Revista: Caribeña de Ciencias Sociales
ISSN: 2254-7630


CIENCIA ARQUEOLÓGICA Y SUS APORTES AL CONOCIMIENTO DE LA OCUPACIÓN ABORIGEN EN LA REGIÓN MÁS OCCIDENTAL DE CUBA

Autores e infomación del artículo

Yanelis Cordero Cabrera*

Guillermo Baena González**

Instituto Cubano de Antropología

yanelisgiu@gmail.com


RESUMEN
El trabajo presenta un estudio sobre el patrón de asentamiento a nivel regional en la Península de Guanahacabibes, provincia Pinar del Río. Se constatan algunas regularidades en función de la organización, dinamismo y adaptabilidad de las comunidades aborígenes que poblaron el territorio teniendo en cuenta: las categorías de los 162 sitios arqueológicos recogidos en el Censo Arqueológico Aborigen de Cuba (2013), su relación con el complejo territorial natural y productivo; y la evaluación de la actividad económica subsistencial a partir del procedimiento Correlación de Valores de Consumo en siete residuarios. Acompañan al texto representaciones cartográficas que caracterizan de manera integrada los análisis de la región más occidental de Cuba.

Palabras Claves: Guanahacabibes, Arqueología, Ocupación aborigen, Patrón de asentamiento regional, Representación cartográfica, Paisaje

Abstract
The work presents a study on the pattern of settlement at the regional level in the Peninsula of Guanahacabibes, Pinar del Río province, Cuba. There are some regularities depending on the organization, dynamism and adaptability of the aboriginal communities that populated the territory taking into account: the categories of the 162 archaeological sites collected in the Aboriginal Archaeological Census of Cuba (2013), its relationship with the territorial complex natural and productive and the evaluation of the subsistence economic activity from the Correlation of Consumption Values procedure in eight residuaries. The text is accompanied by cartographic representations that characterize in an integrated manner the analyzes of the westernmost region of Cuba.

Key words: Guanahacabibes, Archeology, Aboriginal ocupation, Pattern of settlement, Cartographic representation, Landscape

Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:

Yanelis Cordero Cabrera y Guillermo Baena González (2018): “Ciencia arqueológica y sus aportes al conocimiento de la ocupación aborigen en la región más occidental de Cuba”, Revista Caribeña de Ciencias Sociales (septiembre 2018). En línea:
https://www.eumed.net/rev/caribe/2018/09/ciencia-arqueologica-cuba.html
//hdl.handle.net/20.500.11763/caribe1809ciencia-arqueologica-cuba


Introducción
Durante el período de desarrollo y dispersión de las comunidades aborígenes en el occidente de Cuba, se consolidaron características socioeconómicas y culturales, que tipifican los factores causales evaluados en los análisis de la categoría patrón de asentamiento regional. Para esta interpretación se ha considerado la propuesta de la Arqueología Espacial que estudia las interrelaciones en el espacio de las diferentes entidades pretéritas en cualquiera de sus escalas de tamaño (desde estructuras, es decir, las unidades mínimas de análisis, al yacimiento y a los conjuntos de yacimientos), así como las interrelaciones entre dichas entidades materiales y el entorno físico. La Arqueología Espacial establece tres escalas de análisis del registro arqueológico1 . En el presente estudio sobre los patrones de asentamiento a nivel regional se ha implementado la tercera escala de análisis constituida por el macroespacio, lo que ha permitido analizar las relaciones entre los yacimientos y su entorno físico y medioambiental, así como explicar la organización y distribución espacial de los mismos.
Teniendo en cuenta las características del territorio objeto de estudio, constituido por la península de Guanahacabibes, y los indicadores que pueden ser analizados en la misma, los autores asumen la propuesta de patrón de asentamiento en el nivel regional fundamentada por Ardelean2 ; considerando un conjunto de factores causales para su análisis, cuyas manifestaciones concretas son los aspectos de orden ambiental y social que se pueden inferir a partir de los datos que brinda el registro arqueológico. El aprovechamiento de los recursos y la manera y el grado en que estos se relacionan con los demás factores ambientales, influyen en la conformación del patrón de asentamiento regional que estará influenciado a su vez por los factores culturales atendiendo a los criterios del citado autor (Ardelean, 2004: 14, 15).
Las investigaciones realizadas por el Dr. E. Alonso a fines de la década de 1980 y durante 1990 en el occidente de Cuba marcan una pauta importante en los estudios regionales sobre patrones de asentamiento. Destacan importantes trabajos realizados en la provincia Pinar del Río, teniendo en cuenta la distribución de los sitios arqueológicos en el área, los recursos naturales del medio circundante y su relación con los procesos sociales y productivos de las comunidades aborígenes (Alonso, 1982: 22).  Sus estudios se fundamentan teóricamente en las tesis de diferentes investigadores sociales (Marx, 1955; Marx y Engles, 1973; Solomniav, 1977; Mozhúiev, 1977; Chaguin y Jarchev, 1964; Guarasinov et al, 1976; Kabo, 1980).
Los criterios planteados por este investigador en relación con la existencia de migraciones estacionales en función de la dinámica en tiempo y espacio de los recursos a explotar en el medio circundante, con la resultante concentración y dispersión de los componentes del grupo, así como las migraciones de las comunidades aborígenes con retorno a los lugares explotados anteriormente, se consideran aproximaciones válidas en lo referente a estrategias de interacción con el medio, pero limitadas en los análisis sistémicos realizados de manera categórica, que implican la distribución espacio – temporal entre sitios de diferentes magnitudes.
Los conceptos que implementa Alonso en sus investigaciones (1980, 1982, 1986, 1988, 1990, 1995, 2012) 3 tienen gran actualidad en el marco de los estudios de patrones y sistemas de asentamiento de las comunidades aborígenes de Cuba. En general todos apuntan hacia el estudio de la naturaleza y el medio natural circundante o medio geográfico como objeto de estudio en la investigación arqueológica. Alonso analiza que no es posible estudiar la dinámica de las fuerzas productivas y el modo de producción de una sociedad de economía apropiadora sin el estudio de la distribución de los emplazamientos arqueológicos en el medio y el conocimiento de las características y ciclos vitales de los elementos naturales (animales, vegetales, minerales, hídricos y climáticos); y considera la categoría “distribución de los sitios arqueológicos en áreas grandes” (Alonso y Carmenate, 1981: 95), como un elemento que tiene rango de fuente de la investigación arqueológica a partir de su conocimiento, ordenamiento y estudio4 .
Este estudio de los patrones de asentamiento se fundamenta en el nivel regional a partir del comportamiento de los siguientes factores causales: la ubicación de sitios arqueológicos en las diferentes unidades de Paisaje y su orientación hacia áreas de influencia económica; la relación de ubicación de los sitios arqueológicos con los ecosistemas cársicos y presencia o no de fuentes de agua; el análisis de la relación de ubicación de sitios de primera magnitud con otros sitios de igual categoría; y con sitios de segunda y tercera magnitud, paraderos, sitios funerarios y sitios ceremoniales; el análisis del comportamiento de la Correlación de Variables de Consumo en 15 sitios arqueológicos; así como la relación que puede establecerse en función de los artefactos e instrumentos de las industrias de la lítica y la concha y los factores superestructurales determinados por las prácticas mortuorias, las manifestaciones de arte rupestre y las piezas excepcionales. Los fechados radiocarbónicos que se tienen en la región corresponden solo a 2 sitios arqueológicos5 , cuestión que limita en gran medida una interpretación sistémica del registro arqueológico en función de la distribución espacio - temporal. No es posible establecer relaciones directas entre los emplazamientos del área si estos no se encuentran cronológicamente asociados, cuestión que también ha sido planteada por otros autores en diversas investigaciones6 . Es por ello que hemos considerado plantear las características que tipifican o relacionan a los componentes causales del patrón de asentamiento regional.

