Eva Maria Rodriguez Cobos
jmariohv@yahoo.es
Hablar de Salud es no sólo hablar de ausencia de enfermedad física o
mental sino también de la presencia de un adecuado entorno personal y
afectivo. Un todo que nos lleva a la Felicidad. Salud es bienestar
general, buen estado físico y psíquico, alegría, ganas de vivir, de
relacionarse con otras personas, de disfrutar, de libertad, de paz. Por
tanto, cuando hacemos referencia a la Educación para la Salud hablamos
un poco de todos y cada uno de los temas transversales y es por ello que
cobra gran importancia dentro del currículo. Tanto es así, que desde
todas las áreas se hace especial referencia y estudio a la Educación
para la salud, convirtiéndose en un elemento globalizador e
interdisciplinar dentro del currículo. En el entorno escolar se
prioriza, pues, promover conductas y hábitos que favorezcan una vida
saludable, normas fundamentales de salud como son la higiene, el cuidado
corporal, la actividad física, la preocupación por el medio ambiente, la
alimentación…
El alcohol, el tabaco y las drogas.
Inadecuados hábitos alimentaciones y obesidad.
La anorexia y la bulimia.
Si hay un problema que preocupa a los padres, educadores y sociedad en general es el del consumo de alcohol, tabaco y drogas entre menores. Tanto es así que cuando se les pregunta a los padres por cual es la principal preocupación que tienen con respecto a sus hijos es precisamente el miedo a que los menores se conviertan en consumidores habituales de estas sustancias, convirtiéndose así en adictos a ellas. Por ello, la prevención se convierte en la herramienta de lucha más efectiva para evitar el consumo de dichas sustancias entre los adolescentes, y el entorno familiar y el escolar constituyen los dos principales enclaves en la batalla por la prevención.
El consumo de drogas entre menores ha ido en claro aumento en las últimas décadas, de ahí la creciente preocupación por parte de los adultos, responsables de dichos menores. La educación es la mejor arma para luchar contra los peligros que acechan a los adolescentes. Sin embargo dicha lucha se ve obstaculizada en gran medida cuando se habla de adolescentes ya que a esa edad su personalidad y su capacidad para ver los riesgos que dichas conductas tienen no están suficientemente desarrolladas. En esta etapa de su vida, los jóvenes tratan de imitar a sus iguales, de ser como los demás, incluso si ello significa fumar, beber alcohol o tomar drogas los fines de semana para sentirse uno más dentro de su grupo. Uno de los problemas es también la facilidad con la que estos menores acceden a dichas sustancias y la propaganda que se hace de algunas de ellas, dirigida principalmente a los jóvenes. La ley debería golpear con más fuerza tales prácticas y ser más rigurosa y ejemplar en las condenas, ya que estamos hablando de la salud de nuestros menores, los ciudadanos adultos del futuro en nuestra sociedad.
La escuela, afortunadamente, es un espacio efectivo para tratar de prevenir dichas conductas, ya que dispone de espacios, tiempo, grupos de iguales reunidos y personal docente implicado para trabajar conductas saludables de vida y luchar contra el alcoholismo, el tabaquismo y la drogadicción. Los jóvenes empiezan a consumir estas sustancias a edades cada vez más temprana, lo cual es alarmante y requiere de una colaboración coordinada entre padres, educadores y agentes sociales (políticos, centros de salud, especialistas y publicidad). Desde el ámbito escolar se puede:
Velar por el refuerzo y la ampliación de comportamientos y hábitos saludables.
Realizar talleres de prevención del tabaquismo, alcoholismo o drogadicción.
Implicar a padres, delegaciones de salud y otras entidades en dichos talleres de salud.
Velar para que se refuercen las políticas de protección y prevención de dichas sustancias nocivas para la salud de los jóvenes.
Dar ejemplo de vida sana y practicar deporte y actividades físicas al aire libre.
Detectar en los alumnos conductas relacionadas con el consumo de dichas drogas e informar a los padres.
Fomentar en los alumnos la autoestima y el desarrollo de la personalidad integral, para que sean ellos mismos los que se defiendan de dichos peligros.
Desarrollar en ellos el sentido crítico para que sean capaces de decir “NO”.
No obstante, el consumo de sustancias nocivas para la salud no es el único problema al que se enfrentan padres y educadores. Seguimos hablando de las ventajas de trabajar “la educación para la salud” pero ahora para hablar sobre alimentación y obesidad. De todos es bien sabido que los jóvenes andaluces, a pesar de disfrutar de la oportunidad y el privilegio de la llamada “dieta mediterránea”, no se alimentan adecuadamente. Los docentes somos testigos de que muchos jóvenes llegan cada mañana a su centro escolar sin desayunar y luego a la hora del recreo se alimentan de manera poco o nada saludable (patatas fritas, golosinas, dulces…).
