Pablo Sisti*
Universidad Nacional de General Sarmiento, Argentina
e-mail: psisti@campus.ungs.edu.ar
Resumen.
El presente trabajo se propone aportar algunas reflexiones a partir de presentar algunos aspectos generales del método de conocimiento desplegado en “El Capital” de Karl Marx. En tal sentido, este artículo avanza en presentar en primer término, por qué la obra “El Capital” no puede ser simplemente “encasillada” en tal o cual disciplina o área de conocimiento o más bien, que su abordaje catalogado como un libro de Economía, Sociología, Filosofía, etc. le mutila o le limita gran parte de su potencial crítico. En segundo lugar, nos ocuparemos de por qué su importancia no reside en simplemente “estudiarla” o “interpretarla” sino en utilizarla como herramienta para la crítica del capitalismo, desde el conocimiento de sus determinaciones generales. Por último, se harán algunas breves y generales consideraciones sobre el despliegue del método dialéctico presentadas por Marx en el texto “El Capital” que lejos de pretender en absoluto agotar la cuestión, se proponen abrir algunas preguntas y cuestiones que contribuyan a la crítica de la enseñanza de la Economía y a la forma imperante de conocimiento.
Palabras clave: enseñanza de la Economía – método dialéctico – Marx - “El Capital”
The potential of the critical use of "The Capital" from Marx in the teaching of the Economy.
Summary.
The present work aims to provide some reflections from showing some general aspects of the method of knowledge displayed in "The Capital" by Karl Marx. In this sense, this paper goes on to present first, why the work "The Capital" can not simply be "pigeonholed" in this or that discipline or area of knowledge or rather, that its approach cataloged as a book of Economics , Sociology, Philosophy, etc. he mutilates or limits his critical potential. Secondly, we will deal with why its importance does not lie in simply "studying" or "interpreting" it, but in using it as a tool for the critique of capitalism, from the knowledge of its general determinations. Finally, there will be some brief and general considerations about the deployment of the dialectical method presented by Marx in the text "Capital" that far from seeking to exhaust the issue at all, they propose to open some questions and issues that contribute to the criticism of the teaching of the Economy and the prevailing form of knowledge.
Keywords: teaching of Economy – dialectical method – Marx - “The Capital”
Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Pablo Sisti (2020): “Las potencialidades del uso crítico de “El Capital” de Marx en la enseñanza de la economía”, Revista Atlante: Cuadernos de Educación y Desarrollo (marzo 2020). En línea:
https://www.eumed.net/rev/atlante/2020/03/marx-ensenanza-economia.html
http://hdl.handle.net/20.500.11763/atlante2003marx-ensenanza-economia
Introducción
¿Es “El Capital” un libro de Economía o de Filosofía? ¿Cuál es su vigencia a más de 150 años de su publicación? ¿Puede decirnos algo de la realidad argentina actual o sólo sirve para explicar la Inglaterra del siglo XIX? ¿Qué relevancia tiene su utilización en la formación de los y las estudiantes de Economía, Filosofía y Ciencias Sociales en general? ¿Tiene alguna utilidad práctica para quienes se preguntan sobre cómo actuar políticamente hoy o sólo es “pura teoría”?
El presente trabajo se propone aportar algunas reflexiones sobre estas complejas y controvertidas preguntas, a partir de mostrar algunos aspectos generales del método de conocimiento desplegado en “El Capital” de Karl Marx. Esta forma de conocimiento, conocida como “método dialéctico”, plantea una superación del modo imperante y convencional en la producción general de la conciencia científica: la representación lógica. Y éste es, a nuestro entender, uno de los principales aportes del libro de Marx y es lo que fundamenta no sólo su vigencia actual, sino también la necesidad de su incorporación en la formación general tanto de los y las estudiantes de las carreras vinculadas a las Ciencias Sociales y Humanas, como también en quienes tienen preguntas sobre su acción política y su subjetividad.
