Revista: Caribeña de Ciencias Sociales
ISSN: 2254-7630


MIRAR LAS HONRADAS CON LOS ESPEJUELOS DEL GÉNERO

Autores e infomación del artículo

Gledymis Fernández Pérez*

Universidad de Las Tunas, Cuba

gledysfp@ult.edu.cu

Resumen
        Este trabajo estudia la novela cubana Las Honradas difundida a principios del pasado siglo. Al constituir una obra fundamental dentro de las letras y la cultura nacional, forma parte de los programas de enseñanza de la literatura. Sin embargo, en el presente artículo se propone un análisis poco frecuente en los estudios literarios, pues se examina esta narración desde la mirada de género para conocer cuál era la situación de las mujeres y hombres en aquella época y cómo en la actualidad persisten algunas de las inequidades planteadas en la novela.

Palabras claves: literatura, género, mujeres.     



Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:

Gledymis Fernández Pérez (2016): “Mirar Las Honradas con los espejuelos del género”, Revista Caribeña de Ciencias Sociales (diciembre 2016). En línea:
https://www.eumed.net/rev/caribe/2016/12/honradas.html
http://hdl.handle.net/20.500.11763/caribe1612honradas


Introducción

Desde hace varios años las problemáticas que enfrentan las mujeres en la sociedad constituyen un asunto de continuos debates a nivel internacional y nacional. El establecimiento de ideas progresistas ha incidido en el cambio de mentalidad. Sin embargo, todavía persisten pautas conductuales legitimadoras de modos de existencia permeados por los viejos modelos culturales, lo que vislumbra la necesidad de transformar múltiples espacios sociales, incluyendo aquellas manifestaciones del arte que limitan las posibilidades de desarrollo de los grupos oprimidos.
        De acuerdo con lo anterior, el presente trabajo tiene como esencia acercarse a las características físicas y subjetivas dominantes en las figuras femeninasde la novela cubana Las honradas, para lo cual ha tomado como base la perspectiva de género.
El tema emerge de las restricciones que muestran las mujeres para hablar de sus interioridades en las diferentes expresiones del arte. Generalmente corresponde a los hombres ser los protagonistas en las disímiles obras artísticas, lo que genera el predominio de modelos androcéntricos que analizan y edifican la realidad conforme a los códigos patriarcales.
En el caso de la literatura las cuestiones vinculadas al género resultan tratadas con poca frecuencia. Los análisis se concentran en visibilizar las temáticas abordadas por las escritoras y el empleo que hacen de los recursos formales. De ahí que resulte necesario profundizar en los textos literarios para distinguir las opresiones que padecen mujeres y hombres en los ámbitos recreados por escritores y escritoras. 
Por tal razón el trabajo tiene como objetivo analizar la presencia de la mujer cubana en las obras narrativas con el fin de determinar la existencia o no de la subordinación para este grupo social.
Con ese propósito, el estudio recorre la novela Las honradas de Miguel de Carrión, escrita en la primera mitad del siglo XX. Se seleccionó dicha obra por formar parte del programa de la asignatura Cultura Cubana II de la carrera de Estudios Socioculturales. Sobre la novela existen criterios que la ubican como una de las representantes del feminismo literario, de ahí que esta autora la analice con los espejuelos del género para determinar si realmente puede formar parte de esa categoría.
La novedad del trabajo radica en su contribución a los estudios de género y al nexo de estos con la literatura, de manera que pretende incidir en las modificaciones que tienen el fin de alcanzar una cultura de paz.
    