  1. La Península de Guanahacabibes

La Península de Guanahacabibes se localiza geográficamente en la región más occidental de la provincia Pinar del Río y las investigaciones arqueológicas en dicho territorio han constatado la presencia de 162 sitios arqueológicos según el reciente Censo de Sitios Arqueológicos Aborígenes de Cuba7 (2013) (Figura 1). Si bien con anterioridad se ha señalado que la ubicación de los residuarios descritos para el área, está relacionada con las fuentes de agua, la presencia de accidentes cársicos y las potencialidades de los ecosistemas que constituyen su complejo territorial productivo, su análisis ha carecido de una representación gráfica que muestre esta interacción con todos sus componentes y agrupe la información dispersa.

Las unidades de paisaje según sus características (distribución de elementos cársicos contentivos y las particularidades hidrológicas asociadas) condicionaron para el caso de la península, la ubicación de los emplazamientos de los grupos aborígenes que la habitaron en las diversas épocas. Un ejemplo de la influencia del paisaje en la determinación del lugar de habitación, puede verse con claridad en los sitios ubicados en el extremo oeste, donde las condiciones de barras naturales emergidas rodeabas de grandes pantanos influyeron en el posicionamiento de los emplazamientos en áreas reducidas (Figura 2a). Obsérvese en la Figura 2b cómo cuando el área de pantanos lo permite, las ocupaciones logran poblar un sector del litoral norte. Es importante destacar que el norte de la península presenta una franja cubierta de pantanos con vegetación de manglares, lo que si bien limita los espacios óptimos para asentarse, por otra parte, favorece la posibilidad de acceder a los recursos subsistenciales que ofrece ese biotopo, a lo que podemos sumar la diversidad de recursos del litoral costero con fondos de tipo acumulativos, todo lo cual genera estrategias de gestión que se manifiestan en la ubicación del sitio y en las relaciones de este con otros de su entorno.
La relación elemento cársico – potencialidad de agua y uso del área como asentamiento aborigen está presente en toda la extensión. Un ejemplo concreto se puede observar en el extremo oeste de la península (Figura 3). Es muy probable que la presencia de agrupaciones de residuarios separadas entre sí por áreas en las que no hay sitios, esté condicionada a la presencia de manifestaciones cársicas habitables, las potencialidades del preciado líquido y las bondades del entorno, lo que pudo en momentos de mayor ocupación del territorio, constituir verdaderas demarcaciones a juzgar por la disposición en que se ubican.

Otro elemento observado es la elección de las áreas más altas de la llanura cársica por los grupos humanos que arribaron al lugar, constatándose un alto por ciento de residuarios ubicados en alturas que oscilan entre 10m y 15 m (Figura 4a y Figura 4b).

En el orden de las actividades económicas y, dentro de ellas, las actividades subsistenciales, es interesante que al observar el comportamiento de las labores de captura de quelonios, se constata que la mayor presencia de este recurso no se comporta de igual manera en sitios que, por su ubicación costera, pudieran estar más favorecidos, por ejemplo: en Caleta del Resguardo, ubicado al norte de la Ensenada de Corrientes, la captura de quelonios es la segunda actividad más representativa, sin embargo, en el residuario costero Aguas Muertas, ubicado al centro de la referida ensenada, esta ocupa el cuarto lugar.
En otros emplazamientos costeros como Cueva de la Pintura, situada en Cabo Francés, la captura de quelonios ocupa el tercer lugar y en Cayo Redondo, en la Ensenada de la Fe, el primero. Sin lugar a dudas esto responde a que las playas para las anidaciones deben poseer determinadas características en cuanto a la profundidad de la capa de arena, la presencia de vegetación costera, la temperatura del suelo y el perfil del fondo marino, lo cual varía por sectores en el litoral  de la península, según refieren especialistas en el tema. Es por ello que actualmente una de las playas de mayor arribo de tortugas a desovar es Caleta del Resguardo, lo que coincide con la amplia representación de esta actividad en el otrora sitio arqueológico aborigen (Figura 5).

