Elieser Lastres Rodríguez*
Universidad de Granma, Sede Blas Roca Calderío, Cuba.
Correo: elastresr@udg.co.cu
RESUMEN
La ética martiana, su concepción, convierte el quehacer humano, en una empresa ético-moral, el modo de concebir el devenir humano esencial, adquiere determinaciones concretas, su visión de la cultura, ideas políticas, su racionalidad humana. La intención de este artículo es reflexionar en torno a la importancia de la ética profesional desde una perspectiva martiana y humanista para contribuir a la formación de las nuevas generaciones y lograr incorporarlas a la vanguardia de la Revolución. En la elaboración del artículo se aplicaron métodos propios de la investigación científica, entre los cuales se encuentran la crítica de fuentes, el hermenéutico y el comparativo, permitiendo reflexionar hacia los intereses de la sede “Blas Roca Calderío” de la Universidad de Granma.
Palabras claves: ética-cultura-política-humanismo.
Abstract
The Martian ethic, its conception, converts the human task, into an ethical-moral enterprise, the way of conceiving the essential human becoming, acquires concrete determinations, its vision of culture, political ideas, its human rationality. The intention of this article is to reflect on the importance of professional ethics from a Martian and humanist perspective to contribute to the formation of new generations and to incorporate them into the vanguard of the Revolution. In the elaboration of the article, specific methods of scientific research were applied, among which are the criticism of sources, the hermeneutic and the comparative, allowing reflecting on the interests of the "Blas Roca Calderío" headquarters of the University of Granma.
Keywords: ethics-political-culture-humanism.
Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Elieser Lastres Rodríguez(2019): “La ética de José Martí en el ensayo nuestra américa”, Revista Caribeña de Ciencias Sociales (junio 2019). En línea:
https://www.eumed.net/rev/caribe/2019/06/etica-jose-marti.html
//hdl.handle.net/20.500.11763/caribe1906etica-jose-marti
INTRODUCCIÓN
La ética martiana es la herencia cultural universal, penetra la política en toda su dimensión, de modo inverso sus convicciones ideopolíticas imprimen grados de concreción a sus concepciones éticas. La ética del deber en Martí no constituye un imperativo categórico, a priori, al cual la conducta humana tiene que adecuarse. Existe una realidad empíricamente registrable: la necesidad de la independencia de Cuba, y en Martí se refleja como agonía y deber. No existe una ética del deber en abstracto, sino deviene como deber insoslayable asumir la causa con amor, sentimiento y razón. Es una ética que no sólo norma, evoca, prefigura, sino que convoca y exterioriza amor, voluntad, valor, como deberes sagrados de la patria.
Para un hombre de su estirpe, con un pensamiento alumbrado por una rica espiritualidad que ha hecho de la acción desinteresada una perenne misión, lo ético y lo político fluyen en unidad hasta consagrar un oficio de voluntad de servicio. Sencillamente […] La historia de América, de los incas acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es más necesaria. Los políticos nacionales han de reemplazar a los políticos exóticos. Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas". (Martí, 1975: 18)
La revelación del ser de Nuestra América, y su latinoamericanismo se concretan realmente con el antimperialismo martiano. La presencia del imperialismo norteamericano deviene antítesis de la eficaz realización del hombre natural y de la América Nuestra. Es necesario unir fuerzas y lograr el equilibrio para lograr nuestra propia existencia independiente como pueblos. El ensayo Nuestra América, constituye una síntesis concreta, de la revelación de nuestro ser esencial y sus formas aprehensivas sentimientos y conciencia histórica. Es un manifiesto-programa del ser existencial de nuestra América incluyendo sus perspectivas de desarrollo. Es un programa científico de lucha, cuyo paradigma prefigurante se mueve ante dos alternativas: ser o no ser. Pero afirmando el primero (ser) con optimismo se despliega un discurso con gran hondura, vuelo teórico y previsión fundado en premisas reales. Es un compendio creador de la identidad nacional de nuestros pueblos y las formas y medios para preservarla y enriquecerla. Es la autoconciencia de nuestra América mestiza, con sus culturas nacionales, henchida de vocación de universalidad, que preludia como ideal la América nueva.
Este humanismo se proyecta así porque Martí cree en el hombre y en los pueblos, premisa sin la cual resulta estéril cualquier teoría social, o proyecto emancipador. Es la bondad afirmada en la dignidad y la justicia. Ya ética y política marchan unidas, ideología, ciencia y humanismo sirven de pivote a su teoría social. Bien, verdad y belleza pensados culturalmente no resultan arquetipos de la realidad, sino expresiones reales y contradictorias del ser esencial en que se funda la identidad.