Para gozar de buena salud y prevenir futuras enfermedades es imprescindible educar a nuestros jóvenes en uno hábitos alimenticios y de salud adecuados como son por ejemplo hacer entre cuatro y cinco comidas al día, empezando por un desayuno completo y variado que nos aporte los nutrientes y vitaminas necesarias para comenzar el día con energía y poder llevar a cabo una intensa mañana de trabajo y estudio dentro del aula, beber agua y líquidos beneficiosos para la salud en abundancia, practicar ejercicio físico, no ingerir sustancias nocivas para nuestra salud (como fumar), preocuparse por su higiene corporal…
Una mala alimentación puede llegar a convertir a nuestros jóvenes en personas obesas. De hecho, uno de cada cuatro niños presenta obesidad o sobrepeso hoy en día. Esto es debido a la mala alimentación y a la vida sedentaria. El practicar deporte ayuda a un mejor desarrollo físico, intelectual y psicológico, además ayuda a eliminar conductas agresivas y a integrarse en el entorno escolar, familiar y social que les rodea. Afortunadamente, hoy en día se le da la importancia que tiene a la práctica de ejercicio físico, ya que está demostrado que ayuda al desarrollo intelectual del adolescente. Hay que tener siempre en cuenta a la hora de practicar un deporte las características corporales del adolescente y sus preferencias deportivas, ya que sólo si el chico o la chica tienen una condición física apropiado para el desarrollo de dicha actividad y están interesados en dicha práctica deportiva, ésta tendrá los resultados esperados.
Sin embargo, el ritmo de vida agitado de hoy en día hace que no le prestemos demasiada atención a la alimentación y que no tengamos tiempo para practicar algo de ejercicio o al menos caminar diariamente. A pesar de ello, es responsabilidad de los padres la buena alimentación de sus hijos y el fomento de actividades físicas y deportivas. A veces, se es demasiado permisivo y se les permite comer cualquier cosa rápida y pasarse todo el día delante de la tele, el ordenador o los videojuegos.
Un resultado directo de la mala alimentación y el sobrepeso es la tendencia de los jóvenes, en especial de las chicas, a no comer para así convertirse en una persona atractiva y con éxito entre sus iguales. No cabe duda de que la publicidad, a veces, lejos de ayudar al desarrollo integral y físico de nuestros jóvenes influye negativamente en éstos. Jóvenes delgadísimas como prototipo de chicas guapas y con éxito, el vigente y peligroso canon de belleza, que lleva a nuestras adolescentes a querer imitar tales cánones y a convertirse en niñas anoréxicas y bulímicas. Esta es una nueva epidemia que nos viene afectando de manera más alarmante en las últimas décadas. La importancia del aspecto físico en nuestra cultura está llevando a nuestros jóvenes a poner sus vidas en peligro. Hasta tal punto llega la obsesión por el cuerpo perfecto que olvidamos aspectos esenciales de nuestra personalidad y que nos hacen mucho más atractivos: la inteligencia, la capacidad para sentir y amar, el disfrute al aire libre, actividades físicas y deportivas, la lectura, el compartir buenos ratos con nuestros seres queridos… Sin embargo, estos valores no están de moda en nuestra sociedad y menos entre los adolescentes, por ello debemos llegar a la conclusión que las causas de la anorexia y la bulimia subyacen de los valores erróneamente asentados en nuestra cultura y en nuestra sociedad. Tanto es así que algunos especialistas denuncian que muchas niñas que por su corta edad aún no deberían tener conciencia de su cuerpo presentan ya problemas psíquicos y físicos. Debemos, pues, replantearnos esos valores y como no, la escuela, es de nuevo uno de los espacios claves para trabajar dichos valores a través de los temas transversales.
Los adolescentes son, por sus características, los más vulnerables ante dichas enfermedades. Pensemos que su personalidad no está suficientemente definida como para gozar de un sentido crítico que les permita distinguir lo verdaderamente importante de lo no tanto y menos controlable como es nuestra altura o nuestra constitución física, que vienen predeterminadas por cuestiones puramente genéticas. Por otro lado, son un colectivo que al no tener una personalidad totalmente construida se ve afectado por el qué pensarán los amigos de ellos, cómo los verán, si van a la última modo, si llevan las mejores marcas, y empiezan las inseguridades, las comparaciones e incluso los desprecios y el rechazo. Por último, debido a que la mayor parte de su tiempo libre la pasan frente al televisor, son un blanco fácil de los reclamos publicitarios, donde ir a la moda, ser guapo e interesante pasa por ser alto, atractivo, llevar marcas en ropa y zapatos, tener coche y/o moto… Es difícil, pues, luchar contra todos estos inconvenientes, pero no imposible, por ello desde la escuela se intenta que los adolescentes adquieran valores que les lleven a valorar lo realmente importante para lograr la felicidad:
Aprender a comer de manera saludable.
Fomentar el ejercicio físico.
Desarrollar campañas de sensibilización con respecto a la higiene corporal.
Crear talleres de ayuda al desarrollo de la personalidad y el sentido crítico.
Ayudar a los jóvenes a sentirse bien consigo mismos y con su cuerpo.
Aprender a no dejarse llevar por los demás y a no ser tan fácilmente influenciables.
No criticar y/o rechazar a los demás por su apariencia física.
Aprender a valorar características tan importantes como: el esfuerzo, el ingenio, la simpatía, la afectividad, la comprensión, la tolerancia, el respeto, la igualdad…
Concluimos afirmando que hablar de Educación para la Salud es hablar de una manera de concebir la labor docente como una herramienta útil para que nuestros alumnos lleguen a ser personas preocupadas por su salud física y su bienestar emocional, conscientes de la importancia de una buena alimentación para prevenir enfermedades, capaces de pedir ayuda en caso de necesitarla y de ayudar a otros si fuese necesario, carentes de prejuicios sociales y poseedores de juicio y sentido crítico ante tanto reclamo publicitario para convertirlos en aquello que no son y que nunca llegarán a ser.
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