Un estudio de las agrupaciones resultantes de la ubicación de los 162 residuarios arqueológicos en la Península de Guanahacabibes, dio como resultado la delimitación de 10 áreas de ocupación (Figura 6), donde los sitios de primera magnitud resultan el 10.5%, los de segunda, el 42.6% y los de tercera el 3.1%. Por su parte los paraderos representan el 43.8% y los sitios funerarios y ceremoniales el 4.9% y 2.5% respectivamente con la particularidad de ser al mismo tiempo sitios de habitación de primera o segunda magnitud.  Del total de sitios presentes en cada una de las 10 agrupaciones identificadas: tres tienen entre 9 y 10 residuarios, lo que representa el (30%), 5 presentan entre 14 y 18, (50%), una 21 sitios (10%) y otra con 28 de ellos (10%). Estas agrupaciones de sitios, se caracterizan por estar separadas unas de otras por áreas donde no aparecen ocupaciones del territorio. En 4 oportunidades estas se asocian a un sitio de primera magnitud, en 3 a 2 residuarios de primera magnitud y en 2 aparecen relacionadas a 3 y a 4 emplazamientos de primera magnitud, estas últimas con mayor cantidad de sitios agrupados, 28 y 21 respectivamente. En 6 casos no se observa en ellas la presencia de sitios de tercera magnitud, sin embargo, en toda la muestra sí aparecen los sitios de segunda magnitud y los paraderos, siendo destacable que los sitios funerarios y ceremoniales constituyen al mismo tiempo sitios de habitación de primera o segunda magnitud. Las agrupaciones de la 1 a la 8, muestran los residuarios concentrados de manera más compacta, esta tendencia se rompe según se avanza hacia el Istmo de Guanahacabibes, importante región lacuno palustre, que se ve delimitada en su contorno de oeste a sureste, por residuarios dispersos que la circundan (Agrupaciones 9 y 10). También resulta interesante observar la disposición de los sitios de primera magnitud separados entre 7,5 Km y 8 Km, unos de otros, como apuntara el arqueólogo E. Alonso (Figura 7). En su consideración, argumentos de etnografía comparada concurren a afirmar la existencia en estos sitios de campamentos base de comunidades de pescadores – recolectores, en cuyos territorios circundantes, que pueden ser considerados como sus áreas de influencia económica, quedan los sitios de magnitudes menores como huellas de componentes de pequeños grupos que, con objetivos económicos concretos, se desprendían periódicamente de la base.

Consideramos que, por su disposición, los sitios de habitación de primera magnitud ocupan fundamentalmente el eje central del territorio (Figura 8), lo que pudo posibilitar la relación de unos con otros en el tiempo en que pudieron coexistir. Limitaciones de fechado impiden por el momento arribar a consideraciones sistémicas entre los sitios de diferentes magnitudes, por lo que preferimos plantear su presencia geográfica y describir las posibilidades que pudo ofrecer su entorno dada su elección.
Los sistemas de asentamiento referenciados por Alonso (1995) para la provincia Pinar del Río, se sustentan en la existencia de modelos económicos subsistenciales vinculados a la presencia o no de determinados recursos naturales en los territorios y su relación con 15 sitios estudiados, partiendo de las fórmulas de Correlación de Valores de Consumo (Alonso, 1989). De ellos: 8 se localizan en la península de Guanahacabibes: Cayo Redondo, Cueva Funche, Cueva de La Pintura, Cueva del Dagame, Aguas Muertas, Cueva de La Ceiba, Cueva de Piedra Alta y Caleta del Resguardo. Este método permitió establecer las magnitudes relativas del consumo de productos de seis actividades subsistenciales (C) (P) (R) (M) (T) (Q)8 y realizar asociaciones entre los residuarios, partiendo de las fórmulas resultantes 9.
Nuestras investigaciones no constataron la correspondencia planteada entre las fórmulas publicadas por el citado autor en las obras referenciadas; lo que limitó los análisis de las interpretaciones más actualizadas que se exponen en Naturaleza y subsistencia humana en Guanahacabibes (Alonso, 2012). En este artículo se resume para la península de Guanahacabibes, la tendencia de que los sitios de primera magnitud presentan modelos subsistenciales típicos que se pueden sintetizar en la fórmula TPCRMQ, mientras que los de magnitud menor tienden a la fórmula MCPQRT.
Por último dos consideraciones: se observa que en la publicación concerniente a la Cueva de La Pintura (Alonso y Martínez, 197410 ), actividades como la captura engloban a las especies de cangrejos terrestres y litorales, los quelonios, los ofidios pequeños y los pichones de aves. Este enfoque tan general afecta los análisis, sobre todo cuando vemos que en estudios posteriores (Alonso 1989,1995 a, 1995 b y 2012) estos recursos faunísticos aparecen separados en la fórmula de Correlación de Valores de Consumo para igual residuario (PTQMCR). Es destacable además, la ausencia de los datos de Cueva Funche entre los sitios seleccionados para los análisis de actividades subsistenciales, por lo que fue incluido en los resultados de los autores para el análisis en la región de estudio (Figura 9).

