Lídice Duany Destrade*
Universidad de Oriente, Cuba
Correo: lidiced@uo.edu.cu
Resumen:
Durante el periodo que Antonio María Claret y Clára fue arzobispo del Departamento Oriental de Cuba (16.2.1853-12.4.1857) se vivieron años de renovación para la Iglesia Católica y la moralidad oriental. El Prelado reconoció las problemáticas sociales que afectaban a la Isla y encauza su labor episcopal no solo a crítica los males sociales, sino que pone en práctica proyectos sociales encaminados a que la iglesia católica retomase sus funciones como base del buen orden y al saneamiento moral.
Son muchos los proyectos sociales y los cambios que promovió. La iglesia revivió retomando su función social y aumento la fe de los feligreses. Además de que sus proyectos sociales irradiaron hacia las comunidades más pobres, quienes recibieron la ayuda como rayo de luz ante la oscuridad que le garantizaba el sistema segregacionista. Hechos todos que distinguen la labor misionera y episcopal del Padre Claret.
Palabras Claves: Claret – moralidad – siglo XIX – Iglesia católica – Cuba.
During the period that Antonio María Claret y Clára were archbishop of the Oriental Department of Cuba (16.2.1853-12.4.1857) years of renovation they were lived for the Catholic Church and the oriental morality. The Prelate recognized the social problems that affected to the Island and it not channels his Episcopal work alone to critic the social wrongs, but rather it puts in practical social projects guided to that the Catholic church recaptures its functions as base of the good order and to the moral reparation.
They are many the social projects and the changes that it promoted. The church revived recapturing its social function and I increase the faith of the parishioners. Besides that their social projects irradiated toward the poorest communities who received the help like ray of light in the face of the darkness that guaranteed him the system segregationist. Facts all that distinguish the Father's missionary and Episcopal work Claret.
Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Lídice Duany Destrade (2020): “Antonio María Claret y Clará y el saneamiento de la moralidad decimonónica santiaguera”, Revista Caribeña de Ciencias Sociales (febrero 2020). En línea:
https://www.eumed.net/rev/caribe/2020/02/moralidad-decimononica-santiaguera.html
http://hdl.handle.net/20.500.11763/caribe2002moralidad-decimononica-santiaguera
El domingo 16 de febrero de 1851 la Fragata “La Nueva Teresa Cubana” arriba a puerto santiaguero, y en ella una valiosa carga humana: el Escmo. e Ilmo. Sr. D. Antonio María Claret y Clará, acompañado de un grupo de religiosos y seglares. Llegaba para ejercer como Arzobispo del Departamento Oriental de Cuba. 1 Su llegada es acogida con alegría por la población, Las avenidas y las calles fueron engalanadas con banderas y colgaduras y hacia ellas se movilizaron los habitantes. Que después de 13 años sin padre espiritual esperaban ansiosos la llegada del nuevo Arzobispo, a quienes ya conocían de referencia como un hombre virtuosísimo.
La prensa de la época publicó un soneto que recoge el sentimiento que embargó al pueblo con el advenimiento del Ministro de Dios a la Diócesis:
San Donato fue el día consagrado/Por este pueblo y el precioso día
En que obtuvo la dicha que quería/De ver desembarcar á su Prelado
Por fin, el Cielo á Cuba, ya le ha dado/El bien por quién sus lágrimas vertía,
Y esta Diócesis llena de alegría/Olvida el tiempo mísero pasado.
Y pues que tan feliz llegó a mi puerto,/Venga el amado; venga el hortelano
Que debe cultivar de Cuba el huerto:/Venga Claret y el Cielo Soberano
Larga vida le dé con el acierto /Del comer del cariño del cubano
M.M.P2
Como Arzobispo tiene entre sus principales misiones fortalecer, la lealtad a España, propiciar que la iglesia católica retomase su papel de primer auxiliar del Estado y laborar en el saneamiento moral del territorio, sumido en el peor estado de corrupción y desmoralización hasta entonces nunca visto. Fiel a su cometido durante los años que ejercicio su servicio arzobispal (1851-1856), todo el territorio oriental recibió la influencia del accionar de Mosén Claret, particularmente en lo relacionado con remediar la degradación moral que acompañaba a la descomposición del sistema socioeconómico y político establecido entonces.