Desarrollo

      La literatura constituye una importante expresión del arte debido a la impronta que han dejado poetas y novelistas a lo largo de la historia. Por eso se ha hecho vital desentrañar sus valores artísticos, así como el impacto que genera sobre los lectores. Con frecuencia, los análisis a las obras literarias parten de disímiles métodos que permiten profundizar en las múltiples aristas contenidas en ellas. Y es que la complejidad de esta manifestación engendra diversas rutas para deconstruirla, razón por la cual resultan fructíferas las lecturas que puedan surgir desde las distintas esferas del saber. 
      A partir de lo anterior se torna válido apuntar que la literatura -al igual que otras artes- se ha erigido en espacio para difundir ideas, normas sociales y estilos de vida, aunque en muchas ocasiones sus mensajes se disfrazan con el uso de recursos expresivos que fabrican estructuras sentimentales y emotivas en el pensamiento de los individuos. De ahí la trascendencia de las composiciones literarias. Ellas posibilitan trasmitir patrones culturales, develar las relaciones sociales, y con ellas, el género.
       ¿Qué implica el término género?  Es un concepto que adquiere relevancia en los años cincuenta con los estudios realizados desde la psicología y la antropología. Alude a las construcciones socioculturales que distribuyen roles diferentes para asumir la vida en dependencia del sexo biológico visible al nacer. El concepto esclareció que la distinción de tareas entre mujeres y hombres tenía carácter social, es decir, era resultado del conjunto de símbolos culturales legados de una generación a la otra.
Según Begoña Siles, se debe tener presente que los vínculos genéricos se conectan a los intereses políticos y económicos, y se asimilan por los seres humanos para ser representados.1
Tal idea trasluce la necesidad de examinar la literatura desde esa mirada. Se convierte, como sucede con otras manifestaciones, en fuente para obtener conocimientos acerca de las características físicas y subjetivas atribuidas a mujeres y hombres. Mediante una observación profunda y rigurosa se pueden discernir los roles y estereotipos de género que se reproducen en la mente de los escritores.
Juan Ramón Montaño Calcines, uno de los investigadores preeminentes de esta época, ha planteado que la crítica, la teoría y las prácticas literarias se han fundado teóricamente sobre la base de una ideología discriminatoria y un sistema categorial androcéntrico, lo que no solo ha desconocido la producción literaria de mujeres, sino que las ha silenciado en varias expresiones culturales.2
          En la literatura, el género ha servido para comprender la producción de las escritoras y determinar la manera en que se muestra la diferencia y opresión experimentada por ellas. Desde esta óptica, a partir de los 80 cobra relevancia la tesis de que la literatura escrita por mujeres llevaba las marcas de sus autoras. Por tal motivo, en los inicios, el propósito de la crítica literaria feminista se concentró en rescatar textos de autoras desatendidas y ausentadas por la historia. Luego, las preocupaciones se diversificaron y abarcaron tanto la intención de fomentar el estudio de obras femeninas en los contextos académicos como en descentralizar la perspectiva de análisis androcéntrico que establecía un canon literario masculino, blanco y heterosexual.
          La crítica literaria feminista, como destaca Hortensia Moreno, no es un concepto “ni nuevo, ni homogéneo, ni autónomo”, sino que posee una gran variedad de enfoques discernibles en la propia historia del feminismo, pues muchos de los textos fundacionales basan sus reflexiones en la literatura. También ha sido la palabra escrita el sitio propicio para denunciar la opresión de las mujeres, para mostrarlas como seres distintos, para hacer palpable su sexualidad y erotismo y como vía de imaginar otra manera de conceptualizar lo femenino.
          La literatura ha permitido acceder al conocimiento y a la subjetividad femenina, fundamentalmente al reconocer a la autora como ser sexuado que parte de una experiencia particular ligada a su condición de género. El texto literario posee entonces una concepción representacional desde la cual se evidencian las problemáticas de las mujeres en su propio espacio. Lo importante ha sido recuperar los aspectos simbólicos que permiten ilustrar los atributos de la vida cotidiana y los elementos relativos a la opresión del grupo social aludido.