Las formulas jerárquicas obtenidas con la aplicación del método de Correlación de Valores de Consumo (Alonso 1989, 1995, 2012), identifican 6 importantes actividades subsistenciales dependientes de la fauna realizadas por las comunidades aborígenes que habitaron cada uno de los sitios estudiados, sin embargo, las posibilidades que ofrecen estos resultados para su comparación, se ve limitada por la no similitud del orden en que aparecen sus componentes. En síntesis, no hay dos fórmulas iguales que contengan los 6 elementos. Aspectos a considerar son: que los resultados agrupan en una fórmula, como un todo, diversos momentos de las ocupaciones así como la diferente magnitud de las áreas excavadas que constituyeron las unidades de análisis, lo que imprime un matiz de aproximación variable, con el cual debemos trabajar en nuestra investigación.
Lo anterior llevó a los autores a modelar un análisis (Figura 10), a partir del cual se tomaron en cuenta, de los datos aportados por Alonso, solamente la presencia de las tres primeras actividades identificadas en la fórmula, sin jerarquizar en mayor o menor importancia económica una actividad con respecto a las dos restantes, con el objetivo de observar la tendencia o no de la presencia de estas a fin de homogeneizar el resultado y establecer su relación con los demás sitios. Los resultados constataron 5 agrupaciones en toda la región de Pinar del Río. En el análisis se relacionan los residuarios de la Península de Guanahacabibes con los del resto del territorio. Las agrupaciones fueron las siguientes; agrupación 1: integrada por los residuarios Loma de los Caracoles y Aguas Muertas, de primera magnitud, donde se destacan los residuos de las actividades de caza y la recolección de moluscos marinos. Ambos asentamientos se ubican en el litoral costero de un ecosistema de bahía. En el primer caso se accede a un área semipantanosa con manglar a 250 m y en el segundo al bosque semideciduo y a llanales de zona semipantanosa, lo que pudo favorecer la caza de la fauna silvestre que habitó este tipo de entorno.
La agrupación 2 comprende los sitios Caleta del Resguardo y El Retiro de segunda magnitud, Itabo de Peñalver, de primera, con alta presencia de residuos de las actividades de recolección de moluscos marinos, de captura de quelonios marinos y de la caza. Su relación en la agrupación con Finca San José, sitio de primera magnitud, la determinan la alta presencia de la captura de quelonios marinos y la caza. El primero de los residuarios está situado en un área de balcones voladizos con abrigos rocosos, que da acceso a una caleta costera al noroeste de la mencionada Ensenada de Corrientes, en Guanahacabibes; el segundo (Itabo de Peñalver) al oeste de Bahía Honda, sobre una pequeña colina cercana al río Cadenas y a un itabo pantanoso. A 300 m al norte, se encuentra la ciénaga con manglares que bordea el litoral marino, distante a 1,5 Km. Por último los sitios El Retiro y Finca San José, se encuentran en áreas de la llanura costera del sur de Pinar del Río, a unos 5 Km de la costa.
La agrupación 3: contiene una mayor relación entre los sitios de Cueva del Dagame y Cueva de la Ceiba, donde las actividades subsistenciales de captura de crustáceos terrestres, la pesca y la caza se ubican entre las tres más representativas. El vínculo con Cueva de Piedra Alta y Cueva Funche, se observa en la preponderancia de la captura de crustáceos y la pesca, esta última de especies de considerable tamaño. El residuario Cueva del Dagame se ubica  en una amplia dolina con galerías inundadas y secas, en un bosque semideciduo pedregoso a 2,5 Km del litoral sur y a 10 Km de la costa norte y sus manglares. El de la Ceiba, contiene un amplio lago y espacios secos habitables y está rodeado también por el bosque semideciduo pedregoso, y dista 500 m del litoral afarallonado del sur y 6 km de la playa de Jaimanitas; ambos residuarios pertenecen a la zona de Cabo Corrientes. Por su parte el asentamiento Cueva de Piedra Alta, aprovechó una dolina con depósitos de agua que, según los investigadores Alonso y Carmenate (1986), presenta un montículo muy parecido al de Cueva de la Ceiba. También le rodea el bosque semideciduo pedregoso y dista 2 Km de la costa sur y 6 Km de los manglares de la costa norte, en la llanura cársica de Guanahacabibes. Por último, el importante residuario Cueva Funche se localiza en áreas exteriores de la mencionada cueva, en igual tipo de bosque que los anteriores y a 4,9 Km del litoral afarallonado del sur en Cabo Corrientes.
La agrupación 4: No relaciona sitios arqueológicos que se localicen en la Península de Guanahacabibes.
La agrupación 5: integrada por Cueva de la Pintura, en la costa sur de Guanahacabibes, cercana a la Bahía de Cortés, Cueva del Perico al oeste de Bahía Honda, en el norte de la provincia Artemisa y  Cayo Redondo, en el litoral norte de la Bahía de Guadiana en la citada península de Guanahacabibes. Comparten entre sus actividades subsistenciales la pesca y la captura de quelonios. Es probable que su privilegiada ubicación, propiciara la explotación del ecosistema de bahía.

Es importante señalar que los 15 sitios analizados se agruparon en relación a su ubicación geográfica y actividades económicas fundamentales. Se constató que determinadas características de los ecosistemas costeros y de tierra adentro,  guardan estrecha relación con la jerarquización que pueden tener  las  actividades económicas  desarrolladas por el grupo humano que utilizó estos hábitats.

  1. La industria de la concha

Para este análisis contamos con los resultados que ofrecen los autores E. Alonso y G. Izquierdo (1994) que se presentan en la Figura 10, los cuales aislaron concentraciones de sitios, cuyas evidencias apuntaban al desarrollo de diversos tipos de instrumentos y artefactos de la  industria de la concha.

