Hayled Martin Reyes Martin*
Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas (UCLV), Cuba
Email: hayled@uclv.cu
Resumen: En apenas tres décadas, el fenómeno llamado posmodernismo se ha extendido desde los centros de poder occidentales hasta los países periféricos o del llamado Tercer Mundo, convirtiéndose en el esquema de pensamiento oficial que rige los destinos de las sociedades contemporáneas, y en el modelo a seguir desde el punto de vista cultural, filosófico, social, estético, y hasta político. Pese a su innegable dominio en la actualidad, el posmodernismo avanza sin ser efectivamente entendido e incluso hasta sus propios creadores caen en erróneos postulados científicos. Igualmente, su vínculo con el abarcador proceso de la globalización, aunque es bien conocido, permanece poco comprendido más allá del puro lenguaje académico. Sin embargo, no se debe descartar la notable influencia que ejerce sobre las culturas regionales y nacionales, especialmente en los países del Tercer Mundo.
Abstract: In hardly three decades, the phenomenon called postmodernism has extended from the centers of power Westerners until the outlying countries or of the call Third World, becoming the outline of official thought that governs the destinations of the contemporary societies, and in the pattern to continue from the cultural, philosophical, social, aesthetic point of view, and until political. In spite of their undeniable domain the postmodernism advances at the present time, without being exactly expert and even until its own creators they fall in erroneous scientific postulates. Equally, their bond with the monopolist process of the globalization, although it is very well-known, little understood beyond the pure academic language remains. However, the notable should not be discarded it influences that it exercises on the regional and national cultures, especially in the countries of the Third World.
Palabras claves: posmodernismo-ciencia-filosofía-intelectuales-pensamiento.
Key Words: Postmodernism-Science-Philosophy-Intellectual-Thought.
Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Hayled Martin Reyes Martin (2019): “Crítica a las “imposturas” posmodernas”, Revista Caribeña de Ciencias Sociales (marzo 2019). En línea:
https://www.eumed.net/rev/caribe/2019/03/imposturas-posmodernas.html
//hdl.handle.net/20.500.11763/caribe1903imposturas-posmodernas
“Según parece, no somos nosotros quienes dominamos las cosas, sino que son las cosas las que nos dominan a nosotros. Pero esto sólo es así porque algunos hombres utilizan las cosas para dominar a otros hombres. Si queremos aprovechar nuestro conocimiento de la naturaleza, deberemos complementarlo con el conocimiento de la sociedad humana”. Bertolt Brecht
El advenimiento de un nuevo milenio siempre trae consigo cambios radicales en sus estructuras. Es el paso de una época a otra, donde el tiempo vuelve estar en ciernes. El movimiento se impone. Se asiste a la transformación —en este último— de la vieja sociedad capitalista a una nueva sociedad superior. ¿Cuál será?, ¿cómo será? Solo la marcha de la historia lo dirá. ¡Revolución!, clamarían los marxistas, socialistas y comunistas; ¡progreso!, los románticos; ¡desarrollo!, los capitalistas e imperialistas. El fenómeno es bien complejo, pues tiene varias lecturas y vas más allá de estas voces. ¿Cómo se llega al nuevo milenio? La teoría revolucionaria presenta averías en el corazón del motor. Moscú está en llamas y no precisamente por el color—rojo. Se derrumban viejos mitos ideológicos, arraigados como dogmas religiosos eclesiásticos al pensamiento oficial de la Santa Inquisición soviética. El mundo bipolar deviene en unipolar. Ahora, no es una lucha de dos imperios, sino el imperio en lucha contra todos. Con los profundos cambios estructurales de las nuevas sociedades, se trastoca fundamentalmente la economía y con esto surgen nuevos esquemas de pensamiento; surgen nuevas formas de pensar. Así arriba el siglo xxi, y con él se entroniza en el centro del pensamiento mundial, el posmodernismo.
Sobre el tema de este discurso mucho se ha escrito anteriormente. Por supuesto, en la inmensa mayoría desde posiciones clasistas y de poder. Un pequeño pero influente grupo de intelectuales, especialmente europeos y estadounidenses, son los causantes y los que rigen las pautas de la corriente de pensamiento llamada posmodernismo.
El tema del posmodernismo se trae a colación a partir de una vieja polémica que revolucionó la intelectualidad, y en sentido general las ciencias, a finales de los años noventa, que tenía por centro la publicación del libro Imposturas intelectuales,1 de los científicos Alan Sokal2 y Jean Bricmont, 3 y que mantiene total vigencia; incluso, este esquema de pensamiento se ha apoderado hoy en día de las sociedades, aun más, que lo alertado por estos investigadores hace veinte años.