DESARROLLO
En la obra de Martí encontramos un rico ideario ético-político, consustancial a un humanismo pedagógico que da primacía a los valores. No es posible olvidar que estamos en presencia de un hombre fundador, cuyo pensamiento y praxis los puso en función de la formación humana del hombre de nuestra América. La proyección revolucionaria de Martí, y su inmanente ética del devenir, dignifica al hombre, como sujeto que piensa, razona y siente. En su intelección, revelar la propia naturaleza humana es premisa para cultivar la independencia personal y fomentar valores que califiquen lo humano. Bondad, decoro y orgullo de ser en tanto tal, exige conocimiento ciencia y práctica, pero no se reduce a ello, pues sin cultura de los sentimientos, tal y como enseñaron Varela, Luz y Mendive, no es posible realizar proyecto humano alguno.
De ahí la necesidad de la ternura que hace tanta falta y tanto bien a los hombres, pues sin sentimiento y almas sensibles no habrá conciencia histórica ni amor patriótico, ni sujeto que impulse el destino de la nación por cauces dignificadores.
Martí es fundador y paradigmático. Vio donde mentes preclaras no vieron. Previó y proyectó soluciones reales hasta donde le fue posible. Fue hombre de su tiempo y por ello de todos los tiempos. La revelación de nuestra América trasuntada en autoconciencia de su cultura, en Martí deviene cultura de resistencia catalizadora de amor, lucha, energía creadora y dignificación humana. La búsqueda incesante del "hombre natural, del alma viva", del espíritu del pueblo, de la revolución necesaria, da sentido a su existencia y a su bregar creador. Y en esa dirección el problema de la subjetividad humana y sus atributos cualificadores, incluyendo los valores, devienen determinaciones concretas de su pensamiento filosófico social humanista.
En su pensamiento- y esto por supuesto le impregna contemporaneidad y vigencia social- abundan las utopías, como proyectos viables a realizar por los hombres. Para ello asume el hombre como sujeto. Penetra en su subjetividad, entendida no como una estructura aislada del mundo y la sociedad y regida por procesos introspectivos, sino como entidad social que compendia y sintetiza la humanidad del hombre en sus dimensiones gnoseológico-cognoscitiva, axiológico-valorativa, práctica y comunicativa. Todo en un proceso único que vincula en unidad indisoluble sensibilidad y razón. Conocimiento, valor y práctica en el discurso de Martí, tematizan una unidad de tal coherencia y organicidad que las partes se superan en la totalidad para emerger como identidad en la diferencia. Por eso es fácilmente comprensible revelar la racionalidad sin necesidad de buscar idealismo u otro istmo de su tesis, según la cual [...] no hay proa que taje una nube de ideas. Una idea enérgica, flameada a tiempo ante el mundo, para, como la bandera mística del juicio final a un escuadrón de acorazados [...] (Martí, 1975: 15)
La subjetividad humana en Martí comporta, y deviene como valores, conceptos, ideales e ideas. Su fuerza enérgica reside en concentrar en sí conocimiento, valor y acción humana, así como el desplegarse intersubjetivamente en la comunicación hasta legitimarse en cuerpo y alma en el pueblo como trincheras de ideas, como arma de combate.
Martí opone su concepción del hombre como sujeto activo, creador, es decir, la espiritualidad humana en sus diversas determinaciones. No sólo la crítica se reduce a la contemplatividad, sino además al gnoseologísmo cientificista que profesa y propaga el positivismo. En la concepción del Maestro la subjetividad humana no implica sólo razón, conocimiento, sino además valoración, sentimientos, acción práctica, pues al hombre no sólo le interesa qué son las cosas, cómo revelar la verdad sino también para qué le sirven, en correspondencia con las necesidades e intereses que quiere satisfacer y realizar. En este sentido Martí anticipa en nuestra América la batalla antipositivista que tiene lugar en pleno siglo XX americano por eminentes representantes de la filosofía y las ciencias sociales; por supuesto, sobre la base de otras premisas y condicionamientos.
