Vivian Cherdys Noblet Valverde*
Yenisey López Cruz**
Universidad de Oriente, Cuba
Correo: cherdys@uo.edu.cu
Resumen
Para entender y comprender el proceso de formación de la identidad cultural proceso de transculturación. Por eso la necesidad de repensar en la identidad de nuestros pueblos es un imperativo insoslayable y que cubana se debe partir desde el contexto en que se desarrollan sus relaciones materiales y espirituales de vida a través de toda la historia de ese hombre entendido como ser social artífice de su producción. El proceso de desarrollo de la identidad cultural cubana se ha convertido en influencia interna de la cultura del país hacia el extranjero, lo que previamente fue influjo desde el exterior, pero ahora transformada. Esas interrelaciones permanentes dan por resultado un exige volver a las raíces, manera de comprender cómo el abordar la problemática pasa necesariamente por el análisis de lo universal y lo particular en su unidad dialéctica contradictoria.
Palabras claves: Entender- comprender- proceso- identidad- ser social.
Summary
In order to understand and understand the process of formation of the Cuban cultural identity, we must start from the context in which its material and spiritual relations of life are developed throughout the history of that man understood as a social creator of his production. The process of developing Cuban cultural identity has become an internal influence of the country's culture abroad, which was previously influenced from the outside, but now transformed. These permanent interrelationships result in a process of transculturation. That is why the need to rethink the identity of our peoples is an unavoidable imperative that demands a return to the roots, a way to understand how to approach the problem necessarily involves the analysis of the universal and the particular in its contradictory dialectical unity.
Keywords: Understand- comprehend- process- identity- social being.
Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Vivian Cherdys Noblet Valverde y Yenisey López Cruz (2019): “Identidad cultural clave de la reflexión latinoamericana: Cuba”, Revista Caribeña de Ciencias Sociales (septiembre 2019). En línea:
https://www.eumed.net/rev/caribe/2019/09/identidad-cultural-cuba.html
//hdl.handle.net/20.500.11763/caribe1909identidad-cultural-cuba
El estudio teórico del fenómeno de la identidad cultural revela la amplitud cosmovisiva de su esencia y lo profundamente polémico que resulta su contenido. Estas cuestiones son evidentes a partir de la diversidad de posturas intelectuales y presupuestos que asumen y defienden los estudiosos del tema. Las tendencias transitan desde el sobre dimensionamiento de determinados componentes del proceso, pasando por la definición y conceptualización de la rica variedad de sus esenciales, hasta imposturas que se orientan hacia el nihilismo existencial del fenómeno, conducente a considerar innecesarias las definiciones y formulaciones teóricas en torno a este concepto.
La identidad cultural se ha convertido en tema teórico, de obligatoria referencia para las ciencias sociales; al abordar los problemas que enfrenta la humanidad en la actualidad, porque de ella depende la existencia de los pueblos y de las diferentes formas de comunidades humanas como entidades independientes. Para abordar esta problemática es necesario tener en cuenta las diversas fuentes que se refieren a la cultura como fenómeno social complejo, producto del desarrollo de la sociedad, sin que éste se convierta en el centro de esta reflexión.
Es esencial para la comprensión de la cultura partir de la relación sujeto-objeto como proceso dialéctico de interacción en el cual la cultura material se presenta en unidad con la espiritual. Esta última tiene por ingrediente sustancial la primera. Su estudio científico no puede realizarse fuera del contexto del modo de producción de bienes materiales en el que se desarrollan, del cual expresan sus esenciales, ligado a intereses socio clasistas. Cultura es un sistema vivo que incluye un sujeto socialmente definido que, actuando de determinada manera en una situación histórica y geográfica específica, produce objetos materiales y espirituales que lo distinguen. La cultura en este sentido amplio surge (se forma) conjuntamente con el sujeto actuante e incluye su actividad y los productos de ésta, pone énfasis en la mismidad del sujeto.
La identidad orienta al hombre a través de la historia. De donde se deriva la importancia que para mantener su hegemonía le conceden las potencias imperialistas al control psicológico de los pueblos de los países dependientes, es decir, no basta con la colonización físico-material, se requiere dominar mentalmente, que los dominados tomen conciencia de su dependencia, de los derechos de los dominadores sobre ellos para destruirlos como sujetos históricos anulando cualquier proyecto de desarrollo independiente y destruir su resistencia a la dominación.
