Vivian Cherdys Noblet Valverde*
Universidad de Oriente. Santiago de Cuba. Cuba
cherdys@uo.edu.cu
Resumen
Toda cultura es esencialmente un hecho social. No sólo en los planes de la vida actual, sino en los de su advenimiento histórico y en los de su devenimiento previsible. Toda cultura es dinámica. Y no sólo en su trasplantación desde múltiples ambientes extraños al singular de Cuba, sino en sus transformaciones locales. Así es Cuba, aún cuando no se hayan definido bien sus expresiones características.
Cuba sigue siendo una síntesis compleja y por esta razón la nacionalidad debía pensarse sobre ese presupuesto. El esfuerzo de Ortiz, por explicar a Cuba desde una trayectoria histórica, encuentra en lo transcultural un excelente mecanismo conceptual, estrechamente relacionado con una posición abierta de claro fundamento liberal, pero debemos comprender que cuando esta pasa los límites de su objetivo, puede llegar a ser una amenaza para otras culturas, que pueden llegar a perder o a disminuir los ingredientes necesarios de su identidad cultural.
Palabras claves
Cultura- dinámica- trasplantación- histórico- vida.
Summary
Every culture is essentially a social fact. Not only in the plans of the current life, but in those of his historical advent and those of his foreseeable return. Every culture is dynamic. And not only in its transplant from multiple environments strange to the singular of Cuba, but in its local transformations. This is Cuba, even if its characteristic expressions have not been well defined.
Cuba continues to be a complex synthesis and for this reason the nationality should think about that budget. Ortiz's effort, to explain Cuba from a historical trajectory, finds in the transcultural an excellent conceptual mechanism, closely related to an open position of clear liberal foundation, but we must understand that when it passes the limits of its objective, it can reach be a threat to other cultures, which may lose or diminish the necessary ingredients of their cultural identity.
Keywords
Culture- dynamics- transplantation- historical- life.
Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Vivian Cherdys Noblet Valverde (2018): “La transculturación como clave para la comprensión de los fenómenos históricos- sociales”, Revista Caribeña de Ciencias Sociales (diciembre 2018). En línea:
https://www.eumed.net/rev/caribe/2018/12/transculturacion-fenomenos-historicos.html
//hdl.handle.net/20.500.11763/caribe1812transculturacion-fenomenos-historicos
La trata fue el mayor desplazamiento de población de la historia y por consiguiente un encuentro, ciertamente forzado, entre culturas. Generó interacciones entre africanos, amerindios y europeos de tal amplitud, que quizá hoy, en el bullicio americano y antillano, está en juego algo vital para el tercer milenio: el pluralismo cultural, es decir, la capacidad y el potencial de convivencia de pueblos, religiones, culturas de orígenes distintos, el reconocimiento de la riqueza de las especificidades y de la dinámica de sus interacciones.
En el caso particular de Cuba, el profundo impacto de la esclavitud marcó primero la sociedad colonial durante tres siglos y medio, lo que condicionó una lacerante desventaja histórica para la ascensión social y el nivel de vida de los esclavos y sobre todo de sus descendientes, que fueron convertidos en fuerza de trabajo asalariada con el advenimiento de la República neocolonial.
Desde los albores del siglo XX esta parte de la población fue considerada como un hampa, denominada entonces y consciente de su imprecisión, con el adjetivo de ¨afrocubana¨. Luego, esta apreciación prejuiciado removió de pies a cabeza al joven investigador cubano Fernando Ortiz hasta afirmar que: sin el negro Cuba no sería Cuba.
La monumental obra de Fernando Ortiz, el más brillante científico social cubano de la primera mitad del siglo XX, ha servido de significativo precedente para la inmensa mayoría de las investigaciones que han incursionado en el conocimiento de los factores histórico-culturales de la nación cubana actual.
En los primeros decenios del siglo XX el pensamiento antropológico ya había demostrado la significación básica del trabajo de campo y el papel decisivo de la convivencia temporal con las sociedades humanas que se pretendían conocer. Se debatían los alcances y limitaciones teóricas del evolucionismo y el difusionismo, como iniciales corrientes del quehacer antropológico, y se reconocía el sentido relativo de cada cultura respecto de otra, independientemente de su grado de desarrollo. El funcionalismo abría una nueva alternativa para profundizar en el estudio concreto de los diversos componentes de la cultura y sus portadores. Sin embargo, la interpretación de los contactos interculturales y sus transformaciones esenciales trataban de ser explicados mediante conceptos insuficientes para revelar toda la riqueza y complejidad de estos cambios.
