Wilfredo Padrón Iglesias *
Yakelín Hernández Estrada**
Universidad Abierta para Adultos. Santiago de los Caballeros, República Dominicana.
Correo: wilfredopadron@uapa.edu.do
Resumen:
El presente artículo analiza la presencia en México de José Martí Pérez, Apóstol de la independencia de Cuba, entre los años 1875 y 1877.
Su llegada a este territorio ocurrió luego de su deportación a España, acusado de apostasía y desafección al régimen colonialista español. Las circunstancias que encontró en la tierra azteca, recién salida de un profundo proceso de transformación liberal pero inmersa en una intensa lucha política interna, favoreció la profundización de su pensamiento, en áreas claves como la economía, la política y las manifestaciones artísticas. Esta primera estancia mexicana, en suma, le permitió identificar potenciales amenazas para América Latina, como la creciente agresividad norteamericana y los conflictos políticos internos. Además, le corroboró la necesidad de identificar y consolidar la identidad y autoctonía latinoamericana y caribeña.
Palabras Clave: José Martí, México, Cuba, Estados Unidos, autoctonía.
Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Wilfredo Padrón Iglesias y Yakelín Hernández Estrada (2019): “José Martí en México (1875-1877)”, Revista Caribeña de Ciencias Sociales (mayo 2019). En línea:
https://www.eumed.net/rev/caribe/2019/05/jose-marti-mexico.html
//hdl.handle.net/20.500.11763/caribe1905jose-marti-mexico
En los primeros días de febrero de 1875, José Martí Pérez llegó a México luego de un largo viaje desde Europa a bordo del vapor estadounidense City of Mérida. El trayecto incluyó breves escalas en La Habana, Progreso y Campeche, hasta desembarcar finalmente en el puerto de Veracruz. El recorrido hacia la capital azteca lo cubrió en tren. Allí lo aguardaban sus padres y hermanas, inmersos en una situación de penurias económicas, aunque fraternalmente auxiliados por la familia de Manuel Mercado, quien rápidamente se convertiría en su amigo y confidente.
La nación que acogió al joven patriota, constituía un referente en América Latina por haberse emancipado del colonialismo español y enfrentado exitosamente los intentos recolonizadores europeos, sobre todo de Francia. Además, era el territorio latinoamericano más directamente afectado por el expansionismo norteamericano, cuyo peligroso avance territorial aún se mantenían latente. También había desarrollado uno de los procesos de transformaciones liberales más profundos de la región, conocido como La Reforma, extendido entre 1857 y 1876.
Como resultado de estas últimas se establecieron amplias relaciones capitalistas de producción, apoyadas en el triunfo de los sectores más avanzados de la burguesía nacional sobre la alianza formada por grandes terratenientes y los poderes eclesiásticos.
Desde entonces, el ordenamiento político interno mexicano siguió las líneas de una república liberal: elecciones periódicas, libertad de prensa, de reunión, de asociación y una clara separación entre las estructuras estatales y religiosas. También se establecieron los poderes tradicionales, representados en la Cámara de Diputados, el poder ejecutivo y la estructura judicial. En el orden territorial se asumió el federalismo y la autonomía municipal.
Estas características debieron atraer la atención de Martí, quien ya tenía una clara filiación independentista que lo había forzado al presidio en tierra propia y al destierro europeo. Además, desde sus primeros años había disfrutado del contacto con el devenir histórico, económico, cultural y político de América Latina y el mundo. A ello había contribuido su maestro y mentor Rafael María de Mendive, quien lo había adentrado en la historia y literatura universal, a través de la lectura y de su presencia en espacios culturales de renombre en la capital cubana, como la biblioteca de los Valdés-Domínguez y las tertulias de Nicolás de Azacárate. 1
Periodismo y cultura.
Amparado en su amistad con lerdistas tradicionales como el propio Mercado y el cubano Pedro Santacilia 2, apenas un mes después de su llegada a México José Martí ocupó una plaza de periodista en la Revista Universal de Política, Literatura y Comercio. Poco tiempo después colaboró con El Socialista, órgano del Gran Círculo Obrero de México y al final de su estancia en tierra azteca, publicó varios trabajos en el periódico político El Federalista.
La labor periodística y su presencia en otros espacios culturales, como liceos, asociaciones y tertulias, le puso en contacto directo con la historia nacional mexicana y sus expresiones artísticas y literarias contemporáneas. Además, le permitió conocer en profundidad su integración social, funcionamiento de los órganos de gobierno, luchas obreras 3 y economía nacional, entre otros aspectos de singular importancia.
