Revista: Caribeña de Ciencias Sociales
ISSN: 2254-7630


PRÁCTICAS SOCIOCULTURALES EN LA COMUNIDAD MARINERA CASTILLO DE JAGUA, CIENFUEGOS, CUBA: LA PERSPECTIVA DE GÉNERO EN LA ACTIVIDAD PESQUERA

Autores e infomación del artículo

Reynier Rodriguez Rico*

Xiomara Asunción Moreno Lorenzo**

Carmen Silvia Padilla Montalvo***

Universidad Carlos Rafael Rodríguez, Cuba

reynierico@gmail.com


Resumen.

El presente artículo aborda las implicancias de género en las prácticas socioculturales y las actividades económicas propias de la comunidad marinera Castillo de Jagua, localizada en la costa centro-sur de la isla de Cuba. El género se incorpora como categoría sociológica fundamental que instituye actividades propias y típicas a fin de aprehender singularidades en hombres y mujeres de esta comunidad, en el que la fuerza de las tradiciones y la cultura marinera, configuran relaciones sociales singulares en los asentamientos costeros del Caribe insular. De esta forma, se parte de los nexos teóricos entre género y prácticas socioculturales marineras. En orden sucesivo, se describe brevemente los fundamentos metodológicos que descansa en una investigación cualitativa. Se declara como método fundamental etnografía y se da cuenta de una muestra intencional y no probabilística, así como el empleo de la observación y la entrevista como el conjunto de técnicas fundamentales que permiten aprehender una realidad social, donde el arraigo y la identidad marinera imprime la impronta indeleble de una socialización que ha atenuado las diferencias de género en cuanto al conjunto de prácticas socioculturales que se manifiestan en el espacio comunitario.
Palabras claves: Comunidad, Castillo de Jagua, prácticas socioculturales, género. 
Abstract.

The sociocultural "Practical present titled investigation in the community seafaring Castle of Jagua, a study starting from the gender in the fishing" activity, constitutes a study on the influence of the category sociological gender in the assumption of practical sociocultural for the community seafaring Castle of Jagua. It is a descriptive investigation whose qualitative methodology uses the method etnográfico and he/she rests in a qualitative investigation that he/she takes an intentional sample, non probabilista and of easy access among the residents with notable root in the activities that are related with the fishing and the sea. The results go to a characterization of the community from the point of view sociodemográfico and cultural, as well as to the determination of the gender lists in front of the fishing and the activities that are related with her that you/they allow to understand a group of practical in definitive sociocultural carried out by men and women in the sociocultural context of their community.

Keywords: Community, Castillo de Jagua, sociocultural practices, gender.

Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:

Reynier Rodriguez Rico, Xiomara Asunción Moreno Lorenzo y Carmen Silvia Padilla Montalvo (2018): “Prácticas socioculturales en la comunidad marinera Castillo de Jagua, Cienfuegos, Cuba: la perspectiva de género en la actividad pesquera”, Revista Caribeña de Ciencias Sociales (abril 2018). En línea:
https://www.eumed.net/rev/caribe/2018/04/actividad-pesquera-cuba.html
//hdl.handle.net/20.500.11763/caribe1804actividad-pesquera-cuba


Introducción.