I
“Transgredir las fronteras entre las disciplinas (…) [es] una tarea subversiva, puesto que, muy probablemente, profanará las capillas de las formas reconocidas de la percepción. Entre las fronteras más fortificadas figuran aquellas que separan las ciencias naturales y las humanidades”. Valerie Greenberg
El libro Imposturas intelectuales fue escrito en 1997 por el doctor en física estadounidense Alan Sokal en conjunto con el profesor físico belga Jean Bricmont, y publicado ese mismo año en Francia. El centro del texto profundizaba sobre las inexactitudes y la falta de rigor de algunos pensadores que, básicamente, son de origen francés y estadounidenses, sin que esto tenga significado alguno respecto a matices de tipo chovinistas, según declaran sus autores. Pero antes de penetrar en las tesis esenciales expuestas en el libro es necesario señalar los antecedentes que llevaron a la elaboración del mismo.
Un año antes (1996) el nombre de Alan Sokal apareció en las principales páginas de conocidos periódicos norteamericanos y europeos cuando se supo que un artículo suyo publicado en la revista de estudios sociales y culturales Social Text era una maquillada parodia que en realidad guardaba en su interior una profunda carga de principios antiposmodernos, y además tenía por esencia desmitificar los trabajos pseudocientíficos realizados por entonces. El artículo de Sokal llevaba por título “Transgredir las fronteras: hacia una hermenéutica transformadora de la gravedad cuántica” 4 y fue tomado originariamente como una defensa del posmodernismo cultural y filosófico. Realizado además, para regocijo de los posmodernistas, por un científico proveniente de la hard science.
Dicho artículo sostenía incoherentemente la asombrosa tesis de que la gravedad cuántica era un constructo social; es decir, que la gravedad existe sólo porque la sociedad se comporta como si existiera y por lo tanto si los hombres no creyeran en ella no los afectaría. Por si fuera poco, se planteaba que la gravedad cuántica era medible.
El objetivo de este texto, según Sokal, era
“hacer una modesta contribución al diálogo, dentro de la izquierda, entre humanistas y científicos de la naturaleza, «dos culturas» que (…) se encuentran hoy probablemente más separadas en cuanto a mentalidad que en cualquier otro momento de los últimos cincuenta años. —donde se tratara de “satirizar” la ambigüedad y la falta de cientificidad de estos postulados, pues— mi artículo es una mezcla de verdades, medias verdades, cuartos de verdad, falsedades, saltos ilógicos y frases sintácticamente correctas que carecen por completo de sentido”.5
Pero su preocupación principal no era la de defender la ciencia del lenguaje de la crítica literaria o de las desviaciones epistémicas, sino que la preocupación fundamental de Sokal, en realidad, era expresamente política, y sobre todo,
“combatir la actual moda del discurso posmoderno/pos-testructuralista/socialconstructivista (…) que es, en mi opinión, contrario a los valores de la izquierda”. 6
Al poco tiempo de su publicación, el propio Sokal anunciaba en otra revista Lingua Franca que el artículo era un engaño. Se encargó de explicar que se trataba de una mera parodia con la cual intentaba mostrar el abuso intencionado de términos científicos por parte de algunos intelectuales, filósofos y cientistas sociales, y de la vaciedad teórica que se ocultaba detrás de discursos supuestamente profundos por oscuros. El hecho causó un escándalo académico en la Universidad de Duke, entidad que publicaba Social Text, y en el mundillo intelectual en sentido general. Sokal argumentó en varias entrevistas que su artículo era un pastiche de jerga posmodernista, reseñas aduladoras, citas grandilocuentes fuera de contexto y un rotundo sinsentido, pues se apoyaba en las citas más estúpidas que había podido encontrar sobre matemáticas y física, hechas por universitarios genéricamente llamados postmodernos de humanidades.
Así es como todo este embrollo dio resultado a que fuera editado el polémico libro Imposturas intelectuales.
Imposturas… es un análisis demoledor de lo que el mismo Sokal ha llamado el raciocinio chapucero de posmodernistas, constructivistas sociales y relativistas cognitivos, amén de antiguos estructuralistas. Sokal y Bricmont reconocen que muchas ideas de la corriente intelectual que genéricamente llaman “posmodernismo” aportan una corrección necesaria al modernismo ingenuo de antaño. Sin embargo, critican la versión posmodernista más radical caracterizada por su rechazo de la tradición racionalista de la Ilustración, por realizar elaboraciones teóricas desconectadas de cualquier prueba empírica, y por un relativismo cognitivo y cultural.
Desde un punto de vista filosófico el aspecto esencial de este trabajo es su crítica a las concepciones que niegan objetividad al conocimiento científico, a las posiciones que sostienen que no existen verdades objetivas ni en ciencias sociales ni en ciencias naturales, y que la validez de cualquier afirmación es relativa al individuo que la elaboró, al grupo social al que pertenece o a la cultura en la que se encuentra inmerso.