El Santo 3 integró el grupo de los religiosos de la etapa que evangelizaron inspirados en el análisis de la realidad circundante, pues en su convencimiento la iglesia debía evangelizar sobre condiciones y hombres nuevos, y el misionero, si aspiraba a que su labor fuese efectiva, no podía huir del mundo sin contagiarse. De ahí que ante un hombre nuevo el lenguaje de la iglesia debía adaptarse a las necesidades y a los necesitados, siendo otro de los retos que enfrentó la Iglesia, el número de pobres que crecía alarmantemente, envueltos en una vida dura y desposeída.
Toda esta nueva interpretación fue asumida por el Prelado en su labor misionera y como Arzobispo Oriental. Buscando la voluntad divina y siguiendo las inspiraciones del Espíritu, interpreta la realidad y aplica métodos creativos y flexibles, que le permitieron acercarse más a Dios y al pueblo. El trabajar bajo estos principios es lo que le posibilitó llevar a cabo una “nueva misión”4 en Cuba, reconocer las problemáticas sociales e instrumentar medidas, en busca del mejoramiento social.
Recurrente es en la documentación emitida por el Arzobispo sus impresiones sobre la destrucción, la corrupción y la provocación de la divina justicia presentes en la sociedad santiaguera, alejada completamente de los principios cristianos, como se lo refiera al P. Esteban Salas, el 4 de noviembre de 1952.(Bermejo, 1996,184) Pero es en la Carta Pastoral 5quedirige al pueblo de su diócesis en 1853 – después de la Santa Visita Pastoral que lo llevó a todo el territorio bajo su guía espiritual – en la que hace un fuerte análisis sobre los principales males que afectaban la moralidad oriental, reconociendo la magnitud de ellos y sus causas, todo bajo la mirada y los intereses de la Iglesia y la metrópoli española.
Primero reconoce la vagancia como “la madre y maestra de todos los vicios”. (Claret, 1853; 17) Luego destaca otros tres males el desarreglo de la lengua, las impurezas y el juego ilícito; los que su vez son causantes de otros como la soberbia, arrogancia, codicia, impaciencia, glotonería, envidia, pereza, la embriaguez y las peleas. Todo ello se acrecentaba debido a los que llamó rasgos sociológicos del cubano la arrogancia, la frivolidad, la indisciplina, la indolencia, la bravuconería, el ser parlanchín y la tempestuosidad. Y de quienes, años después de su salida del país, dijera eran “gente de docilidad y de buen corazón, pero de malas costumbres”. Claret, 2008; 389)
Tanto en lo dicho como en lo hecho el clérigo no tuvo entre sus objetivos enfrentarse a la Iglesia y a la Metrópoli. Fiel a los principios católicos y a los intereses políticos y económicos de España en Cuba, Claret no puede dejar de reconocer que los males sociales eran resultado de la desacertada administración colonial. Claro sin llegar a descubrir que en la base de todas las contradicciones sociales están las producidas por el sistema económico y político, ni la necesidad de transformaciones radicales que comiencen con la independencia nacional; de lo que ya se estaba hablando en la Isla.
Como religioso cabal la primera causal que refiere, y para él la más importante, era la pérdida de la fe y del amor a Dios que experimentaban los habitantes de la diócesis, para quienes Dios solo era el creador y luego se había desentendido de los hombres sin poner providencia y cuidado en las cosas del mundo. Lo anterior estuvo favorecido por el estado de corrupción y desatención que por muchos años acompañó a la Iglesia en la Cuba decimonónica y por las desigualdades sociales, quienes afectaron el amor a Dios en tanto los desfavorecidos no comprendían el por qué de las desigualdades.