En América Latina, el proceso de reducción de desigualdades según géneros y la emancipación de la mujer, ha sido resultado de las recurrentes e intensas luchas del movimiento feminista. En ese contexto destaca sobremanera el caso de Cuba, que explícitamente, inició desde el año 1959 un proceso gradual pero sostenido, de grandes transformaciones sociales, que tuvo la incorporación de la mujer en la vida social y económica de su sociedad como uno de los pivotes esenciales. La aplicación sistemática de políticas de género en las estrategias de desarrollo, han suprimido barreras culturales, ideológicas, económicas y sociales, que otrora mantenían a las mujeres en condiciones de subordinación, marginación y secular atraso  (Catasús, S. 2003).
El proyecto de la revolución cubana, que promulgó un conjunto de leyes y políticas, tuvo como marco ideológico la lucha contra aquellas formas de discriminación entre las personas, sin importar su condición de clase, color de la piel o sexo. Así un proceso continuo de reducción de desigualdades entre géneros, se ha expresado a través del desempeño de nuevos roles, actividades e intereses sociales, pero con marcado acento para el ámbito ocupacional desde nuevas y crecientes posibilidades de inserción en el mercado laboral y la eliminación de restricciones en el acceso al empleo. De esta forma la mujer cubana no es solo objeto sino también sujeto de las transformaciones sociales iniciadas, que le permitieron irrumpir en el espacio público socialista y sobretodo incursionar en esferas sociales inexploradas (Alfonso, M. 2002).
Sin embargo, pese al ritmo e intensidad de los cambios objetivos en la realidad social cubana, no se ha producido igual impacto en el plano de la subjetividad social. Las medidas jurídicas y políticas implementadas, que refrendan la equidad entre las personas, en particular entre mujeres y hombres, al tiempo que se ha presentado como condición necesaria; no ha significado condición suficiente en el ejercicio de plena incorporación femenina a la vida laboral activa (Rodríguez, R. y X. Moreno. 2017). Pese a la profundidad de los cambios operados en materia laboral durante los cincuenta años revolucionarios transcurridos, actualmente no existe una relación lineal con aquellos producidos en la subjetividad de varias generaciones de cubanas y cubanos, donde todavía hoy a pesar de más de sesenta años, subyacen estereotipos, prejuicios y sobretodo una visión acrítica por parte de las mujeres y su incompatibilidad de roles de acuerdo con la pauta masculina. De esta forma, se reimprimen las subjetividades sociales que impiden el desempeño de roles y prácticas socioculturales consideradas anteriormente exclusivas para los hombres (Rodríguez, R. y X. Moreno. 2017).
En este contexto, resulta muy singular el presente artículo, que toma como escenario territorial la comunidad marinera Castillo de Jagua localizada próxima a la Ciudad de Cienfuegos en la costa sur de la región central de la isla caribeña de Cuba. En esta localidad dominan relaciones de producción relacionadas con actividades pesqueras, que dan palpables cuentas de resultados aleccionadores cuando se exploran las diferencias de género y las prácticas socioculturales que se erigen desde la pesca como actividad económica. A escala local, se despliegan actuaciones y procederes por hombres y mujeres relacionadas con la pesca y el entorno comunitario marino, entre las que destaca la conducta y prácticas socioculturales seguidas por algunas mujeres que rompen estereotipos de género. Así se verifica una comunidad donde la actividad económica es un contexto que expresa la fuerza de una cultura de raíz local, donde el conjunto de intereses comunitarios que son compartidos, son determinantes próximos de la socialización y/o el entramado de relaciones de género (García, R. 2007).
Resulta entonces de notable importancia los aportes prácticos y empíricos de la consideración del género como enfoque empleado en el análisis diferenciador de pautas, procederes y prácticas socioculturales desde experiencias y tradiciones acumuladas. Al tiempo que enriquece y entroniza la cultura y la sociedad cubana y/o caribeña desde la socialización particular de un escenario marinero, se erige también como una perspectiva que permite dilucidar elementos o directrices ineluctables para el desarrollo comunitario y sociocultural de esta comunidad.

Aproximaciones y nexos teóricos entre género y comunidad como categorías sociológicas de análisis. 