En tal sentido, este artículo avanza en presentar en primer término, por qué la obra “El Capital” no puede (o no debería) ser simplemente “encasillada” en tal o cual disciplina o área de conocimiento o más bien, que su abordaje “catalogado” (como un libro de Economía, Sociología, Filosofía, etc.) le mutila o le limita su potencial crítico y va en detrimento del método dialéctico. En segundo lugar, se harán algunas breves y generales consideraciones sobre el despliegue del método dialéctico presentadas por Marx en el texto “El Capital”. Para desarrollar estas dos cuestiones, mencionaremos muy sucintamente el abordaje de algunos temas clave que trata el libro (en especial el Tomo I). Por último, nos ocuparemos de por qué su importancia no reside en simplemente “estudiarlo” o “interpretarlo” sino en utilizarlo como herramienta para la crítica del capitalismo, desde el conocimiento de sus determinaciones generales y de las nuestras como sujetos de la acción política. Es importante aclarar que el objetivo de este trabajo es abrir algunas preguntas y cuestiones, antes que llegar a conclusiones definitivas, que contribuyan a la crítica de la enseñanza de la Economía y a las discusiones sobre la acción política.
Algo más que un libro de Economía
“El Capital” no es un libro de Economía 1 . O más bien, no es sólo un libro de Economía. Pero incluso si lo quisiéramos abordar como un libro estrictamente de Economía (o que mayoritariamente tiene que ver con eso), lo cierto es que está bastante marginado y excluido de las materias y de las carreras de Economía en general 2. Y esto refiere tanto al texto original pero también alcanza a su contenido en general. Lo que se observa es que suele ser incluido (si es que está) en alguna unidad o materia dedicada a la “historia del pensamiento económico”, como si fuera algo así como una especie de pieza arqueológica o de la colección de un museo de la Economía científica. Claro está que esta “omisión” no es inocente sino que responde al poco o nulo contenido crítico y plural que tienen en general los planes de estudio de las carreras de Economía, tal como se plantea en un trabajo anterior (Sisti, 2016).
Sin embargo, “El Capital” es una obra que, por su propio contenido, discute y cuestiona a la Economía Política como ciencia. Por tal motivo, es que el subtítulo de la obra “Crítica de la Economía Política” da cuenta del sentido que le imprime Marx a lo largo de todo su desarrollo y fundamentalmente, debe tomarse como una clave o coordenada que proporciona a quien se acerca a su lectura por primera vez. ¿Y por qué tomar la Economía como punto de partida? Basta echar un vistazo a las obras publicadas previamente por Marx y a su trayectoria intelectual y política para aproximar algún tipo de respuesta a esta cuestión. Y lo que nos encontramos es con un recorrido de producción científica que fue llevando al autor desde el Derecho y la Filosofía hasta llegar a la Economía Política 3. La Economía representa algo así como un punto de llegada, antes que un punto de partida. Y esto explicaría, a nuestro entender, el subtítulo de la obra y buena parte de su contenido. Hay algo que la Filosofía no puede responder y que habría generado en Marx la necesidad de buscar “la anatomía de la sociedad civil (…) en la economía política” (Marx, 2008, p. 4). Pero ese punto de llegada no es (o no es sólo) la Economía como superación de la Filosofía: es la crítica de la Economía Política. ¿Y a qué se refiere Marx con “crítica”? La crítica de Marx a la Economía Política (cuyos principales interlocutores son Smith y Ricardo) implica que el autor (y lo mismo cabe para el lector) separe lo que considera hallazgos científicos de aquellos que no lo son (Kicillof, 2010). Y esto se refiere a lo que aparecen como las principales categorías de la Economía como ciencia y que conforman los fundamentos del funcionamiento del capitalismo, tales como la mercancía, el dinero y el capital. La crítica de la Economía Política expuesta por Marx en “El Capital” parte de analizar los elementos más simples de la economía capitalista y sus concatenaciones internas es decir, sus leyes de funcionamiento, sus tendencias generales y sus contradicciones. Pero el sentido de la crítica no se detiene tampoco en ese punto. Se trata de mostrar de qué manera estas relaciones sociales de producción se manifiestan en las conciencias de los individuos y en sus acciones individuales y colectivas es decir, se personifican. Se puede encontrar así una búsqueda y un camino para explicar la totalidad de lo social y las complejas mediaciones que hay entre las relaciones económicas y las formas en que éstas se portan en las acciones libres de los sujetos sociales 4.