La explicación que ofrece a las desigualdades es eminentemente teológica, al comparar la organización de la sociedad con la del cuerpo humano, afirma que la desigualdad era necesaria:“Si la divina Providencia ha puesto ricos, es para que con los ejercicios de la caridad y limosnas socorran a los pobres y ganen el cielo; y si los pobres, para que con la humilde y paciencia puedan conseguir lo mismo.”(Claret, 1853; 30)
Asume, entonces, una interpretación eminentemente religiosa y colonialista, en la que alega que el ser humano debía asumir con resignación el papel que Dios le había asignado. Aunque reconoce que las condiciones materiales de vida de los seres humanos influyen en su comportamiento y pone en práctica proyectos sociales con el objetivo de aliviar algunas necesidades perentorias, no le da el papel determinante que tiene, pues para él el haberse desatendido de Dios y de los preceptos divinos determinaba la conducta descompuesta asumida por la mayoría de los habitantes de la ciudad. Por eso es que rechaza los argumentos de los que plantean que pecan por miseria; sobre ellos dice: “[…] pecan porque son soberbios y no sólo no quieren trabajar sino que tampoco se quieren humillar á pedir lo que les falta […]” (Claret,1853;31)
Aún cuando cataloga su actitud como de abstencionismo político, siguiendo la concepción de que el partidismo en el sacerdocio es una limitante para el servicio pastoral, fue representante de la ideología colonialista. Pero cuando el Padre Claret critica los males sociales, su profunda mirada e interpretación de la realidad lo llevó a emitir opiniones que pudieran ser interpretadas como de desafecto a las autoridades coloniales, pero no se puede olvidar que uno de sus objetivos estuvo en lograr que la Iglesia retomara su papel como auxiliar del gobierno colonialista. Le fue imposible desprenderse en sus valoraciones de un acercamiento crítico al esclavismo, sistema que minaba y corroía todo el organismo social fomentando un ambiente de violencia y crueldad, de sórdido egoísmo y constante temor. (Cabrera, 1953; 314)
Pero más que nada fue siervo de Dios: En la búsqueda de establecer los mandatos divinos no temió enfrentarse, a las disposiciones guberidntales. No se declaró públicamente contra la esclavitud, le estaba prohibido, pero reconoció sus efectos negativos, esencialmente como engendradora de muchísimos males sociales. De ahí que se viese en la necesidad de recordar a los esclavistas cuáles eran sus obligaciones con los esclavos, las cuales al no ser cumplidas llevaban a la inmoralidad en las dotaciones. 6 .
Conocedor de las condiciones de vida de los esclavos, busca un cambio recordando a los propietarios los deberes para con sus dotaciones. Les recuerda que estaban obligados no sólo a enseñarles obediencia, sino instruirlos en las doctrinas cristianas, apartarlos del pecado, procurarle comida y vestimenta. (Claret, 1853; 96-97) Convoca a que procurasen que los casados hicieran vida maridable, y que las parejas y las familias no se separasen (práctica muy frecuente en la época, pues los esclavos eran vendidos y comprados sin importar si eran padres o hijos), construir habitaciones separadas para mujeres y hombres, espaciosas e iluminadas (sabedor de todo lo que sucedía en los barracones, donde se realizan prácticas mundanas en condiciones de hacinamiento y oscuridad)
Como vía efectiva para solucionar el resquebrajamiento de las costumbres era la religión, al considerarla como “[…] un cuerpo vivo para la virtud y útil á todo, - pero sin ella la sociedad se convierte - es un cuerpo muerto, lleno de corrupción, de costumbres, y de gusanos de vicios y pecados.” (Claret, 1853; 48) Para él sólo la fe en Dios y el seguimiento a sus principios abonan la virtud individual y colectiva, asegura el bien público y garantizaría la colonia a la metrópoli, por lo que convoca a realizar y asistir a las Santas Misas, y a realizar los sacramentos de la eucaristía y el matrimonio. A su juicio, los sacrificios que por la religión había que hacer para alcanzar “la virtud”.
Revelar esto fue, quizás el menor de los problemas a los que se enfrentó Claret. Emprendió una labor sanadora que le llevó a poner en práctica proyectos y medidas con las cuales recibió la aceptación de los agradecidos y el rechazo de los que vieron amenazados sus intereses y modos corruptos de vida.
La Religión, reconocida por Claret como la base de la moral y necesaria en el buen orden de la comunidad, se vio envuelta en un proceso de renovación de las instituciones y de los hombres encargados de trasmitir el mensaje de Dios, con el objetivo de reorganizar y disciplinar el clero, así como ampliar la labor evangelizadora y encauzar la vida cristiana de los habitantes de la diócesis.