En la Península de Guanahacabibes existen áreas donde no se desarrolló la industria en toda su diversidad, lo que pudo estar relacionado, entre otros aspectos, por la disponibilidad de la materia prima y su representatividad en la variedad de moluscos utilizados. Las concentraciones en el extremo oeste de la península, pudieron estar favorecidas por la abundancia de gasterópodos en los fondos cubiertos de seibadales de los Cayos de la Leña al norte de la agrupación, lo que también pudo influir en los sitios de Cabo Corriente al este, dada su cercanía a la Bahía de Cortés, con ecosistema similar. Lo inmediato de estas áreas extractivas en los sitios identificados, propició el desarrollo de talleres y, por consiguiente, mejores resultados en la presencia de tipos para la realización de diferentes actividades productivas.
Lo señalado puede también constatarse en la agrupación obtenida para un grupo de residuarios costeros situados en la llanura norte de Pinar del Río. Su ubicación cerca de Bahía Honda y zonas litorales con plataforma de baja profundidad, pudo influir notablemente en el desarrollo de talleres. Sin embargo, en las dos concentraciones de la Cordillera de Guaniguanico, las áreas de talleres están ausentes y las evidencias de esta industria son escasas, aunque la presencia de algunos de sus tipos está presente. Estos pudieron ser fruto de intercambios o producto de actividades de explotación de diversos territorios por las comunidades que habitaron la región.

  1. La industria de la piedra tallada

Al igual que en la anterior industria, partiremos de los resultados obtenidos por J. Febles, G. Baena y E. Alonso (1994) 11 quienes consideraron que la industria lítica tallada se caracteriza fundamentalmente por ser microlítica con mayor tendencia a la elaboración de lascas resultantes de núcleos de pequeñas y medianas dimensiones, unos con planos de golpeo sencillos y otros considerados como amórficos, todos obtenidos por percusión y con explotación intensa. En las lascas y láminas los talones son sencillos con ángulos de desprendimiento de 90 a 100 grados; los retoques con mayor presencia son los semiabruptos y las herramientas predominantes son los raspadores, láminas y puntas con espiga o pedunculadas; micropuntas y otras herramientas en  laminillas, los perforadores, las lascas y piezas denticuladas, las muescas y las lascas retocadas dorsalmente y con retoque inverso (Figuras 11 y 12).

Para los citados análisis se consideraron como sitios tipos en la Cordillera de Guaniguanico a la Cueva del Arriero y la de la Cueva de La Lechuza, esta última con 16 fechados estratigráficos  por C-14, el más antiguo de 3320 ANE y el tardío de 480 de NE. Otros casos ubicados en la Península de Guanahacabibes resultaron Cueva Funche, con fechado por C-14 de 2050 años antes de nuestra era  en la capa más profunda y Cueva de la Pintura con fechados por C-14 que van del año 975 ANE hasta 210 ANE.
Atendiendo a la complejidad de los resultados obtenidos hasta 1994, los referidos investigadores consideraron  que pudiera existir la posibilidad de una evolución lineal de estas comunidades con tradiciones mesolíticas hacia el protoagricultor, siendo también evidente la existencia de contactos con otros grupos culturales exponentes de otras tradiciones líticas del archipiélago.
Se destaca la presencia de dos tipos de industrias en la conformación de los útiles de piedra tallada. Su esencia fue planteada por J. Kozlowski (1975)12 al describir la industria de Cueva Funche, elaborada en cuarzo y horsteno de mala calidad, de talla casi exclusivamente amorfa, sin un núcleo de forma determinada. En algunos fragmentos de cuarzo se observan piezas esquirladas y las retocadas son muy poco frecuentes.
Por su parte, destaca la industria de Guayabo Blanco, caracterizada por la elaboración de núcleos con un solo plano de percusión, muy bajo, que pasa a ser un núcleo semidiscoidal. Se observan astillas cortas casi cuadrangulares, frecuentemente de bordes paralelos (más del 60%). Las astillas de núcleos discoidales constituyen el 15% del conjunto. Se observa como materia prima el uso casi exclusivo de sílex y horsteno, seleccionados de manera amórfica, variedades que permitieron elaborar las raederas laterales, las raederas cuchillo de tipo Guayabo Blanco y los denticulados. Es destacable que los instrumentos retocados representan el 15% del conjunto13 . Estudios recientes (Baena y Cordero, 2016),14 confirman para el sitio Cueva de Arriero, las características generales apuntadas para la industria de Guayabo Blanco, aunque no se observó la presencia de las raederas típicas para este residuario. Se agrega la utilización de microlitos de formas geométricas y algunas aproximaciones a formas estandarizadas, reflejo de posibles soluciones tecnológicas presentes también en el sitio protoagricultor Banes II, ubicado al este en la provincia de Artemisa.

  1. Las estaciones rupestres

La distribución de las manifestaciones de arte rupestre, cuya filiación aborigen ha sido establecida con algún grado de certeza por parte de los investigadores, presenta también algunas particularidades. Estas se encuentran distribuidas en 6 municipios de la provincia, siendo notable su presencia en la provincia por ser la segunda en el país con el mayor número de estaciones rupestres. En la península se localizan 4 estaciones rupestres, las que representan el 2.47% del total de 162 sitios de la región (Figura 13). Estas se identifican en nuestro estudio por la categoría Cueva Ceremonial y se encuentran distribuidas en las agrupaciones 1,3, 9 y 10 que abarcan de oeste  a este toda la península. Al igual que sucede con los sitios funerarios de la región, las cuevas ceremoniales presentan la particularidad de ser al mismo tiempo sitios de habitación de primera o de segunda magnitud. Las agrupaciones en las cuales se localizan presentan entre 9 y 21 sitios arqueológicos con, al menos, un sitio de primera magnitud, y entre 2 y 8 sitios de segunda magnitud, así como paraderos asociados. En las agrupaciones 1 y 10 se aprecian también 4 y 2 sitios funerarios respectivamente.
El resto de las estaciones rupestres se localizan en el área de la cordillera, en sitios arqueológicos ubicados en la Sierra del Rosario y la Sierra de Los Órganos.