De manera particular, le permitió analizar los conflictos internos que aquejaban al México de entonces, caracterizado por una tensa lucha entre los sectores acaudalados declarados oposicionistas, conducidos por el general Porfirio Díaz y el gobierno constitucional de Lerdo de Tejada.
La cercanía de Martí al partido liberal en el poder, motivada por sus amistades y su labor en la revista4 , pudiera identificarse como la causa que lo llevó a rechazar las aspiraciones de Díaz y las consecuencias de su insurrección. Mas esta hipótesis sólo comprende una parte de la realidad, pues otros factores del pensamiento martiano también contribuyeron a definir sus posiciones en el conflicto político que aquejaba a México.
Entre ellos sobresale el haberse formado en Cuba y sufrir destierro en España, ámbitos carentes de vías legales para oponerse, y aún menos cambiar, el régimen colonial establecido sobre su tierra natal. De esta realidad ya había escrito con anterioridad a su llegada a México, al exigir a los representantes de la naciente República Española la admisión de libertades para Cuba. 5
El sistema instaurado en la nación mexicana, nutrido de vías y medios que viabilizaban dentro de los cánones liberales la representación popular y el ejercicio de los poderes públicos, así como el cuestionamiento y hasta la oposición amparada en los preceptos constitucionales del país, se presentó ante Martí como un efectivo espacio de realización política. Así lo señaló en varios de sus trabajos, al resaltar la validez de los tres poderes instituidos: el Congreso, la gestión ejecutiva del presidente de la nación y las instituciones que representaban al ámbito judicial. 6
A ello agregó la libertad que disfrutaba la prensa para encauzar los debates entre los contendientes guberidntales y oposicionistas, proponer reformas y soluciones viables a las mayorías. Junto a ello, la posibilidad de efectuar encuentros con fines políticos, sin que el poder oficial pudieran objetarlo a través de sus mecanismos ideológicos o militares.
Desde estas bases, José Martí ejerció profundas críticas a la oposición, en particular a la figura de Porfirio Díaz y sus seguidores. En ellas resaltó su renuncia al debate en los medios periodísticos, a pugnar en la Cámara de Diputados y en la contienda electoral, así como el abandono de otras opciones legales y pacíficas. Al respecto, en uno de sus Boletines para la Revista Universal, expresó:
“Tuvieron los oposicionistas tres caminos: la Cámara, en la que difundieron sus razones con injurias, y algún honrado orador con palabras en que la pasión se agitaba más que el sensato juicio:-la palabra al pueblo, que no usaron, porque no tenían para ello el fuego sagrado en el espíritu, ni la absoluta confianza en sus fuerzas, sin la que no se llega a término de triunfo:- la prensa, en fin, explotada en burlas, en apreciaciones erróneas, en comentarios sobre hechos casi siempre falsos, abandonada a individualidades distintas, movidas casi todas por un interés visible y particular.”7
A los aspectos señalados, debe agregarse la grata impresión que le causó a Martí el rol político y cívico desempeñado por el presidente Sebastián Lerdo de Tejada, debido a su respeto por las instituciones y procedimientos legales establecidos en el país, unido a la sencillez personal con que asumía la primera magistratura. 8
¿Con que se vuelven a matar los mexicanos?
No obstante los aspectos señalados, las armas se impusieron y el general Díaz entró victoriosamente en la ciudad de México el 26 de noviembre de 1876, después del triunfo de sus fuerzas en la batalla de Tecoac, Oaxaca. Forzado por estas circunstancias, Lerdo de Tejada y su gobierno fueron obligados a abandonar el poder.
De inmediato se cerró la Revista Universal y una parte representativa de los lerdistas abandonaron la capital y el país. Para el joven Martí, aunque no siguió inmediatamente este camino, se hizo evidente la falta de un espacio propicio para la continuación de su labor en los ámbitos intelectuales.
Aun así, desde las páginas de El Federalista publicó cinco artículos en los que criticó la nueva guerra que se abocaba, debido al enfrentamiento entre los seguidores de Porfirio Díaz y las tropas del presidente de la Cámara de Diputados, José María Iglesias, quien también disputaba el poder de la nación. Al respecto, expresó:
“¿Con qué al fin es verdad? ¿Con que se vuelven a matar los mexicanos? ¿Con qué se ha violado una tradición, derrocado un gobierno, ensangrentado un año a la patria, para volver de nuevo a ensangrentarla, para desacreditarnos más, para ahogar en germen el adelanto que alcanzábamos y el respeto que se nos iba teniendo, para hacerlos más imposibles a nosotros mismos todavía? 9
Al mismo tiempo, criticó la dictadura establecida por los porfiristas en la capital del país:
“El Plan de Tuxtepec venía a proteger la independencia de los municipios: ahí está el municipio nombrado de orden superior.