Desde su llegada a Cuba dolorosamente comprueba la inmoralidad en que estaba sumida la Iglesia, y así se lo expresó al Capitán General de la Isla en varios momentos. En carta del 8 de junio de 1853 le expresa su pesar en ver como “[…] gran parte del clero ha promovido tanto con sus desórdenes la relajación de costumbres […]” (Gil, 1970; 84), y en otra misiva del 5 de agosto de 1854 le comenta como ha descubierto que en toda la diócesis había 125 sacerdotes, y más de 130 hijos conocidos de éstos que debían regirse por el celibato.(Bermejo, 1996, 1024) Junto a ello conoce el abandono y el estado ruinoso de los templos, producto de la pobreza en la que estaba sumida la iglesia y los sacerdotes.
Inicia la reforma del clero por la parte económica. Conjuntamente con la reparación de algunas iglesias, aumentó la dotación del Clero, tanto el de la Catedral como el de las parroquias, mientras disminuía la suya propia, a su llegada.7 Para llevar a los Ministros a una vida bendecida por Dios y dentro de sus mandamientos establece que los canónigos como párrocos y demás sacerdotes realizasen ejercicios espirituales por diez días, les hizo vestir siempre hábitos talares, imponiendo penas a quienes faltasen. Regala a cada sacerdote un “Prontuario moral” y otro “Prontuario para la celebración de sacramentos”.
La formación de seminaristas y sacerdotes fue una de las mayores ocupaciones y preocupaciones del Padre. Buscando soluciones convocó a estudiantes de sacerdocio en Cataluña que estuviesen concluyendo la carrera a que se ordenaran en Santiago, e inicia, una campaña de orientación vocacional. Además, tomó medidas para convertir el Seminario Conciliar en abanderado de la educación religiosa, dedicándolo exclusivamente a la formación de sacerdotes. Como resultado en 2 años se localizaron 40 seminaristas internos y 70 externos. 8
Como el ejercicio de la palabra era para Claret la exigencia más grave de su ministerio episcopal, establece medidas que permitan que la palabra de Dios llegue a todos los rincones sistemáticamente. Establece las conferencias – una de rúbrica y dos de moral - de los sacerdotes a todas las poblaciones, aumenta el número de Parroquias, y dispuso que los curas enseñasen la doctrina cristiana y que todos los domingos se predicase al pueblo. Todo lo anterior llevó a que la vida religiosa del pueblo mejorase. Los representantes de la Iglesia se concentraron en oficiar, predicar y enseñar las doctrinas cristianas. Lo que llevaba a restaurar la fe en Dios para lo cual considera necesario potenciar la educación cristiana.
Para la educación de los jóvenes propone la creación de “[…] un instituto sabio y santo en la Iglesia y capaz de amalgamar perfectamente las luces del siglo con la luz del evangelio […]”. (Bermejo, 1996;170) Bajo este deseo es que a partir de 1851 tomó medidas para convertir el Seminario santiaguero en abanderado de la educación religiosa. Con ello pretendía convertir el sentimiento independentista, ya difundido entre los jóvenes criollos, pues como le hace saber a la Reina Isabel: debía confiarse “[…] la educación elemental cuando menos a algún instituto o congregación religiosa, con lo que se evitarían muchos males que hoy se notan, o por las doctrinas que se vierten o por los libros que se ponen en manos de los niños.” (Bermejo, 1996; 141)
Promueve la llegada de Hermandades Religiosas al país. Propone la instalación en la isla de la Compañía de Jesús, que tendría la responsabilidad de la enseñanza de todas las clases de la sociedad; solicita al Comisario Apostólico de las Escuelas Pías, P. Jacinto Feliu, el envió de Padres Escolapios, que contribuyesen a la educación cristiana de la niñez y de la juventud, haciendo vigente la voluntad de la Reina en la Cédula del 26 de noviembre de 1852.9 Una solicitud parecida y con la misma fecha envía al Visitador General de los Paúles, pidiéndole que se encargase de la enseñanza religiosa del clero en el seminario y de las misiones del pueblo. Solicita además, el envió de Hermanas de la Caridad.
Para la enseñanza de las niñas presta atención a la creación del Instituto de Hermanas de la Compañía de María. La importancia de esto se lo hace ver al Capitán General de la Isla; en la misiva del 17 de mayo de 1854 lo expone la “[…] la urgente necesidad de la buena educación religiosa del sexo débil […] de las que en lo sucesivo, por su oficio de madres de familia, han de influir tan eficazmente en los sentimientos cubanos […]” (Bermejo, 1996; 226-227).