  1. Las prácticas mortuorias

En sitios de la región se utilizó la práctica de inhumaciones primarias y, en algunos casos, también secundarias, en cuevas o sitios de habitación de primera, segunda o tercera magnitud. De igual manera destaca la presencia de cuevas con entierros secundarios y con huesos humanos teñidos de color rojo donde no hay evidencias de habitación (Figura 14).
En la península de Guanahacabibes, de 10 agrupaciones que se identificaron, cinco  (Agrupación 1, 2, 4,6 y 10) presentan cuevas funerarias para un total de 8 sitios que representa el  4.9 % del total de sitios de la región. En todos los casos estos se encuentran asociados a otros sitios de habitación y a paraderos. Es interesante destacar que estos emplazamientos son también sitios de habitación de segunda magnitud a excepción de los que se encuentran en la segunda y décima agrupación que son sitios de primera magnitud. Las agrupaciones 1 y 10 presentan sitios funerarios y también se localizan cuevas habitadas que tienen carácter  ceremonial (una en cada agrupación), lo que puede significar aún más el carácter sacro que tuvieron dichos espacios. La agrupación más occidental de la península (1) que cuenta con 18 sitios arqueológicos, tiene 2 sitios funerarios que coinciden con sitios de segunda magnitud; la segunda agrupación, con 14 sitios, presenta 2 sitios funerarios de primera magnitud; la cuarta agrupación con 16 sitios, presenta una cueva funeraria de segunda magnitud; la sexta, con la mayor concentración de 28 sitios tiene una cueva funeraria de segunda magnitud, y en la décima agrupación, de 18 sitios arqueológicos, uno es fúnebre de primera magnitud.
Como dato de interés, la Cordillera de Guaniguanico y las llanuras costeras del norte y sur, cercanas a la Península de Guanahacabibes, presentan 33 sitios funerarios que representa el  20.4% de un total de  316 sitios. El área de las alturas contiene la mayor cantidad de sitios funerarios y ceremoniales: 15 y 11 respectivamente y un sitio que ostenta ambas categorías. En las cuevas de esta región se manifiestan prácticas funerarias, con presencia de elementos complejos asociados a las mismas como son la presencia de entierros secundarios y la práctica del uso de colorante rojo en algunas de las osamentas.
La  distribución y características de los sitios funerarios y las cuevas ceremoniales en la Península de Guanahacabibes tipifican particularidades en los patrones de asentamiento a nivel regional. ES importante señalar que la presencia de 8 espacios funerarios en sitios de habitación de primera y segunda magnitud, donde solo se encuentran 4 sitios ceremoniales, representa un número muy escaso de residuarios relacionados con  las prácticas mortuorias en comparación con el total de sitios arqueológicos que se localizan en toda el área. Al mismo tiempo el doble carácter de estos emplazamientos puede asociarse a prácticas que deben ser objeto de estudio en el futuro.

  1. Piezas excepcionales

Las investigaciones arqueológicas realizadas en la región objeto de estudio han revelado la presencia de evidencias aborígenes que, por su singularidad se consideran excepcionales para la arqueología del área y de Cuba en general (Figura 15). Destaca el relevante hallazgo realizado por M. Harrington (1915) en el sitio Laguna de Malpotón, situado en la península de Guanahacabibes, donde aparecieron artefactos de madera tallados15 . Uno de los objetos era un ejemplar único entonces en Cuba, un “bastón ceremonial, con tipo de grabado y decoración no hallado hasta ahora en Las Antillas, y que semejaba a unos análogos de los indios del nordeste de Sur América y otros de Polinesia (…) ostenta un grabado de rayas y puntos geométricos, que cubren casi toda la extremidad y la protuberancia… 16
El bastón considerado por Harrington la más importante de las piezas, estaba “…hecho de madera dura, negra (…) El dibujo esculpido consiste de series alternas de ranuras y líneas de puntos verticales y horizontales muy limpiamente hechas 17” Además apareció una flecha de entalladura muy ligera, de una madera dura y negra que muestra el uso de instrumentos rudimentarios para realizarla; así como otros 2 bastones esculpidos semejantes en material y elaboración al anterior, y “dos tazas de madera”18 . Estas piezas de gran importancia para la arqueología cubana, halladas en Laguna de Malpotón, fueron objeto de saqueo por buscadores de tesoros, cuestión que fue denunciada en varios artículos a inicios de la década de 1930 19.
También destacan entre las piezas excepcionales las dagas o gladiolitos y las bolas líticas, muchas de las cuales por su delicada elaboración y escasas huellas de uso,  se han asociado a actividades relacionadas con la superestructura específicamente a las de índole ceremonial. Estas se han localizado en el sitio Cayo Redondo situado en la Península de Guanahacabibes y en otras locaciones de la provincia Pinar del Rio como: Cueva del Jagüey (bolas líticas), San Claudio II (bola lítica), Cueva del Arriero (daga lítica), Cueva de Camila (daga lítica), Cueva de La Valla (daga lítica), entre otros.
Particular connotación tuvo entre las décadas de 1920 y 1950 la aparición de varias hachas petaloides. Estas se localizaron fundamentalmente en el territorio Guanahacabibes y la desembocadura del río Cuyaguateje. Se colectó ejemplares en Cueva de Bolondrón y en Ceja del Negro, las que junto a bolas muy pulimentadas de peridotita pasaron a formar parte de la colección personal del Dr. Pedro García Valdés20 . La presencia de estas evidencias arqueológicas continúa siendo un enigma para los arqueólogos, pues su manufactura corresponde a comunidades agricultoras y según las investigaciones realizadas éstas no poblaron la región. En la mayoría de los casos en que se ha podido conocer su origen las hachas petaloides han aparecido aisladas o eventualmente asociadas al periodo inicial de la colonización en Cuba 21.