Para Sokal, “el posmodernismo tiene tres efectos negativos principales: una pérdida lastimosa de tiempo en las ciencias sociales, una confusión cultural que favorece el oscurantismo y un debilitamiento de la izquierda política”. 7 Las implicaciones políticas de la posición epistémica relativista, claramente reflejadas en su escrito, se fundamentan en que “el relativismo es un fundamento extremadamente débil para erigir una crítica del orden social establecido”.8
El libro contiene varias citas y críticas a los trabajos de afamados científicos e intelectuales como son Jacques Lacan, Julia Kristeva, Thomas S. Kuhn, Paul Feyerabend, Luce Irigaray, Bruno Latour, Jean Baudrillard, Gilles Deleuze, Félix Guattari, Paul Virilio, Maurice Merleau-Ponty, Jean-François Lyotard, Ilya Prigogine, entre otros. Y la tesis del libro se desarrolla principalmente alrededor de dos puntos: en la primera parte, dedicada a las imposturas de varios pensadores donde sus autores examinan el incompetente y pretencioso uso de conceptos científicos por un influyente grupo de filósofos e intelectuales; y en la segunda parte, se centra en aspectos filosóficos y plantea el problema del relativismo cognitivo, es decir, la idea de que “la ciencia moderna no es más que un «mito», una «narración» o una «construcción social»”.9
La relación que existe entre las dos partes estructurales del libro es principalmente de tipo social, pues estos pensadores occidentales de las “imposturas” propiamente dichas están de moda en muchos de los mismos círculos académicos, por lo menos norteamericanos, en los que el relativismo cognitivo es muy común, en los que es la filosofía subyacente general. Medir el impacto social de este fenómeno a nivel mundial sería muy impreciso, pero no hay dudas de que estos círculos de poder ejercen influencias y determinan las líneas teóricas en los países del Tercer Mundo, especialmente en Latinoamérica.
La crítica a las imposturas posmodernistas se encuentra fundamentalmente en la primera parte del libro, donde se hallan una serie de artículos pseudocientíficos, y se leen una compilación de abusos groseros en el uso de conceptos y términos científicos por parte de ciertos renombrados intelectuales, como Lacan y Kristeva. Al decir del propio Sokal,
“(…) demostramos, sin lugar a dudas, que estos autores han tirado palabras eruditas a la cara de sus lectores no científicos sin preocuparse en lo más mínimo por su significado, y sin preocuparse por explicar su significado a sus lectores –que se supone que por lo general no son científicos– y, sobre todo, sin preocuparse por dar argumentos sobre la relevancia de estos conceptos o términos científicos en los campos que quieren estudiar”.10
Se trata de extraer conclusiones a la ligera: se escriben teorías muy superficiales y engañosas sobre términos científicos que en la mayoría de los casos ni estos mismos intelectuales entienden, llevando consigo a la vulgarización y simplificación de las mismas; dando como resultado la creación de una pseudociencia que arrastra a estos atisbos a las vanguardias científicas e intelectuales, y por consiguiente, crean falsas generalizaciones conceptuales en la población. Y por supuesto, al final casi nadie entiende el discurso, producto, mensaje o conocimiento que se quiere dar.
Para ilustrar esto, es preciso mostrar algunos ejemplos de los casos más famosos citados en el libro.
En concreto, en el primer capítulo dedicado a Lacan se nota como Sokal enfila su crítica al intento de éste de “matematizar” el psicoanálisis y cómo es imposible hacer este análisis dada la función fantasiosa que adquiere la matemática en relación con la psicología. O sea, Lacan comete muchos absurdos a la hora de hacer analogías entre el psicoanálisis y las matemáticas, y nunca se ve a lo largo de su obra la menor justificación empírica o conceptual. Y al decir de Sokal “no se puede negar que este autor tiene una vaga idea de las matemáticas a que alude”. 11 Alude una y otra vez a la ostentación de una erudición superficial y a la manipulación de frases carentes sin sentido. Hay un aspecto que sobresale y es la actitud que mantiene respecto a la ciencia, dándole más importancia a la teoría que a la observación y a la experiencia. De esta manera, se llega a la continua conceptualización y definición pero se olvidan las evidencias prácticas. Gigantesco error, pues como es bien sabido las ciencias tienen dos momentos: la teoría y la práctica.
Después, en el segundo capítulo, dirige la crítica a Julia Kristeva y a su elaboración de una teoría del lenguaje poético. ¿Qué relación, si es que existe, guarda el lenguaje poético con las matemáticas? Esto Kristeva no lo explica realmente en su obra. Aquí acontece un problema muy grave en las ciencias de hoy en día, y es la utilización errónea y falsa de la interdisciplinariedad y multidisciplinariedad. Comete graves errores en el análisis de los textos literarios cuando emplea funciones matemáticas erradas. En resumen, el problema principal que plantean sus textos reside en que no hace ningún esfuerzo por justificar la pertinencia del uso de esos conceptos matemáticos en los campos que pretende estudiar como son lingüística, poética, crítica literaria, filosofía, etc.; lo cual, se debe simple y llaidnte a que carecen de toda vigencia y eficacia. Desde luego, sus frases tienen más sentido que las de Lacan, pero en lo que respecta a la superficialidad de su erudición, incluso le supera.