        Varias críticas feministas latinoamericanas como Gabriela Mora, Moserrat Ordóñez, Lucía Guerra, Jean Franco, Nelly Richard o Eliana Rivero, se dedicaron a estudiar la relevancia del sujeto genérico que escribe y la influencia del carácter patriarcal de la cultura en la crítica y la creación literarias. De igual modo han aludido a la especificidad de lo femenino en la literatura, lo que se ha identificado con una serie de rupturas respecto al discurso oficial masculino.
        A partir de la mirada feminista, en los textos literarios se intenta descifrar el uso de temas y estructuras empleadas por escritores(as), así como la nueva utilización que hacen las mujeres de lo heredado de la cultura. El feminismo aporta entonces una visión diferente a la literatura, en la cual, “la crítica, como toma de conciencia del carácter discursivo de la realidad, reconstruye los discursos dominantes no tanto en función de lo que recogen, sino de lo que suprimen, consignan, reprimen, marginan.”3
Una contribución sustancial al estudio de las problemáticas femeninas fue el surgimiento de la categoría género. En Cuba el nexo entre esta categoría y la literatura ha arrojado exiguas investigaciones. Con certeza existen trabajos en los que la mujer ha sido el núcleo de atención en las obras literarias, solo que en su mayoría los estudios carecen de una perspectiva de género que visualice los obstáculos atribuidos a ellas en los diferentes textos.
Un trabajo destacado en el tema lo constituye la tesis de diploma de la investigadora habanera Helen Hernández Hormilla titulada Mujeres en crisis. Una aproximación a la realidad social de la mujer cubana a través de la narrativa femenina de los noventa.
La mayoría de estas investigaciones toman como punto de partida el análisis a las obras literarias escritas por mujeres con el fin de descubrir la proyección genérica que se trasluce. De esa manera, puede comprobarse si realmente todas las escritoras tienen una producción que responde a las prerrogativas feministas.
Pero ¿qué sucede cuando los hombres hablan desde lo femenino? ¿Resulta válido creer en la literatura hecha por un hombre que mira las interioridades de las mujeres?
Casi siempre las respuestas a tales cuestionamientos resaltan la imposibilidad de que el pensamiento masculino pueda captar las vivencias y sentimientos de las mujeres, pues ellos analizan el mundo desde sus experiencias, y por tanto, desde su condición de grupo opresor. De ahí que les resulte difícil entender la subordinación que han sufrido las mujeres a lo largo de la historia.
A pesar de esta cuestión, en varias ocasiones, las obras literarias escritas por hombres se han considerado impulsoras de las corrientes feministas, lo que constituye un asunto de necesaria revisión, sobre todo para determinar hasta qué punto los hombres pueden hablar en nombre de las mujeres.
En relación a lo planteado, la literatura cubana tiene en Miguel de Carrión (1875-1929) el ejemplo más conocido. Aunque su quehacer artístico no es objeto de frecuentes elogios, una característica de su literatura reside en tomar a los personajes femeninos como centro de sus historias, aspecto de vital importancia para la crítica feminista. De ese modo, Carrión nos legó obras como Las honradas, Las impuras y La esfinge, todas centradas en mujeres oprimidas por las convenciones sociales imperantes en la época que les correspondió vivir.
De estas obras, las de mayor relieve, fundamentalmente por su acercamiento al mundo femenino, fueron Las honradas y Las impuras. Ambas constituyen una simbolización de la mujer cuya línea divisoria es el sexo. Las honradas narra los sucesos que ocurren a Victoria, una “perfecta casada” que se ajusta sexual y moralmente al matrimonio solo después de una experiencia adúltera que la hace despertar a la sexualidad. Las impuras, a la inversa, es el retrato de una mujer que dignamente acepta su papel de “querida”, pero que es arrastrada a la prostitución por una sociedad que tergiversa el impulso sexual en fuerza destructiva.
Cada una aporta miradas diferentes al tema de la mujer en el período neocolonial. Sin embargo, en Las honradas se tornan significativas las referencias a determinadas problemáticas padecidas por el grupo social aludido. Por esa razón, el presente trabajo concentra sus análisis en la obra en cuestión.     
Escrita entre 1917 y 1918, Las honradas se ha considerado una novela psicológica al enfatizar en el mundo subjetivo de su personaje central. De ahí que los planteamientos de críticos y especialistas coinciden en que se trata del estudio del alma femenina. Carrión narra la maduración existencial de una mujer que desde su intimidad más inconfesable, relata desesperadamente su educación sentimental y las posibilidades que la sociedad le permite escoger para realizarse como mujer.