La introducción del término género se enmarca a mediados del siglo XX y específicamente en España, como aporte de pensadoras feministas en diferentes campos del conocimiento científico y académico. Derivado del latín genus, significa linaje o especie. Luego, como constructo teórico ha sido potenciado a partir de las luchas y el desarrollo del pensamiento feminista. El apogeo de este movimiento, desde diferentes posiciones, impulsó el desarrollo de la categoría en el debate social. El centro de su atención ha recaído sobre la construcción desigual de los modelos masculinos y femeninos. A través de una crítica sistemática, la producción enraizada sobre estos contextos distintos, revela las premisas universalistas desde las que se han concebido las diferencias para hombres y mujeres (Díaz, O. et. al, 2010).
Mientras el sexo hace referencia a las diferencias biológicas entre el hombre y la mujer, el género identifica las características socialmente construidas que definen el ser y el quehacer femenino y masculino en contextos específicos, así como diferencia los sexos y a su vez los articula dentro de relaciones de poder. Al decir de Gomaris E, 1994 el sexo apenas responde a un hecho biológico resultado de la diferenciación sexual del humano. Las diferencias anatómicas y fisiológicas de hombre y mujeres que derivan del propio proceso biológico, e incluso sus efectos sobre la percepción psicológica que tienen las personas a cerca de su pertenencia sexual puede y deben distinguirse de las atribuciones que la sociedad establece para cada uno de los sexos individualmente constituidos (Gomaris, E. 1994).
Para investigadores cubanos del Centro de Estudios para la Mujer en Cuba, se trata de una red de símbolos culturales, normas, patrones institucionales y elementos de identidad subjetiva que, a través de un proceso de construcción social, diferencia a los sexos y al mismo tiempo los articula dentro de relaciones de poder. Por lo que en sí mismo forma parte de la subjetividad social e individual, y condiciona comportamientos, cuya expresión radica en expectativas, deseos, preceptos, valores, estatus, jerarquía y oportunidades sociales, logrando incluso sentido de sí mismo y autoconceptos, que su visión conjunta influyen decisivamente en las cuestiones más elementales de la vida, como relaciones de pareja, familiares, laborales y otras (Álvarez, M. y Sonia. C,1994).
En cualquier caso, lo cierto es que todos los cientistas sociales coinciden en construcción social,  que se erige desde un proceso de  socialización, lo que instituye una identidad propia femenina y masculina que implica valores y roles dicotomizados y que tienden a perpetuar las diferencias existentes entre hombres y mujeres poniendo en el contexto latinoamericano y caribeño, a la mujer en condiciones de patente desventaja, desde una herencia estrictamente patriarcal (Alfonso, M. 2002).
Empero el conjunto de comportamientos sociales, prácticas culturales, preceptos, tradiciones y costumbres diferenciados según género, recobran significados e importancia si se explora en el contexto particular de una agrupación organizada de personas que se perciben como unidad social, cuyos miembros participan de algún rasgo, interés, elemento, objetivo o función común, con conciencia de pertenencia, situados en una determinada área geográfica en la cual la pluralidad de personas interaccionan más intensamente entre sí que en otro contexto" (Ander, E. 2000).
Es decir al interior de la interacción social entre los miembros o integrantes de una comunidad. Comunidad es resultado histórico y contradictorio del devenir histórico donde el género de igualmente construcción histórica  se construye en medio de esa “entidad social que designa un grupo de personas dentro de una sociedad, como también puede aludir al espacio físico ocupado por un grupo de personas, y en algunos casos a una entidad, corporación o asociación” (Ander, E. 2000). Comunidad proviene de la palabra latina comunitas que significa “poseer o tener en común”. De ahí que el autor Rappaport, definiera a la comunidad como grupo social que comparte características e intereses comunes y que es percibido y se percibe a sí mismo como distinto en algún sentido en la sociedad en la cual existe (Rappaport & Herrera, 1965).
Siendo así, el género tiene especial significado en el contexto de las comunidades porque posibilita reconstruir y diferenciar los roles asignados a hombres versus mujeres indicando detalles y descripciones de los procesos sociales que se han desarrollado en estos escenarios comunes y donde se da la incorporación y despliegues de prácticas en unos y otros como contextos distintos, de modo que se devele la contradicción entre lo que está asignado comunitariamente para hombres y para el caso femenino. El enfoque de género supone identificar las tendencias principales, los procederes establecidos socialmente que dejan huellas más profundas según estos contextos comunitarios.
La comunidad y el género han devenido de la etnografía y el quehacer empírico  de las investigaciones sociales, aunque en pocas ocasiones han estado imbricados en estudios donde fenómenos de sociabilidad y cotidianidad del proceder, preceptos e ideales de hombres versus mujeres como individuos socialmente opuestos que comparten un espacio común.  En fin “la comunidad constituye el escenario natural y a la vez sociocultural más inmediato, donde transcurre la vida y se desarrolla hombre y mujeres”  (Ander, E. 2000), el género es la categoría que permite explicar la constante interacción y la confluencia de relaciones sociales más intrínsecas, definiendo posiciones y practicas socioculturales diferenciadas de hombre y mujeres como dos contextos distintos. 