A su vez, en el Intermezzo, Sokal trata el tema de que en la actualidad “son muchos los autores posmodernos que coquetean con una u otra forma de relativismo cognitivo o invocan argumentos que podrían fomentar ese relativismo”.12 En la contemporaneidad existen un conglomerado de ideas, a menudo formuladas con descuido, a las que se le puede poner la etiqueta de “relativismo” y que en estos días alcanza bastante influencia en determinados sectores de los estudios humanísticos y de las ciencias sociales. No es ataque directo lo que se propone sino más bien de prevención; y especifica que hay que tener cuidado con algunas posturas filosóficas de moda que no siempre llevan por buen camino a la ciencia y sobre todo tienden a nublar la objetividad de esta.
Sobre su efecto nocivo a los países periféricos, dice Sokal
“Por desgracia las ideas posmodernas no están confinadas en los departamentos de filosofía europeos o en los de literatura de las universidades norteamericanas. Nos parece que donde más daño hace es en el Tercer Mundo, precisamente allí donde vive la inmensa mayoría de la población mundial y donde el trabajo supuestamente superado de la Ilustración dista mucho de estar concluido”.13
Tiene toda la razón Sokal, pues el estudio de estos modelos de pensamiento y su elaboración tiene su centro en los países más desarrollados, y la preocupación respecto a estos temas debería competer a los pensadores tercermundistas, especialmente a los latinoamericanos, pues el objetivo principal de estos esquemas de pensamiento es arrastrar sutilmente a las regiones más pobres del planeta estos problemas epistémicos y homogeneizar sus directrices; además, es bien sabido la influencia directa que ejercen pensadores e intelectuales estadounidenses y europeos en los países subdesarrollados, que determina progresivamente los esquemas de pensamientos que se formulan y se llevan a cabo en América Latina y en otras partes del mundo. Al respecto, y sobre importar esquemas de pensamiento así como formas de gobierno que no son propios, se debe coincidir con José Martí cuando en su ensayo Nuestra América, decía:
“La incapacidad no está en el país naciente, (…) sino en los que quieren regir pueblos originales, de composición singular y violenta con leyes heredadas de cuatro siglos de práctica libre en los Estados Unidos, de diecinueve siglos de monarquía en Francia. (…) La universidad europea ha de ceder a la universidad americana. La historia de América, de los incas acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es más necesaria. (…) Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas”.14
II
“Todo lo sólido se desvanece en el aire”. Carlos Marx
En la vida de los seres humanos existe una verdad objetiva muy simple: el nacimiento, el florecimiento y la muerte constituyen el círculo férreo en que se halla confinado todo ser humano y que debe ser recorrido. No habría, entonces, nada extraño en el hecho de que el pensamiento posmoderno, después de haber alcanzado la más elevada floración con todos estos intelectuales en tiempos contemporáneos, se estuviera marchitado gradualmente.
En definitiva, si se arroja una mirada sobre la historia, ¿resultan el modernismo, el racionalismo y el estructuralismo fenómenos particulares? ¿No son todos ellos partes integrantes del pensamiento actual, la forma en que se va de un siglo a otro? ¿No poseen una esencia tan característica, intensa y eterna que el posmodernismo mismo ha debido tomar de estos postulados filosóficos para su propia existencia? ¿No es acaso este esquema de pensamiento llamado posmodernismo, convertido en período histórico por las elites mundiales, el responsable de tanto desorden e incoherencia intelectual? Entonces, ¿qué se entiende por posmodernismo?
El posmodernismo visto como un período histórico, que fija sus postulados con la superación del modernismo, tiene sus antecedentes en el período de posguerra. Esta idea comienza en los años siguientes de finalizada la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Aunque, como esquema de pensamiento, y superador del racionalismo y el estructuralismo, no sería hasta las décadas de los sesenta y setenta que irrumpiría como vanguardia intelectual con un grupo de pensadores 15 produciendo nuevas visiones filosóficas, sociales y culturales. Pero, realmente, alcanza notoriedad con la desintegración y desaparición de la Unión Soviética en 1991, y por consiguiente con el fin de la Guerra Fría. Según varios autores, este auge posmodernista viene a ser una alternativa al “marxismo dogmático” y al “socialismo real” soviético, en lo que muchos teóricos e intelectuales occidentales denominaron como el “fin de la historia”. Las causas de este giro histórico relacionadas con el desarrollo del posmodernismo se encuentran en el seno de la izquierda y su debilitamiento: la aparición de nuevos movimientos sociales y su balcanización (antirracistas, feministas, étnicos, sexistas, culturales, antihomofóbicos, ecologistas, etc.),16 o sea, la fragmentación de la izquierda; el desánimo político ante el colapso del sistema socialista y al fracaso de varios partidos comunistas nacionales; y la ciencia como blanco fácil, pues se ataca varios de sus núcleos centrales al siempre intentar “alcanzar una comprensión racional del mundo”,17 y su cuerpo de conocimientos, que pueden ser falibles: lo que una vez queda demostrado, después con el tiempo puede variar.
