de que demos dicho salto! Una sociedad cada vez más inhumana es una sociedad en crisis existencial. Una sociedad donde se pretende asumir leyes antisociales (la ley del más fuerte) es por sà misma contradictoria y está condenada a estar en permanente crisis. Las crisis siempre suponen el estallido de profundas contradicciones internas.
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