Por consiguiente, el transcurrir de la obra va dando cuenta de que la “crítica” no alcanza sólo a la Economía, sino también a la Filosofía, al Derecho y a la Historia. De esta manera, y sólo a modo ilustrativo, el contenido del capítulo 1 arranca con la cuestión de la mercancía (de cómo aparece a simple vista y qué características presenta), sigue con las particularidades históricas del trabajo que produce mercancía o valor para luego, en el tercer apartado, desarrollarse la forma del valor es decir, el valor de cambio cuya forma más desarrollada es el precio. Hasta aquí, todo esto podría parecer que refiere a cuestiones “exclusivas” de la Economía. Pero, en el último acápite de ese mismo capítulo, el lector se encuentra con el “fetichismo de la mercancía y su secreto”. Allí el autor se centra en cuestiones como la conciencia y sus formas (práctica o vulgar, científica y religiosa), la libertad y la dominación, dando cuenta de cómo los productos del trabajo son los que dominan a sus propios productores. Este apartado forma una síntesis de todo lo expuesto anteriormente por lo que tiene una unidad con el resto del contenido “económico” del capítulo5 .
En la misma línea, el capítulo 5 se aboca a diferenciar el género humano del resto de las especies animales y menciona cómo el trabajo humano transforma el mundo material al mismo tiempo que transforma la subjetividad. Posteriormente, nos encontramos (en ese mismo capítulo) con el desarrollo de qué es lo que distingue específicamente al proceso de trabajo subsumido (formalmente) en el capital, del proceso de trabajo en general 6.
El capítulo 2 aparece la presentación de cómo la relación económica más simple (el intercambio mercantil) toma la forma concreta necesaria para su realización del vínculo jurídico es decir, del contrato. Nuevamente, nos encontramos aquí con elementos que, dada la forma imperante de conocimiento científico, se nos presentan separados (y que difícilmente hallemos juntos en alguna obra de las Ciencias Sociales): el Derecho y la Economía. Sabemos que por un lado está el Derecho cuyo objeto de estudio son los contratos y por el otro, la Economía que se ocupa del mercado.
Sin embargo, el desarrollo expuesto en ese capítulo da cuenta de que no hay una relación exterior de la Economía con el Derecho. Lo que se va a poner en juego allí es la pregunta por la forma concreta en la que se realiza la relación económica más simple en el capitalismo: la del intercambio mercantil, por medio de un acuerdo entre partes libres e iguales ante la ley (el contrato). De este modo, la relación jurídica es la forma necesaria en la que se realiza un contenido, la relación económica, con el que forma una unidad.
Pero el capítulo II se ocupa también de la Historia ¿Y cómo entraría la Historia en un “libro de Economía”? La Historia no aparece aquí como una abstracta pregunta por el pasado ni es el punto de partida del análisis. Se recurre al conocimiento histórico (por primera vez en el texto) porque hay algo que el método analítico (y mucho menos la conciencia práctica) no puede explicar: cómo surge el intercambio mercantil. En la sociedad donde la mercancía es la forma general que tiene el producto del trabajo humano y donde el mercado es lo que da unidad a la producción y consumo sociales, la mercancía y el dinero se presentan como algo dado es decir, ya resuelto (a tal punto, que la Economía científica, clásica y neoclásica, lo considera como algo natural). Si bien las referencias históricas suelen estar presentes en varios otros de los capítulos, es en el 24 donde aparece de nuevo de manera central. Y la pregunta que guía ese capítulo es la cuestión de cómo se forma el primer capital (capital primitivo u originario) para dar cuenta de si el capital encierra la necesidad histórica de superación o por el contrario (como suponen la Economía Clásica y mucho más aún la neoclásica) es eterno y natural. La crítica se dirige también a cómo los historiadores burgueses conciben el proceso histórico que da origen al capitalismo, centrándose sólo en un aspecto de la libertad (el de la superación de las relaciones de dominación personal) dejando de lado el otro (el de la separación del productor directo de los medios de producción).