El autor demuestra un conocimiento profundo del temperamento femenino, de los efectos interiores que produce la evolución física de la mujer, de las transformaciones de su cuerpo y el mundo íntimo de sus deseos, reacciones, miedos y retos. Este aspecto constituye uno de los valores intrínsecos de la novela, sin embargo, resulta sospechosa la forma en que este hombre se ha apropiado de todas las experiencias y emociones que caracterizan a las mujeres.
        Al tenerse en cuenta lo anterior, ¿qué elementos permiten ubicar a esta obra como ejemplo de la literatura feminista?
         En primer lugar se distingue el protagonismo de un personaje femenino. La relación de Victoria con el argumento de la novela resulta estrecha. Y es que su participación en el relato es activa al contar su propia existencia, sentimientos, anhelos, preocupaciones y temores. Mostrar esta cuestión es de vital importancia porque generalmente corresponde a los hombres la posibilidad de ser los protagónicos. En esos casos la narración se define desde la óptica masculina, desde lo que piensan ellos y de cómo actúan ante circunstancias específicas, de manera que quedan relegadas a un segundo plano las disyuntivas padecidas por las mujeres.
         El hecho de que se involucren otros personajes femeninos en la historia central de Las honradas constituye también un elemento relevante. Los conflictos de Alicia y su posición ante el matrimonio, los de Graciela, Luisa y Dolly evidencian que el tema principal de la obra está centrado en las problemáticas femeninas.
Al analizarse las características físicas de ellas se tuvieron en cuenta las descripciones de Victoria. En reiteradas oportunidades, esta delinea a su hermana Alicia y a sus amigas como jóvenes bellas, rubias y bien formadas. La información distingue que en su mayoría se trata de mujeres blancas, de modo que no se alude a otras razas. Tal aspecto constituye una forma de menoscabar al grupo femenino, pues al tomar a las blancas como figuras representativas, se ignoran los inconvenientes padecidos por el resto de las mujeres. 
Con respecto a la edad se torna valioso el recorrido que se hace por la vida de la protagonista. Ella se refiere a su historia y a la de los otros personajes femeninos desde la infancia hasta la madurez, cuestión atípica si se tiene en cuenta que casi siempre la presencia femenina en diferentes textos se circunscribe a la etapa reproductiva (20-35).
        Los roles de género se aprecian en dos aristas fundamentales. Por una parte se distinguen aquellos que son enjuiciados por Victoria, y por otra, los que ella como mujer ha interiorizado sin percatarse que es víctima de un conjunto de construcciones socioculturales. 
       En el prólogo de la obra, Victoria enjuicia las pocas oportunidades que tenían las mujeres para escribir un libro. Por tal motivo, la posibilidad de dedicarse a esta empresa genera una serie de incertidumbres y temores en la protagonista, pues siente que la tarea solo tiene sentido para los hombres. Según sus propias reflexiones, las mujeres debían permanecer en el silencio, situación que sin lugar a dudas enfrentó el grupo femenino durante varios siglos. Pese a esta latente discriminación, algunas no quedaron con sus ideas escondidas y buscaron la manera de difundir sus obras, de ahí que recurrieran a ocultar sus nombres bajo seudónimos o a utilizar a sus esposos para que estos se adjudicaran las composiciones que no pensaron ni escribieron. En otros casos sí dejaron engavetados sus trabajos al considerar que se trataba de un capricho, de una idea proyectada que no podía decirse a los demás.
      En relación a los comentarios de Victoria, es oportuno destacar la obra Una habitación propia de Virginia Woolf, en la que se evidencian, de igual manera, las penurias enfrentadas por las mujeres que a principios de la centuria deseaban escribir una novela.
       Al seguirse el hilo de los análisis de la protagonista de Las honradas, sobresale también el hecho de que en las ficciones nose coloque a la mujer en el lugar que realmente posee en la sociedad. Victoria deja claro que cuando escribe una mujer casi nunca se refiere a la diversidad femenina, no se escribe sobre las miserias y fealdades que padecen, ni tampoco se muestra la subordinación de este grupo en las diferentes esferas sociales.
     Las críticas de Victoria resultan significativas para la literatura feminista al traslucir la indignación que siente una fémina ante las restricciones que sufre. Al mismo tiempo, se patentiza la necesidad de reivindicar el orden de cosas existentes para ellas.