De este modo, Ortiz se encuentra con una pretendida lectura de la "aculturación" para evaluar procesos etnoculturales efectuados en Cuba, que no se correspondían con el limitado alcance de este concepto.
Ortiz se dedicó a reflexionar sobre la elaboración de una concepción dinámica de los intercambios y transformaciones culturales que en su momento denominó transculturación y que ha servido de guía para la orientación teórica de diversas investigaciones sobre la cultura cubana, a la vez que ha influido, directa e indirectamente, en el pensamiento antropológico internacional.
Quien se acerque atentamente a su obra se percatará de cómo su concepto de transculturación evoluciona a partir del estudio de lo afro e hispano hasta la síntesis sin prefijos ni sufijos que lleva por nombre: la cubanidad; o sea, hacia la culturación o creación de una cultura cubana. De modo que nos dejó como legado una visión integral de la cubanidad, que es punto de partida de lo que había que hacer.
La palabra transculturación se generó en el terreno de la antropología a partir del año 1935, con el fin de clasificar el estudio del contacto cultural entre grupos diferentes, sin embargo, su definición ha ido modificándose para delimitar más claramente su campo de acción ya que la terminología es una herramienta esencial en la investigación. Inicialmente se ha definido a la transculturación como un proceso bastante gradual por el cual una cultura adopta rasgos de otra hasta culminar en una aculturación. Generalmente se ha supuesto que el pasaje de rasgos va desde una cultura "más desarrollada" (por ejemplo en cultura tecnológica) a otra "menos desarrollada" y que esto puede ocurrir sin conflicto, sin embargo se observa que la mayoría de las transculturaciones son conflictivas, en especial para la cultura "receptora" máxime cuando los rasgos culturales son impuestos.
Toda cultura es esencialmente un hecho social. No sólo en los planes de la vida actual, sino en los de su advenimiento histórico y en los de su devenimiento previsible. Toda cultura es dinámica. Y no sólo en su trasplantación desde múltiples ambientes extraños al singular de Cuba, sino en sus transformaciones locales. Toda cultura es creadora, dinámica y social. Así es Cuba, aún cuando no se hayan definido bien sus expresiones características.
La cultura está en todo, en nuestro modo de vestir, de hablar, en nuestro comportamiento, en la familia, la escuela, en todo lo que existe y nos rodea, es una creación constante y a veces involuntaria de cada uno de nosotros. En Cuba el inmenso amestizamiento de razas y culturas sobrepasa en trascendencia a todo otro fenómeno histórico, en cuanto a la integración de la cultura. Los mismos fenómenos económicos se confunden casi siempre con las expresiones de las diversas culturas.
Fernando Ortiz había sometido a un riguroso análisis crítico el concepto de aculturación, y para sustituirlo, presentaba al mundo de las ciencias sociales un neologismo de su creación, el vocablo transculturación, por considerarlo más adecuado al contenido del fenómeno que pretendía designar.
La propuesta introducida por Ortiz en 1940, acerca del neologismo transculturación, en abierta oposición a la voz inglesa aculturación, no significó un simple cambio de prefijo para matizar el conocimiento de los procesos culturales y sus cambios; sino que se derivó de una profunda reflexión basada en múltiples investigaciones durante más de tres décadas sobre la problemática etnosocial cubana y sus nexos internacionales.
... la palabra aculturación, [...] no hace mucho comenzó a correr y [...] amenaza con apoderarse del campo, especialmente en los escritos sociológicos y antropológicos, de autores norteamericanos. (Guanche, 1995:32)
Porque el concepto de transculturación, cual concepción generalizadora de los cambios cualitativos de la cultura podía desde entonces, no sólo explicar la complejidad de estos procesos, sino al mismo tiempo sustituir otros de alcance más limitados como "cambio cultural", "aculturación", "difusión", "migración u ósmosis de cultura", entre otros. Pero la concepción de Ortiz no fue objeto de tanta divulgación ni aceptación internacional por múltiples factores, que tienen su raíz histórica en el propio desarrollo de la antropología norteamericana y en la alta capacidad divulgativa de ésta.