Encontramos también en el Tomo I de “El Capital” el desarrollo del estado y su intervención en la lucha de clases, como la forma en la que la fuerza de trabajo se vende por su valor. Es posible hallar entonces, en el contenido del capítulo 8 del Tomo I de la obra, el despliegue de las determinaciones generales de las clases sociales, la lucha de clases y el estado (Caligaris, 2012). Nuevamente, el lector se enfrenta así a cómo la relación política es la forma en la que se realiza la relación económica, una vez que el despliegue de determinaciones, que se viene realizando en los capítulos previos, “pone sobre la mesa” al conjunto de obreros asalariados, al estado y a la clase capitalista. De esta forma, el estado capitalista y las clases sociales no aparecen exteriormente al análisis sino que brotan del propio desarrollo de las determinaciones de la mercancía.
Para la gran mayoría de los manuales de Economía (e incluso también para las y los economistas) no suele ser tema de interés la “conciencia” o la “libertad” y del mismo modo, no parecería ser tema de estudio para la Filosofía algo “tan económico” como la mercancía, el funcionamiento de un mercado o la composición del capital. Del mismo modo, para los libros de Derecho (y muchos juristas) no suele ser un tema de consideración el intercambio mercantil (en términos del problema del valor por ejemplo) y en los textos de Economía difícilmente hallemos alguna referencia a los contratos. Entre los historiadores es común que (al menos) se tenga en cuenta la Economía para el análisis de los procesos históricos7 pero es poco frecuente hallar la pregunta por la propia necesidad del objeto, más allá de la clásica respuesta de “conocer el pasado para entender el presente”. En cambio, sería mucho más raro encontrar libros de Economía que recurran al conocimiento histórico para dar cuenta de elementos centrales del capitalismo como la mercancía, el mercado, el dinero y el capital. Y menos aún, hallar en aquellos la pregunta por la historia como necesidad de algo que desde el presente no puede explicarse. Por lo general, se toman como “dados” o “naturales” los elementos básicos del funcionamiento económico de la sociedad: la mercancía, el mercado, el dinero, el salario, el beneficio, el estado, etc.
¿No será entonces que existe una conexión entre mercancía y conciencia? ¿Acaso no es que hay un vínculo real entre mercado y derecho? ¿Es la lucha de clases una necesidad del propio capital para su reproducción? ¿Cuál sería entonces el “objeto de estudio” de la obra si convenimos en que no es “clasificable” o “encasillable” en esta o aquella rama del conocimiento científico? ¿No será que esta obra nos invita a no enfrentarnos a su contenido como “economistas”, “historiadores” o “filósofos”? ¿No sería momento entonces de cuestionar todas estas fragmentaciones y recortes a través de la lectura crítica de “El Capital”?
La contradicción de lo real y lo real como contradicción: apuntes sobre el método dialéctico desplegado en “El Capital”.
¿De qué manera se despliega el método dialéctico8 a lo largo de “El Capital”? ¿Qué elementos permitirían diferenciarlo de la representación lógica y de un libro más de “teoría económica”?
Una primera cuestión a considerar, es que el desarrollo expositivo no parte de categorías o conceptos 9 es decir, de representaciones ideales de aquello que se pretende conocer. Se arranca de la reproducción en el pensamiento del concreto simple y se avanza en ir descubriendo sus determinaciones. El concepto aparece como la síntesis de este desarrollo, un punto de llegada y no un punto de partida. El transcurrir de la obra va dando cuenta de cómo ese concreto más simple del que se parte, la mercancía, encierra una serie de contradicciones inmanentes y deviene en la necesidad de su desdoblamiento exterior en el dinero. Es el propio movimiento de la mercancía es el que engendra el dinero10 . Posteriormente, es desde la propia circulación mercantil y dineraria que se deriva el capital, como una forma distinta de circulación del dinero capaz de generar una masa excedente de valor (plusvalor). Como la circulación no permite explicar por sí sola el origen del plusvalor, el recorrido debe volver la mirada a la esfera de la producción y es allí donde aparece la fuerza de trabajo, como única mercancía capaz de generar más valor del que cuesta. Es recién en este punto de la obra, en el capítulo 4, donde aparecen la figura del propietario de esa fuerza de trabajo (trabajador asalariado) y de quien posee el capital, lo personifica, y necesita comprarla (el capitalista) con el objetivo de valorizar el capital.