A pesar de que toda esta primera parte de Las honradas constituye un alegato a favor de las mujeres, resulta contraproducente que en la propia obra aparezcan cuestiones permeadas por un modelo esquemático y centralizador que se conecta a la ideología patriarcal. De ese modo, al valorarse las características subjetivas atribuidas a las féminas, se distinguieron rasgos que las caracterizan con la dulzura, determinaciones fugaces, y con pocas fuerzas para terminar un trabajo que requiere tiempo, constancia y minuciosidad.
       Tales peculiaridades, propias del grupo femenino, a juzgar por los criterios de la protagonista, se contraponían al espíritu indócil que la definía a ella, lo que podría estimarse entonces como un elemento de cambio. Según Victoria, este carácter le permitió darse cuenta de la distribución de los derechos de los sexos. Así, desde la infancia, entendió que su hermano Gastón gozaba de ciertos privilegios, pues mientras él podía saltar y correr a su antojo y trepar a los árboles, a ella tan solo de intentarlo le llamaban la atención de inmediato.
       La diferencia en los juegos entre niñas y niños fue notada también por Victoria en una ocasión en que sus hermanos se mecían en el columpio. Mientras Gastón se balanceaba con fuerza no hubo problemas, pero en cuanto lo quiso hacer su hermana Alicia enseguida la madre la reprendió diciéndole que Gastón era hombre y podía hacerlo, y ella no porque era una niña y debía darse su lugar.       
En este punto vale hacer referencia a cuál era “el lugar” que debían tener las integrantes del sexo femenino en aquella época.  
Los comentarios de Victoria dejan claro que “ese lugar” estaba bien definido en la familia. Las niñas tenían que ser modestas, recatadas y dulces, no muy alegres, humildes, moderadas, cuidadosas, delicadas y presumidas. Todas estas características constituían formas estereotipadas que imponían a las mujeres una actitud homogénea que no propiciaba las diferencias entre ellas.
En este sentido es necesario destacar que la madre insistía en que sus hijas conservaran esas cualidades. Ella era la encargada de enseñar tales modales, de modo que se distingue una cuestión de suma importancia para el feminismo: el hecho de que las propias mujeres contribuyan a difundir y a socializar los roles de género, en vez de frenarlos, de contrarrestarlos a partir del papel que juegan en la educación de los hijos.
         En cuanto a las ocupaciones sobresalen los roles que circunscriben a las mujeres en el espacio doméstico mientras los esposos trabajan fuera de la casa buscando el dinero para sostener a la familia. Este elemento las caracterizó durante largos períodos, al punto que llegó a convertirse en uno de los reclamos del feminismo de los años sesenta. 
En la obra analizada, todas las mujeres se encuentran sometidas a esas circunstancias, con la excepción de Graciela, quien constituye el personaje más progresista, con actitudes, pensamientos y decisiones que se enjuician por la propia Victoria. A partir de esto, Graciela constituye la antítesis de las otras figuras femeninas, de las normas sociales enseñadas a las jóvenes de la época.
Dentro del hogar, al parecer, las labores no eran abundantes. Se conoce que la madre se entregaba los fines de semana a la limpieza junto a las criadas, y que Victoria se dedicaba en algunas ocasiones a la costura, aunque este trabajo no era de su agrado.
El rol del matrimonio se trasluce desde las primeras páginas. Al inicio se puso de manifiesto al contarse la relación que existía entre los padres, luego en las observaciones que hizo Victoria durante la adolescencia cuando se encontraba en el colegio norteamericano. Allí, al compartir con otras jóvenes se evidenció que todas analizaban el matrimonio como la única vía de llegar a la felicidad y de seguir siendo buenas. Por eso, en un momento de la narración, la protagonista plantea que la “mujer se manifestaba tal y como era, en su doble aspecto de caza perseguida y de ser indefenso y necesitado del apoyo del hombre.” 4
Posteriormente el rol del matrimonio cobró mayor relevancia al narrarse las sensaciones que experimentaba Victoria en la boda de su hermana y en la suya. Sus análisis la llevaron a determinar que Alicia se casaba seguramente por esa pasiva necesidad de ser amada, por la certeza de que estaba hecha para esposa y madre. En su caso, las circunstancias fueron semejantes, al punto que arribó al matrimonio desconociendo lo elemental que debía saber toda mujer. De ahí sus primeras frustraciones, sus fracasos e incertidumbres.
