Alberto Valton Legrá*
Universidad de La Habana, Cuba
Correo: alberto.valton@ftur.uh.cu
Resumen
Regino E. Boti no es únicamente el autor de libros de poemas que lo alzan entre los grandes poetas cubanos de la primera mitad del siglo XX. Es un intelectual pleno y de raigambre nacional, que cultiva fértilmente parcelas de la crítica literaria, la historia, el periodismo, la pintura, la pedagogía. Aquí se revela la faceta muy poca conocida de su incursión en el campo de la filosofía, y las eclosiones filosóficas en su poesía.
Palabras claves: Boti- filosofía- poesía- Yoísmo- eclecticismo
“Philosophical Prism in the egregious poet Regino E. Boti.”
Abstract
Regino E. Boti is not only the author of poetry books that elevate him among the great Cuban poets of the first half of the 20th century. He is a full intellectual and of national roots, who cultivates fertile plots of literary criticism, history, journalism, painting, pedagogy. Here is revealed the very little known facet of his foray into the field of philosophy, and the philosophical breakthroughs in his poetry.
Key Words: Boti- philosophy- poetry- Yoísmo- eclecticismo
Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Alberto Valton Legrá (2019): “Prisma filosófico en el egregio poeta Regino E. Boti”, Revista Caribeña de Ciencias Sociales (septiembre 2019). En línea:
https://www.eumed.net/rev/caribe/2019/09/prisma-filosofico-boti.html
//hdl.handle.net/20.500.11763/caribe1909prisma-filosofico-boti
Ya en la introducción me atrevo a una afirmación categórica, so riesgo de una reprimenda inquisitorial: El gran poeta Regino E. Boti es también un filósofo; la poesía nutre su existencia, pero su alma rezuma savia filosófica. Y es que percepción razonada es certeza.
Antes mis ojos he tenido una inscripción de matrícula del año 1950 para la Universidad de La Habana en la carrera de Filosofía y Letras a nombre de Regino E. Boti Barreiros con 60 años de edad. Además se encuentra un diploma que testifica que él, cuatro años después, es graduado de Doctor en Filosofía y Letras.
Hojeando su epistolario, se descubren rastros que desde joven ya Boti era dado a las lecturas filosóficas. Amén de conceptuales razonamientos, a veces cita textualmente nombres de filósofos, lo que deja entrever que conocía algunos de sus textos. Por ejemplo, los de pensadores de la Antigua Grecia. En este sentido es llamativa una carta de noviembre del 1909, al amigo y poeta José Manuel Poveda, donde escribe: “Lo mejor es, a mi juicio, vivir la vida como se presente y hurtándole la mayor cantidad de placeres. ¿Epicurismo? ¡Mejor! Ni Platón ni Diógenes, con ser extremos, ni se tocan ni satisfacen ni resuelven nada. Dobranich dice que la felicidad es placer. Belgrano, otro pensador sudamericano, ha repetido lo mismo. ¿Y no ha sido siempre un ideal humano la felicidad?”.1 Y sobre todo, se presiente su familiarización con la filosofía de ecos tan existencialistas como la de Schopenhauer y Nietzsche. Al respeto me llamaba la atención el siguiente fragmento de una carta a Marinello: “También el ‘trabajo al martillo’ como diría Nietzsche, disuelve en nuestra emoción —no sólo a los capitalinos, sino que a los poblanos también— parte de nuestra íntima cosecha”. 2
“Yoísmo” también desborda las pupilas, dejando la sensación del filósofo enclaustrado en el poeta. Para la certidumbre de tal impresión casi nada hay que atizar el raciocinio, y qué otra cosa puede ocurrir, si se encuentra un prólogo de un libro de poemas que a través de sus cuartillas fluyen caudalosamente confesiones éticas, estéticas... y ¡filosóficas!, y el recalque con signos admirativos vale. “Yoísmo”, escrito en el lejano 1913, prólogo de Arabescos Mentales, contiene un capítulo íntegro que constituye una auténtica disertación sobre los conceptos Dios, Alma, conocimiento sensualista.