El hombre que vive y se desarrolla dentro de una cultura determinada, busca incesantemente su identidad que se ha ido convirtiendo en un problema cardinal debido, en gran medida, al vertiginoso desarrollo científico y tecnológico, que implica cambios radicales en la forma de ser y de pensar. El individuo pone en duda su concepción del mundo y de sí mismo, las cuales resultan anticuadas en un breve lapso de tiempo. Esto provoca confusión y duda a la persona que, al no tener su identidad bien definida, puede caer en un vacío existencial, adoptar posiciones pesimistas y perder su sentido de la vida.
Posibilidades que brinda el carácter asuntivo de la identidad. El carácter asuntivo de la identidad posibilita estudiarla en sus distintas dimensiones como el conjunto de rasgos significativos que comparten las personas de un mismo pueblo, con una misma historia, un mismo territorio y que, unos y otros, se sienten identificados por ese conjunto de rasgos. Lo cierto es que la identidad expresa cómo son los pueblos y cómo creen que son. Es comunidad e igualdad sobre la base de la síntesis de la diversidad del proceso. Es tanto el ser como la conciencia de ese ser, la unidad de lo objetivo y lo subjetivo. Los elementos subjetivos son más dinámicos, pero no existen fuera de los contextos históricos determinados y relaciones objetivas que lo determinan. No se puede hablar de identidad sin aprehensión consciente de la memoria histórica, sin sentido de pertenencia, sin voluntad, sin sentimiento, sin responsabilidad, sin autor reconocimiento.
En esta relación individuo-comunidad es fundamental para lograr la afirmación de una identidad, en la cual constituyen factores primordiales los elementos geográficos, históricos étnicos, lingüísticos e ideológicos. Y es que la identidad cultural no puede verse como un concepto abstracto, sin una correspondencia clara con la realidad social, sino que se deben buscar sus expresiones en la vida cotidiana, en las imágenes y representaciones sociales de un proyecto que se aspira a alcanzar o crear a partir de la sociedad existente; en las tradiciones que se heredan y que se transmiten a las nuevas generaciones.
Características e ideas comunes pueden ser claras señales de una identidad cultural compartida, pero esencialmente se determina por diferencia: sentimos pertenecer a un grupo, y un grupo se define a sí mismo como tal, al notar y acentuar las diferencias con otros grupos y culturas. Cualquier cultura se define a sí misma en relación, o más precisamente en oposición a otras culturas. La gente que cree pertenecer a la misma cultura, tienen esta idea porque se basan parcialmente en un conjunto de normas comunes, pero la apreciación de tales códigos comunes es posible solamente mediante la confrontación con su ausencia, es decir, con otras culturas. En breve: si piensas que eres parte de la única cultura existente, entonces no te ves como parte de una cultura.
Sin embargo, la concepción de identidad significa para algunos timidez y desconocimiento de sus raíces. De esta manera la dinámica de la auto-definición cultural implica un continuo contacto entre culturas. Más aún, esas relaciones nunca son de igualdad, dado que nunca se manifiestan de manera aislada: la complicada red de relaciones creada por la superposición de relaciones políticas, económicas, científicas y culturales, convierte cualquier relación entre dos culturas en una relación desigual. El carácter desigual de las relaciones interculturales, es decir, el hecho de que la construcción de la identidad está ligada a relaciones de poder desiguales, implica que la construcción de la identidad pueda considerarse ideológica: al establecer su identidad, una práctica cultural construye, reproduce o subvierte los intereses sociales y las relaciones de poder.
El hecho mismo de que dentro de una cultura o práctica cultural exista la conciencia de una identidad común, implica que también hay un impulso hacia la preservación de esta identidad, hacia la auto-preservación de la cultura. Si la identidad es construida en oposición a los extraños, las intrusiones de otras culturas implican la pérdida de autonomía y por lo tanto la pérdida de identidad. Las convenciones compartidas en las que se basa una identidad son frecuentemente implícitas. Para que el funcionamiento interno de una cultura sea posible, ciertas reglas básicas y significados que subrayan su producción son generalmente dadas por hecho por los participantes.