Metodología, muestra y técnicas para la recogida de datos.

El rol principal en las prácticas socioculturales lo desempeña el sujeto, que conformando el sistema de relaciones sociedad - comunidad - individuo, es actor por excelencia de dichas prácticas. Precisamente, el eje fundamental de la presente investigación se centra en el propio sujeto, que diferenciado según género, constituye el fundamento en el análisis de las diferencias que se manifiestan en la realidad sociocultural. Al interrelacionar género y prácticas socioculturales en un estudio que exige la realidad contextual de los sujetos y los patrones de interacción social, no deja dudas sobre el empleo de la etnografía como método de investigación por el que se aprehende el modo de vida de una unidad social concreta. De ahí que la metodología aplicada  sea estrictamente cualitativa y el método utilizado por excelencia sea etnográfico, cuando unido a las exigencias del análisis del contexto marinero, familiares, laborales, culturales, que permiten construir un perfil sociocultural holístico del entorno comunitario, se requiere de la explicación en las prácticas sociales diferenciadas para hombres y mujeres como fenómeno de interacción social y cultural.
Para ello se seleccionó una muestra relativamente pequeña alcanzando apenas 31 entrevistados. Esta muestra fue de fácil acceso, no probabilístico e intencional. Por sexos, se segregan en 18 mujeres y 13 hombres, que de forma general, son integrantes del núcleo de familias pescadoras con larga permanencia en la comunidad. En la selección de los individuos que conforman la muestra se tuvo en consideración el contexto social donde se levantaron diferentes técnicas de recogida de la información cualitativa: La observación participante y la entrevista semiestructurada. Se trata del contexto familiar  donde se seleccionaron siete núcleos de familias, que de larga permanencia en la zona y por ende, de la comunidad, los cuales refieren sentido de pertenencia hacia el asentamiento y las actividades pesqueras. El levantamiento de las entrevistas se efectuó en aquellas viviendas más antiguas, y que actualmente se habitan por pobladores cuya edad tiene una media aritmética que alcanza los 45 años.

Comunidades pesqueras como espacios socioculturales singulares del Caribe insular: El caso del Castillo de Jagua.