Así el posmodernismo es una etapa temporal que sube al entramado mundial supuestamente en búsqueda de satisfacer al individuo, al ser propio, al Yo subjetivado, pues la verdad —plantean— de uno no necesariamente tiene que ser la verdad del otro, y para defender la perspectiva subjetiva individual de los grupos aplastados y marginados históricamente como el negro, la mujer, el judío, el homosexual…
Por otro lado, desde el punto de vista filosófico, el posmodernismo se nutre principalmente del irracionalismo de Nietzsche y Heidegger —de hecho, según varios autores, esta corriente es asumida como fundamento teórico del posmodernismo filosófico—;18 además toma fundamentos del estructuralismo de Foucault 19 y Lévi-Strauss, y del psicoanálisis de Freud. Otras importantes figuras del siglo xx como Sartre (existencialismo) y Althusser (marxismo estructural) coquetearon entre sus fuentes teóricas. Además, el posmodernismo echa mano hábilmente de importantes críticos que negaron e intentaron superar el modernismo, 20 como Marx en el siglo xix, y Weber y la Escuela de Frankfurt (Adorno y Horkheimer) en el siglo xx.
En este sentido, una importante tesis marxista es tomada como punto de partida del embrión filosófico posmoderno; habría que sumarle a esto que Marx fue el primer gran crítico del modernismo, que sistematizó todo un estudio respecto a la superación de las sociedades capitalistas. En una de sus obras más divulgadas, El Manifiesto Comunista, ora hecho por encargo, ora ser un manual, ora tener por objeto la propaganda, plantea que las revoluciones continúan pero esta vez se distinguen de todo el tiempo anterior, y,
“Todas las relaciones estancadas y enmohecidas, con su cortejo de creencias y de ideas veneradas durante siglos, quedan rotas; las nuevas se hacen anticuadas antes de llegar a osificarse. Todo lo sólido se desvanece en el aire, todo lo sagrado es profanado y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar sereidnte sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas”. 21
La filosofía posmoderna se caracteriza por ser antidualista,22 por cuestionar los textos, 23 por el giro lingüístico, 24 y por comprender la verdad como perspectiva. 25 Además, “construye un concepto para laborar en forma de universo referativo”. 26 A su vez, “al no buscarse los procesos reales de vida, sino una universalidad de la diferencia, se presenta como imposible la historia y la idea de progreso” —por lo que— “Los componentes fundamentales quedan pues en el nihilismo y la hermenéutica”.27
El posmodernismo tiene tres posturas a la hora de analizar las sociedades contemporáneas: es entendido como movimiento artístico y literario, período histórico, y corriente filosófica. Y dentro de sus principales características podemos decir que postula la superación del modernismo como proyecto fracasado y critica el racionalismo de la Ilustración. Además, niega la noción de progreso, le da mayor importancia a la subjetividad individual que a la colectiva, niega la transformación revolucionaria del mundo.
Sobre la superación de la Modernidad el filósofo Vattimo plantea:
“El hecho es que el fin de la modernidad o, en todo caso, su crisis ha traído consigo también la disolución de las principales teorías filosóficas que pensaban haber liquidado la religión: el cientificismo positivista, el historicismo hegeliano y, después, marxista”.28
En el posmodernismo, el conocimiento deja de ser un acto colectivo para ser una cuestión individual, por esto rechaza todas las teorías que buscan las generalidades y por ello niegan los “metarrelatos” y los grandes discursos. En contraposición con estos principios, se debe destacar que los problemas de la ciencia se examinan como procesos sociales, o sea, como dimensiones de la totalidad social y no como procesos aislados. También omiten la objetividad de la verdad en la ciencia. Al respecto, plantea que “un criterio simple para que una ciencia pueda calificarse de posmoderna consiste en que esté libre de cualquier dependencia respecto del concepto de verdad objetiva”.29
¿Y cuál es el contenido y la metodología de la ciencia posmoderna?, proporcionar un poderoso sistema para el proyecto político progresista30 como liberador del hombre; entiéndase: “la transgresión de las fronteras, el derrumbamiento de las barreras, la democratización radical de todos los aspectos de la vida social, económica, política y cultural”. 31 En fin, la exaltación del yo, en la última gran contienda de liberación del pensamiento en la humanidad, o mejor dicho, neoliberalismo subjetivo.
El posmodernismo concibe las rupturas epistémicas desde la relatividad de las cosas, deconstruye el pensamiento y su sistematicidad, rompe con las linealidades, aboga por la fragmentación de las teorías como la gravedad cuántica y la teoría del caos, denosta el concepto de totalidad, todo esto desde la supuesta creación de una nueva ontología.