Pero lejos de culminar aquí, el desarrollo expositivo continúa mostrando las determinaciones más simples de cada nuevo fenómeno descubierto y cómo éste a su vez engendra la necesidad de que aparezca otro nuevo y distinto, a partir de su propio devenir y no de manera exterior al proceso de conocimiento. Se va mostrando entonces la conexión interna entre los elementos centrales que conforman la sociedad capitalista (mercancía, dinero, capital, estado y clases sociales11 ) así como de sus leyes de funcionamiento (del valor, de la competencia, de la igualación de la tasa de ganancia, etc.), tendencias generales y contradicciones. Pero lo que aquí llamamos “conexión interna” no refiere sólo al desarrollo del objeto del que se va apropiando el lector. También refiere al propio lector en tanto sujeto que conoce y se reconoce en su subjetividad a medida que avanza en el recorrido de la obra. De este modo, se descubre primero como productor de mercancía y la forma que tiene su propia conciencia práctica. Posteriormente, se avanza en develar cómo está determinado primero como obrero u obrera individual y luego como miembro de la clase obrera. Y nuevamente, esto no se plantea como una definición conceptual, sino como la forma concreta y práctica en la que reproduce (y reproducimos) la vida en esta sociedad hoy.
Pero en este recorrido por las formas concretas simples se va dando cuenta también de cuál es su contenido. El método parte siempre de analizar cómo se presenta a simple vista el fenómeno que es objeto de conocimiento inmediato, para luego ir descubriendo su contenido oculto y por qué no se presenta inmediatamente como lo que es. No obstante lo cual, el movimiento no se detiene ahí al modo de encontrar una “esencia inmanente” o un “principio fundamental” que da vida y unidad a todas las formas concretas reales. Cada contenido descubierto va poniendo delante una nueva forma por conocer, que brota de su propia necesidad es decir, como una potencia a realizar. Las formas reales se van conociendo como existencias que se afirman mediante su propia negación, dando cuenta del carácter contradictorio de la realidad.
Por mencionar algunos ejemplos a modo ilustrativo, el valor está determinado por la cantidad de trabajo social pero no se puede mostrar como lo que es y necesita tomar la forma del valor de cambio (y especialmente el precio). Tenemos aquí un contenido (cantidad de trabajo) cuya forma, el precio, no lo muestra como tal. También podemos hallar un ejemplo similar en la producción del plusvalor. La fuerza de trabajo es explotada por el capital que le extrae más valor del que cuesta. Esto no se presenta así en la circulación donde la forma que toma ese contenido (la explotación y el intercambio de no equivalentes) es el intercambio de equivalentes: una determinada cantidad de dinero a cambio de una determinada cantidad de trabajo. El “ejercicio” propuesto al lector en “El Capital” es el de ir dando cuenta de por qué la esencia de los fenómenos no se manifiesta inmediatamente como lo que es y, al mismo tiempo, cómo se presenta esto en la conciencia práctica o vulgar (principalmente del capitalista) y en la científica (del economista) 12.