El proceso del poblamiento en Cuba se estructuró entorno a las costas. La configuración estrecha y alargada del archipiélago, como característica físico-geográfica distintiva del Caribe insular, ha sido determinante en el proceso de interacción hombre– mar. Desde los primeros años de asimilación económica en el país, los habitantes de asentamientos cercanos explotaron los recursos marinos y costeros, desarrollando la pesca como una de las actividades fundamentales. En la etapa colonial la pesca no tuvo gran desarrollo, las técnicas eran artesanales y tanto los españoles como los esclavos africanos introdujeron sus artes de pesca las atarrayas, los jamos y los ganchos; estos, las nasas o trampas. A partir de entonces la pesca quedaría como una de las actividades económicas de la isla, aunque rápidamente fue relegada por el súbito apogeo y desarrollo de otras actividades económicas como la agricultura cañera y posteriormente la industria azucarera que afianzó una economía del azúcar dependiente y mono-exportadora en el país. Así en la etapa de la seudorepública la pesca se consideraba una actividad geográficamente puntual, poco desarrollada y totalmente dependiente del mercado estadounidense, al cual se enviaban prácticamente todas las exportaciones cubanas por este concepto.
El despunte y crecimiento de la pesca, al igual que otras actividades económica se puede enmarcar históricamente en la década de los años sesenta del siglo XX, cuando el proceso de concentración espacial de la población explicito dirigido por el gobierno socialista de la época, orienta y promueve el agrupamiento de los recursos y hombres en cooperativas pesqueras en asentamientos vinculados hisotricamente con estas actividades primarias. Lo cierto que es se comienza un proceso de urbanización y elevación de las condiciones de vida de los pescadores, que configurándose comunidades, se robustecen vínculos entre población residente en asentamientos costeros y procesos productivos de aprovechamiento de recursos marítimos de la plataforma insular cubana. Cuba hoy cuenta con más de cuarenta comunidades marineras distribuidas en sus costas donde un grupo de individuos se dedican a la actividad extractiva rastrera y procesadora de recursos biológicos de los mares adyacentes. Se consideran zonas geográficas reservadas para el uso exclusivo de determinadas poblaciones dentro de las cuales existen cuerpos de agua donde se pesca, y se administran sus recursos.
Siendo así, el corpus de la literatura cubana dedicada a estas actividades considera Comunidad Costera como “la agrupación organizada de personas que es percibida como unidad social, cuyos miembros dependen de la actividad pesquera para su subsistencia, aunque su supervivencia también depende de los recursos terrestres para su comida o ingreso (Pino, 2007). Según esta definición, la interacción directa con el ecosistema, el carácter portador de una herencia sociocultural devenida de la relación hombre-mar, de la que se derivan una serie de costumbres, creencias tradiciones y valores, así como el despliegue de prácticas socioculturales propias del ámbito comunitario marinero que forman parte del sistema de relaciones individuo-mar; se consideran el conjunto de rasgos que identifican estas comunidades dentro del conjunto de comunidades cubanas.
En este contexto destaca sobremanera la comunidad Castillo de Jagua, nombre que acoge el asentamiento se localiza a ambos lados del cañón de entrada de la bahía de Cienfuegos (Jagua), encontrándose al centro sur de la Provincia. Comprende territorialmente parte del sur y sureste del municipio de Abreu, y el sur del municipio de Cienfuegos y a unos 33,1Km por distancia terrestre desde la ciudad de Ciefuegos con dos zonas bien definidas. Presenta una extensión aproximada de 0,9 kilómetros cuadrados, con un total de 1211 habitantes de ellos 657 son masculinos y 538 féminas que se distribuyen en 285 viviendas. Estos habitantes se consideran hombres y mujeres de mar con ingresos que provienen de la comercialización de productos marinos, que con un profundo arraigo y sentido de pertenencia, hacen que muchos de ellos no se conciban fuera de la actividad económica que les sirve de sustento: la pesca.
Así dentro de las relaciones que se establecen en la comunidad destaca individuo – mar, interacción fundamental dentro de la vida económica y sociocultural de la comunidad. Los recursos marinos se explotan de todas las formas posibles, a partir de los productos que el mar ofrece, los sujetos poseen un sistema de redes informales que generan relaciones mercantiles y de reciprocidad. Las relaciones mercantiles están dadas por la venta legal o ilegal del pescado que genera un sistema de clientes fijos, casuales, turistas o visitantes.

Comunidad marinera Castillo de Jagua: Diferencias de género frente a la actividad económica.