En el capítulo V de “Yoísmo”, Boti comienza escribiendo: “Por lo que toca a ideas filosóficas tengo que hacer también confesiones muy personales [...]” Y su acto confesor es diáfano y directo. De salida ya se puede percibir y hacer juicio de las preferencias filosóficas del poeta. Lo inicia con la revelación que “pocas veces me refiero a Dios en mis producciones; y cuando lo hago prefiero llamarle Gran Todo o Creador.” Y seguido aclara que si bien utiliza con frecuencia la palabra Alma, no lo hace “porque crea en la existencia de ella a tenor del canon del primer concilio de Nicea”. Empero señala cómo en la propia Biblia “no se habla del alma más que de una manera racional, como sinónimo de vida, de sangre, de savia”, y lo ilustra con varias citas bíblicas. Y concluye que “cuando la materia tiene conciencia de que vive es cuando nace en ella el concepto de la psiquis. Para mí, alma humana es perfectibilidad afectiva y mental, suprema manifestación de la materia que siente, piensa, quiere y recuerda, como el perfume es la suprema manifestación —intangible, alada— de la materia hecha flor. Los vocablos ánimas, alma, espíritu, son para mí concisiones literarias”. A continuación incursiona en la Teoría del Conocimiento; y analiza porque cree “que no hay más que un sentido: el del tacto”, y “que todo conocimiento, estuvo antes en los sentidos —conductores— que en el carrete multiplicador —cerebro—.” Al referirse a cómo se produce el proceso del conocimiento, afirma que “de la facultad que tuvo el hombre primitivo de tactar se deduce su fuerza cognoscitiva. Al simple tacto sucedió la aprehensión. De la aprehensión nacieron las más rudimentarias facultades noéticas […] Las ideas concretas generaron las abstractas y éstas la síntesis, elevándose así hasta la región de las facultades dianoéticas […] Por las manos, y más que por ellas por el pulgar, el hombre se elevó de bruto a pensador, de inconsciente a consciente, porque adquirió la noción de sí mismo y el conocimiento del Gran Todo.” 3 En el quinto capítulo de su “Yoísmo”, Boti declara abiertamente, sin padrenuestros y bendiciones previas, su afiliación a las doctrinas panteísta y sensualista. 4
Pero aún venía la sorpresa confirmativa de nuestra percepción del intelecto filosófico del poeta. Sorpréndanse, todo este intuir, aprehender y reflexionar, todo el análisis de la gran incidencia de los sentidos en el proceso del conocimiento, Boti lo hizo sin conocer la existencia de la teoría sensualista del conocimiento. Y no tiene a menos reconocer su pasada ignorancia. En el final del V capítulo de “Yoísmo” expresa: “Cuando, hará tres años, escribí estas páginas, me pareció que la interpretación sensualista del conocimiento era un invento mío. Me enteré luego de que Locke, y, especialmente, Condillac, me tomaron la delantera.” 5 Recordemos que John Locke confirmó la idea de Hobbes sobre el origen único de todas las ideas en la experiencia, pero desarrolló la tesis que, además de externas, había experiencias internas, y que junto a la sensación estaba la reflexión como fuente experimental empírica. Así las ideas de sensación surgían por la influencia sobre los sentidos de las cosas que se encuentran fuera de nosotros, tales eran por ejemplo las ideas adquiridas mediante el tacto, el olfato, la vista, el oído, el paladar. Y las ideas de reflexión surgían en nosotros cuando nuestra mente examina el estado interno, tales eran por ejemplo las ideas relativas a emociones, deseos, etc. De haber sobrevivido hasta nuestros días, y con las posibilidades que brinda la ciencia y la tecnología de este siglo XXI, se me ocurre imaginar a Etienne Bonnot de Condillac intentando esculpir estatuas animadas. A mediados del siglo XVIII él dijo muy en serio que si nos representamos una estatua e imaginamos que se le va dotando consecutivamente de distintos tipos de sensaciones —olfato, audición, gusto, vista y tacto—, junto con ellas se le proveerá de todas las funciones intelectuales y de la capacidad de las impresiones más diversas. A diferencia de Locke, el filósofo francés planteó que las ideas de reflexión no tenían que rastrearla la mente por los vericuetos internos, sino que le llegaban de afuera, entrando por las manos, la nariz, los ojos, los oídos, la lengua. O sea, que para él en la base de los actos de atención, de voluntad, y los juicios, estaban las sensaciones. Condillac, que escribió todo un Tratado de las sensaciones, se representó la intelectualización de las sensaciones mismas, y soñó con las estatuas animadas.
