DE EMERGENTES A SUMERGIDOS. NUEVOS ARTISTAS Y MERCADO DEL ARTE
Licenciada en Bellas Artes. Universidad de Málaga
erikaskoug@hotmail.com
RESUMEN
Desde mi experiencia personal como artista “emergente” -productora de arte contemporáneo de incipiente proyección, quizá significante de cierta calidad, pero no suficiente como para hacer del arte mi profesión-, reflexiono sobre la relación entre el mercado del arte y el artista principiante: sus condicionamientos, oportunidades, restricciones, consideraciones a tener en cuenta... en definitiva, las reglas del juego que cualquier aspirante a artista debe asumir y afrontar si está dispuesto a aceptar su posición en la cadena de producción de la cultura. Al contrario que otras profesiones creativas reconocidas como tales, ser artista requiere aceptar una precarización laboral voluntaria, con los riesgos que ello conlleva. Dilucidar los mecanismos del mercado del arte, será pues vital.
Palabras clave: Emergente, arte, mercado, profesionalización, precariedad.
Cuestión de elecciones
La producción artística está llena de mitos. El peor de ellos: el paradigma del artista-genio-bohemio-loco, de personalidad oscura, siniestra, individualista y excéntrica, que se encierra en su agujero para crear sin gran esfuerzo obras únicas, ajenas a lo que ocurre en el exterior y, quizá por ello, trascendentes a su época. Auténticos genios en sentido kantiano, que no necesitan formación ni noticia alguna del mundo que les rodea. Unas veces alcohólicos, otras drogodependientes, si no misóginos, ciclotímicos o sumidos en profundas depresiones. En palabras de C. Freeland:“ A menudo se cita el genio para excusar o justificar la conducta extraña de un artista (Van Gogh cuando se cortó la oreja), el abandono de sus obligaciones ordinarias (Gauguin cuando escapó a Tahití), el alcoholismo, el ser mujeriego o los cambios de humor (Pollock).”
Nada más lejos de la realidad en nuestro tiempo. Hoy día, la mayoría de los artistas presentes en galerías y museos de arte moderno son universitarios, gente cosmopolita, versada, viajada, que maneja varios idiomas, con obras que bailan de una feria internacional a otra, de galería en galería. Y supongo que todos ellos representaron en sus comienzos ese término tan odioso y renombrado - por no decir trillado hasta la saciedad- que últimamente pulula sin descanso sobre el panorama cultural de este país: el artista “emergente”. Jóvenes ambiciosos y competentes, cuyo trabajo es fruto de la disciplina diaria y de una constante situación de alerta: premios, concursos, becas, subvenciones, participación exposiciones colectivas... Lo que sea necesario para ser visto.
Una vez concluida la formación académica, y por tanto el amparo en cuanto a proyección y visibilidad que la institución universitaria otorga a sus polluelos, es hora de tomar decisiones: la más importante cuestión de fondo será decidir si hacer del arte una profesión. Si ése es el caso, el primer y fundamental paso en esta andadura deberá ser la pérdida de la ingenuidad, ya que nos chocaremos frontalmente con un gran obstáculo al que sortear: las exigencias del mercado del arte.
En la producción artística no ocurre como en otras ramas creativas, que están reconocidas como profesiones y cuya remuneración no es puesta en duda, sino que es la consecuencia lógica de un trabajo realizado: arquitectos, publicistas, diseñadores industriales o gráficos... son ocupaciones legitimadas como tales. Trabajadores que responden a la demanda de una necesidad: la materialización de un proyecto, la realización de un diseño, la transmisión de un mensaje... Sin embargo, no existe la profesión de “artista” en cuanto a tal. Si uno decide apostar por sus posibilidades, expresando ideas, inquietudes y sentimientos propios, que seguro serán compartidos por miles de personas, deberá adaptarse en lo que pueda “ a lo que se lleva” o de lo contrario preparase para lo peor.
Cuando hablaba de la pérdida de la ingenuidad, me refiero a cuestiones como: ¿qué se está vendiendo ahora en ARCO? ¿qué tipo de iniciativas está financiado el ayuntamiento de tu ciudad? ¿a quién se le concedió la beca X en su última edición? ¿qué tipo de ayudas ha publicado el Ministerio de Cultura este año? Resulta cuanto menos curioso que desde que la cineasta González Sinde fue nombrada Ministra de Cultura, se haya apoyado al cine y la producción audiovisual en los tres últimos años como nunca antes se había hecho: 46 subvenciones frente a las 3 otorgadas para la promoción de las Bellas Artes. Aún resuenan en mi cabeza las palabras de uno de mis profesores en mi tercer curso de la facultad: “Anímate mujer, presenta tu dossier a estas becas. Ahora lo que buscan son mujeres que hagan videoarte.” Asimismo, y en plena época de crisis: 490 millones de euros en I+d+i para la experimentación culinaria...
