Contribuciones a las Ciencias Sociales
Enero 2009

 

LA DIMENSIÓN SOCIAL DE LA LITERATURA
 


José Mario Horcas Villarreal
jmariohv@yahoo.es

 

Cada año se publican en el mundo varios centenares de millares de libros. Una parte considerable de ellos es calificada socialmente como literatura. Pero, ¿nos hemos parado a pensar alguna vez qué es lo que hace que un escritor ejerza su proceso creador?

Ernesto Sábato considera que “cada pueblo elabora una lengua diferente, y sus matices fonéticos y sintácticos son consecuencia inevitable de su historia, su geografía, su raza y hasta su clima y el color de sus pájaros”.

Por esta razón, el autor debe estar al servicio de su sociedad, empleando el lenguaje en el que la gente ha nacido, ha sufrido o ha gritado en momentos de desesperación o de muerte porque el lenguaje debe dar a conocer las risas o las lágrimas que ha arrojado a lo largo de su historia.

La literatura, por extensión, se concibe como instrumento para los valores vigentes o como instrumento de lucha para transformar la realidad. En el primer caso está al servicio del poder y en el segundo caso, tiene por objeto la crítica de determinadas actitudes políticas o la denuncia de las injusticias sociales.
 



Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Horcas Villarreal, J.M.: La dimensión social de la Literatura, en Contribuciones a las Ciencias Sociales, enero 2009, www.eumed.net/rev/cccss/03/jmhv1.htm


Los que entienden que la literatura tiene esta finalidad afirman que el escritor no compone a sangre fría, sino que, desde que toman el compromiso de escribir, se ven arrastrados por su conciencia colectiva, la que le lleva a reflejar la realidad que le circunda. Es un proceso comunicativo histórico que exige que un creador ponga ante los ojos de un público mendiante una obra los hechos que acaecen en la vida real.

Desde tiempos inmemoriales, el arte de la palabra se ha deslindado en escritos comprometidos con la sociedad de su tiempo y escritos alejados de ella. Este deslinde ha provocado verdaderas luchas encarnizadas, pugnas entre los escritores que se han alojado en una u otra línea.

Y ello se debe a que los unos consideran que sus obras deben mantener una actitud de preocupación ante la sociedad y otros de evasión ante ella, entendiendo la literatura como un instrumento lúdico que debe alejar a su público de los problemas de la realidad.

En relación a todo lo expuesto hasta aquí, me gustaría terminar mi artículo con un fragmento del poema de Gabriel Celaya recogido en Cantos ibéricos:

Maldigo la poesía como un lujo

cultural por los neutrales

que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.

Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.

Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren,

y canto respirando.

Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas

personales me ensancho.

Quiero daros vida, provocar nuevos actos,

y calculo, por eso, que con técnica puedo.

Me siento un ingeniero del verso y un obrero

que trabaja con otros a España en sus aceros.

Tal es mi poesía: Poesía-herramienta

a la vez que latido unánime y ciego.

Tal es, arma cargada de futuro…

Este poema concreta perfectamente lo que sucede a raíz de la Guerra Civil Española, y es que esa diáspora de la que hemos venido hablando se hace más patente que nunca, sin duda porque el acontecimiento histórico lo requiere. A partir de 1936, a los escritos de tono existencial se le denomina desarraigados y los considerados al margen de la realidad, arraigados.

Es el escritor Dámaso Alonso quien acuña esos términos, utilizados en la actualidad.

Después de lo visto hasta aquí, planteamos como objeto de estudio inicial de la sociología dialéctica de la literatura, lo siguiente: el análisis dialéctico de la relación individuo-sociedad, a través de la asunción de la literatura como mediación de esa relación, en tanto actividad socializante, en el marco de una integración social dada en el conflicto de la lucha de clases del capitalismo globalizante.

Esto en el marco del concepto de negatividad hegelianomarxiano desarrollado por la Escuela Clásica de Frankfurt (Adorno, Horkheimer) y por Henri Lefebvre.

Lukács ya había intentado desarrollar una sociología de la literatura, anclada en el materialismo histórico y en el materialismo dialéctico (las dos partes de esto que nosotros asumimos como negatividad).

Esta sociología tenía como fin analizar la existencia-esencia y la formación-efecto de la literatura, para comprender y explicar la relación histórica entre la literatura y el sistema, en cuanto todo. Sin olvidar el análisis de la literatura como forma de apropiación del mundo, dado mediante la conciencia.

En determinados momentos de la historia la fuerza de esta unión, entre literatura y sociedad, es más poderosa que en otros.

Las impactantes descripciones del sufrimiento de los obreros y de sus hijos, esclavos en minas y campos, hicieron visible, ante la sociedad burguesa del XIX, a una población hundida en la miseria.

Los relatos de Dickens fueron determinantes para aumentar en los lectores su sensibilidad ante el dolor ajeno. En este sentido, algunos filósofos sostienen que los relatos comprometidos fueron determinantes para que los principios del universalismo moral, de los que partía la filosofía racionalista ilustrada, se llevaran a la práctica.

De este modo, el lenguaje del dolor de tales novelas que llegaban por entregas a las casas burguesas fue fundamental para que se produjera el sufragio universal, la extensión de los derechos civiles a toda la población, la legalización de los sindicatos o de los partidos de izquierda, la emancipación de la mujer, la universalización de la seguridad social o la protección de la infancia.

En el contexto teórico y epistemológico contemporáneo, la ausencia de métodos y metodologías que aborden la relación literatura-sociedad en términos de lucha de clases, abre la posibilidad de (re)plantear una sociología dialéctica. Perspectiva sociológico-dialéctica que permite romper con la preeminencia de lo positivo y, también, reasumir algunas cuestiones políticas importantes.

El auge de metodologías positivas (no necesariamente positivistas), que niegan la posibilidad de métodos negativos, implica por transducción la posibilidad del planteamiento de una sociología dialéctica.

Hemos dilucidado el qué de esta propuesta sociológico-literaria, el cómo precisará de una reflexión profunda, tanto en lo referente a los principios del método, como en lo atinente a la elaboración de herramientas metodológicas adecuadas.

Me gustaría acabar este trabajo citando a Ciro Alegría para quien: ““En los comienzos del lenguaje, el hecho de poder dar nombre a las cosas, de poseerlas por medio de la voz, debió tener para el hombre un encanto maravilloso y en alguna forma oculto. El mundo comenzó a ser dominado en virtud de la palabra”.

Es revelador que en las viejas historias existan palabras mágicas que abren puertas, destruyen obstáculos, rinden voluntades y cuyo secreto no se explica jamás. El prestigio ancestral de la palabra revive ante las voces extrañas, como si su particular sonido abriera puertas cerradas en el alma.

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