En su concepción “Con los oprimidos había que hacer causa común [...].según Martí, no es una simple consigna, su realización, reside- en nuestra fuerza de idea y de acción, en la virtud probada que asegura la dicha por venir, en nuestro tamaño real, que no es de presuntuoso, es que Martí no es un pensador expectante, que encerrado en un gabinete teoriza sobre el hombre y su subjetividad. Es un hombre comprometido con su tiempo, sus circunstancias y su patria. Por eso en su discurso, la subjetividad humana, con todos sus atributos, se inserta en la cultura de las grandes masas como espíritu del pueblo, como fuerza movilizadora de energía creadora, de cambio y transformación. (Martí, 1975: 19)
Su concepción de la espiritualidad del hombre, determina y concreta su pensamiento humanista. En ella, razón, sentimiento y acción, constituyen una unidad de momentos inseparables, sobre la cual se estructuran y devienen los distintos componentes de la subjetividad humana: conocimiento, valor comunicación y su mediación práctica, como un todo único indisoluble, comprende la espiritualidad como unidad y le confiere contenido concreto, porque en él expresa esencialidad humana en su despliegue histórico-cultural. Es proceso y resultado de ascensión del hombre en el camino de la historia y su cultura, en él la progresión humana adquiere el status de ley, que realiza el hombre con conocimiento de causa y fines concretos.
Su discurso en prosa y verso, transita por la multiplicidad de valores en que se realiza la esencia humana; sin embargo, establece niveles jerárquicos en cuanto a importancia se refiere. Asume con más fuerza los que en su criterio contribuyen más a fijar lo verdaderamente humano, los que permiten con más eficacia dar vigencia social a la humanidad del hombre. En esta dirección hay primacía de los valores éticos-morales, estéticos y políticos en la obra martiana que responden a una concepción muy profunda del hombre, como ser cultural- humano que se realiza y proyecta en tanto tal en la sociedad, cuya legitimidad deviene de su misma obra.
El contenido del Ensayo Nuestra América está presente en gran parte de la totalidad de la obra de José Martí, pero es en él donde aparece sintéticamente sistematizado. Un discurso pleno de humanidad, fundado en la revelación del ser de Nuestra América y en propósitos políticos-culturales de largo alcance y proyección social. Sencillamente, [...] ya no podemos ser el pueblo de hojas, que vive en el aire, con las copa cargada de flor, restallando o zumbando, según lo acaricie el capricho de la luz, o la tundan o talen las tempestades; ¡los pueblos se han de poner en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas! Es hora del recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes [...] (Martí, 1975: 15)
Una identidad propia, forjada en la historia y con sujeto reales, hombre natural cuya existencia implica asumir creadoramente lo nuestro y no aferrarse a modelos extraños que en realidades nuevas envilecen y desvían. Lo nuestro, lo autóctono, lo legítimo, en tanto expresión de nuestra existencia real es fuente de progreso y creación. No se trata de nacionalismos regionalistas, ni negación de la cultura y los valores universales. Se trata de asumir creadoramente todo lo útil y productivo, pero con bases nuestras.
Nuestra América, como ensayo- resumen de la teoría sociofilósofica de Martí, en torno a la identidad latinoamericana, constituye un programa rector del quehacer, de nuestros pueblos, y al mismo tiempo instrumento desmitificador de conciencia y conceptos y prejuicios obsoletos. De modo elocuente muestra la necesidad de partir de nuestra realidad, de conocerla y asumirla como creación nuestra y base del porvenir, pues según, [...] ni el libro europeo, ni el libro yanqui, daban la clave del enigma hispanoamericano [...].Es una teoría crítica, que recorriendo la historia y afincada en nuestra cultura presenta un proyecto de afirmación y rescate de la identidad de nuestros pueblos. Proyecto que nace de toda una experiencia rica vivida por Martí en América Latina y en los Estados Unidos. No se trata de una reflexión pasajera. En trabajos anteriores la idea vibra y está latente, pero aquí se inserta en el cuerpo teórico de su teoría social, incorporando nuevas definiciones de cómo debe regirse y desplegarse nuestro ser existencial latinoamericano en su identidad en sí y como agente y sujeto. (Martí, 1975: 20)
Nuevas realidades, experiencias, contextos, cambios y transformaciones se han sucedido. Su humanismo revolucionario independentista en despliegue constante, deviene conciencia crítica de la esencia misma de los modelos liberales que se han impuesto en nuestras repúblicas. El hombre "natural", nuestros pueblos oprimidos, por derecho deben ser dueños de su destino. Destino que debe forjarse en nuestros propios esfuerzos. El espíritu de acá, hacedor, creador, y digno debe fundarse en su propia obra si no quiere sucumbir. Y este es el gran legado que hace de Nuestra América, trincheras de ideas. Trincheras de ideas, devenidas autoconciencia teórica de la identidad de la América nuestra, en un momento crítico de la historia.