Una vez dejado establecidos estos aspectos podemos señalar que acerca de la Identidad Cultural mucho se escribe, y debate, por el valor que posee en la contemporaneidad, donde el proceso de Globalización reafirma cada vez más su pérdida, la imposición de modos de cultura internacionalizados e internalizados por los medios masivos de comunicación, de la educación, de todos los mecanismos políticos e ideológicos que garantizan el estado de cosas existentes, en relación a los intereses económicos de los países desarrollados, que imponen, venden y extrapolan aquellas maneras de hacer y pensar en correspondencia a su modus vivendi, por eso la necesidad de repensar en la identidad de nuestros pueblos es un imperativo insoslayable y que exige volver a las raíces, manera de comprender cómo el abordar la problemática pasa necesariamente por el análisis de lo universal y lo particular en su unidad dialéctica contradictoria, de la relación en oposición de lo endógeno y exógeno, de lo autónomo en su relación con lo foráneo, en su síntesis. Eso condiciona la reflexión acerca de la Identidad Culturalen general y en particular en la América Latina, y dejar esclarecido qué es lo que se refleja con dicho concepto, qué rasgos engloba y qué elementos rechaza, y cuáles son los factores metodológicos que permiten definirlo.
El volver a nuestras raíces, no significa detenerse sólo en el concepto de Identidad Cultural para determinar los rasgos que permiten interpretar aquel sector de la actividad del hombre que se recoge o el establecimiento de los factores de la producción material y espiritual que se fijan en el término, sino hurgar en la profunda necesidad del rescate, defensa y desarrollo de la identidad de los pueblos latinoamericanos a partir de la interpretación de que el concepto presupone al decir de Rigoberto Pupo, en “Aprehensión martiana de Juan Marinello”, una relación de síntesis donde “sustanciando lo propio, lo endógeno, con vocación de universalidad, reclama su existencia independiente, como prerrequisito para insertarse en la modernidad sin ser eco y sombra de culturas exógenas.”1
En Latinoamérica
El problema de la identidad cultural constituye un punto clave de la reflexión latinoamericana en torno a su propio ser. La identidad se erige en una especie de categoría transcendental de la mentalidad latinoamericana, deviene un concepto ontológico; por otra parte, se busca en la propia realidad fenoménica del mundo circundante. El dramatismo de la situación consiste en que dicho problema no tiene resolución: la realidad latinoamericana no se ajusta a ninguno de los modelos taxonómicos.
La identidad cultural latinoamericana se caracteriza por el desgarramiento interno y la ambivalencia externa. La identidad cultural es hoy un “devenir”, un proceso en vía de desarrollo, una gestación vital y dolorosa. O, más bien, es la propia categoría de la “identidad”, fundamental en la mentalidad europea, pero irrelevante en la realidad del mundo latinoamericano. Éste, formado de proliferaciones y divergencias, apela más bien a la noción de “mismidad, en lugar de identidad.
El mundo de América Latina es un conjunto pluridimensional de tipos y factores étnicos, culturales, de civilización y formaciones distintas, integrados en un organismo tan complejo y lo que es más importante tan plurivalente que su intelección e interpretación resultan imposibles desde cualquier sistema conceptual que no sea el propio. Una vez proyectado sobre el mundo latinoamericano, todo sistema extrínseco pierde su valor interpretativo, porque se trata de una civilización tan original que invalida todo paradigma ontológico antes habido. Se da el caso de que una vez extrapolados sobre el área latinoamericana, los valores fundamentales y conceptos extraculturales ya sean resultado de la expansión colonial o bien asimilación voluntaria han pasado y siguen pasando por semejante recodificación semántica y funcional que prácticamente todas las categorías humanas consideradas como universales adquieren en este otro contexto unos significados que son también otros, nuevos, distintos.
En el Caribe podemos percibir un proceso de mestizaje racial y cultural, donde se fueron hibridando razas, costumbres, lenguas, tradiciones, creencias religiosas, como un todo mixto que, en su evolución paulatina, han ido adquiriendo matices, de acuerdo con las características de cada nacionalidad y los factores socioeconómicos, étnicos e históricos que incidieron en ello.