Ciertamente el que se aventure a vivir de su producción artística, no puede vivir ajeno al peso de los intereses de las decisiones políticas en la gestión y el apoyo a la cultura. Quizá ése sea el mayor problema: en este país la gestión cultural se encuentra en manos de la clase política o de agentes culturales que al poco de entrar en el gremio se politizan o “barren para casa.”
No será este el foro para discutir cuestiones políticas, aunque no haya podido evitar la tentación de apuntar una pequeña pincelada. La problemática de los nuevos artistas o los “emergentes” básicamente consistirá en la aceptación o no de su voluntaria y elegida autoprecarización. En plena situación de crisis, cuando los apoyos institucionales son escasos y en muchos casos se encuentran ya otorgados (léase el eufemismo) desde su convocatoria, la búsqueda de financiación no es nada sencillo. Y con financiación no me refiero sólo a los costes de los proyectos, sino a la cobertura de las necesidades básicas del artista que necesita tiempo para llevar a cabo los proyectos. Nos encontramos ante un paradigmático caso de la pescadilla que se muerde la cola: para producir arte se necesita dinero, si trabajas en otra cosa para ganarlo no tienes tiempo, si no tienes tiempo no puedes producir.
Muchos presuponen con asombrosa naturalidad que ese tiempo puede ser extraído de las horas de sueño o de descanso dominical, compatibles con otro trabajo remunerado a tiempo completo. Otros consideran que puede compaginarse la producción de obra comercial decorativa y de pequeño formato con la creación de “Arte Con Mayúsculas”:entiéndase por los gigantescos formatos que contemplamos en museos y centros de arte contemporáneo, el arte electrónico, piezas de vídeo o instalaciones. Combinación que, por otro lado, para muchos artistas resultaría denigrante. Como bien describe Shiner: “... en el siglo XX, algunos de los debates más destacados acerca de la cultura han girado en torno a la distinción entre alta y baja cultura; una relación paralela a la que existe entre arte versus artesanía, en la medida en que “baja” cultura incluye normalmente el arte popular, las artes decorativas y el arte comercial.” Todo será pues cuestión de elecciones. Nada fáciles, por cierto.
Desde mi experiencia personal
Hablaré de mi trayectoria de la forma más honesta y menos artificiosa posible. En mis inicios como pintora, a partir del año 2003, mi obra se basaba en cuadros de paisaje, sin pretensiones, coloristas y decorativos. Tanto en España como en Suecia (mis dos países de origen) mi pintura fue acogida con bastante éxito. Simplemente eran instantáneas en óleo o acuarela que ni siquiera tenían título. Eran imágenes de lugares que me llamaban la atención traspasados a la tela o al papel.
Stortorget en Estocolmo, Estación de Katrineholm, Catedral de Uppsala
Exponía en pequeñas salas de ayuntamientos, espacios cedidos por fundaciones, ferias de mujeres emprendedoras y todo tipo de actividades que me permitieran mostrar mi obra sin más coste que encargarme personalmente del montaje y desmontaje, del diseño y gastos del folleto explicativo y/o de la lista de precios e incluso permanecer en el espacio "custodiando" las obras y atendiendo al público en caso de que surgiera una venta. Y realmente vendía. Y mucho. En aquella época, esta pintura llamativa, de pequeño formato y precio asequible me permitió vivir exclusivamente del arte. Por supuesto asumía que ni el crítico de arte local, ni ningún entendido en arte contemporáneo iba a reparar en mis exposiciones. Sin embargo, sí conseguía aparecer en la prensa de la provincia y recibir encargos puntuales que, junto con lo que vendía en las exposiciones, me hacían pensar que, hablando con propiedad, mi profesión era "artista".
En 2005 empecé mis estudios de arte (primero en Suecia y luego en la Universidad de Málaga). Comencé a leer muchísimo: teoría del arte, historia, filosofía, estética...y sobre todo a frecuentar centros de arte contemporáneo y todo tipo de exposiciones de artistas actuales. Todo ello despertó en mí la necesidad de expresar cosas. Me introduje en el mundo del cine de autor, aprendí edición de vídeo y de fotografía, animación, arte eletrónico...
Imágenes de mi videoinstalación Dar a luz en Videoloop Barcelona (2010)
A partir de este giro sin retorno, mi actividad artística se abrió a técnicas como las instalaciones y las videoproyecciones. Empecé a exponer en salas institucionales con una mayor infraestructura: más repercusión mediática, inauguración, invitaciones impresas, textos y catálogos varios... La gran diferencia respecto a lo anterior: mayor reconocimiento, pero mucha menor remuneración. Ninguna, en realidad. Comisarios, diseñadores gráficos, impresores... incluso el vigilante de seguridad recibe un pago por sus servicios. Cosa que el artista no percibe. Realmente la única opción de recepción de ingresos para un artista no reconocido actualmente es ganar algún premio o certamen o conseguir financiación institucional para la realización de un proyecto.