“Venía a restablecer la dignidad de la prensa vejada por una ley atentatoria: ahí está, mudo y avergonzado, el Diario Oficial de la República, que no se atreve a decir que se respetará la libertad, para que la dictadura no tenga después la obligación de respetarla”
Señalando a Porfirio Díaz, preguntó: “¿Qué venía a restaurar, si todo lo vulnera? ¿Qué libertad respeta, sino deja libre más que la voluntad de admirarlo servilmente?”10
Esta dura crítica al general Díaz y a la situación imperante en la nación luego de su arribada al poder, fue continuada por Martí en otro escrito en el que se defendió de las acusaciones que recibía por “inmiscuirse en asuntos ajenos”, dada su condición de extranjero. Su respuesta subrayó la hondura política y ética que caracterizaba su pensamiento, además del compromiso moral que había alcanzado con México:
“No reclamé ciudadanía cuando ella me hubiera servido para lisonjear mejor al poderoso; no hablé de amor a México cuando la gratitud hubiera parecido servil halago y humillante súplica; ahora que de él me alejo: ahora que de él nada espero; ahora el que no ha de aprovechar ni hacer valer nunca estas desgracias porque no se queda en México para aguardar día de provecho; ahora, yo reclamo mi parte, me ingiero en estas penas, naturalizo mi espíritu, traigo a título mi voluntad de hombre lastimada, mi dignidad soberbia de conciencia. La conciencia es la ciudadanía del universo”
(…)
”Y así, allá como aquí, donde yo vaya como donde estoy, en tanto dure la peregrinación por la ancha tierra, -para la lisonja, siempre extranjero; para el peligro, siempre ciudadano.” 11
El pretexto tanto tiempo esperado.
Además de las referidas críticas, José Martí alertó sobre uno de los peligros que acarreaba la insurrección de Díaz: una invasión norteamericana por la frontera común. Sobre esta problemática se había expresado en artículos anteriores, tratando de contrarrestar los rumores de una posible penetración norteña, motivada por problemas fronterizos. Al respecto, alertó que un factor a tener presente radicaba en la lucha electoral por la presidencia norteamericana, liderada por Ulises Simpson Grant.
“… es que para nadie puede pasar desapercibidos la lucha electoral que se acerca en la república vecina, el interés del presidente Grant en conservar el poder, los extraordinarios manejos electorales con que en los Estados Unidos los bandos se combaten, lo que afianzan en el poder a Mr. Grant los rumores y peligros de la guerra. Él debe la elevación a la presidencia a sus triunfos militares; a estos invoca, y la posible necesidad de que el país haya de necesitarlos ayuda a los fervientes partidarios de la reelección del actual presidente.” 12
Meses más tarde, el derrocamiento del gobierno constitucional de Lerdo de Tejada, constituyó, según el joven periodista cubano: “…el pretexto tanto tiempo hace esperado, por la tranquila calma sajona, para preparar al pueblo limítrofe a un ataque armado contra México.”13
Los problemas fronterizos se recrudecieron luego de que el general Porfirio Díaz se estableciera temporalmente en Brownsville, estado norteamericano de Texas, para desde allí tomar el poblado mexicano de Matamoros. En opinión de Martí:
“Faltaba este título de gloria al funesto revolucionario Díaz: no ha visto, en su culpable obcecación, que las formas vedaban a los Estados Unidos la invasión en un pueblo que estaba en paz, que se acreditaba en el extranjero, que aumentaba en sus relaciones comerciales con ellos, regido por un gobierno perfectamente legal, y que ninguno de estos miramientos tendría el día en que una situación anormal, una nueva rebelión de la soldadesca, un nuevo crimen de la vanidad, ayudasen a fortalecer la opinión, en los Estados Unidos muy válida, de que México es un país ingobernable, y de que harían una obra humanitaria reduciéndonos por la fuerza a ser tributarios de la Gran República.” 14
Movido por las difíciles circunstancias políticas de México luego de la llegada al poder de Porfirio Díaz, unido a requerimientos de índole familiar15 , José Martí salió de México con destino a La Habana el 2 de enero de 1877.