Fruto de esta idea es la instalación de una hacienda de este tipo en la ciudad de Puerto Príncipe 10, para recoger a los niños y niñas que deambulaban por las calles pidiendo limosnas,. Centro en el que además de garantizar la educación católica y de oficios, contribuiría a fomentar el amor al trabajo en la medida en que los menores debían trabajar en la hacienda y los productos obtenidos servirían para el autoconsumo.
Crea junto a la Reverendísima Madre María Antonia París Riero de San Pedro, el 25 de agosto de 1825, el Instituto Apostólico de María Inmaculada para la enseñanza. Congregación que asumía la enseñanza de las niñas a través de un proyecto educacional sencillo y cercano, con el objetivo de motivar a las niñas más pobres y de color. Esto en total desacuerdo con las leyes de la Corona que impedían la presencia de niñas de color; las misioneras claretianas las atendidas en horarios diferenciados. La ciudad santiaguera fue la cuna de esta benemérita congregación religiosa.
Con el mismo objetivo de sanar su Diócesis, particularmente atacando el principal de los males detectados: la vagancia. Presta atención a promover al trabajo como generador de la riqueza social. Para el Arzobispo la causa de la ociosidad estaba en la propia organización social colonial, promotora de la antinomia entre el esclavo y el hombre libre, entre el trabajo manual y el intelectual, y con ella el descrédito del trabajo “duro”, considerado entonces como una actividad marginal, agotadora y despreciable. Subraya entonces la importancia del trabajo en la producción, no sólo de bienes materiales, sino espirituales, especialmente en la formación de valores morales. Los que no se ven en el vago, sino en el hombre trabajador, ese que a su juicio, estaba más cerca de Dios y de Jesucristo, y que era el verdadero cristiano. (Claret, 1853; 18)
En este mismo orden presta atención a la agricultura. A esta fuente de riquezas materiales dirige ingentes esfuerzos en busca de transformaciones que permitan la explotación de los suelos. Para ello plantea la necesidad de dividir los terrenos con el fin de que los propietarios puedan edificar en él, cultivándolo o arrendándolo; promueve fijar una Ley sobre los arriendos de los terrenos, en la cual se garantizase la posesión del terreno al menos por 7 años, de quién tumbe el monte o empiece el cultivo en tierra firme. Además propone y funda las Cajas de Ahorro 11 con el propósito de brindar recursos económicos a los interesados en cultivar.
Vio la necesidad de la instrucción de los habitantes del campo, no sólo en religión y moral, sino también en aquella que contribuya al buen desempeño de la agricultura, la mecánica y la botánica “[…]a fin de que lean en el modo de conocer y cultivar la tierra, la manera de y el tiempo de sembrar, plantar e injertar y cosechar; comprendiendo además dichos cuadernos una parte de historia natural, singularmente en lo que mira a los animales y aves más comunes y domésticos.” (Bermejo, 1996; 211) Para ellos escribió la obra Las Delicias del Campo, 12 tratado sobre temas agrícolas, con el propósito de enseñar cómo obtener mejores y mayores resultados. Los temas son variados incluido el utilizar nuevas técnicas de cultivos.13
El estado de la familia cubana es uno de los aspectos escudriñados por Monseñor Claret. Apoya el matrimonio y rechaza los amancebamientos y concubinatos, los que, a su juicio, abrían el sendero de malformaciones sociales. Estos reconocidos para la época como fenómenos sociales deshonestos, extendido en todas las direcciones que inundaba la tierra de pecados carnales, eran, según el Prelado, mayormente resultado de las uniones interraciales y/o socialmente desiguales, particularmente de las negras y mulatas que eran seducidas y acechadas por hombres blancos, con las que compartían relaciones sexuales que excepcionalmente quedaba legitimada por el matrimonio.