También abogan por el desarrollo del multiculturalismo pero visto desde la diferencia y no desde la inclusión, la identidad y el verdadero reconocimiento a la variada diversidad cultural. Los medios masivos de comunicación y la industria del consumo juegan un papel fundamental pues se convierten en fuertes centros de poder. Asimismo, deja de importar el contenido del mensaje para revalorizar la forma en que es trasmitido, y por lo tanto, el papel que juega la ideología en las grandes personalidades desaparece siendo reemplazada por la imagen, predominando lo estético.
En lo económico, se produce un cambio en el actual orden mundial del sistema capitalista pasando de una economía de producción a una economía del consumo; dando como consecuencia que los teóricos del posmodernismo promulguen el fin de la historia, entrando en un discurso político y clasista con respecto al socialismo y a su ideología, el marxismo. Se proclaman como los sucesores del marxismo. Según ellos, parece haberle llegado a la filosofía y a la historia su fin: tales postulados irrumpen abruptamente y fijan las corrientes del cambio de época, propios del posmodernismo.
El concepto de “posmodernismo” ha sido trabajado en su mayoría por prestigiosos intelectuales, especialmente aquellos pertenecientes a las grandes potencias occidentales. Tanto es así que el filósofo francés Jean-François Lyotard define al posmodernismo como “la condición del saber en las sociedades más desarrolladas (…) y la incredulidad con respecto a los metarrelatos—más adelante plantea que—la ciencia posmoderna se centra en la búsqueda de las inestabilidades”.32
Pero si necesariamente se tuviera que precisar un concepto objetivo de posmodernismo, se definiría como,
“una corriente filosófica de origen francés que emplea despectivamente la expresión gran relato para referirse a las ideologías y concepciones del mundo con pretensiones totalizantes (…). El marxismo, el psicoanálisis y el cristianismo son ejemplos de grandes relatos. A partir de los años ochenta el posmodernismo sostuvo que estas grandes ideologías habían entrado en crisis. Esa tesis reactualizaba los planteos norteamericanos de Daniel Bell: El fin de la ideología [1960], texto típico de la guerra fría que decretaba el agotamiento de la política. Coronando el supuesto fin de la política de Daniel Bell y el escepticismo posmoderno frente a las grandes ideologías, el funcionario del Departamento de Estado norteamericano Francis Fukuyama publicó El fin de la historia (1989). Una caricatura filosófica que fue ampliamente difundida por todas las agencias de noticias y periódicos capitalistas de Occidente. Con el posmodernismo se acabaría –supuestamente– la política, la ideología y la historia”. 33
Durante los últimos treinta años desde la era neoliberal de Ronald Reagan y Margaret Thatcher a comienzos de los ochenta hasta nuestros días, de las muchísimas corrientes filosóficas que existen, quien ha logrado mayor éxito en los circuitos académicos es el posmodernismo. Y al respecto, dice el filósofo argentino Néstor Kohan:
“El discurso posmoderno (…) ha logrado seducir a algunas corrientes del campo popular con el siguiente argumento: cada movimiento social –por ejemplo las minorías sexuales o los grupos étnicos, entre otros- debe tener reclamos fragmentarios, porque si se articulan con otros movimientos en la lucha anticapitalista… pierden su especificidad. No es casual que ese tipo de discurso haya tenido quien lo escuche en los años ochenta y noventa, justo cuando el neoliberalismo fragmentaba y dispersaba toda resistencia anticapitalista y popular. Tampoco es casual que cuando la resistencia aumenta, el posmodernismo pierde rápidamente popularidad. No toda crítica de la modernidad capitalista tiene que ser, necesariamente, posmoderna”.34
Para entender, en su totalidad, el posmodernismo no se pueden olvidar los puntos justificantes de esta nueva forma de ver el mundo: el fin de la Modernidad y el fin de la Historia. Acerca de esto un colectivo de autores, de la Cátedra Andrés Bello en la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas, planteaba
“Las tesis del fin de la Modernidad y del fin de la Historia, constituyen una especie de telón de fondo a los acontecimientos políticos, económicos y sociales que están ocurriendo en nuestro tiempo. En esencia, ambos planteamientos coinciden en que justifican la nueva imagen del mundo. Con la posmodernidad se erosiona o elimina todo aquello que lleve a modelos, arquetipos o paradigmas. La tesis de Fukuyama indica que ya no hay más modelo que buscar, pues la democracia liberal es el modelo a seguir”. 35
Después seguían, y alertaba sobre que,
“(…) no interesa el estudio de las sociedades concretas, sino la elaboración y/o justificación de un sistema conceptual susceptible de ser aplicado a las más diversas formas de sociedades y donde los estadios de desarrollo se infieren de cambios tecnológicos. El desarrollo se entiende como crecimiento del Producto Interno Bruto y de la Renta per cápita. En este esquema es imposible encontrar una valoración positiva del desarrollo que ponga el énfasis en el proceso de desalienación de las masas populares y no preferencie simplemente las cifras macroeconómicas del crecimiento y, por lo mismo, dicho esquema no brinda recetas que viabilicen el desarrollo en los marcos de un cambio progresista en países tercermundistas”. 36
Al final, el posmodernismo no es más que otro constructo epistemológico que deviene en filosofía de la historia, donde el tiempo presente es el que importa y, por lo tanto, se niega la historia pasada y futura; todo esto como sinónimo de fin de la historia. Entonces, “el postmodernismo por su tratamiento hacia la modernidad queda como una forma de filosofía de la historia, pero que se autorreconoce como filosofía del fin de la filosofía de la historia”.37
III
El posmodernismo es un esquema de pensamiento porque tiene precisamente un conjunto estructurado de ideas preconcebidas, porque sigue un patrón organizado de pensamiento, y además tiene muy conceptualizada una estructura de conocimientos específicos y sus bases teóricas.