Malinowski no se equivocó, pues el concepto de aculturación fue mucho más allá de su limitado alcance inicial y se convirtió en una especie de panacea para explicar e interpretar diversos tipos de relacionas interculturales. Sin embargo, esta concepción se encuentra cargada desde su origen, de una esencia despectiva hacia los pueblos de menor grado de desarrollo socioeconómico. En esta dirección el guía teórico del funcionalismo en antropología también reconocía que:
Es un vocablo etnocéntrico con una significación moral. El inmigrante tiene que "aculturarse”; así han de hacer también los indígenas, paganos e infieles, bárbaros o salvajes, que gozan del "beneficio" de estar sometidos a nuestra Gran Cultura Occidental. [...] El "inculto" ha de recibir los beneficios de "nuestra cultura"; es "el" quien ha de cambiar para convertirse en "uno de nosotros"(Guanche, 1995: 33)
A mediados de los años 30 el Subcomité del Consejo de Investigaciones de Ciencias Sociales de EE.UU. preparó toda una Memoria para el estudio de la aculturación con el objetivo de clarificar el concepto; es decir, para darle un baño de rosas que fuera compatible con las nuevas investigaciones; así Robert Redfield (1897-1958) lo llega a definir como:
Todo fenómeno resultante cuando grupos de individuos que poseen diferentes culturas, tienen contactos de primera mano, con subsecuentes cambios en la cultura original; que es norma de uno y otro o de ambos grupos. (Guanche, 1995: 38)
De este modo, una concepción, que había nacido del aplastamiento impositivo de unos pueblos sobre otros, deviene concepto general sobre los cambios pacíficos en las relaciones grupales y sus respectivas culturas. El "cambio de collar" es utilizado como instrumento metodológico para múltiples investigaciones posteriores.
Las dificultades a las que tuvo que enfrentarse Ortiz en el estudio de los múltiples amestizamientos, transfusiones recíprocas de culturas y transculturaciones, todos estos procesos complementarios en la historia de Cuba, fueron las que por necesidad tenían que afrontarse en un campo de investigación no sólo intrincadísimo, sino desconocido básicamente hasta entonces. La cuestión del mestizaje presentaba en Cuba dificultades específicas, que Ortiz consideró en su correspondencia con particulares circunstancias histórico-sociales, las cuales condicionaron sus diferencias respecto a sus proyecciones continentales, donde la conservación de culturas autóctonas complicaba esta cuestión con matices diversos a los de la ínsula.
Es inobjetable que la conservación de tradiciones y normas sociales de conducta en los grupos étnicos autóctonos representa un importante factor de continuidad histórica, del que no dispone el mestizo en similares condiciones, pues este último es producto nuevo de la mezcla de culturas, a su vez desarraigado de los orígenes culturales de su procedencia.
En la gran tragedia histórica de todas las razas subyugadas, uno de los sufrimientos más crueles ha tenido que ser el de tener con frecuencia que negarse a sí mismas para poder pasar y sobrevivir, el de esconder el alma en lo más recóndito de una caverna de conducta hecha de forzadas hipocresías, de defensivos mimetismos, de dolorosísimas renunciaciones.
En Cuba, los negros tuvieron que abstenerse, aceptando, a la vez de grado y de fuerza, la posición distinta que el sojuzgamiento les señaló en la estratificación social que los explotaba. Pero el mestizo sufrió más, sufrió la presión centrífuga de dos mundos, del futuro que aún no lo aceptaba y del pasado que ya no lo reconocía. Y el alma mulata padeció la vida de lo inadaptado. O tenía que manifestarse ante el mundo como un negro, sin serlo; o como un blanco, sin serlo tampoco. En cualquiera de las dos posiciones, su expresión emocional hallaba obstáculos, uno de los obstáculos más resistentes ha debido ser la resistencia despreciativa del blanco, debida en parte a los ancestrales prejuicios étnicos, reforzados por los privilegios económicos.