La identidad cultural, sintetiza los componentes de la evolución de los pueblos caribeños (condiciones históricas, factores étnicos, psicológicos, lingüísticos, ideológicos, nacionales), que se concretizan y hacen suyos en las especificidades locales como exponentes de originalidad y autenticidad. El Caribe posee una identidad supranacional, como formas compartidas entre sociedades con vínculos, afinidades o similitudes geográficas, étnicas, históricas y culturales; aunque existan diversidades de otra índole, las relaciones interculturales logran comunicación e integración.
Cuba como país latinoamericano y caribeño, con una cultura y sociedad mestiza, es una muestra de la complejidad de la transculturación; en medio de su acontecer contemporáneo afirma su identidad nacional y cultural. Es menester para este análisis, partir de la consideración de los factores geográficos, étnicos, históricos, psicológicos, lingüísticos, ideológicos, nacionales, que influyeron de manera decisiva en la conformación de la identidad cultural. Los procesos que se van operando en la formación de la nacionalidad cubana contribuyeron a moldear la identidad cultural. La cultura cubana ha representado un complejo proceso de desarrollo histórico, a partir de variadas raíces y de contrastes por la consolidación de la nacionalidad.
La personalidad del cubano es el derivado de una gama de rasgos culturales, devenido de estilos propios, en las formas rudimentarias que sobrevivieron de los aborígenes, entrelazados con los elementos traídos por los españoles durante la colonización, a través de cantos, música, bailes, fiestas, costumbres, lenguaje, también asimilados de los esclavos africanos importados que se perfilaron en un proceso objetivo dado por circunstancias históricas, en ese criollo que en su madurez y definición resultó cubano como producto de la combinación de etnias y matices culturales muy singulares, de la convivencia entre aborígenes, blancos y negros.
Los africanos traídos masivamente como esclavos de diversas regiones y comunidades étnicas a este continente, (mandingas, carabalíes, lucumies, yorubas, bantúes, etcétera, los cuales a su vez practicaban varias lenguas, creencias religiosas, usos y costumbres culinarias, curandería...); portaron otra cultura, su mundo reconstruido idealmente a través de imágenes y representaciones de sus zonas de origen, rechazaron las condiciones impuestas en la isla. Luego se fueron adaptando paulatiidnte, imposibilitados de regresar o de cambiar la realidad, por lo que el africano fue buscando su identidad en un territorio que iba compartiendo con otros individuos, en que convergieron sentimientos, modos de ser y de pensar que hacían un personaje definido que no era ni español ni africano, ni aborigen.
En relación con la población nativa de la isla cuando fue colonizada, ésta no era una civilización desarrollada, con una cultura sólida, sino incipiente (a diferencia de otras civilizaciones de América); además fue sometida a condiciones de explotación por lo cual se fue extinguiendo, de estas perduraron algunos rasgos en el lenguaje, la artesanía, el uso y cocimiento de algunas comidas, plantas medicinales, ritos, magias, creencias, entre otros.
Se mostró el criollismo, en aquel ser nacido en la isla que fue moldeando sentimientos afines al territorio en que vivía, su naturaleza, sociedad, economía, situación histórica, como todo un proceso desde los orígenes hasta finales del siglo XVIII y durante el XIX en que podemos definir una conciencia de identidad; en este aspecto contribuyeron las ideas de algunos pensadores cubanos acerca de la nacionalidad, en los momentos que despiertan las posturas asumidas por las corrientes del reformismo, el abolicionismo, el anexionismo y el independentismo.
El proceso de formación de la nacionalidad cubana, representa el transcurso de momentos importantes en la evolución histórica de los pobladores de esta tierra, que se fueron integrando en sus diversos elementos heterogéneos, hasta lograrse el reconocimiento, la concepción de sí mismos como colectividad, una identidad que fue evolucionando y consolidándose y que, por ser dinámica, varía con el tiempo, y las transformaciones sociales hacen que madure y enriquezca.