En contraste con el marcado avance y voluntad política que ha intentado lastrar estereotipos de géneros, con logros significativos de inserción de la mujer en todas esferas de actuación social, el escenario que se configura en la comunidad marinera Castillo de Jagua no pareciera desdibujar la influencia de los tres milenios de cultura patriarcal impuestos en la cultura universal y por tanto en la nacional, que tradicionalmente, habían condicionado a hombres y mujeres a una diferenciación establecida sobre los roles que debe asumir tanto la figura masculina como la femenina.
Tomando en cuenta toda la muestra seleccionada se observa que los roles tradicionales diseñados para mujeres son aquellos que las sitúan en el espacio doméstico, realizando tareas del hogar y desempeñándose como amas de casa. Se trata de roles tradicionales femeninos como la crianza de hijos y cuidado de ancianos, que legitiman la posición de subordinación frente a la figura masculina. Es así, que de manera general, se distingue una situación que no dista mucho de aquello que tradicionalmente se encuentra establecido. Los representantes masculinos acometen roles que actúan en el espacio público. Refieren plena incorporación al contexto laboral. De esta forma, los hombres se reconocen como proveedores de alimentos y por tanto, constituyen la fuente de ingreso fundamental de sus familias. Precisamente este es un rasgo distintivo de las comunidades marineras.
La información recogida tanto en las entrevistas como en la observación participante, se evidencian diferencias en el despliegue de roles cuando se trata de la actuación que ejercen hombres y mujeres dentro el conjunto de actividades económicas que desempeñan. No hay dudas de una participación mayoritaria y plena de hombres en actividades laborales. Ello contrasta visiblemente con el caso de las mujeres y su posición frente a la incorporación plena a la economía local y comunitaria. De las féminas entrevistadas dos de ellas refieren el deseo explicito de mantenerse desvinculadas de la actividades productivas y por tanto, asumen roles pasivos frente a la actividad económica. De esta forma, sustentan una condición de subordinación, apenas desempeñan roles como amas de casa.
Ahora bien, una repetida y profunda mirada sexuada de la muestra, que explora los grupos ocupacionales de los individuos trabajadores, advierte tradicionales diferencias según roles de géneros asumidos. La presencia de ocupados en la prestación de servicios administrativos es solo desplegada por el caso de los hombres, que se unen al resto de los individuos entrevistados de su sexo, los cuales se dedicaban sistemáticamente a la actividad pesquera. En su totalidad se emplean en la cooperativa pesquera existente en la comunidad aportando con esfuerzo y trabajo a la economía local mediante la captura y comercialización de productos que provienen del mar.
En contraste las mujeres que se encontraban empleadas desplegaban actividades relacionadas con los servicios especializados y de prioridad en el contexto del desarrollo socioeconómico de su territorio. Dentro del grupo de técnicos y profesionales, las mujeres dominan ejerciendo como profesionales en la docencia e investigación, la salud pública y puestos de dirección de entidades educativas y culturales de la comunidad. Así, respectivamente se distinguen dos maestras, dos médicas, una odontóloga y una directora de centro cultural Fortaleza de Jagua.
Sin embargo, un resultado trascendente resulta aquel que se deriva de la diversidad de influencias sociales mediatizada por la cultura comunitaria marinera. A escala local, entre el conjunto de individuos que comparte intereses comunes del grupo social que conforma la comunidad Castillo de Jagua, se recibe una realidad social, que a su vez, influye en cada persona de forma variada independientemente de la socialización y las normas impuesto por la construcción de género. La respuesta consecuente ha sido ciertas influencias diferentes en la subjetividad individual y por tanto en la construcción del género de algunos individuos ha resultado también variada.
Así lo demuestra una fémina entrevistada, que desempeñando roles como pescadora, rompe estereotipos sexistas desde un empleo que tradicionalmente se le había asignado a la pauta masculina. Esta destacada mujer se dedica a tiempo completo a esta actividad y para ello posee un bote como su propio medio de trabajo. Desde el punto de vista social, la caracteriza cierta sencillez, modestia y esfuerzo laboral, que la hacen reconocida y respetada por su labor, en el contexto laboral y sociocultural de su comunidad.