En 1938 Melville J. Herskovitz da a conocer su obra Aculturación, se designaba al complejo fenómeno de contacto cultural entre dos o más pueblos, cuyas tradiciones habían sido en el pasado o estaban en el presente influidas por las costumbres de otros pueblos con los que estaban en estrecho contacto. El estudio del contacto cultural), donde también trata de redefinir el concepto para adecuarlo a las nuevas circunstancias. Reconoce que el concepto había adquirido anteriormente un sentido equívoco, ya que fue utilizado indistintamente para designar diferentes fases o aspectos del contacto cultural; estos significados pueden sintetizarse en los siguientes:
1. Como toma y daca entre diferentes culturas, resultado de un contacto cultural algo estrecho entre los pueblos portadores de aquellas;
2. Como el proceso mediante el cual una cultura recipiente absorbe un rasgo específico de otra;
3. Como sinónimo de educación;
4. Como sinónimo de asimilación; [y]
5. Como sinónimo de difusión"
En busca de un sentido unívoco presenta la siguiente definición: La aculturación comprende aquellos fenómenos que son el resultado del contacto continuo y de primera mano entre grupos de individuos con culturas diferentes, así como los cambios subsiguientes en los patrones culturales originales de uno o ambos grupos.
De acuerdo con su concepción para poder hablar de aculturación era imprescindible que el contacto se produjera durante un largo período de tiempo, lo que implicaba un amplio intercambio entre las tradiciones de ambos grupos. Estos cambios sólo se iban a producir en uno de los conjuntos afectados, implícitamente el menos “civilizado” o de “cultura inferior”, la definición no precisaba en absoluto la naturaleza de los propios grupos, ni de dichos cambios, su carácter y la esencia de su resultado. Se limitaba a enunciar un hecho, un complejísimo fenómeno cultural, como si se tratase un simple cambio mecánico. En cuanto a los métodos a emplear planteaba que debía acudirse a la técnica del historiador que utiliza materiales documentales complementada con información de campo relativa al contacto.
Adopta el concepto anteriormente elaborado junto con Redfield y Linton e incluye la nota explicativa siguiente: La aculturación debe distinguirse del cambio cultural, del cual es un aspecto, y de la asimilación, que a veces es una fase de la aculturación. También debe diferenciarse de la difusión, la cual, aunque ocurre en todas las instancias de la aculturación, no sólo es un fenómeno que con frecuencia se desarrolla sin que ocurran los tipos de contactos entre pueblos especificados en la definición anterior, sino que también constituye sólo un aspecto del proceso de aculturación. 1
Precisamente esta obra es una de las que conoce Ortiz y sus postulados teóricos no se adecuan a su práctica investigativa realizada durante varias décadas. La aculturación es una concepción demasiado estática para calificar procesos de intercambio activo donde intervienen grupos portadores de culturas diferentes.
Un concepto, como forma del pensamiento abstracto, es la expresión generalizada y lógicas de las propiedades esenciales de determinados grupos de objeto o procesos del mundo material. El concepto expresa el resumen de la generalización de los datos, obtenidos mediante la práctica y debe revelar, reflejar de un modo completo y profundo, los vínculos objetivos que existen entre los objetos o procesos dados. El concepto como las demás formas del pensamiento abstracto, está indisolublemente vinculado al lenguaje, puesto que las generalizaciones del conocimiento sólo pueden expresarse en palabras. De ahí la importancia del término que designa determinado fenómeno.
Entendemos que el vocablo transculturación expresa mejor las diferentes fases del proceso transitivo de una cultura a otra, porque este no consiste solamente en adquirir una nueva y distinta cultura, sino que el proceso implica también necesariamente la pérdida o desarraigo de una cultura precedente, lo que pudiera decirse una desculturación, y además significa la consiguiente creación de nuevos fenómenos culturales que pudieran denominarse neoculturación.
Transculturación es el vocablo escogido por Don Fernando Ortiz para expresar los variadísimos fenómenos que se originan en Cuba por las complejísimas transmutaciones de culturas que aquí se verifican; sin conocer las cuales es imposible entender la evolución del pueblo cubano, así en lo económico como en lo institucional, jurídico, ético, religioso, artístico, lingüístico, psicológico, sexual y en los demás aspectos de su vida.