Cierto es que, en principio, se siente como un honor ser seleccionado para participar en exposiciones, aunque sean colectivas y no estén orientadas a la venta. Pero he de reconocer que pasado un tiempo el artista empieza a plantearse hasta qué punto su situación en la cadena de producción de la cultura le supone algo sostenible...
Efectivamente, la relación del artista “emergente” (y, por qué no, también de artistas más reconocidos) con el mercado del arte es muy complicada. El lenguaje visual contemporáneo a veces implica la ejecución de piezas poco o nada vendibles, ya sea por la técnica o por la necesidad de grandes espacios para su montaje, cuestión nada fácil de solventar si pensamos en coleccionistas privados. Si a ello le sumamos las limitaciones presupuestarias que la consabida crisis acarrea -con pensamiento en las posibles adquisiciones de obra por parte de instituciones-, el panorama no es nada esperanzador.
A modo de conclusión
No hay que ser un entendido en la materia para percibir que esta sociedad debería cuidar más a sus artistas. Al fin y al cabo, de ellos depende en gran parte la transmisión de nuestra cultura a las generaciones futuras; además de fomentar valores como la identidad de grupo a través de la expresión de inquietudes individuales que son compartidas y valoradas por los espectadores, que a menudo se sienten reconfortados y/o representados por aquello que contemplan, o simplemente experimentan el mero placer estético. Poniendo de nuevo mi obra como ejemplo, estoy segura de que no seré la única treintañera de este país que dé prioridad a la vida profesional en detrimento de ser madre joven, que tenga dudas acerca de su elección y tenga miedo de haber establecido una escala vital de valores equivocada.
No hace mucho llegaron a mis oídos los lamentos de los comisarios de exposiciones, que dicen sentir coartada su libertad para la selección de obras, por las directrices ya dadas por los que realmente manejan el cotarro de la actividad cultural de este país: véase la clase política, que poco entiende de arte y, si se me permite la licencia, de casi nada en general. Pena me dio escuchar estas quejas. Pero tampoco me conmovió sobremanera si pienso en la dramática situación del artista productor contemporáneo, al que se le presupone, no sólo el talento y la creatividad sino también: el encuentro del tiempo necesario para producir su obra (aunque provenga de las horas de su descanso vital) y los medios económicos suficientes para cubrir no sólo sus necesidades primarias, sino también los costes del material para su trabajo. Pobres los comisarios, que ven mermadas sus libertades de expresión y selección... pero al menos ellos cobran por su labor curatorial. En cambio, a los artistas no se les paga por exponer. Lo único que les queda, amparados en la esperanza de que alguna galería de moda o institución se fije en ellos y les compre obra, es ESPERAR. Ocuparse a diario en cualquier otro oficio para conseguir dinero y trabajar en su obra en sus horas de descanso y de ocio. Asistimos a tiempos en que los valores de heroicidad de aquellos que apuestan por la autoprecarización ( los denominados “freelance”), que representan la resistencia intelectual de los que prefieren la libertad creativa y la inseguridad económica frente la sumisión a los dictados de las exigencias del mercado y de la clase política, se encuentran cada vez más difusos y desprestigiados.
A menudo me pregunto hasta qué punto este sistema es sostenible, cuánto tiempo puede aguantar en la lucha, sin percibir remuneración alguna, un artista “emergente” antes de mutar a “sumergido”, por no decir frustrado o desengañado. Ante todo esto es fácil rendirse y claudicar. Pero recordemos que esto del arte es algo vocacional y elegido. De dónde si no surge la expresión “por amor al arte” cuando queremos referirnos a algo que se realiza desinteresadamente... Como dijo en su momento Picasso "La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando" Trabajar, trabajar y trabajar. No relajarse, ni dejar de esforzarse ni autoexigirse jamás. En palabras de A. Fernández Polanco:“ No todo vale, por ello la mirada entrenada es capaz de apreciar el momento en que las obras de algunos artistas caen en la banalización de sus poéticas prístinas. En huecos manierismos y fórmulas que se repiten.”
Si el mercado es un obstáculo, habrá que buscar la forma de solventarlo, por ejemplo tratando de compaginar lo artístico con lo comercial, por supuesto no en el plano de lo conceptual, sino en cuanto a formatos a los que se pueda dar salida más fácilmente y a técnicas menos costosas. Y ya en última instancia, si el apoyo institucional es sólo para unos pocos o inexistente, y para no perder la costumbre: siempre nos queda emigrar.
Bibliografía
A. FERNÁNDEZ POLANCO, Formas de mirar en el arte actual. Edilupa, Madrid, 2004.
C. FREELAND, Pero ¿esto es arte?. Cátedra, Madrid, 2003.
L. SHINER, La invención del arte. Paidós, Barcelona, 2004.
http://www.mcu.es/ayudasSubvenciones/Cine/index.html
http://www.mcu.es/ayudasSubvenciones/PromoArte/index.html
http://www.boe.es/diario_boe/txt.php?id=BOE-A-2009-17246