Mi intuición, sin recelos ni sutilezas, admitió la sinceridad de esta confidencia de Boti, tal y otras de “Yoísmo”. Es que, de punta a cabo, “Yoísmo” deja la sensación de ser el rebrote del yo interior del poeta guantaidro; y lo que sale del adentro profundo fluye como un manantial, no es aún un río contaminado con las suspicacias de la razón humana. Me queda la curiosidad por qué Boti no menciona a Hobbes, ¿acaso a la sazón aún no conocía sus textos, o fue simple omisión? Hobbes, junto a Locke y Condillac, pero antes que ellos, estuvo entre los filósofos más representativos de la teoría sensualista del conocimiento. Thomas Hobbes, no obstante los buenos modales de los ingleses, enfrentó radicalmente las tesis cartesianas de las ideas innatas, a las que calificó de inconsistentes. Y patentó el término “idea”, que en la literatura filosófica inglesa significa no sólo “idea” en el sentido de concepto abstracto, sino también en el de representación concreta que se basa en la sensación. Presumo que Hobbes —además de los conocimientos que obtuvo trabajando como secretario de Francis Bacon, “nuevo noble”, canciller de la “nueva Inglaterra burguesa”, pero sobre todo el primer filósofo que habló de las ciencias experimentales— pareció dotado de un excepcional sexto sentido que le permitió palpar en sí mismo durante un sueño placentero sobre un cómodo camón en una fría pero tranquila noche londinense que cuando una persona duerme profundamente y no sueña, no piensa. O sea, en ese momento no se tienen ideas, ni siquiera está la idea de la existencia de Dios, la idea innata que más realidad posee entre otras innatas según el razonamiento de Descartes. Y que tampoco podía ser el punto de partida del conocimiento el cogito ergo sum: (pienso, luego existo) del racionalismo cartesiano, y que el origen auténtico de las ideas estaba en los sentidos externos, que no podía haber ninguna idea innata: lo que es innato debe hallarse siempre presente.
En “Yoísmo” debían bastar las revelaciones de lo que comenzó siendo una carta particular y terminó como un extenso prólogo con perfil ensayista para su primer gran texto renovador. Empero, la Razón es reacia al convencimiento expedito por los sentidos. Después de escudriñar en las cartas y ensayos, faltaba meter las narices en lo otro que un poeta vuelca intimidades: en su propia poesía. No hacía falta espolear demasiado los sentidos para percibir algo que el mismo Boti no oculta. En el adentro del poeta burbujeaban ansias de filósofo; y tales que no puede contener su discurrimiento en los propios devaneos líricos.
En Arabescos Mentales no es necesario escarbar, están a flor de tierra las gemas expresivas al máximo del espíritu filosófico que desanda el adentro del emprendedor poeta guantaidro. “Este panteísmo de Boti ha alcanzado su expresión suprema en los ‘Ritmos’, pero transpira en toda su obra, como lo más caro y fuerte de su espíritu”, nos dice José Manuel Poveda, también poeta y coetáneo de Boti, en su ensayo “Regino E. Boti y la lírica actual”. 6Muchos son los repiques filosóficos que tañen los poemas de Arabescos Mentales. El ego filosofal posee tanto al poeta, que no repara en el hecho de que los ecos filosóficos de su poesía podían ser percibidos por los feligreses de su parroquia poética, no como toques de una campanilla marcadora, sino de una campana recalcante. Poetas y ensayistas como Roberto Fernández Retamar, Cintio Vitier y otros, aunque aceptan el gran eco renovador de Arabescos Mentales, a la vez le endilgan el pecado (amén del erotismo) de la efusión filosófica. Por ejemplo, Retamar bien explícito dice: “En cuanto arabescos el libro es un ejemplo valioso de caligrafía incisiva y rebuscada; pero esos arabescos son mentales, y a ratos se pierde en oleadas (filosofadoras, como en los “Ritmos panteísta” o eróticas como en el “Himnario erótico”) que descomponen lo que con tanto cuidado la mano ha estado trabajando en busca de perfecciones”.7
En La Torre del Silencio enseguida se advierte que el torrero es incansable, hedonista de todo el enfrente paisaje, sin embargo, no puede evitar la conjugación de su sensorio lírico con la veta filosófica de su espíritu.