Toda nación debe tener un carácter propio y especial.
Una de las contribuciones más importantes de esta etapa mexicana de José Martí, fue el conocimiento que le proveyó sobre los elementos autóctonos hispanoamericanos, a través de su historia y cultura nacional, en especial con las manifestaciones del teatro y la literatura. Al mismo tiempo, le permitió interactuar por vez primera con profundos problemas heredados de la etapa colonial, como la integración social, la configuración de una economía nacional y las prácticas políticas internas.
En relación con este último aspecto, Martí constató que uno de los más significativos peligros de Hispanoamérica, provenía de las rivalidades internas que enfrentaban a notables figuras y sus seguidores, en una lucha por alcanzar y perpetuarse en el poder político. Su rechazo a tales procedimientos, iniciado en México con su crítica a Porfirio Díaz, sería reiterado en similares términos durante su posterior estancia en Guatemala y Venezuela.
México, además, le permitió profundizar sus planteos sobre el carácter mercantilista de la sociedad estadounidense y la existencia de profundas diferencias de identidad entre esta y las naciones de Suramérica y el Caribe. En consecuencia, subrayó la necesidad de la creación propia, para no asimilar las experiencias europeas y norteamericanas sin tener presente las necesidades de Hispanoamérica. Sobre este medular tema, durante su primera deportación a España, había planteado:
“Imitemos. ¡No! -Copiemos. ¡No! -Es bueno, nos dicen. Es americano, decimos. -Creemos, porque tenemos necesidad de creer. Nuestra vida no se asemeja a la suya, ni debe en muchos puntos asemejarse. La sensibilidad entre nosotros es muy vehemente. La inteligencia es menos positiva, las costumbres son más puras ¿cómo con leyes iguales vamos a regir dos pueblos diferentes?
Las leyes americanas han dado al Norte alto grado de prosperidad, y lo han elevado también al más alto grado de corrupción. Lo han metalificado para hacerlo próspero. ¡Maldita sea la prosperidad a tanta costa!” 16
Una vez en México, afirmó a propósito del arte teatral: “Toda nación debe tener un carácter propio y especial: ¿hay vida nacional sin literatura propia? ¿Hay vida para los ingenios patrios en una escena siempre ocupada por débiles o repugnantes creaciones extranjeras? ¿Por qué en la tierra nueva americana se ha de vivir la vieja vida europea?”17
En el mismo sentido y en relación con una fuerte polémica sobre la economía nacional mexicana, el 23 de septiembre de 1875 planteó: “La imitación servil extravía, en economía, como en literatura y en política”. 18
En relación directa con Cuba, la nación azteca le mostró la necesidad de enfrentar la intransigencia de los grupos peninsulares asentados en Hispanoamérica, validos de su capacidad para sostener publicaciones y ejercer presión sobre los gobiernos nacionales. A estos combatió Martí a través de la prensa mexicana 19. Además, solicitó y obtuvo su inscripción en el Registro de Ciudadanos Cubanos20 , reservado por la dirigencia mambisa cubana a aquellos que habían contribuido a la independencia nacional. Según hipotéticas versiones, también colaboró en los preparativos de una expedición en apoyo a la lucha anticolonialista desarrollada en Cuba. 21
En resumen, el período mexicano de José Martí contribuyó a la formación de un coherente cuerpo de ideas sobre esta nación y sobre la región de América Latina. Aunque fue a partir de su estancia en Guatemala, entre abril de 1877 y julio del año siguiente, donde abordó con mayor amplitud los problemas de la identidad latinoamericana y asumió como un concepto propio las denominaciones “Nuestra América” y “Madre América”, es significativo que esta apareciera por vez primera en sus escritos aztecas. 22
Después de su salida en los albores de 1777, regresaría a México a fines de febrero de este propio año para organizar el traslado de su familia a Cuba y casi al finalizar del mismo para efectuar su boda con la cubana Carmen Zayas Bazán. En 1894 visitó por última vez la tierra mexicana, en función de su labor independentista a favor de Cuba.
En su extensa obra intelectual y política, México ocupó un lugar fundamental por el papel que desempeñaba en las relaciones interamericanas y su cercanía geográfica y sentimental con Cuba. En virtud de estos nexos, en la edición del periódico Patria del 9 de julio de 1892 José Martí afirmó: “México es tierra que todos los cubanos debemos amar como la nuestra; en ella siempre encontró corazón abierto el expatriado triste”23
Bibliografía:
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