Claret no aceptó la ilegitimidad de la familia y somete el concubinato y los amancebamientos a un enérgico enfrentamiento. Al determinar sus causas distingue como primera la prohibición de que se casasen personas de diferentes razas y clases sociales, pero no se enfrenta a ello. De las máximas autoridades coloniales el Arzobispo recibía la aprobación o no de aquellas parejas que decidían legalizar sus uniones; como el mismo escribió en su Autobiografía: “El Cura venía todos [los días] a mi casa y él me informaba de los pretendientes, y el Curra párroco extendía las proclamas según eran factibles los matrimonios”. (Claret, 2008; 365) La factibilidad la daba principalmente el no ser persona de familia noble. 14
Entonces, guiado por lo anterior llevó a cabo su pastoral familiar que duró años y que miles de hogares coloniales agradecieron, y la que, además, le trajo no pocos sinsabores. Con ella se enfrentó no sólo a los amancebamientos, sino a otras prácticas que estaban en contra de los preceptos divinos. En aras de purificar el sacramento del matrimonio criticó y enfrentó otras manifestaciones que ya se hacían comunes y que comprometían a su juicio la función social de la familia, como el casamiento entre personas emparentadas y la educación familiar.
El casamiento entre personas emparentadas fue una práctica asumida particularmente por la élite colonial con el fin de asegurar el poderío económico y las propiedades: Estos casamientos entre miembros de una misma familia o de otra familia de igual o superior linaje convertían esta institución en una transacción económica. Critica, pues, el apego a lo material, que lleva a que las parejas se unan bajo el amor fraternal y no conyugal, lo que es, afirma “[…] causa de grandes e irreparables males ya en los cónyuges, ya en los hijos si llegan a tenerlos […] tales matrimonios son de ordinario muy fatales.” (Claret, 1853; 83) Para él sólo el verdadero amor evita el deterioro humano, asegura la fidelidad y erradicaría el adulterio “[…] causa de grandes discusiones, desuniones, divorcios; por él los casados en lugar de ser el dechado y buen ejemplo de los hijos, viene á ser su escándalo.” (Claret, 1853; 83)
Reprocha, pues, el hecho de que las familias se formasen sobre la base del oro y el poder económico y no del amor, sin prever las consecuencias que más tarde acarrearía esa decisión, como el adulterio y el nacimiento de hijos, que serán criados, sin temor de Dios, sin amor al prójimo y haraganes. Es decir, asevera que en la formación de los hijos es imprescindible una familia funcional, con madre y padre, donde reine un ambiente de amor y tengan las condiciones creadas para una buena educación. Subraya que de la educación familiar depende que sean malos o buenos los hijos.
Al caracterizar a los malos hijos, el Arzobispo expone el comportamiento asumido por los jóvenes de las clases adineradas; estos hijos de familia acomodadas, eran, mayoritariamente, deshonestos, libertinos, insolentes, atrevidos, lujuriosos, que dilapidan el patrimonio de sus padres, acostumbrados a mirar a la mujer como “[…]un vaso de inmundicia que luego de socorrida su necesidad lo abominan: como un objeto de sus brutales pasiones y placeres lascivos que luego de satisfecho lo desprecian […]”(Claret, 1853; 84-85)
Pero si a la educación familiar le concede el Pronuncio importancia, no deja de lado el papel de la instrucción, y la responsabilidad de los padres en garantizar que a su prole le sean trasmitidos, por buenos maestros, los postulados de la religión y las virtudes que esta representan; para como representante de la Iglesia Católica reconoce la reconoce como principal exponente de la moralidad. Pero no descarta el estudio de las ciencias. El hecho de que un representante acérrimo de la iglesia aconseje el estudio de las ciencias, dice de del pensamiento adelantado de este hombre que reconoció:
para que la instrucción tenga todo la extensión posible, procuren los padres y madres de familia instruir no sólo a sus hijos sino también, según sus facultades, dar buenos maestros y maestras a sus hijos e hijas, que al paso que les vaya instruyendo en la virtud y la religión, los instruyan también en las ciencias y facultades a fin de que con el tiempo sean unos miembros útiles a la sociedad y aún a sus mismos padres. (Claret, 1853; 94)