La educación de Victoria omitió por completo el tema de la sexualidad. Sobre esta cuestión, en la casa reinó siempre un absoluto silencio. Los padres se cuidaban mucho de mostrar ante sus hijos cualquier manifestación amorosa, prudencia que exigían también a los criados. Del asunto no podía ni hablarse. En varias ocasiones la madre regañaba a sus hijas cuando las oía conversar en torno al matrimonio. Tales circunstancias crearon serios problemas en el personaje central quien permaneció ajena a esa situación hasta la adolescencia.
El temor de Victoria por las relaciones sexuales se vislumbra desde el momento en que la hermana decide casarse. Imaginando lo que pudiera significar para Alicia la entrada al mundo de la intimidad con un hombre, ella la examina con cuidado, permanece atenta a sus movimientos, a su actitud, tratando de distinguir algún síntoma del miedo que pudiera sentir una mujer en ese momento.
Otro elemento que marca la aversión de Victoria hacia la sexualidad está relacionado con el poco conocimiento que poseía sobre su cuerpo. Plantea que al desarrollarse comenzó a experimentar cierta repulsión por su figura, de modo que solo la tocaba para la limpieza, evitando verse desnuda.
Las observaciones sobre el sexo y la posición de la mujer ante este constituyen los puntos medulares de la novela. A partir de esto, en la obra se distinguen las dos categorías que dividían al grupo femenino de la época. De esa forma se encontraban las honradas, mujeres que llegaban vírgenes al matrimonio y se consagraban a un hombre, y las impuras, con características totalmente opuestas.
Esta clasificación generaba un conjunto de críticas para aquellas que no cumplían con lo establecido por la sociedad. A tono con tal situación, resultan significativos los comentarios que emergían alrededor del personaje de Graciela, de quien se decía que era una perdida, pues tenía varios amantes y que uno de ellos entraba al cuarto de la joven hasta la madrugada. En este grupo también se incluía a Teresa, la hermana de José Ignacio Trebijo, la que constituye la figura central de la siguiente novela de Carrión.
Como parte de los roles de género sobresale la dominación masculina. En varias oportunidades Victoria deja claro que las propias mujeres se automarginan. Por ejemplo, señala que su madre admiraba a Trebijo porque esta respetaba lo autoritario y dogmático, debido al espíritu de sumisión que la caracterizaba.
En relación con ese personaje masculino, las críticas de Victoria se tornaron más agudas. En sus análisis plantea que Trebijo dominaba a Alicia imponiéndole sus caprichos. Él le dictaba las modas, los colores de los vestidos y las formas del peinado. De igual forma, la obligaba a encerrarse en el interior de la casa cuando llegaban hombres de visita y él no estaba presente.
         A pesar de las críticas al esposo de su hermana, la propia Victoria no pudo sustraerse a los designios masculinos. Así, cuando sale embarazada de Fernando, este la convence de hacerse el aborto, a pesar de que ella no lo deseaba.
        Los aspectos señalados constituyen una muestra de las vicisitudes que enfrentaban las mujeres en sus relaciones con los hombres. En múltiples oportunidades se obviaban sus capacidades y decisiones, idea que cobraba relevancia a partir de la norma social que otorga el conocimiento exclusivamente a las figuras masculinas.
 Otra cuestión importante se relaciona con la manía de la protagonista de saberlo todo, de explicar el por qué y el cómo de cada cosa, según sus propias palabras. Tal aspecto resulta sobresaliente porque evidencia la necesidad de llegar al conocimiento, ruta válida para obtener la liberación dentro de la sociedad.
          Sin embargo, el elemento de mayor significación en cuanto a la ruptura con ideología patriarcal descansa en el rol de la fidelidad. Victoria traiciona a su esposo con Fernando, transformándose en una adúltera, característica que habitualmente corresponde a los hombres. Pese a su falta, el personaje no es castigado, no es enjuiciado por la sociedad, aspecto que otorga a la obra un sentido feminista y la convierte en ejemplo de la liberación de las mujeres.
        Todas las cuestiones anteriores hacen que la novela constituya una defensa a la mujer, de la lucha de esta por la igualdad de derechos y oportunidades en sus vínculos con los hombres. Lamentablemente también están presentes las brechas de género, lo que es síntoma de los múltiples obstáculos que todavía deben vencerse en la sociedad para equilibrar la forma de vida entre los grupos genéricos.