La transculturación es un conjunto de transmutaciones constantes; es creadora y jamás acabada; es irreversible. Siempre es un proceso en el cual se da algo a cambio de lo que se recibe: las dos partes de la ecuación son modificadas. Emerge de ella una nueva realidad, que no es un mosaico de caracteres, sino un fenómeno nuevo, original e independiente.
1. En el proceso de transculturación podrían identificarse tres etapas:
1.1 una parcial pérdida de la cultura que puede alcanzar diversos grados y afectar variadas zonas trayendo consigo siempre la pérdida de componentes considerados como obsoletos.
1.2 la incorporación de la cultura externa.
1.3 el esfuerzo de recomposición mediante el manejo de los elementos que sobreviven de la cultura originaria y los que vienen de fuera.
Entonces, se puede decir que hay pérdidas, selecciones, redescubrimientos e incorporaciones, y que estas operaciones se resuelven dentro de una reestructuración general del sistema cultural, que es la función creadora más alta que puede cumplirse en un proceso intercultural.
Según Ortiz, la transculturación describe el proceso con base en el cual uno encuentra una "cultura nativa" y una "cultura conquistadora" pero, dada su naturaleza permanente, son las fases ulteriores de ese mismo proceso que se manifiesta aún en el paisaje cultural del continente americano.
La transculturación es un fenómeno dialéctico que se producen cuando entran en contacto prolongado dos o varios grupos humanos con culturas diferentes. En ambas se opera un proceso de abandono, perdida o desarraigo de la cultura propia, pero no de la totalidad de dicha cultura, sino que se niega algunos de sus elementos, en tanto se conservan o afirman otros, en ambos se realiza un proceso de mutua adaptación, de sincretismo, de aquellos elementos que conservados, afirmados dialécticamente, con lo cual se logra una nueva realidad cultural. Es decir se produce un salto cualitativo cuyo resultado es una nueva realidad. Hay que tener en cuenta, desde luego, que tanto la negación como la afirmación de determinados elementos se producen de acuerdo con la situación socioeconómica concreta en la que se produce el contexto.
Su argumentación rebasa ampliamente el contexto histórico-cultural de Cuba para insertarse, no sin dificultades, en las categorías del conocimiento antropológico internacional. Uno de los contenidos esenciales de su fundamentación, al referirse a los complejos procesos inmigratorios que sirven de génesis al etnos cubano contemporáneo, es la impactante compactación de relaciones interculturales entre el nivel de desarrollo de los emisores europeos de la migración y el de los receptores aborígenes de este lado del Atlántico.
La transculturación es, en rigor, no sólo la única teoría que puede atribuirse a Ortiz en su exposición conceptual, sino una síntesis de imágenes y conceptos que desborda el mero esquema atribuible a la "teoría", pues en ella no hay conceptos diferenciados de las imágenes. Síntesis, por consecuencia, de contenidos tanto científico-generales en la medida en que apunta a tendencias universales de la historia americana, como filosófico-literarios, que permiten a Ortiz fijar la singularidad del proceso en la constitución de la cultura cubana. Pues la raíz última de la reflexión orticiano no es el concepto, al que no obstante ella aspira; sino la existencia humana en todas sus posibles dimensiones culturales, metafísica; histórica; social; psicológica. Como "teoría", aplicable por tanto a cualquiera de las culturas americanas, la transculturación es concepto; logos, esquema. Como metáfora e imagen, expresa la esencia única de lo cubano.
La transculturación no sólo es aplicable a Cuba, sino también a América Latina y el Caribe, en esta dirección ha sido mayor dicho proceso, en sus inicios por la esclavitud y ahora por la esclavitud asalariada, ha sido tan cruel y salvaje este fenómeno en el mundo que ha provocado que desaparezcan culturas enteras sin dejar huellas de su existencia. Es necesario e indispensable atender esta problemática con toda la atención que se merece, no sólo está en peligro el hombre, sino también el mundo.
En todos los pueblos la evolución histórica significa siempre un tránsito vital de culturas a un ritmo más o menos reposado o veloz; pero en Cuba han sido tantas y tan diversas en posiciones de espacio y categorías estructurales las culturas que han influido en la formación de su pueblo, que ese inmenso amestizamiento de razas y culturas sobrepuja en trascendencia a todo otro fenómeno histórico.