Una tercera cuestión a tener en cuenta es como en “El Capital”, se presenta el descubrimiento de las contradicciones internas del funcionamiento del modo de producción capitalista, a medida que se van desplegando las formas concretas que son objeto de conocimiento. Y este descubrimiento de las contradicciones no aparece como algo que se postula “teóricamente” y luego se lo intenta comprobar empíricamente o conectar con las formas concretas reales. De nuevo, es la reproducción en el pensamiento de las formas concretas y su concatenación interna, que va dando cuenta de las contradicciones intrínsecas del capital y, hacia el final del desarrollo, de cómo éstas engendran la necesidad de su superación. Muchas de estas contradicciones, desde el punto de vista lógico, podrían parecer un sin sentido: la riqueza es cantidad de cosas útiles y es, al mismo tiempo, el valor que representan, el obrero es libre pero se somete al producto de su trabajo (su mercancía), el surgimiento del plusvalor se explica y no se explica desde la circulación, el capital sólo puede expandir la tasa de plusvalor a costa de reducir en proporción cada vez mayor lo único que lo genera (el trabajo vivo pago), el capital expande las fuerzas productivas del trabajo social a la vez que aniquila buena parte de esas mismas fuerzas productivas, etc. En síntesis, se avanza en descubrir y mostrar como toda existencia es un afirmarse mediante su propia negación y no un afirmarse en sí mismo. O bien, en otros términos: “que la realidad se desarrolla de manera inmanentemente contradictoria” (Caligaris y Starosta, 2015, p. 90).
¿De lo que se trata de es de estudiarlo?
¿Qué hacer entonces con “El Capital”? ¿Cómo abordarlo? En principio, despojándonos de nuestros encasillamientos disciplinares (como economistas, filósofos, historiadores o sociológos). Luego, la pregunta es qué necesidad tenemos de leerlo y sobre todo, por apropiarnos de su contenido. En otros términos, la pregunta es qué buscamos respondernos como sujetos cuando nos enfrentamos a la lectura crítica de “El Capital”. Por lo tanto la pregunta que nos invite a usar críticamente “El Capital” no es sobre qué quiso explicar Marx sobre la economía inglesa del siglo XIX, sino que debería orientarse a qué hacemos hoy como sujetos para transformar la realidad en la que vivimos.
Y esta pregunta no es un problema teórico, sino que es el modo en que se nos presenta una cuestión práctica y concreta: cómo actuar políticamente. Si el actuar como sujetos de la acción política nos genera preguntas, es en “El Capital” donde podemos hallar no sólo respuestas, sino, fundamentalmente, nuevas preguntas que nos permitan someter todo a crítica e indagar sobre la necesidad de nuestra acción. Si están presentes estas preguntas (o preguntas de este tipo) es decir, si se expresa esta necesidad, “El Capital” nos ofrece un camino para responderlas objetivamente13 , para reformularlas y para plantear otras nuevas. La pregunta del “qué hacer” nos lleva así a la pregunta de “qué somos” como sujetos portadores de una acción política que se propone intervenir en la transformación social. Hay una acción porque hay un sujeto que la realiza. ¿Y quién es ese sujeto? ¿Cómo están determinadas su conciencia y su voluntad de sujeto libre capaz de actuar políticamente? ¿Qué vínculo existe entre aquello que se pretende transformar con la acción y la conciencia de individuo libre que la lleva a cabo?
Se trata entonces de utilizar el conocimiento objetivo y objetivado en la obra de Marx para emprender un recorrido que nos lleve a un doble proceso de conocimiento y reconocimiento (Iñigo Carrera, 2007). Conocimiento, desde el punto de vista individual, por avanzar en el descubrimiento objetivo no sólo de las formas concretas y de las leyes que regulan el funcionamiento de la sociedad capitalista (la mercancía, el mercado y la ley del valor, el dinero y la realización de los precios, el capital y la producción de plusvalor absoluto y relativo, etc.) sino también de nuestra propia individualidad como sujetos. Reconocimiento, desde el punto de vista social, por apropiarse individualmente del conocimiento desarrollado por otros individuos, como expresión de las potencias de las fuerzas productivas del trabajo social. Por consiguiente, el abordaje propuesto de “El Capital” no consiste en su “estudio” o su simple “lectura” y mucho menos en su “interpretación”. Se trata de su utilización como herramienta para la búsqueda del conocimiento de las determinaciones de las que se es portador como sujeto de la acción. Y esta utilización implica un proceso que no se puede reducir a su lectura por única vez y para siempre. Por el contrario, requiere un enfrentamiento constante con el texto, un ir y venir en el que nos y vamos transformando y ya no somos los mismos. La cuestión en juego no reside en “qué quiso decir Marx” o “por qué Marx afirma tal cosa”. De lo que se trata en definitiva, es qué nos puede llegar a decir el texto escrito por Marx para respondernos por las preguntas sobre la necesidad de nuestra acción política concreta hoy. Para esto, el recorrido propuesto en el libro es el de ir conociendo las determinaciones más generales del modo de producción capitalista y las del propio sujeto que se las va apropiando idealmente en el pensamiento (lector o lectora). Esto implica el avance en el descubrimiento de las relaciones objetivas de producción, intercambio y consumo, al mismo tiempo de conocer cómo se conforma la propia subjetividad y de dónde brotan las potencialidades para la acción transformadora. El modo de producción capitalista engendra la necesidad de su propia aniquilación y superación como forma histórica de regirse el proceso de metabolismo social; necesidad cuya expresión plena es la acción política revolucionaria de la clase obrera centralizando los diversos fragmentos privados e independientes del trabajo social (capitales individuales) como propiedad estatal (Marx, 1998, p. 66 y 67).