Conclusiones

Las consideraciones precedentes traslucen las características físicas y subjetivas atribuidas a las mujeres dentro de la novela Las honradas. Se ha evidenciado que la mujer se apropia de modelos de conducta que avalan el predominio de normas sociales arraigadas en aquella etapa, aunque se le incorporan otros preceptos distantes del sistema patriarcal que manifiestan las ansias de liberación, lo que expone una dualidad en la representación femenina, signada por viejos y nuevos patrones.        
       La prevalencia de aspectos negativos corrobora la necesidad de desmontar los textos literarios desde la mirada del género. Tal idea no pretende que los análisis de las obras se conviertan en tribuna para defender los derechos de la mujer, pero sí en un ámbito que hable de sus contribuciones a la sociedad, las problemáticas que las afectan, las conquistas alcanzadas, en fin, de la diversidad femenina. Así, se podría dejar a un lado toda imagen estereotipada y simplificadora. La literatura puede transformarse entonces en baluarte para revertir la opresión de las mujeres.

Bibliografía

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* Gledymis Fernández Pérez (Las Tunas, 1984). Licenciada en Historia del Arte (Santiago de Cuba, 2007). Máster en Estudios de Género (Universidad de La Habana, 2012). Profesora asistente. Trabajó como especialista de Apreciación Cinematográfica en el Centro Provincial de Cine de Las Tunas hasta el 2012. Simultáneamente a esta labor impartió las asignaturas de Apreciación del Arte, Cine Cubano y Cultura Cubana en la Universidad Vladímir I. Lenin. Entre sus publicaciones se destacan los artículos Un lugar diferente para el cine de todos los tiempos, en Revista Cultural Quehacer, 2010; Teoría de Género: una aproximación a sus postulados y El papel de la mujer en el proceso revolucionario cubano: un acercamiento desde el cine, ambas en revista electrónica Contribuciones a las Ciencias sociales, 2011; Mujer y cine: miradas desde el ICAIC (2000-2010), en IX Taller Internacional Mujeres en el siglo XXI, Editorial de la Mujer, 2013. Actualmente trabaja en la Universidad de Las Tunas formando parte de la disciplina Historia y Apreciación de las Artes del departamento de Educación Artística.

1 Siles, B. (s.f): Una mirada retrospectiva: treinta años de intersección entre el feminismo y el cine, en:http://www.hamalweb.com.ar/silesojeda.html, p.3. Consultado el 18 de junio de 2011.

2 Montaño Calcines, Juan R.: Temas de actualización literaria, Edit. Pueblo y Educación, La Habana, 2008, p. 67

3 Hernández Hormilla, Helen: Mujeres en crisis. Una aproximación a la realidad social de la mujer cubana a través de la narrativa femenina de los noventa. Tesis de Diploma, UH, p. 45

4 Carrión, Miguel: Las honradas. Edit. Letras Cubanas, La Habana,  p. 38


Recibido: 04/07/2016 Aceptado: 09/01/2017 Publicado: Diciembre de 2016

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