Toda la escala cultural que Europa experimentó en más de cuatro milenios, en Cuba pasó en menos de cuatro siglos. Lo que allí fue subida por rampa y escalones, aquí ha sido progreso a saltos y sobresaltos. (Guanche, 1995: 40)
De este modo llega a otra idea clave cuando afirma que:
En un día se pasaron en Cuba varias edades; se diría que miles de "años-cultura", si fuera admisible tal métrica para la cronología de los pueblos. (Guanche, 1995: 40)
El concepto de transculturación es cardinal y elementalmente indispensable para comprender la historia de Cuba y, por análogas razones, la de toda la América en general. Este vocablo comprende todas las fases de su parábola; desde la capacidad de negación de aspectos culturales precedentes hasta el proceso de creación, aceptación y transmisión de nuevos valores, objetos y acciones de la cultura.
2. La transculturación pasó por distintas fases:
2.1 La fase hostil: cuando el blanco ataca al negro y este se rebela porque no quiere ser sacado de su tierra ni ser esclavo.
2.2 Fase transigente: donde el blanco explota al negro, y a la vez este se defiende con astucia y va aceptando hábiles actitudes de acomodamiento, se empieza a llevar mejor, pero mantiene su desconfianza.
2.3 Fase adaptativa: el individuo de color trata de superarse imitando al blanco en todo, a veces con ceguera que llega en ocasiones a renegar de sí mismo. El mestizo se hace blanco por la ley, por dinero o por la arcunia.
2.4 Fase reivindicadora: el hombre de color va digidnte recuperando su dominio y el aprecio de sí mismo. Cunde el respeto mutuo y la cooperación entre blancos y negros.
2.5 Fase integrativa: es la última, donde las culturas se han difundido y el conflicto ha cesado, dando paso a una comunidad nueva y culturalmente integrada, donde los factores meramente raciales han perdido su malicia disociadora.
En estas fases se demuestra el carácter dialéctico del proceso de transculturación, al realizarse un análisis de cómo se comporto este fenómeno en el país, así como también nos muestran su honda investigación al detallarnos paso por paso este proceso que no fue nada fácil para ese africano que se vio obligado a dejar su modo vida acomodaticia, para pasar a ser subyugado por un hombre que se creía superior a él.
Ortiz consideraba que el concepto tenía gran importancia para todos nuestros pueblos americanos, porque en este hemisferio, que fue Nuevo Mundo y que ya exige una total y urgente renovación para seguirlo siendo, son varios los grupos humanos definidos como raza que están en contraposiciones sociales intensas.”Toda América es un inmenso hervidero de razas. Porque América, toda América es mestiza” 2. La historia de América no puede ser comprendida sin conocer la de todas las esencias étnicas que en este continente se han difundido y sin apreciar cuál ha sido el verdadero resultado de su recíproca transculturación.
Como puede apreciarse, el concepto de cultura tuvo en la obra de Fernando Ortiz una importancia cardinal, ya que para él constituía la clave para la comprensión de los fenómenos históricos sociales, lo que pone pleidnte de manifiesto el carácter idealista, desde el punto de vista filosófico, de su sistema conceptual, puesto que, aunque no pasó completamente por alto los fenómenos económicos, de acuerdo con sus criterios, los factores determinantes al explicar el desarrollo humano eran de carácter superestructural.
Lo transcultural implica la ampliación y reconocimiento de diversos elementos que entran en dinámica, de tal forma que su importancia está en reconocer que la cultura como tal no es uniforme en sí, sino que es complementaria y fragmentaria, nutriéndose del cruce de procesos que confluyen entre sí; integrando un conjunto pero manteniendo diferencias y posiciones diversas; no es lo homogéneo lo que interesa, sino lo heterogéneo.
La transculturación no radica para Ortiz en un proceso gradual de modificaciones en los factores culturales ya existentes en una comunidad humana, a partir de los cuales se originaría un nuevo universo cultural. Pues la transculturación, en la confluencia y coparticipación de universos culturales diversos, funda un espacio- tiempo en el que factores culturales de fuentes o procedencias similares, pueden generar resultados diversos entre sí, en condiciones históricas también distintas a las de sus respectivos orígenes.