Entonces, salta a la vista una pregunta: ¿por qué se imponen estos esquemas de pensamiento? Para responder esta pregunta de por qué se imponen estos esquemas y no otros, habría que remontarse a la historia y ver los patrones de liderazgo social que han dominado en la misma. La primera conclusión que ahí vemos, es que detrás del abarcador sistema hay montado todo una maquinaria de poder y por lo tanto se puede caracterizar de clasista al fenómeno en sí. A su vez, sería imposible pensar que las vanguardias son impuestas por una persona o un grupo determinado, pero esa élite si puede subvertir, condicionar e incidir en el pensamiento de una sociedad en concreto, a través del discurso subjetivo sin contenido alguno basándose en imágenes.
Esto es lo que se ve a diario en los pueblos subdesarrollados, donde se persiguen ideales culturales, patrones de belleza y modos de vida que no son nuestros, obviando las raíces autóctonas de las culturas originarias y milenarias como las asiáticas, africanas o latinoamericanas. La identidad cultural de América Latina es muy rica y diversa, precisamente sobre esta base se expresa la grandeza del continente. La mezcla del indio originario con el colonizador español y los negros arrancados de África conforman el rico ajiaco de la raza latinoamericana. Estos no debe ser olvidado, y mucho menos despreciado. No, en vano, Martí significó que “¡Estos nacidos en América, se avergüenzan, porque llevan delantal indio!”.38 Además, cuando se analiza la identidad cultural latinoamericana se observa que existe una creciente crisis de valores, llevando consigo a la gradual pérdida de estos, y en mucho casos produciendo una especie de amnesia axiológica. Esto es consecuencia directa de la importación de valores desde los distintos centros de poder capitalistas.
A su vez, es necesario estudiar esta corriente de pensamiento porque se puede caer muy fácil en las vacías y contrastantes afirmaciones posmodernistas. El rejuego engañoso y la ambigüedad de su discurso puede ser un arma de doble filo, incluso inconscientemente, cuando en varias ocasiones destacados intelectuales confunden y tergiversan términos científicos, y por demás, lo aplican a las ciencias sociales. Acerca de esto, afirmaba Sokal
“(…) todo aquel que quiera hablar de las ciencias naturales (física, matemáticas, etc.) ha de estar bien informado sobre el tema y evitar hacer afirmaciones arbitrarias sobre las ciencias o su epistemología. Aunque esta advertencia pueda parecer obvia, los textos citados en este libro demuestran que se suele ignorar muy a menudo, incluso por intelectuales reconocidos”. 39
Conjuntamente, la ciencia no es un texto. Hay que tener mucho cuidado en relación con esto, pues se aprecia el adorno de los textos científicos, perdiendo al final hasta su significado, tergiversando y trasladando términos de una ciencia a la otra, sin lograr el resultado que se quiere. Sokal lapida su punto de vista al señalar “las ciencias naturales no son un mero depósito de metáforas listas para ser utilizadas en ciencias humanas”. 40 Al respecto, se debe ser más selectivo con lo que se va a consumir intelectualmente, y a veces olvidar el renombre de una revista o el prestigio de algún intelectual para no caer en las trampas de los encantos posmodernistas. Claro para ello habría que tener una profunda preparación intelectual y aún así, no sería suficiente.
Con esta elaboración de pensamiento posmodernista, no se podría construir el conocimiento en sí, pues primeramente el conocimiento no se puede ver como un acto individual ya que la ciencia depende necesariamente de su carácter social; y en segundo lugar, negando a la ciencia como comprensión racional del mundo y a sus armas fundamentales —la lógica y lo empírico— no se podría llegar a lo objetividad del conocimiento.
Al final, los preceptos del posmodernismo, como se han señalado anteriormente, tienen como objeto suplantar las formas de la conciencia social históricas que han pretendido o pretenden concebir el mundo como totalidad; entiéndase el cristianismo, el psicoanálisis o la teoría marxista, esta última como la ideología de las grandes masas, y sobre todo refutar su esencia. Más bien, el posmodernismo como ese proceso globocolonizador del conocimiento y de la cultura, teniendo su principal soporte en los medios masivos de comunicación y en la industria cultural como filosofía del consumo, lo que tiende a generar más que conocimiento es información. Predomina la forma por encima del contenido. Al final es el imperio de la (in)comunicación.