Prácticas socioculturales según género en la comunidad marinera Castillo de Jagua

Cuando se trata de prácticas socioculturales que toman a la pesca como eje del sistema de relaciones sociales de su comunidad marinera Castillo de Jagua, la diferenciación que impone el género pareciera desvanecerse. En el contexto marinero, tantos hombres como mujeres entrevistados, refieren desplegar prácticas socioculturales relacionadas el aprovechamiento de productos provenientes del mar, sus variados modos de preparación, comercialización, así como en el desempeño de actividades pesqueras deportivas y en tiempo de ocio; donde se distingue equidad participativa según géneros. Es decir, constituyendo el centro del sistema de relaciones sociales heredadas del pasado y robustamente arraigadas en su territorio, la pesca es una práctica sociocultural en la que tanto hombres y mujeres entrevistados refieren acometer, ya sea como medio de recreación o deporte.

El proceso de construcción social y comunitario de las sucesivas generaciones, así como aquel proceso de asimilación histórica mediante actividades tecnoproductivas relacionadas con el entorno marinero, que en su conjunto han significado un paso importante en el desarrollo económico y sociocultural comunitario, han conducido al cierre evidente de brechas de géneros. Sin dudas, esta comunidad representa el escenario territorial, donde se ha establecido la trasmisión directa del legado sociocultural, y en el que sus pobladores y pobladoras, refieren a un conjunto de tradiciones propias o suyas. Se trata de la pesca a cordel y bote, las corridas de pesca entre los que pueden encontrarse “La corrida del pargo” y “La corrida de la albacora” como actividades de gran trascendencia sociocultural.
La pesca es una actividad de gran tradición y arraigo en la comunidad, transmitida de generación en generación y sin estereotipos de géneros. Es la práctica sociocultural identitarias tantos de féminas como hombres. Para ello utilizan cordel, embarcaciones rudimentarias como las chalupas o pequeños barcos y van a las zonas de pesca ya conocidas e identificadas desde hace mucho tiempo. Entre estas destacan la corrida de otras especies como la pintadilla, la jiguagua, la cojinúa, la rubia, la cubereta, la sierra y otras. Estas actividades identitarias se realizan según la época del año. La diferencia entre géneros, se encuentra justamente en la periodicidad con que se realiza esta práctica y la zona donde se ejecuta. Mientras los hombres refieren mayor sistematicidad las féminas solo realizan la pesca en fines de semanas cuando disponen de tiempo libre. Asimismo, los hombres prefieren zarpar en barcos y pescar en alta mar, mientras que las mujeres tiran el anzuelo desde la costa o la orilla.
Entre otras actividades muy sistemáticas se observa la elaboración de alimentos a partir de peces y mariscos. Esta práctica se desarrolla en el espacio domestico y está relacionada con la exhibición de tales alimentos elaborados, que como otra práctica sociocultural, se desarrolla en los espacios públicos del asentamiento. La elaboración de alimentos es desempeñada por ambos géneros. Los proyectos comunitarios promueven e perpetuán estas prácticas de gran trascendencia comunitaria. Entre los alimentos elaborados se distinguen gran variedad de mariscos y pescado como arroces con pescado, pescado fritos, en ruedas, fileteados, rellenos y enchilados, que han sido elaborados tanto por hombres como por mujeres de la comunidad. Así el disfrutar y degustar los productos marineros a partir de su elaboración, es una práctica que provee a la comunidad valores estéticos desde su decorado.
Asimismo, se comprueban prácticas socioculturales relacionadas con la actividad pesquera como despliegue de técnicas de elaboración de instrumentos de pesca, que se realizan en las viviendas de los pescadores y sus esposas. La observación como técnica de investigación permitió constatar que esta actividad es identitaria y se realiza también en los espacios públicos o cerca de la costa y/o las embarcaciones de los pescadores y pescadoras. Hombres y mujeres de mar tejen redes para pescar o reparan aquellas que tengan desgaste o roturas. Es desempeñada por cualquier miembro de las familias desde técnicas tradicionales y diferentes instrumentos como redes, cordeles, nazas, y chinchorros. Las esposas de los pescadores apuntan que esta práctica es parte de su cotidianidad y fuente de ingreso a las economías familiares. El resultado final de estas prácticas socioculturales que son las redes o mallas de pesca son comercializadas en el mercado local de su comunidad.
En otro orden, la limpieza y organización de los avíos de pesca se presenta como otra actividad identitaria pero si de género se trata, refiere una marcada diferenciación según géneros. Desempeñada mayoritariamente por los hombres cuando organizan su puesto de trabajo diariamente y mantienen limpio su instrumental cuando regresan y salen de pesca. Esta es una práctica se realiza en el barco o en el muelle, enmarcándose en el espacio laboral a diferencia de las prácticas anteriores.