Es oportuno señalar que ninguna cultura cabalmente denominada como nacional y en nuestro caso lo es sin lugar a dudas, o al menos fuertemente enraizada en la sociedad por atributos de la tradicionalidad, puede ser destruida por enemigos o factores externos cualesquiera sean estos y cualquiera que sea su fuerza, virulencia o beligerancia. Una cultura puede ser perseguida, encarcelada, partida mecánicamente en pedazos, torturada de las maneras más horribles que el peor sistema inquisitorial haya podido imaginar, pero no podrá ser destruida hasta que los factores suyos, inmanentes, las razones causales de su emergencia y de su movimiento no se vuelvan contra ella misma dejándola de sostener y alimentar sino, por el contrario, corroyéndola y desintegrándola; y estos tumores malignos sólo suceden cuando la cultura se inmoviliza, que equivale a decir cuando deja de reformularse una y otra vez; cuando deja de crear límites, es decir zonas de peligro de muerte y deje de vencer esos límites para ulteriormente originar otros.
La riqueza de la cultura cubana y especificidades en diversas regiones, revelan la necesidad de realizar investigaciones que demuestren las peculiaridades locales, porque el afianzamiento de culturas en la isla no se produjo de igual forma en todos sus territorios, es decir, en cada uno predomina una cultura más que la otra, fueron muchas las etnias que penetraron en nuestra tierra, los cuales se situaron en los puntos que más les acomodaba y otros en los que le obligaron a permanecer, por lo que allí desarrollaron toda su cultura como único alivio a sus penas aunque en ocasiones se lo prohibían porque pensaban que estaban preparando algo contra su opresor.
Con el paso del tiempo ese hombre le tomo cariño y amor a esta tierra y una vez abolida la esclavitud se quedaron aquí porque se sentían identificados con esta tierra y la llegaron a asimilar como propia. Cuba sigue siendo una síntesis compleja y por esta razón la nacionalidad debía pensarse sobre ese presupuesto. El esfuerzo de Ortiz, por explicar a Cuba desde una trayectoria histórica, encuentra en lo transcultural un excelente mecanismo conceptual, estrechamente relacionado con una posición abierta de claro fundamento liberal.
Por estas razones pensar lo nacional desde la perspectiva de Fernando Ortiz, equivale al reconocimiento y la participación de la pluralidad de grupos étnicos desde la dimensión de lo social y político.” Lo cultural es un problema vital y como tal implica un análisis y un compromiso que supera el prejuicio de las razas”3 . Era claro en Ortiz, la oposición a todo racismo, puesto que la esencia del racismo impedía la construcción de lo nacional, pues este tendía a dividir y disociar. La nacionalidad necesitaba fortalecerse a partir de su complejidad cultural. La raza, decía Ortiz, “es un concepto estático, la cultura es dinámica”4 . Lo fluido estaba latiendo en el tabaco y era precisamente la representación que mejor podía explicar lo transcultural como fuerza y vitalidad de un pueblo. Era la anarquía en expresión abierta de la libertad individual y colectiva.
La cultura cubana al igual que la de otros países se ha visto influenciada por las diversas corrientes culturales que nos llegan por diferentes vías, esto ha provocado que hoy en día se practiquen y se conozcan casi todas las culturas, analizado desde ese punto no presenta ninguna contradicción, pero esa tendencia a esa diversidad cultural ha traído como consecuencia una desvalorización de la cultura tradicional principalmente por los jóvenes, no sólo vista desde el ángulo del arte, sino también a nivel de familia, de escuelas, así como en otras instituciones. Este flujo cultural ha incidido de tal forma en la sociedad, que se ha llegado a asimilar y a aceptar otras culturas más que la nuestra propia.
La diversidad cultural podemos entenderla como esa proliferación de la cultura en pos de una mejor comprensión de modos de vidas, de expresión, de costumbres, tradiciones, etc., propios de un país. Pero cuando esta pasa los límites de su objetivo, puede llegar a ser una amenaza para otras culturas, que pueden llegar a perder o a disminuir los ingredientes necesarios de su identidad cultural.