Conclusiones
La región constituida por la península de Guanahacabibes, se caracteriza por tener 10 agrupaciones de sitios arqueológicos. En dicho territorio se perfiló un patrón de asentamiento influenciado por las características paisajísticas que posibilitaron explotar recursos del bosque semideciduo pedregoso y los de origen marino costero, este último aportó la materia prima que posibilitó el desarrollo de una industria de concha con diversidad de tipos de artefactos e instrumentos. Destacan particularmente los sitios de primera magnitud, que, por su disposición, ocupan el eje central del territorio muy cercano a agrupaciones de residuarios de magnitudes menores. Según se va avanzando hacia el Istmo de la península los sitios se encuentran algo más dispersos pero manteniendo una configuración que circunda de oeste a sureste la región lacuno palustre.
A diferencia de la península de Guanahacabibes, en la región de la Cordillera de Guaniguanico y las llanuras costeras del norte y del sur de la provincia se observan patrones de asentamiento diferentes  donde destaca la presencia de numerosos sitios de habitación de segunda y tercera magnitud, asociados a paraderos y a cuevas funerarias y ceremoniales, agrupados en dos áreas bien definidas. La no presencia de residuarios de primera magnitud es posible que esté condicionada a las posibilidades de habitabilidad que ofrecieron los recintos cársicos de la montaña. Es constatable la orientación de estos emplazamientos  a una economía de tierra adentro que pudo ser sustentable por la organización eficaz de las actividades extractivas para la subsistencia y la obtención de materias primas, el posible conocimiento de la domesticación de plantas, del trabajo de la madera, la piedra en volumen y posiblemente la cestería y el uso de otras fibras, propias de grupos con un mayor desarrollo, los cuales difieren de la mayoría de los descritos para el área.
En la península de Guanahacabaibes se comprobó la relación elemento cársico – potencialidad de agua y uso del área como asentamiento aborigen. En la costa meridional de la misma se constató relación entre la altitud y la ubicación de los sitios aborígenes, presentando dicha zona un alto por ciento de residuarios ubicados en alturas entre 10 m y 15 m.
En la región de estudio se localizan 8 espacios funerarios en sitios de habitación de primera y segunda magnitud y solo se han comprobado 4 sitios ceremoniales, lo que representa un número muy escaso de residuarios relacionados con  las prácticas mortuorias en comparación con el total de sitios arqueológicos (162) que se localizan en esta región. Al mismo tiempo el doble carácter de todos estos emplazamientos puede asociarse a prácticas que deben ser objeto de estudio en el futuro.
La región estudiada presenta evidencias arqueológicas que por su  singular valor se consideran excepcionales para la arqueología cubana. El área donde se localizan los sitios Cayo Redondo y Laguna de Malpotón, de primera y segunda magnitud respectivamente, situados al este de la península, reviste una particular importancia debido a las evidencias líticas y de madera que han aparecido asociadas a dichos contextos.