Conclusiones.

La investigación hasta aquí realizada de las prácticas socioculturales en la actividad pesquera a partir de la influencia del género en la comunidad Castillo de Jagua permitió la construcción de presupuestos teóricos que sirvieron de base al estudio, demostrado validez y pertinencia del paradigma de investigación cualitativo para el análisis de la influencia del género en el despliegue de prácticas socioculturales en el contexto de una comunidad marinera del Caribe insular. Desde el punto de vista sociodemográfico la comunidad se caracteriza por una población residente portadora de un arraigado sentido de pertenencia hacia la pesca y las actividades que se relacionan con el mar. Predomina en el sexo masculino, los empleos que relacionan con actividad pesquera, pero que un ningún caso las prácticas socioculturales asociadas y que se entronizan en el contexto comunitario son exclusivas de su género. Provenientes de la cultura marinera a escala local, las actividades y/o prácticas socioculturales y comunitarias presentan equidad participativa según géneros. La pesca, la elaboración de alimentos provenientes del mar y las técnicas de la elaboración de instrumentos del mar como tejer redes se desempeñan por ambos sexos mientras que es mayoritario para el caso de los hombres acometer la limpieza de los avíos de pesca. Socialmente los hombres se reconocen como proveedores de alimentos y por tanto, constituyen la fuente de ingreso fundamental de sus familias. Las diferencias según géneros solo se manifiestan en roles frente a las actividades económicas que socialmente desempeñan para generar sus ingresos. Los hombres se caracterizan por estar plenamente empleados en actividades de los servicios de la comunidad o en la actividad pesquera mientras que las mujeres presentan mayor diferenciación según roles asumidos: amas de casa o trabajadoras de actividades que precisan alto nivel de instrucción. Con excepción de una mujer que se emplea como pescadora profesional y denota que ha asumido roles atípicos de la construcción social femenina y que siempre han sido considerados tradicionales de la pauta masculina.
Si bien se ha logrado resultados aleccionadores en la eliminación de estereotipos, normas y prejuicios de la subordinación femenina y su incorporación al trabajo en la comunidad, el avance ulterior para el pleno ejercicio de equidad de géneros a la que se aspira, requiere de una continuidad en el fomento de destrezas, capacidades y aspiraciones de los habitantes desde el desarrollo social y comunitario. No hay dudas que la cultura marinera local, establece un profundo sentimiento de arraigo e identidad que permite acortar decisivamente las brechas de géneros cuando se trata de la pesca y las actividades socioculturales que se relacionan con ellas.
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* Licenciado en Geografía, Máster en Demografía. Especialista en Estadística y Demografía. Instituto de Estadísticas y Censos, (INEC). Coordinación 8, Guayaquil. Ecuador. Profesor a tiempo parcial de la Universidad Carlos Rafael Rodríguez, Cienfuegos, Cuba. reynierico@gmail.com
** Ingeniera Agrónoma, Profesora Auxiliar de la Universidad Carlos Rafael Rodríguez de Cienfuegos, Cuba. Máster en Agroecología y Agricultura Sostenible. Especialista en Ordenamiento Territorial. Dirección Provincial de Planificación Física. Cienfuegos.
*** Licenciada en Estudios Socioculturales. Dirección provincial de Planificación Física, Cienfuegos, Cuba.

Recibido: 13/02/2018 Aceptado: 09/04/2018 Publicado: Abril de 2018


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