La transculturación ha sido el elemento principal de esta dinámica cultural. Sigue siendo el aporte fundamental que haya hecho Fernando Ortiz. Ante la realidad actual, se puede ver con mayor claridad este fenómeno, ya que vencidas muchas barreras con respecto a etapas anteriores, es mayor la influencia y la diversificación de otras culturas en nuestra nación. Debemos tener siempre presente el polo opuesto de esta disyuntiva, porque el peligro es mayor y las amenazas son cada vez más reiteradas. Por tal motivo nunca debemos de olvidar quiénes somos y cuál es nuestro deber con la patria, tarea de la cual también se encarga la filosofía, para poder transformar el mundo.
La transculturación se puede decir que actualmente se comporta de una forma agresiva y ascendente, ya que se inserta por cualquier rama y es mayor la tendencia hacia ella. A pesar de que ésta no se comporta de igual forma en todos los territorios y países, su extensión siempre va en ascenso ya que se comporta de dos maneras:
Transculturación directa: donde se realiza el intercambio directo entre los grupos de personas.
Transculturación indirecta: es la que se recibe mediante los medios de difusión masiva (radio, televisión, carteles, propagandas) es decir donde no existe un intercambio directo.
Ambas son peligrosas para este mundo que está constantemente hostigado por las amenazas y pretensiones del capitalismo en su afán de conquistar otros territorios. Por eso se hace necesario combatir esta problemática siempre y cuando constituya una amenaza, porque no sólo se corre el riesgo de perder aspectos de nuestra cultura sino lo más importante que se puede desvalorizar nuestra identidad.
Pues la transculturación posee un significado fundacional y originario, en virtud del cual actúa generando nuevas estructuras y relaciones entre los hombres. De ahí que, pese a las intenciones antimetafísicas de Ortiz, su concepción de la transculturación desborda todos los posibles límites de la descripción empírica y "científica", pues más que resultado, es proyecto y posibilidad de una nueva contextura humana; imagen, y por lo tanto, no sólo el apriori conceptual o ideal de una "experiencia posible", sino la apertura a lo inusual e inesperado.
Esta visión de Ortiz, ya está alejada de su primera concepción positivista y es en esta dirección que nos interesa explorar su aporte en la construcción de la nacionalidad. Él entendió que sólo captando esa confluencia de voces distintas se podría comprender y desarrollar un proyecto nacional que debía incluir la participación del español, indígena, negro y otras culturas migratorias que llegaron a Cuba por distintos caminos y ocuparon un espacio dentro de la cultura y sociedad. Cuba sigue siendo una síntesis compleja y por esta razón la nacionalidad debía pensarse sobre ese presupuesto. El esfuerzo de Ortiz, por explicar a Cuba desde una trayectoria histórica, encuentra en lo transcultural un excelente mecanismo conceptual, estrechamente relacionado con una posición abierta de claro fundamento liberal. Es inevitable hablar de transculturación y sus efectos en cualquier territorio o país sin mencionar la identidad cultural ya que una depende de la otra, están estrechamente relacionadas, si una se afecta repercute en la otra, por eso se hace necesario fortalecer y proteger nuestra identidad ya que se puede ver amenazada por la agresiva transculturación actual.
Bibliografía
1. Guanche, Ortiz (1995): “Avatares de la transculturación”. En Revista Tema. N. 4, Ciudad de la Habana, 1995, p. 32.
2. Iznaga, Diana (1989): La transculturación en Fernando Ortiz. Edit. Ciencias Sociales, La Habana.
3. Ortiz, Fernando (1956) “Defensa cubana contra el racismo antisemita”. En Revista Bimestre cubana, de la Sociedad Económica de Amigos del País, Vol. LXXI, enero- junio, La Habana, 1956, p. 99.
4. Ortiz, Fernando (1963): Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar. Direcc. de Publicaciones Univ. Central de las Villas, Santa Clara.
5. Ortiz, Fernando (1995): “Ni racismo ni xenofobia”. En Revista Bimestre cubana, Vol. LXX, La Habana, 1955, p. 67.
Citas y Notas
*Graduada en 2007 de Filosofía Marxista Leninista en la Universidad de Oriente, Cuba. Se especializa en temas de Cultura e Identidad, Indisciplinas Sociales y Condición Humana. Máster en Ciencias Sociales y Pensamiento Martiano. Actualmente se desempeña como profesora de Filosofía Marxista Leninista. Universidad de Oriente. Santiago de Cuba. Cuba cherdys@uo.edu.cu