¿Qué es lo primero que se encuentra en La Torre...?
Soy un hombre natural;
sigo a la Naturaleza
que en un mismo punto empieza
lo que es Bien y lo que es Mal. 8
El poema titulado “Autorretrato” parece un casi “Yoísmo”,pero con la extensión y la sintaxis consustancial de la poesía. En este primer poema, y desde su primera estrofa, restalla el concentrado y directo apego al panteísmo, amén de esplendores éticos y estéticos. Mas no es el único, es bien restallante el contenido panteísta en muchos otros poemas, aun desde los mismos títulos, sumamente alusivos. Por ejemplo: “Natural”, “La Causa Primera”, “Sidérea”, “Pentagrama”, “El Soplo”, “Si mi alma fuera brazo”, “Vesper”, “Nocturnal”, “La Tarde”. Seguramente algunos consideraran que hay otros poemas que bien pudieran incorporarse, empero esta selección nos salió de un “impulso” y no quisimos someterlo a la horma de la Razón (igual ocurrió más adelante en la selección de poemas con halos del existencialismo de su espíritu). Al postergado libro9 le salta en buena extensión el panteísmo sensualista. Ciertamente La Torre del Silencio exige de un observador de ojos de águila más meticulosos. Es que después de Arabescos Mentales, se aprecia que el poeta de la calle Varona comienza una transición hacía una poesía más líricamente concisa. Y a sus poemas con trazos filosóficos intenta, —a veces lo logra—, impregnarlos de esta nueva inclinación estilística.
El Mar y la Montaña es el lírico del placer omnipotente de los sentidos, ya se siente uno en una montaña rebosada de palmas aceitunadas y en un mar que al conjuro de la luna se argenta. De todos modos, el poeta no cercenó el alma de filósofo. Lo que ha hecho es fusionarla en el alma poética con la magia del jigüe. En la glauca elevación y las plateadas aguas salinas al fin sedimentan primaveralmente las ascuas filosóficas. Ya son poemas de altos vuelos líricos aunque sean alas panteístas.
Cuando llegan a Boti los zumbidos incipientes del vanguardismo, sentimos que a su alma poética, siempre afanosa, la atiza la filosófica, tentándolo a desandar los caminos de la nueva corriente estética. Así emerge, primeramente, Kodac-Ensueño, pequeño libro, de poemas breves en prosa, con retorsiones líricas, y a la vez intenciones de síntesis conceptual. En la generalidad son poemas entregados a una sola imagen. Y unos que otros rezuman sabores del pasado modernista. Quedan a la zaga palmariamente, sin embargo, de la comunión suprema de objetividad e imaginación de El Mar y la Montaña.
Después mana Kindergarten, también libro pequeño conformado con miniaturas de inclinación vanguardista. Pero es la ironización de un vanguardismo necio. El poeta de El Mar y la Montaña ha montado una fachada farandulera de versos desencajados y de la imagen arrojada para fines burlescos, es “un poco de fisga, de buen humor y ganas de pasar el rato haciendo chunga de esto, de aquello y de lo de más allá”, 10 según el propio decir de Boti.
A modo de conclusión es indudable la enunciación de que Boti en filosofía es ecléctico, y no lo digo yo, aunque bien he podido constatarlo; lo dijo el propio intelectual guantaidro. En “Yoísmo”reconoce: “[...] el estudio y los años han llegado a crearme un cuerpo de doctrina filosófica tan raro como personal.”11 En el bosquejo hecho han sido visibles algunas ramas de su enmarañado árbol filosófico. Postulados doctrinales de los Hobbes, Condillac, Locke, Descartes, Schopenhauer, Nietzsche, se injertan en el profuso follaje panteísta. También es indiscutible que la filosofía, además de marcar la visión de su existencia, impregna momentos significativos de su creación poética.
Bibliografía.
Chaple, S. (1977): Epistolario Boti-Poveda. Editorial Arte y Literatura. La Habana.
Ulloa, R. (1985): Epistolario Boti-Marinello. Boti-Guillén. Editorial Oriente. Santiago de Cuba.
Álvarez, I. (1977): Regino E. Boti. Poesía. Editorial Arte y Literatura. La Habana.
Sainz, E. (1987): Trayectoria poética y crítica de Regino E. Boti. Editorial Academia. La Habana.