Entre los proyectos sociales que resultaron beneficiosos está la puesta en práctica de la Librería Religiosa. 15 Con esta “grandiosa y provechosa inspiración divina” Claret se convierte en uno de los primeros promotores de la lectura en el territorio, en tanto trabaja en función de distribuir libros entre la población, no solo libros de religión, sino de agricultura, de literatura española, como las obras de Cervantes. Es este un proyecto no lucrativo que le permitió repartir más de 100 000 libros y recoger una cantidad parecida de “libros perversos”. Del valor de este proyecto escribió a D. Luciano Casavedilla, Obispo de Vic, Santiago de Cuba, 7 de abril de 1852:
Otros de los medios de que me he valido para hacer bien ha sido los libros buenos, ya regalándolos, ya cambiándolos con los malos, de modo que [a los cubanos] se les ha quitado el veneno de los manos y en su lugar se les ha puesto el pan sabroso y saludable, mayormente el Catecismo Explicado y el Camino Recto. Es inexplicable el entusiasmo con que se les procuran, la afición con que los leen y el provecho que de ellos sacan. (Bermejo, 1996; 166)
Por otro lado al enfrenarse a otro de los males sociales, el juego, impone el cumplimiento de la Real Pragmática de 6 de octubre de 1771, en la que se prohibían los juegos ilícitos y los lícitos en los días y horas laborales, y llamó a ejercitarse en los juegos gimnásticos. Sugiere que luego de la Santa Misa y cumplidas las obligaciones cristianas “[…] se procurará que se ocupen en algún juego honesto, verbi gratia, las brujas, truco, barra, billar en algúncubierto para librarse del sol, entendiendo que aún en este clima son preferibles los juegos que se ejercitan estando el cuerpo recto o andando en los que se hacen estando sentados […]” (Bermejo, 1996; 213)
Es interesante reconocer la posición ecologista que adopta al evaluar lo perjudicial de la tala del monte. Al Capitán de la Isla le expone que “[…] la tala de tantos árboles podrá causar alguna novedad en el país […] atendiendo al clima caluroso en que nos hallamos podrían ser fatales sus consecuencias, si no se procura precaver antemano, verbi gratia, dejando algunos bosques, plantando frutales y otros árboles de buenas maderas, etc.” (Bermejo,1996; 213-214)16 En esta misma dirección plantea crear un jardín botánico donde se planten árboles y plantas del país que sean susceptibles de alguna mejora y se mandarán a traer otras que podrán dar buenos resultados, y donde, además, se expongan animales y aves endémicas de la Isla o no; esta institución se convertiría en promotor del conocimiento e impartiría lecciones
Su labor episcopal dio como resultado al decir de él “grandes y copiosísimos frutos” en la Diócesis Oriental.. La iglesia revivió retomando su función social; muchas uniones y los hijos nacidos de ella se legitimaron, las confirmaciones fueron vastas, muchas “almas” comulgaron. Además de que sus proyectos sociales irradiaron hacia las comunidades más pobres, quienes recibieron la ayuda como rayo de luz ante la oscuridad que le garantizaba el sistema segregacionista.
Cumplió su misión hasta donde pudo y le permitieron 17, como verdadero misionero su labor evangelizadora estuvo concebida para estar al servicio del hombre, de la sociedad y de la Iglesia, contribuyendo a la construcción del reino de Dios y a la renovación de la vida cristiana; coherente con el compromiso que contrajo a su llegada a la Isla: “[…] sacrificarse por las ovejas que forman su rebaño. No perdonando medios ni fatigas para entender la fe, desterrar los vicios y arraigar las virtudes en el corazón de los cubanos.” (Bermejo,1996; 112)
La labor pastoral del Padre Antonio María Claret y Clará fue particularmente fecunda. Juan Pablo II en ocasión de las conmemoraciones por el 150 aniversario de la llegada del Santo a Cuba, en mensaje al Arzobispo de Santiago de Cuba sintetiza la vida y acción del Prelado santiaguero en la segunda mitad del siglo XIX:
La intensa vida de fe, la entrañable devoción mariana y el compromiso irrenunciable de santidad daban la fuerza al Padre Claret, impulsándole a una actividad apostólica inusitadamente prolífera y manteniéndole fiel a su misión aún en medio de las más arduas dificultades, que llegaron incluso a la persecución y a poner en peligro su propia vida. Son gestos propios de los santos y de los buenos. Pastores que nunca abandonan su grey, sino que dan la vida por ella. (Juan Pablo, 2001; 3)
Bibliografía:
Citas y notas
*Licenciada en Filosofía Marxista Leninista. MSc. Ciencias Sociales y Pensamiento Martiano y Dra. en Ciencias Filosóficas.. Profesora e Investigadora Titular