La identidad cultural fue el soporte de la formación de la nacionalidad, una vez lograda esta, se diluyó en un mismo proceso que representó la identidad nacional cubana, fuente de reafirmación de la nacionalidad y la cultura en su desarrollo. En los años en que se establece la República Neocolonial, se aprecia en la cultura el sentido nacionalista, el rechazo a lo foráneo, donde las expresiones culturales y el quehacer intelectual reflejan la vida diaria y su vínculo con la política.
A pesar de la situación social, económica y política, consideramos que la identidad cultural reveló en sus creaciones el sentimiento popular, la cubanía y el patriotismo; a través de valores originales que supieron aportar con sus obras a la cultura nacional. Cada etapa histórica ha contribuido a definir y afirmar la identidad, conformada como resultado de la evolución histórica del ser cubano; vale destacar como afirmara Abel Prieto: “La formación de una cultura propiamente cubana fue un arduo proceso, largo, difícil, de zigzagueos, retrocesos y búsquedas, que acompañó en sus avatares al de creación de la identidad nacional; en ocasiones lo precedió; en otras fue arrastrado por él.” 2
A partir del triunfo de la Revolución comienza un nuevo período en el desarrollo de la cultura nacional, en que se reflejan las nuevas condiciones y las transformaciones cualitativas en todas las esferas. Las transformaciones proclaman la incorporación plena de las masas a la educación, con la campaña de alfabetización y la renovación de la enseñanza popular, la edición de varios libros de la cultura universal, proporcionan la formación de intelectuales y científicos, estimula las creaciones artísticas, se fundan organizaciones e instituciones para crear y difundir la cultura cubana (Ministerio de Cultura, ICRT, UNEAC, UPEC, EGREM, Casa de Las Américas, Editoriales y otras entidades Regionales y Provinciales) .
Los cubanos han tenido la capacidad de integrar elementos de todas partes e imponer su punto, su toque distintivo, darles forma en nuestras realidades, según condiciones materiales, circunstancias históricas y la sucesión de generaciones. Hay que tener en cuenta el significado del factor subjetivo, que es un baluarte en la identidad cultural cubana, revelado en un fuerte compromiso con la nación, cuyo grado de asimilación evidencia una gran autoestima social que estimula y promueve la participación en la cultura en aras de defender la nación, por medio de su acción como pueblo, con sentido de hacer y consolidando su cultura política.
Los cubanos le otorgan significado a su identidad en las prácticas sociales, formas de vida, aspectos en que comparten costumbres, relaciones familiares, sociales, ideología y en sus respuestas culturales que le dan vida; por eso puede afirmarse que “la identidad del cubano es fuerte y claramente delineada, apoyada en representaciones y afectos muy consolidados, y acompañada de orgullo y compromiso con lo nacional”. 3
En la actualidad el proceso de identidad, se desenvuelve en medio de una difícil coyuntura histórica, que de una u otra manera incide en la vida del cubano y en la representación que éste asume de la realidad, ante lo cual se impone la defensa de la cubanía, vale recordar las palabras de Fernando Ortiz: “La cubanidad plena, sentida, consciente y deseada; cubanidad responsable, cubanidad con las tres virtudes dichas teologales, de fe, esperanza y amor.” 4
La identidad representa algo más que la reflexión de ¿qué somos? ¿Qué valores o rasgos nos caracterizan? ... Sino el compromiso y responsabilidad de resguardar lo nuestro, defender la cubanía desde el escenario más cercano: nuestra localidad. Analizar la identidad nacional o local, no son formas separadas, ni ajenas en su comportamiento; al contrario, lo nacional adquiere fuerza y riqueza a través de las cualidades regionales.
Bibliografía
- Díaz Suarez, Rosalía “Meditaciones para el debate de nuestra identidad nacional. Artículo Científico.
- J. Lafaye (1986)” ¿Identidad literaria o alteridad cultural?”, en Identidad cultural de Iberoamérica en su literatura, Madrid.
- Picotti, C (1991) “El descubrimiento de América y la otredad de las culturas 1492- 1992. A los del choque 500 años de dos mundos. Balance y Prospectiva, Buenos Aires.
- Zúñiga Portuondo, Olga (1994) “Criollidad y Patria Local en la Nacionalidad Cubana”. Editorial de Cuba, Oriente, Santiago Cuba.