No hay por consiguiente una separación entre conocimiento y acción, ni tampoco entre práctica y teoría. Conocer es actuar y actuar es conocer. No se trata tampoco de una búsqueda de “respuestas teóricas” para “guiar la práctica”. La necesidad de no conformarse con respuestas inmediatas y aparentes por la necesidad de la propia práctica, es la que encierra la crítica a toda forma de conocimiento teórico y los límites que éste presenta. Podemos hallar en “El Capital” un camino para dar cuenta objetivamente sobre la necesidad de la propia acción y sobre las determinaciones generales como sujeto que se conoce a sí mismo. Este sujeto que conoce no es entonces un momento de la Idea cuyo papel se reduzca a la contemplación de lo real; el sujeto es un individuo concreto que vive en determinadas circunstancias materiales y que realiza una actividad práctica subjetiva (el trabajo) mediante la cual transforma el medio en el que vive y, por tanto, se transforma a sí mismo. Por tal motivo, pensar un “sujeto” en abstracto o una “esencia humana” aislada de las condiciones materiales de existencia (Marx, 1976, p. 36) en las que se desarrolla y actúa es un límite. Y es un límite en tanto la forma predominante del conocimiento científico, la representación lógica (Iñigo Carrera, 2008), nos presenta separados el sujeto y el objeto, el conocimiento y la acción política, la teoría y la práctica (Gerez, Rojas y Sisti, 2009). De tal manera que, de lo que se trata, es de superar la actual forma de conocimiento cuyo punto de partida es la representación y, por tal motivo, está condenada a la interpretación de lo real y a lo real como objeto de contemplación, antes que de transformación.
El camino propuesto por medio de la utilización de “El Capital”, parte de la crítica hacia la representación de lo real o, en otros términos, al sujeto y al objeto como elementos de contemplación escindidos entre sí y como formas que se afirman por sí mismas. El sujeto que conoce se afirma como tal al negarse como sujeto en abstracto y reconocerse como objeto de su propio conocimiento. El objeto de conocimiento es reconocido como sujeto que se conoce a sí mismo y negado como “simple objeto”, el capital por caso, abstraído de sus determinaciones generales, portadas en la acción subjetiva.
Por consiguiente, el punto de partida no puede ser ya una representación de lo real o la totalidad (la Idea o lo universal) ni tampoco teorías, conceptos o categorías que busquen superar las actuales o las dominantes, sino la realidad concreta y “empíricamente comprobable” (Marx y Engels, 1976, p. 36). El camino a seguir es el de avanzar a partir de la reproducción de lo concreto en el pensamiento y superar así el alcance las interpretaciones de la realidad. Lo cual implica que todo paso en el conocimiento es, al mismo tiempo, un paso en la transformación de la subjetividad que se apropia idealmente de las formas reales por medio de su reproducción en el pensamiento: conocer es por lo tanto conocerse, transformar es transformarse. Este proceso consiste entonces en el descubrimiento de las propias determinaciones como sujetos individuales y particulares pero fundamentalmente, como miembros de una misma clase social y, en definitiva, de una misma especie 14. Utilizar el método dialéctico para desarrollar procesos de conocimiento científico y de enseñanza conlleva una ruptura radical con las formas predominantes de producción de conocimiento y de la conciencia científica, basadas en la representación lógica15 . Implica enfrentarse a los límites de nuestra propia conciencia y reconocernos como sujetos determinados que expresamos una necesidad que nos trasciende como seres finitos e individuales 16.