En este sentido, el artículo Nuestra América, compendia y sintetiza una historia, una cultura, una política, que insertadas en una teoría filosófica social de la revelación de nuestro ser esencial, expresa también un momento cumbre de radicalización del teórico-ideólogo que le dio realización concreta. En Nuestra América, latinoamericanismo, antirracismo y antimperialismo se funden indisolublemente y dan coherencia y organicidad conceptual a la teoría sociofilosófica más avanzada de su tiempo latinoamericano. Su trascendencia y contemporaneidad dimana de su propia función: ser autoconciencia del ser esencial de los pueblos de nuestra América, en tanto lógica dimanante de su realidad concreta en sus múltiples mediaciones, determinaciones y condicionamientos.
El paradigma martiano y el ideal de racionalidad que le es consustancial tiene su primera concreción en la revelación de Nuestra América, cuya expresión sintética se encarna en el ensayo homónimo del Maestro. Esta obra, resultado de todo un proceso de desarrollo de su pensamiento, deviene lógica, conciencia histórica y más aún autoconciencia de nuestra América, de su cultura, en la más amplia acepción del concepto. México, Guatemala, Cuba, Venezuela y otras realidades nuestras estudiadas por José Martí, incluyendo los Estados Unidos, constituyen el objeto central, en torno al cual su pensamiento se desenvuelve y concreta, hasta afirmarse como autoconciencia o "ser consciente" de la realidad de nuestra América, y la razón de su identidad y autoctonía propia.
Su pensamiento, encarnado como conciencia histórica del ser de nuestra América y de su cultura posee un carácter sintético- integrador. Es un ideario, una lógica concentrada de ideas y conceptos en torno al hombre y a la realidad social latinoamericana. Las imágenes muy propias de su estilo además de ser destellos de su imaginación y sensibilidad creadoras, emanadas de la realidad y la actividad social, son ideas aprehensivas de la razón que captan esencias. Ideas que en su contenido integran en síntesis conocimientos y valor y en el discurso siempre impregnan y despliegan espíritu cogitativo porque revelan esencias en el devenir humano. Esencias que no resultan de poner como a priori las ideas a las cosas, sino las devela y descubre, porque las ideas, en Martí, dimanan de la realidad en relación con el hombre.
En la vasta obra de Martí domina un sentido de futuridad que guía una perpetua tendencia hacia el deber – ser, como progresión y perfección humanas. Precisamente este motivo central que lo anima y hace trascedente y siempre contemporánea su obra, encuentra medios idóneos de realización en los valores, en tanto definen y expresan con más sustancialidad la naturaleza humana, el verdadero sentido de la vida, en fin, la humanidad del hombre en su magnánima espiritualidad.
La trascendencia de su obra fundadora, reside en gran medida en sembrar y cultivar utopías y encontrar en los valores humanos cauces necesarios para su acercamiento a la realidad. Valores cimentados en la realidad y la acción comunicativa y no en procesos mentales puros.
La asunción martiana de los valores en su naturaleza cultural de realización, impregna en su concepción historicidad, carácter procesual, concreción y actualidad. Con ello, Martí sienta una premisa esencial: la necesidad de afincarse en las tradiciones culturales como medio de vincular los valores hacia su encarnación real como norma de conducta y de convivencia humana y social. Estas ideas martianas, siempre explícitas y subyacentes en su obra, en su discurso, en su espíritu general, requieren de reflexiones profundas. [...] Crear es la palabra de pase de esta generación [...] (Martí, 1975: 20)
Al mismo tiempo su concepción de los valores, dimana del propio espíritu dialéctico que lo anima, lleva implícito su constante superación, en correspondencia con nuevas mediaciones que tienen lugar en su proceso evolutivo. En su etapa de madurez, a finales de la década del 80 y el primer lustro del 90 del siglo XIX, en la medida que su humanismo descubre la naturaleza del imperialismo y penetra más profundamente en el terreno de las clases, su concepción de la subjetividad humana y los valores, deviene más concreta. Asume nuevas aristas, establece diferencias específicas y el discurso se tematiza con nuevos matices. En fin, su radicalización política marcará nuevos derroteros de vital importancia, tanto desde el ángulo propedéutico como heurístico, en el abordaje, búsqueda y solución de los problemas.
CONCLUSIONES
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