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*Máster en Ciencias Antropológicas.
** Máster en Ciencias Antropológicas.
1 Colectivo de Autores. Arqueología de los Asentamientos Tema 1. Concepto de yacimiento y asentamiento. la arqueología espacial y el territorio como marco de referencia. p.3
2 Propuesto por Trigger (1968) y Brüggemann, J.  (1982). Aspectos fundamentales de la investigación arqueológica. Colección Científica, Arqueología 107, Dirección de Monumentos Prehispánicos, INAH, México. Los planteamientos de C. Ardelean sobre el patrón de asentamiento constituyen una importante referencia para el estudio de la problemática que nos ocupa. El autor plantea que el patrón de asentamiento, como aspecto analítico fundamental del registro arqueológico, es el efecto de la “impresión” espacial de la complejidad y dinámica sociales y representa la macrosíntesis formal de la interacción dialéctica de los diferentes niveles del espacio social, a la altura de los distintos elementos componentes de sus dimensiones y extensiones físicas. En su estudio Ardelean analiza los planteamientos de B. Trigger (1968) y defiende la idea postprocesual de la pluricausalidad que le subyace a la conformación concreta de los patrones de asentamiento, vistos en un nivel de generalidad como la manifestación cultural propia de cualquier sociedad humana. Su propuesta también posiciona el estudio de los patrones de asentamiento en tres niveles: el del sitio, el de las estructuras espaciales arqueológicas que lo conforman, y el nivel regional ; sin ocuparse de la génesis de los asentamientos, ni el desarrollo del patrón de asentamiento en una perspectiva histórica. Se concentra en la articulación de espacios dentro del patrón y del engranaje concreto que conforma la estructura de los asentamientos (Ardelean, 2004).
3 Alonso E. (1980) Mil Cumbres. Informe sobre los trabajos de localización de los monumentos arqueológicos e históricos del Área Protegida. Delegación Provincial de la Academia de Ciencias de Cuba. Pinar del Río.
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4 En Contribución a la Arqueología de Guanahacabibes (Alonso y Carmenate: 1981) los autores implementan algunas de los postulados de Kabo (1980) referentes al proceso de asimilación económica del territorio por parte de la comuna y a su disgregación en grupos económicos, independientes, dinámicos y variables por su composición y número. Alonso (1995) plantea que al variar las condiciones de obtención de alimentos, la comuna se reintegra a su composición anterior y el carácter de su movimiento se debe a intereses económicos estrechamente vinculados a las condiciones naturales y a los cambios que se producen en la naturaleza (aumento o reducción de recursos, estaciones, ciclos de migraciones de animales, etc.), lo que determina el carácter cíclico de la habitación de los emplazamientos.
5 Nos referimos a Cueva de La Pintura (residuario frente a la cueva) y Cueva Funche, con fechados de 2925±75 AP y 4000±150AP. Tomado de Pino, M. (1995). Actualización de fechados radiocarbónicos de sitios arqueológicos de Cuba hasta 1993. Departamento de Arqueología. Editorial Academia. La Habana.
6 Límites históricos y limitaciones del conocimiento arqueológico: la transición entre los grupos arqueológicos de Los Millares y El Argar. Historical limits and archaeological limitations: the transition between the archaelogical groups of Los Millares and El Argar. Vicente Lull; Rafael Micó; Cristina Rihuete Herrada; Roberto Risch.
7Jiménez, José. et al. (2013) Censo de Sitios Arqueológicos Aborígenes de Cuba. Archivo del Departamento de Arqueología del Instituto Cubano de Antropología. Inédito.
8 Caza (C), Pesca (P), Recolección de moluscos terrestres (R), Recolección de moluscos marinos (M), Captura de Crustáceos terrestres (T), Captura de Quelonios (Q)
9Sus conclusiones sobre los sistemas de asentamientos teniendo en cuenta estos resultados se publicaron en Alonso, E. (1989). Un campamento aborigen en la Sierra del Rosario. Revista Cubana de Ciencias Sociales. No. 21. Año VII. Septiembre-diciembre. Pp. 38-58;  Alonso, E. (1995) Fundamentos para la historia del Guanahatabey de Cuba. La Habana: Editorial Academia; Alonso, E. (1995b). Cueva del Arriero. Un estudio arqueológico sobre comunidades aborígenes del occidente de Cuba. Editorial Academia. La Habana; Alonso, E. (2012). Naturaleza y subsistencia humana en Guanahacabibes I. Estudios Arqueológicos. Colectivo de Autores. Instituto Cubano de Antropología. Consejo de Ciencias Sociales. CITMA. Inédito.  Pp 13-27
10 Alonso E. y A. Martínez (1974). Notas preliminares sobre excavaciones realizadas en Cueva de La Pintura, Guanahacabibes. Departamento de Arqueología. Delegación Provincial de la Academia de Ciencias de Cuba en Pinar del Río. Inédito.
11 Colectivo de Autores (1994). Atlas Arqueológico de Cuba. Fondos del Instituto Cubano de Antropología. Departamento de Arqueología. Inédito. 
12 Kozlowski, J. (1975) Las industrias de la piedra tallada de Cuba en el contexto del Caribe. La Habana. Instituto de Ciencias Sociales. Academia de Ciencias de Cuba.
13 Ob. Cit
14 Baena, G y Y. Cordero (2016).Tecnotipología de la piedra tallada, su relación contextual y redefinición cultural del sitio Cueva del Arriero. Pinar del Río. Cuba. Instituto Cubano de Antropología. Inédito.
15 Por el año 1900, un campesino llamado Domingo Corrales, mientras perforaba un pozo para su ganado al borde del lecho cenagoso del lago, encontró entre el fango una escudilla de madera, una flecha y, según creía el informante de Harrington, un arco (Harrington, 1915: 244). En 1966, E. Tabío y E. Rey refieren la importancia que estos hallazgos tenían para la arqueología de Cuba y plantean que “Los objetos de madera tallados se reducían -hasta la década de 1960- a los hallados en tres sitios: la Laguna de Malpotón, en Pinar del Río;  Cayo Jorajuría, en Matanzas y la Laguna del Tesoro, en Las Villas”. La similitud de las características estilísticas del tallado en madera de estos objetos con otros de los sitios Couri, en Haití, ha sido uno de los fundamentos de los autores para considerar similitudes entre el aspecto Couri de Haití y el aspecto “Cayo Redondo” de Cuba (Tabío y Rey, 1966: 98, 99).
16 Cita de Fernando Ortiz sobre el hallazgo realizado por Harrington en Laguna de Malpotón. En Ortiz, F.  (1935). Historia de la Arqueología Indocubana. La Habana. Cultural S.A. Pp. 222, 223.
17 Harrington, 1915, p. 247.
18 Ibídem. Pp. 247, 248 y 249. Uno de los bastones mostraba señales de los instrumentos de piedra utilizados y el otro semejaba un palillo de tambor. Las tazas a que se hace referencia estaban carbonizadas en su interior, lo que demuestra, según Harrington, que fueron vaciadas por medio del fuego (Harrington, 1915: 251).
19Portell Vilá (1932). Nuestros tesoros indígenas emigran. Revista Carteles. Mayo 29. García V., Pedro (1932).  Audaces norteamericanos se llevan los tesoros de la civilización pre-colombina. Revista Carteles. 3 de Junio.
20 García Valdés, Pedro. Pinar del Río. Exploración arqueológica en Ceja del Negro. Revista de Arqueología. La Habana. No. 3, año I, febrero de 1939.
21 Algunos autores asocian este fenómeno al legado de la presencia de pequeños grupos que rehuían el contacto con los conquistadores u otros factores de migración forzosa (Alonso E.; Díaz, Carlos;  Blanco, E. (1993). Caracterización secundaria del potencial arqueológico de Pinar del Río. Pinar del Río. Inédito. pp. 41, 42)

Recibido: 04/07/2018 Aceptado: 10/09/2018 Publicado: Septiembre de 2018


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