Así, el planteo de Hegel de que su sistema filosófico es la “autoconciencia” de la Idea y, por consiguiente, el punto máximo en el desarrollo del conocimiento teórico y especulativo de la realidad, pierde de vista las relaciones sociales de producción que le dan origen. De este modo, en “El Capital” de Marx (como obra cumbre de su recorrido intelectual) se plantea la superación de filosofía por la praxis. Esto es, si Hegel expresa el punto máximo del pensamiento especulativo e interpretativo de la realidad (en tanto conocimiento filosófico), en Marx encontramos que lo que está en juego no es de ocuparse de la realidad como objeto de contemplación o de interpretación, sino de su transformación por medio de la realización práctica de la filosofía, en una acción política que pueda dar cuenta de su propia necesidad. Marx expresa por consiguiente, en “El Capital” la culminación de la Economía Política (Luxemburgo, 1951).
Una conclusión necesariamente inconclusa.
A lo largo de estas líneas hicimos el intento de dejar en claro las potencialidades que tiene el uso crítico de “El Capital” de Marx en la enseñanza no sólo de la Economía y dentro del ámbito universitario, sino para la formación de los y las estudiantes del ámbito de las Ciencias Sociales y las Humanidades en general e incluso, para los y las militantes políticos. Estas potencialidades se vinculan con el método dialéctico presente a lo largo del desarrollo de la obra que implican un cuestionamiento y una propuesta de superación del método imperante en el conocimiento científico: la representación lógica.
Para dar cuenta de cómo es posible rastrear el método dialéctico en el contenido del libro de Marx, es que hicimos una breve mención a ciertas cuestiones que se van tratando en su desarrollo y que van mostrando cómo no se trata de una obra de Economía sino que trata también sobre el Derecho, la Historia, la Política y la Filosofía. Pero no al modo “interdisciplinario” sino en un cuestionamiento a la fragmentación misma del saber en diversas disciplinas escindidas y desconectadas entre sí. Y aquí tenemos entonces una primera, si se nos permite, recomendación de lectura: dejemos de lado nuestra especificidad disciplinar o bien, nuestra ausencia de ella. Es decir, no pensemos que por “no saber de Economía” no podemos apropiarnos del contenido de la obra.
Vimos a continuación, en la segunda parte del trabajo, que el cuestionamiento a la fragmentación del saber que presenta “El Capital” se fundamenta en el método dialéctico que se va desplegando en el desarrollo de la obra. El método de conocimiento propuesto no parte de categorías, conceptos o definiciones es decir, de representaciones ideales y especulativas que luego deben contrastarse empíricamente. El método dialéctico, parte de la reproducción de lo concreto en el pensamiento yendo desde lo más simple (la mercancía) a lo más complejo (el capital y la necesidad de su superación mediante la acción revolucionaria de la clase obrera). Pero éste no es un camino de ida y un avance lineal, sino que se trata de un “ir y venir” desde el mirar la forma de manifestarse del fenómeno y develar, por medio del análisis, su contenido oculto para luego, dar cuenta de por qué toma esa forma. Al mismo tiempo que esto se hace, se mira cómo la conciencia (tanto vulgar o práctica como científica) choca con este límite y cae, muchas veces, en las apariencias inmediatas.
En la última parte del trabajo intentamos argumentar cómo “El Capital” no es una obra que simplemente deba “estudiarse” o “interpretarse”. Tampoco nos ofrece un contenido que pueda ser relegado al problema que se enfrentaba Marx en la Inglaterra del siglo XIX (o bien, no sólo podemos encontrar eso). Por el contrario, podemos encontrar en ese libro una potente herramienta de trabajo para avanzar en el conocimiento de nuestra propia subjetividad y de la necesidad de nuestra acción política.
Bibliografía:
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