Para superar este esquema de pensamiento es necesario, primero que todo, tratar de no caer en sus triviales tentáculos. Claro, como fenómeno global que es llevaría un análisis más profundo, el cual sería mucho más complejo y abarcador que el presente. Pero, hay cuestiones muy superficiales, conocidas por todos y a la vista de todos: y es que la corriente de pensamiento y filosófica en cuestión es esencialmente antihumana. Ese sería el primer elemento para refutar dicha teoría. No se puede pensar la historia y la vida de los seres humanos sin ver ese nexo de asociación existente, que son las relaciones establecidas entre los hombres en el proceso de su actividad conjunta, práctica y espiritual, o sea, las relaciones sociales; —se podrá llamar de una forma o de otra forma pero esto es una realidad y no se puede negar. El hombre solo no es nada. El hombre es un ser social que vive y se desarrolla en sociedad. No se puede ir contra la propia naturaleza humana. Y en segundo lugar, se ve otro traspié de este esquema de pensamiento cuando niegan la historia y dan por sentado su fin. Afirman que se acabaron las luchas obreras, los movimientos sociales o movimientos de izquierda, las huelgas de los trabajadores; proclaman que la naturaleza del ser humano es en esencia egoísta, y que no hay otro sistema que el capitalismo, el gran triunfador frente al socialismo en la batalla geopolítica mundial, que se acabaron las grandes utopías y por tanto es el “fin de la historia”.
Al respecto, el gran teórico de esta nueva cosmovisión del mundo, Francis Fukuyama, nacida a inicios de la década de los 90 con la desintegración de la Unión Soviética, trastocó el estado cosas existentes y replanteó su interpretación, en la arremetida más fuerte y despiadada intelectualmente del neoliberalismo conocida en la historia. Inteligentemente, el señor Fukuyama toma tesis prestadas de Hegel —por demás muy mal interpretadas—, que anteriormente había procesado el filosofo ruso Alexandre Kojève, para dar a entender que la Batalla de Jena en 1806 por los ejércitos napoleónicos “marcaba el fin de la historia”, puesto que Napoleón había derrotado a la monarquía prusiana acabando de una vez y por todas con el régimen feudal, y por consiguiente triunfaron los ideales burgueses de la Revolución Francesa y sus principios de la libertè, égalité, fraternité; para sentenciar,
“(…) el Estado que emerge al final de la historia es liberal, llamado Estado Homogéneo Universal, donde todas las anteriores contradicciones —dialéctica del amo y el esclavo—41 se resuelven y todas las necesidades humanas se satisfacen”.42
Resulta que estos señores quieren matar la historia y a su motor impulsor —hasta estos momentos—, la lucha de clases, de la forma más sencilla que existe: escribiendo un par de artículos y haciendo malabares con postulados filosóficos establecidos; obviando por completo que la Historia es un proceso mucho más complejo y grande que todos ellos juntos. Los cambios sociales generados a través de la historia por los pueblos tienen su respuesta directa en una diferencia que siempre ha existido desde que los seres humanos dieron el gran salto de la comunidad primitiva al esclavismo: explotadores y explotados, ricos y pobres. Cuando desaparezcan las clases sociales y, por consiguiente, la explotación del hombre por el hombre, ahí sí que se podrá decir, tal y como Fukuyama lo entiende, que ha llegado el “fin de la historia”.
Por otro lado, con la finalidad del sujeto histórico y en concordancia con el destino de la humanidad el gran psicoanalista Sigmund Freud, daba su criterio sobre la revalorización de la cultura y sus valores, en fecha tan lejana como el período entre guerras; criterio, por demás fundamentado, que trascendió en todo el siglo xx y llegó con total vigencia al nuevo milenio:
“A mi juicio, el destino de la especie humana será decidido por la circunstancia de si –y hasta qué punto– el desarrollo cultural logrará hacer frente a las perturbaciones de la vida colectiva emanadas del instinto de agresión y de autodestrucción. En este sentido, la época actual quizá merezca nuestro particular interés. Nuestros contemporáneos han llegado a tal extremo en el dominio de las fuerzas elementales que con su ayuda les sería fácil exterminarse mutuamente hasta el último hombre”.43
En tiempos de incertidumbres ante todo hay que ser escépticos. Por supuesto, no se trata de dudarlo todo, sino más bien dudar lo dudable: ahí donde se encuentre el discurso bonito y fácil, poner por encima lo objetivo y lo científico. El discurso posmoderno tan atractivo y seductor estará siempre al asecho para apelar a la “defensa de las minorías” y tratar de confundir, dividir, fragmentar, balcanizar. Será, en última instancia, nuestra la decisión de que camino escoger.
Bibliografía: