Mariano Próspero Álvarez Farfán*
Virgilio Companioni Albrisa**
José Crisóstomo Álvarez Farfán***
UNISS José Martí, Cuba.
e-mail: mafarfan@uniss.edu.cu
RESUMEN
Saber comunicarse, atraer, persuadir y convencer son habilidades de las que ningún líder puede prescindir, mucho más si se conduce un proyecto revolucionario como el del pueblo cubano. Fidel lo logró a plenitud. Muchas razones llevaron a que fuera muy atendido y escuchado y seguido por el pueblo y una de ellas, sin dudas, es la capacidad que siempre mostró para polemizar y desde la polémica enseñar y educar.
En el presente trabajo, que emana del proyecto de investigación: Historia e identidad. Su proceso de enseñanza aprendizaje en la UNISS se ofrecen consideraciones acerca de la polémica en el pensamiento político del líder indiscutible de la Revolución puesta de manifiesto en toda su trayectoria revolucionaria.
Con extraordinaria humildad y respeto hacia los interlocutores, pero a la vez con gran determinación y energía, Fidel a través de sus discursos, entrevistas, comparecencias públicas, alocuciones e intervenciones, polemizó y evidenció una elevada capacidad para analizar de manera profunda y visionaria la realidad y ofrecer respuestas certeras, orientaciones y precisiones que sirven de referente para el posicionamiento político, y la actuación revolucionaria.
Palabras clave: polémica; discurso; revolución
Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Mariano Próspero Álvarez Farfán, Virgilio Companioni Albrisa y José Crisóstomo Álvarez Farfán (2020): “La polémica y el debate en el pensamiento revolucionario de Fidel Castro Ruz”, Revista Atlante: Cuadernos de Educación y Desarrollo (enero 2020). En línea:
https://www.eumed.net/rev/atlante/2020/01/pensamiento-revolucionario-fidel.html
//hdl.handle.net/20.500.11763/atlante2001pensamiento-revolucionario-fidel
INTRODUCCIÓN
De Fidel siempre hay que hablar en presente porque desbrozando caminos de futuro se ganó un lugar en la inmortalidad. Es el líder cubano y universal; el dirigente excepcional, genuinamente revolucionario, que por su magna obra y estatura histórica ha pasado a ser hombre solar que ha brillado y brillará para siempre con luz propia. Fidel es la guía moral de todo un pueblo, es quien no lleva odios en el corazón y desborda amor, bondad, sacrificio profundo, entrega, sentido patriótico e internacionalista, una espiritualidad y vocación de servicios que trasciende su tiempo para proyectarse al futuro.
La sociedad cubana y latinoamericana reconoce la envergadura, el valor, la vigencia y el carácter previsor y orientador que tiene el pensamiento de Fidel Castro para el presente y futuro de la América Nuestra y dentro de ella, con especial énfasis para Cuba. Sería infructuoso buscar un término justo para resaltar la profundidad de su pensamiento y la grandeza de su obra, pero la sabiduría colectiva y el amor de todo el pueblo prefiere considerar que todo ello queda incluido en las expresiones que mejor lo identifican para siempre: Comandante en Jefe, líder indiscutible de la Revolución o sencillamente Fidel.
Cierto es que el pensamiento de Fidel no se puede concretar al margen de sus discursos, comparecencias públicas, conferencias de prensa, entrevistas, alocuciones al pueblo, conmemoraciones y más adelante las bien conocidas reflexiones, pues revelan la percepción, la agudeza y la visión para analizar críticamente la historia pasada y reciente, desentrañar la realidad circundante, atalayar el futuro e invitar a la toma de decisiones certeras.
Todas sus presentaciones orales son la expresión más acabada de una oratoria de lujo, permeada de intervenciones inteligentes, directas y oportunas que han desbrozado el camino cual catalizador, en la profundización ideológica y revolucionaria de las masas populares y enseñaron una metodología de análisis integral de todo hecho, proceso, fenómeno o área de la vida cotidiana, del conocimiento, la cultura, la ciencia y el saber.
Entre discursos, entrevistas, comparecencias públicas, alocuciones, intervenciones, reflexiones, etc. suman más de 3 000, dotadas de análisis objetivo e histórico-lógico y el uso preciso de ejemplos, anécdotas, episodios, cifras y datos que ilustran el contenido que se desarrolla, hasta enunciar el parto de: propósitos, orientaciones, modos de actuación y valores que se deben asumir.
Aunque insuficientemente estudiadas, sus piezas oratorias se han analizado desde distintas aristas o como punto de partida para el tratamiento de diversos temas políticos, económicos, científicos, culturales, deportivos, laborales, etc. por eso, son usuales temas como: Aproximaciones a la oratoria de Fidel Castro; Contribución de Fidel Castro al pensamiento humanista y ético-revolucionario; Reflexiones en torno al pensamiento político de Fidel Castro; Fidel Castro y el pensamiento revolucionario actual; Fidel Castro utilidad y virtud para el magisterio cubano; Influencia en el pensamiento educativo; El pensamiento de Fidel y su influencia en la formación de valores; Pensamiento económico de Fidel Castro; Ejercicio de inteligencia en la oratoria de Fidel Castro; Fidel Castro y la revolución en América Latina; Fidel y la guerra; El pensamiento político-militar de Fidel Castro; Fidel y la integración económica latinoamericana; Otros.
Sin embargo, siendo Fidel un líder de atrayente personalidad, de verbo torrencial, pero a la vez polemista y debatiente por excelencia y siempre dispuesto al análisis de cualquier problemática por difícil que fuera, lamentamos que no haya estudios específicos, de manera sistemática sobre el particular y más que abundante bibliografía analítica al respecto, encontramos un vacío que hasta el momento no ha sido ocupado.
En el presente trabajo, que emana del proyecto de investigación: Historia e identidad. Su proceso de enseñanza aprendizaje en la UNISS, se ofrecen consideraciones acerca del debate y la polémica en el pensamiento de Fidel Castro, entendidas estas no como choque, jaleo, gresca, pelea o trifulca sino como ejercicio certero del pensamiento, análisis dialéctico, argumento contestatario que señala el camino a seguir y enseñan, como sugería Martí, como sin querer.
DESARROLLO:
Las estadísticas más certeras indican que frecuentemente Fidel hablaba al pueblo. Pero los estudios de opinión también indican que más del 90 por ciento de la población esperaba sus palabras ante cualquier hecho, proceso o fenómeno de importancia nacional e internacional y ante cualquier maniobra o acción provocadora del imperialismo y sus secuaces.
La significación de su lugar y sus palabras eran tal que los datos oficiales recogen que por lo menos 2 000 periodistas de todo el mundo pedían anualmente entrevistarse con Fidel Castro. Era como el sueño acariciado, un trofeo o un reto que todos querían alcanzar conscientes de que no es posible escribir la historia del siglo XX y principios del siglo XXI sin recurrir al líder de la Revolución Cubana. Pero por razones obvias de trabajo, el alto nivel de ocupación y el apremio ante tareas decisivas del país, un bajo por ciento de estos aspirantes obtenían la entrevista.
Es difícil encontrar un tema de la vida económica, social, política, cultural, deportiva, militar, o religiosa, tanto cubana como mundial, que no palpitara en los muy frecuentes discursos, entrevistas; alocuciones, sin embargo, la polémica en la palabra de acero y el debate en Fidel no comienzo con el triunfo revolucionario.
¿Qué es polémica?
“Polémica f. arte que enseña los ardides con que se debe ofender y defender cualquier plaza. (Compact Océano Grupo Editorial. S/F: 603)
Polémica SIN. Controversia, discusión, debate, cuestión, disputa, porfía, caramillo, contestación, encuentro, escaramuza, forcejeo, jaleo, logomaquia, porfía, rencilla, reyerta, riña, tormenta, trapisonda, tremolina, trifulca, discordia, alteración querella, rivalidad.
Polémico SIN. Controvertible, discutible, dialéctico, contestable, dudoso, opinable, debatible.
Polemizar SIN. Desafiar, discutir, debatir, disputar, litigar, pelear, cuestionar, insistir, objetar, plantar cara, contradecir, impugnar, rebatir, refutar, responder, rivalizar, apostar, argüir, argumentar”. (Compact Océano Grupo Editorial. S/F: 455)
¿Qué es debate?
“…la actividad reflexiva grupal que desarrollamos a partir de la recepción de un mensaje, una experiencia o contenido específico, para elaborar de forma conjunta criterios sobre ellos. Implica siempre interacción, diálogo, esclarecimiento mutuo y aprendizaje grupal sobre un contenido determinado”. (Del Pino Calderón, J. L. 2005: 39)
Debatir presupone desactivar mecanismos de defensa ante todo lo que parezca nocivo, no cegarse ante los problemas y librarse de la especie de autocensura que tanto tiende a golpear. El debate es ante todo ejercicio del criterio, para dar respuestas certeras, defender lo que se ha logrado, argumentar virtudes, resaltar ejemplos, poner de relieve deficiencias para buscar soluciones constructivas, enfrentar a todos los que anidan criterios malsanos, rechazar todas las acusaciones y subterfugios, desmantelar a los apologistas del capitalismo, mantener el consenso por el rumbo socialista, propagar y divulgar la línea política de la Revolución, llamar la atención sobre las posturas y comportamientos, entre otros.
Por consiguiente, más allá de una simple acepción de la palabra, la polémica y el debate representan un acto de comunicación en el que participan dos partes o más exponiendo las diferentes ideas en torno a un tema que resulta especialmente controversial o al menos sobre el que no se tiene la misma percepción y sobre todo, del que se asume un criterio o punto de vista diferente al defendido por la otra parte. No debe ser confundido con pelea, gresca, riña o conflicto. Es ante todo un ejercicio de pensamiento, donde se defienden diferentes puntos de vista. Por lo general, propicia el intercambio e implica siempre interacción, diálogo, esclarecimiento y asunción de una posición determinada.
Las polémicas intervenciones, pronunciamientos públicos y exposiciones orales estuvieron presentes en Fidel desde su vida estudiantil, en ellas alcanzan su mayor madurez en la vida universitaria y en esta etapa estuvieron dirigidas a la denuncia de los males que atravesaba la sociedad y en los desmanes y desgobierno de turno. Son ejemplos elocuentes:
En estos y otros casos Fidel empleo la palabra con filo y de manera abierta, directa y precisa definió su posición e hizo ver que la postura antipopular y marcadamente pro-yanqui era la que prevalecía en los gobiernos de turno. En cada una de sus intervenciones la polémica se hizo patente para desacreditar los turbios manejos de las autoridades y la necesidad de alcanzar una Cuba verdaderamente libre.
Después del golpe de estado del 10 de marzo de 1952 con la llegada al poder del tirano Fulgencio Batista aumentó la intensidad y el temple de sus palabras. Una denuncia tras otra sobrevino, pero conscientes de que eso era acallado por la soldadesca, se decidió poner en marcha el motor pequeño que impulsaría el motor grande, así tuvo lugar el asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes y cuyo fracaso militar llevó a Fidel y sus compañeros de lucha al juicio que se inició el 16 de octubre de 1953 entre las cuatro paredes de un cuarto del hospital Saturnino Lora en Santiago de Cuba.
Venciendo el acoso y las arbitrariedades de que era objeto, Fidel dejó perplejo a sus acusadores al convertir su autodefensa en el más implacable acto de acusación contra la tiranía, pasando de acusado a acusador. Nada más polémico e insólito para los acólitos de Batista que escuchar que Martí era el autor intelectual del asalto a los cuarteles y recibir como fiera bofetada las palabras de Fidel:
“Traigo en el corazón las doctrinas el Maestro y en el pensamiento las nobles ideas de todos los hombres que han defendido la libertad de los pueblos” (Castro Ruz, Fidel. 1985: 27)
¿Cómo entender eso perteneciendo a las fuerzas al servicio de un tirano? ¿Cuán difícil era para ellos comprender que un Martí que no estaba presente físicamente, era el guía intelectual de uno de los acontecimientos más revolucionarios del siglo XX cubano? En realidad carecían de los conocimientos y la convicción necesarios para aproximarse a esta reflexión.
Pocos habían acusado a Batista de tirano y habían vivido para contarlo, por eso, calificarlo de asesino en presencia de soldados y magistrados era un peligro mayúsculo. Contra viento y marea Fidel le dio los calificativos durante toda la autodefensa, algunas de sus disquisiciones eran un reto a la polémica y un atrevimiento como nadie había osado:
“(…). Dante dividió su infierno en nueve círculos: puso en el séptimo a los criminales, puso en el octavo a los ladrones y puso en el noveno a los traidores. ¡Duro dilema el que tendrán los demonios para buscar un sitio adecuado al alma de este hombre…si este hombre tuviera alma!” (Castro Ruz, Fidel. 1985: 111).
El debate, la disputa, el litigio, el cuestionamiento y la contestación están presentes en todo el texto de La Historia Me Absolverá, pero pocas expresiones han generado tanta polémica como las palabras finales que calaron en lo más profundo del sistema:
“Condenadme, no importa, la historia me absolverá.” (Castro Ruz, Fidel. 1985: 191). Y la historia lo absolvió con creces porque a él pertenecía la razón y a él lo acompañaba el ideal de un pueblo deseoso de la justicia y la dignidad. Desde luego, sería erróneo pensar que los magistrados y guardias presentes no lo creyeran un loco o cuando menos un insensato porque, aislado, fuertemente custodiado, con todas las autoridades en contra, en medio de una orgía de sangre y aun así se atrevía a afirmar que sería absuelto por la historia.
El Reclusorio Nacional para Hombres de Isla de Pinos fue el destino que impusieron a Fidel y sus compañeros de lucha, pero contra lo que muchos pensaban una vez más brilló la firmeza en la defensa de sus principios, la fidelidad a sus ideales, la fortaleza de sus criterios, el enfrentamiento a las críticas infundadas y un optimismo a toda prueba, a tal punto que dando pruebas de su espíritu polémico y su decisión de debatir con quien estuviera dispuesto a hacerlo, proclamó a los cuatro vientos que no querían la amnistía al precio de la deshonra y que era preferible mil años de cárcel a la humillación y al sacrificio del decoro.
Después del presidio vino el exilio y la preparación de la expedición del Granma en pos de la conquista de la esperanza. Ya para esa época Fidel había prometido que en el 56 seríamos libres o mártires:
“En el año 1956, seremos libres o seremos mártires” (Blanco, Katiuska. 2012: 433)
Sin dudas, se trata de una expresión polémica: ¿Con qué se contaba? ¿Era posible o necesario?
El propio Fidel al ser entrevistado por Katiuska Blanco aclara que se trató de una decisión y una promesa muy audaz. No era todo lo correcta que debía ser, motivada por la idea de levantar la confianza de la gente, en apoyo al movimiento y la lucha que vendría, pero mirándola retrospectivamente no era necesario ni imprescindible, no había que atenerse con todo rigor a tal compromiso para hacer la Revolución porque no era vital.
Dice Fidel: “En mi opinión, lo magnifiqué todo, le di demasiada importancia en cierta forma, sin tomar en cuenta que en el desarrollo de la historia, tales factores no vienen a ser decisivos. Pero existía el compromiso. Claro, no cumplirlo repercutía negativamente, la dictadura habría sacado gran provecho, lo habrían utilizado para presentarnos como gente poco seria e incapaz de cumplir nuestra palabra y para ridiculizarnos.” (Blanco, Katiuska. 2012: 428-429)
En la propia trayectoria de la expedición hacia Cuba se puso de manifiesto una vez más el carácter profundo y polémico del pensamiento de Fidel. La expedición se había atrasado, el mar estaba picado, la embarcación venía sobrecargada y escasa de combustible, los hombres hacinados, con hambre y mareo y como a las 10 de la noche cae Roberto Roque al agua turbulenta.
Juan Almeida Bosque (2002: 55), comenta que las palabras de Fidel fueron enfáticas: “¡De aquí no nos vamos, hay que encontrarlo!” y luego agrega: “Eso nos llena de alegría a todos. Dicho así, detener la empresa que nos lleva a Cuba, hasta encontrar al compañero. Pensamos en la grandeza de aquel jefe que es capaz de arriesgarlo todo por un combatiente. En esta empresa no habrá jamás abandonados, no habrá jamás olvidados.” Es preciso resaltar que esa no era la actitud que enseñaban y hacían valer todas las dictaduras que desangraban al país desde hacía años.
Quizás para muchos la decisión de Fidel podía rozar lo absurdo porque se ponía en riesgo el destino de la operación, pero pese a lo discutible que pudiera resultar la determinación, quedaba clara la idea suprema: en una revolución la vida de un hombre vale más que la fortuna del más rico entre los ricos. No importa de quién se trate, cuál es su origen, con qué recursos cuenta, qué edad tiene, por qué razón cayó al agua o cuánto tiempo logrará sobrevivir. Lo decisivo es que se trata de un ser humano y hay que salvarlo a toda costa, porque ese es el ideal de un verdadero revolucionario.
Se produjo el desembarco, tuvo lugar el bautismo de fuego en Alegría de Pío y luego la dispersión y el reencuentro. El propio Raúl nos narra la voluntad imbatible de Fidel:
(…) en pocas horas, vimos desaparecer de nuevo todo el esfuerzo acumulado, cayeron decenas de compañeros...Cuando dos semanas después, el 18 de diciembre de 1956, me encuentro con Fidel ya metido en la premontaña de la Sierra Maestra, en un lugar llamado Cinco Palmas, después del abrazo inicial su primera pregunta fue: «¿Cuántos fusiles traes?». Contesté que cinco. Y él resumió: «Y dos que tengo yo, siete. Ahora sí ganamos la guerra». (Castro Ruz, Raúl. 1956: 89)
El propio Raúl comenta que para los presentes el líder de la Revolución se había vuelto loco, porque pensar en ese momento que 7 fusiles se batirían contra las bien equipadas fuerzas de Batista con apoyo total de Estados Unidos era cuando menos una empresa inaudita, pero el Jefe de la revolución una vez más no se había equivocado. Es cierto que lo que el proyectaba en su mente era debatible a la luz de lo que los presentes habían visto como resultado de sus esfuerzos, pero su visión, mayor que la del resto y su determinación alumbraron el camino a seguir.
La etapa de la lucha guerrillera hasta el triunfo del 1 de enero de 1959 estuvo signada por la acción y los pronunciamientos de Fidel dirigidos a la articulación de todos los frentes de lucha en la sierra y en el llano y a la unidad de todos los factores de la lucha de modo que con el menor número de pérdidas y en especial, con la menor cantidad de sangre derramada se consumara la victoria final.
Conseguida la misma, las palabras de Fidel no se hicieron esperar. En cada una de las cabeceras municipales por las que pasó la caravana de la libertad, el líder habló al pueblo. A su llegada a La Habana, a solo ocho días del triunfo de enero de 1959, en histórico discurso, definió el lugar que le correspondía al pueblo en la defensa de su Revolución:
“Cuando yo oigo hablar de columnas, […] de frentes de combate, […] de tropas más o menos numerosas, yo siempre pienso: he aquí nuestra más firme columna, nuestra mejor tropa, la única tropa que es capaz de ganar sola la guerra: ¡Esa tropa es el pueblo!”. (Castro Ruz. 1959: 4)
¿Cuántos de la Cuba del momento entendieron cabalmente el mensaje? ¿Qué gobierno cubano había descansado en el poder del pueblo? ¿Cuándo se tuvo verdaderamente en cuenta al pueblo, a ese mismo pueblo que Fidel definiera en La Historia Me absolverá? Por esas razones las palabras de Fidel eran polémicas.
En el mismo discurso, alabó la numerosa concentración popular y al reconocer su presencia y entusiasmo trasmitió ideas que resultaron nada menos que proféticas:
“Sé, además, que nunca más en nuestras vidas volveremos a presenciar una muchedumbre semejante, excepto en otra ocasión —en que estoy seguro de que se van a volver a reunir las muchedumbres—, y es el día en que muramos, porque nosotros, cuando nos tengan que llevar a la tumba, ese día, se volverá a reunir tanta gente como hoy, porque nosotros ¡jamás defraudaremos a nuestro pueblo!” (Castro Ruz, F. 1959: 7)
La expresión habla por sí sola, únicamente Fidel (todavía joven y a plenitud de sus facultades) en ese momento de honda emoción y de elevado júbilo por la victoria, supo vaticinar lo que más de 50 años después se repetiría, con la sublime satisfacción de que como había pronosticado, nunca defraudó al pueblo y este le brindó una despedida inigualable.
En los primeros tiempos, el pueblo no acostumbrado a un gobernante consagrado al bienestar de su país no se explicaba la presencia de Fidel en todo acontecimiento trascendental que tenía lugar de un extremo a otro del archipiélago: organización del gobierno, demolición de las estructuras de la tiranía, tribunales revolucionarios, firma de la ley de Reforma Agraria, visita a las zonas más desfavorecidas del país, aclaraciones públicas, respuesta a las presiones norteamericanas, etc. Tan elevado grado de actividad provocó emoción y entusiasmo en la mayoría, rechazo en los personeros emparentados con el viejo régimen y dudas e inquietud en los escépticos, pero lo cierto es que no pasó inadvertido.
Si de polémica y debate se trata, nada más ajustado al significado de esos términos que la ardua lucha que libró Fidel a diario (sobre todo en el primer año del triunfo) para argumentar las decisiones que se tomaban, explicar medidas, aclarar dudas, destacar actitudes, criticar errores, revelar planes traicioneros, desacreditar las infundadas acusaciones imperialistas, aplastar las manipulaciones de la información, unir a las masas y levantar el espíritu de lucha.
En fecha tan temprana como el 23 de enero de 1959, a solo 15 días de su entrada triunfal a La Habana, Fidel pronuncia un memorable discurso en la Universidad Central de Caracas que sirvió de arenga a toda la joven generación y abordó uno de los temas de más profundo debate en esos momentos, el significado de ser revolucionario. En ese sentido aclara:
“A los estudiantes, que tan extraordinariamente han honrado a nuestro pueblo en la tarde de hoy, quiero decirles, para finalizar, una cosa: tengan la seguridad de que somos hombres conscientes de nuestra responsabilidad con nuestra patria, de nuestra responsabilidad con los pueblos oprimidos y de nuestro deber ineludible de solidaridad con todos los pueblos del continente americano; que somos revolucionarios, y que ser revolucionario no es llamarse así como se llaman muchos. Ser revolucionario es tener una postura revolucionaria en todos los órdenes, dedicar su vida a la causa de los pueblos, dedicar su vida a la causa de la revolución de los pueblos, a la plena redención de los pueblos oprimidos y explotados”. (Castro. 1959).
En el propio discurso el líder cubano enriqueció el concepto al patentizar que los rebeldes eran verdaderos revolucionarios, que no necesitaban comodidades porque su vida y su empeño eran de esfuerzo, tesón y sacrificio perenne:
“¡Ni nos van a comprar, ni nos van a sobornar, ni nos van a intimidar! Vamos a ser sencillamente incorruptibles, no nos vamos a acomodar nunca, vamos a seguir siendo revolucionarios hasta la muerte, y vamos a hacer nuestra aquella gran verdad de que el revolucionario no tiene otro descanso que la tumba. Es nuestro deber y lo sabremos cumplir rectamente y sin mucho trabajo siquiera, porque es, además, nuestra vocación.
Nos sentimos bien cumpliendo con el deber, no nos importan los riesgos, no nos importa que tengamos que ir otra vez a las montañas cuando sea necesario o cualquier día; por tanto, nosotros sabremos ser acreedores de los honores que se nos han hecho. Nunca tendrán los pueblos motivos de arrepentirse por las muestras de cariño que nos han dado, y, más que las palabras, los hechos hablarán por nosotros.” (Castro. 1959).
Con la mirada del presente podría parecer ingenuo, pero en 1959 lo que conocían los jóvenes latinoamericanos eran políticos que prometían mucho y no cumplían nada y que después de alcanzar el poder se olvidaban del mismo pueblo que los había apoyado hasta el triunfo, por eso, el tema que intercambiaba Fidel era polémico y lo hacía en un contexto también polémico: para unos, esperanzador, para otros muy discutible teniendo en cuenta las vivencias que poseían.
El espíritu polémico y la permanente capacidad para el debate la puso Fidel de manifiesto el propio 23 de enero de 1959 en su discurso en la Plaza Aérea del Silencio, en Caracas. En este discurso explicó cómo con sólidos argumentos, hubo que salirle al paso a la campaña desatada por Estados Unidos y los batistianos expulsados del poder, quienes pretendían impedir la aplicación de la justicia revolucionaria contra los esbirros, asesinos y torturadores, para lo cual se convocó al pueblo de Cuba a un acto de masas (al que asistió un millón de cubanos) y fueron invitados los periodistas de todo el continente. Asistieron 380 periodistas a los que se les dio el derecho de al otro día interrogar libremente al Comandante en Jefe preguntando lo que quisiesen. Las respuestas claras, diáfanas, tajantes y sin vacilaciones de ninguna clase del líder son ejemplo indiscutible de cultura del debate.
Por si fuera poco, entre los disímiles y apremiantes temas del momento Fidel tocó uno que a lo largo de la historia de América Latina había sido tergiversado y vilipendiado: el problema de la unidad. ¿Qué podría ser más polémico y digno de una larga discusión en aquellos momentos que la unidad latinoamericana, defendida desde Bolívar pero pendiente aún de realización? ¿Entendían todos los latinoamericanos el problema de la unidad? ¿Acaso no había retos enormes que vencer para lograrlo?
Entre sus razonamientos dice Fidel al respecto:
“He hablado de estas ideas no porque me mueva ninguna ambición de tipo personal, ni siquiera ambición de gloria, porque, al fin y al cabo, la ambición de gloria no deja de ser una vanidad, y como dijo Martí: "Toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz.” (…) al venir a hablarle así al pueblo de Venezuela, lo hago pensando honradamente y hondamente, que si queremos salvar a la América, que si queremos salvar la libertad de cada una de nuestras sociedades, que, al fin y al cabo, son parte de una gran sociedad, que es la sociedad de Latinoamérica; si es que queremos salvar la revolución de Cuba, la revolución de Venezuela y la revolución de todos los países de nuestro continente, tenemos que acercarnos y tenemos que respaldarnos sólidamente, porque solos y divididos fracasamos.” (Castro. 1959 a).
El 24 de enero de 1959 en el discurso pronunciado por el comandante Fidel Castro Ruz, en el Parlamento de Caracas, quedó incentivado el debate al esclarecer el verdadero significado del pueblo:
“Yo creo en los pueblos como en algo vivo, como en algo capaz de hacer la historia, porque son los pueblos los que han hecho la historia, no los hombres. Los hombres pueden interpretar algo, adivinar, intuir una situación histórica determinada, las cualidades de un pueblo; pero si no hay pueblo no hay ni estadistas, ni generales, ni guerreros, ni nada absolutamente (…) Del pueblo surgen los estrategas, los tácticos, los líderes, todo surge del pueblo, y nosotros acabamos de presenciar eso.” (Castro. 1959 b).
Si de polémica y debate se trata no se puede olvidar el memorable 17 de mayo de 1959. Este día, a pesar de la hostilidad del imperialismo y sus aliados se firmó en la Comandancia General del Ejército Rebelde, en La Plata, la Ley de Reforma Agraria. Esta Ley fue, entre todas las medidas revolucionarias tomadas en ese año, la más radical y trascendente, pues constituyó un duro golpe al gran latifundio y al dominio imperialista sobre Cuba, además de constituir un hecho de justicia social, al entregarles la tierra a más de 100 000 familias campesinas y liberarlas de la tradicional explotación por arrendamiento, aparcería y otras formas.
La polémica no se hizo esperar porque los medios masivos de comunicación, casi todos propiedades de la burguesía, orquestaron una fuerte campaña mediática con fines contrarrevolucionarios, en la cual los diferentes grupos de la oligarquía, entre ellos, los ganaderos y los hacendados, sospechosamente vaticinaban la interrupción de la economía del país. El debate de ideas y la asunción de posiciones se incentivaron.
A ello se suma que el secretario de Estado yanqui, Christian A. Herter, dirigió el 10 de junio una insolente nota al Gobierno Revolucionario, donde criticaba la Ley de Reforma Agraria y manifiestaba que su texto causó una gran preocupación al gobierno de los Estados Unidos. A fines de ese mismo mes, se realizó en Washington una reunión secreta del vicepresidente estadounidense Richard Nixon con representantes de la mafia y de varios monopolios norteamericanos para establecer un compromiso con vistas a incrementar las actividades dirigidas a derrocar a la Revolución Cubana.
Fidel calificó la Reforma Agraria de Rubicón de la Revolución Cubana y para asegurar su defensa y estricto cumplimiento desplegó una contundente campaña de esclarecimiento, convencimiento, crítica a las posiciones contrarias al campesinado e incluso ante la exacerbación de las contradicciones entre la tendencia conservadora y la revolucionaria dentro del gobierno, y los obstáculos al desarrollo del proceso revolucionario por parte del presidente Manuel Urrutia, que asumía posiciones diversionistas, anticomunistas y contrarrevolucionarias, el líder cubano renuncia a su cargo de Primer Ministro, lo que desemboca en una crisis política que tuvo final feliz con la renuncia de Urrutia, el regreso de Fidel y un gobierno revolucionario más fortalecido.
En el acto celebrado por la Sociedad Espeleológica de Cuba, en la Academia de Ciencias, el 15 de enero de 1960 Fidel pronunció un discurso que llamó profundamente la atención de todos los participantes y los cubanos en general. Por primera vez en la historia de la nación cubana un mandatario proclamaba que el futuro estaba en los hombres de ciencia. ¿Cómo era posible que en un país subdesarrollado, de una numerosa población campesina y analfabeta se pudiera creer que el destino estaba en hombres de ciencia? ¿De dónde saldrían esos hombres de ciencia si Cuba estaba caracterizada por el analfabetismo masivo? ¿No era eso discutible? ¿Se trataba de puro idealismo o apego a la fantasía?
Pero Fidel con claridad meridiana, casi profética afirmó:
“El futuro de nuestra patria tiene que ser necesariamente un futuro de hombres de ciencia, tiene que ser un futuro de hombres de pensamiento, porque precisamente es lo que más estamos sembrando; lo que más estamos sembrando son oportunidades a la inteligencia; ya que una parte considerabilísima de nuestro pueblo no tenía acceso a la cultura, ni a la ciencia, una parte mayoritaria de nuestro pueblo.” (Castro. 1960)
En medio de la agresividad imperialista y la acción de la contrarrevolución interna el país se abría paso, pero muchos de los lamentables sucesos obligaban al jefe la revolución a hacer uso de la palabra, así sucedió el 5 de marzo de 1960 con motivo de las honras fúnebres de las víctimas de la explosión del vapor La Coubre, fecha en que vio la luz la expresión más polémica, empleada y recordada de las pronunciadas por Fidel:
“Nosotros nunca agrediremos a nadie, pero quien nos agreda debe saber sin temor a equivocarse, que los cubanos de esta generación, no porque seamos mejores, sino porque hemos tenido la fortuna de recibir el ejemplo y la lección de la historia, porque hemos tenido la fortuna de recibir esa lección, con esta generación hay que pelear (…) Y que nuevamente no tendremos otra disyuntiva que aquella de libertad o muerte, solo que ahora libertad quiere decir patria y nuestra disyuntiva es patria o muerte.” (Castro Ruz, Fidel. 1960: 9)
Patria o muerte, con el agregado de venceremos, es sin duda la consigna más recordada de Fidel Castro. Así concluía cada una de sus intervenciones, un remedo del grito "Independencia o muerte", utilizado por los mambises contra el Ejército español durante la guerra de Independencia de Cuba.
Ni los esbirros de la dictadura de Batista, que para esa fecha estaban en fuga, ni los burgueses que aún se encontraban en el país y mucho menos los miembros del gobierno arrogante de los vecinos del norte comprendían cómo un pueblo desafiaba todos los peligros, incluso los venidos del Estado más poderoso del mundo, prefiriendo morir a ver su patria mancillada.
En otras latitudes del mundo muchos no encontraban explicación para la valentía de un territorio que cabe 84 veces dentro de su enemigo histórico; les parecía un contrasentido que alguien se le opusiera con firmeza al gigante de botas de siete leguas, que acostumbraba a invadir, atacar, chantajear, amenazar y disponer como si fuera dueño absoluto de todo y nada más asombroso que lo hacía un país pequeño con una Revolución triunfante, bajo la conducción de un colosal faro de las ideas y los argumentos.
Nuevamente el Comandante en Jefe se ve impelido a contradecir, impugnar, rebatir, refutar y responder al enemigo, que esta vez, confiando en el apoyo norteamericano decide desarrollar la invasión de Playa Girón. La respuesta fue contundente. El discurso fue pronunciado, en las honras fúnebres de las víctimas del bombardeo a distintos puntos de la república, efectuado en 23 y 12, frente al cementerio de Colón, el día 16 de abril de 1961. Allí la enérgica voz de Fidel hizo ver al pueblo que lo mejor era el rumbo socialista y por eso declaró a la revolución con ese carácter:
“Compañeros obreros y campesinos, esta es la Revolución socialista y democrática de los humildes, con los humildes y para los humildes. Y por esta Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes, estamos dispuestos a dar la vida” (Castro Ruz, Fidel. 1961: 8).
Gran parte del pueblo hasta ese momento, producto de la propaganda imperialista veía al socialismo con recelo y desconfianza, pero la maestría de Fidel les hizo ver que el socialismo no era la guerra, los asesinatos, la explotación, las injusticias y desigualdades. Con la maestría que siempre lo caracterizó condujo al pueblo a un parto de ideas, hasta que todos comprendieron. Ahora sabían que había una obra que defender y si eso era lo que propugnaba el socialismo, entonces se iría a las arenas de Girón en defensa del socialismo.
La victoria de las fuerzas cubanas en Girón en menos de 72 horas resonó en todos los confines del planeta, sin embargo, el águila imperial, herida en su prestigio buscó afanosamente múltiples pretextos para justificar la continuidad de los enfrentamientos.
Nuevos combates tienen lugar al interior del país en el propio 1961. Uno de singular significación fue el ocurrido a raíz del impulso que alcanzaba la revolución cultural y los dilemas aparejados a ella. Llámese: participación popular en el arte y la cultura, libertad de creación para los artista e intelectuales revolucionarios o no revolucionarios, relación de los artistas y escritores con las instituciones, etc. ello llevó al Comandante en Jefe a pronunciar en junio del referido año las llamadas “Palabras a los intelectuales”. Allí brotó una de sus frases más polémicas:
“Creo que esto está bien claro. ¿Cuáles son los derechos de los escritores y artistas, revolucionarios o no revolucionarios? Dentro de la Revolución, todo; contra la revolución, ningún derecho." (Castro Ruz, Fidel. 1961. A: 23).
Las más disímiles especulaciones, criterios e interpretaciones se derivaron de la frase. Los elementos contrarios a la Revolución la tomaron como estandarte para atacarla. Los revolucionarios la vieron como trinchera de lucha para no permitir nada que a su juicio desviara el rumbo. Con uno y otros matices que pudieron ir a los extremos, la discusión sobre el contenido de la frase permanece en el debate actual.
La amenaza seguía creciendo; el clima de guerra alcanzó su máximo punto en 1962 durante la llamada “Crisis de octubre”, en que el mundo estuvo al borde de una tercera guerra mundial, que a la sazón no sería otra que una guerra termonuclear. Estados Unidos puso en máxima alerta todas sus fuerzas y amenazó con un ataque masivo a Cuba, del que no se descarta que pudiera incluir armas nucleares. En cambio, la dirección soviética bajo la guía de Nikita Jruschov cedió a las presiones norteamericanas y consintió en la retirada de los cohetes de territorio cubano.
En mensaje con fecha 31 de octubre, Fidel le habla con dureza al mandatario soviético y le critica la decisión de retirar los cohetes, le recrimina que se procediera a espaldas de Cuba, que era quien más se arriesgaba y que se adoptara un acuerdo que no incluía todos los puntos que nuestro país exigía para una verdadera paz y seguridad. Así dice:
“Nosotros sabíamos que habríamos de ser exterminados, como insinúa en su carta, caso de estallar la guerra termonuclear. Sin embargo, no por eso le pedimos que retirara los proyectiles, no por eso le pedimos que cediera. ¿Cree acaso que deseábamos esa guerra? Pero, ¿Cómo evitarla si la invasión llegaba a producirse? (…) No son unos cuantos sino muchos los cubanos que en este momento viven instantes de indecible amargura y tristeza” (Castro Ruz, Fidel. 1962:190)
Como se ve, fueron altamente polémicas las palabras del líder indiscutible de la Revolución; invitaban a la discusión, al análisis profundo y al debate de todas las posiciones, ya que nadie como Cuba se exponía a la desaparición o exterminio masivo. Por eso, con absoluta hidalguía se dirigió a Jruschov para patentizarle que se sabía perfectamente del peligro que se corría, pero era convicción unánime de todo el pueblo que, antes de perder la patria, la libertad, la soberanía, la independencia y el prestigio y dignidad era preferible morir.
En la lucha por edificar una economía sólida y segura no escatimó esfuerzos para explicar y orientar, insistir, objetar, plantar cara, y argumentar de manera que se entendiera que la Revolución necesitaba de todos sus hombres y mujeres dispuestos y de todo el que no obstaculizara por cualquier vía el camino elegido. En ocasiones no fue entendido del todo como ocurrió en la conmemoración del VI aniversario de los CDR, Plaza de la Revolución, 28 de septiembre de 1966, allí dijo:
“(…) Si hay cansancio, jubílese; pero no se convierta en freno, no se convierta en obstáculo, no se convierta en estorbo. Hay mucho que hacer y esta tarea es de revolucionarios. No basta con haber sido revolucionario ayer, hay que saber ser revolucionario hoy, hay que saber ser revolucionario mañana. Y hasta, incluso, se puede ser revolucionario no estorbando, no estorbando.” (Castro Ruz, Fidel. 1966: 4)
En esa misma lucha dejó esclarecidas las nocivas consecuencias que traería la burocracia, que también frenaba el proceso:
“Crear burocracia es echar por el vertedero recursos humanos, es convertir un hombre o una mujer en un ciudadano inútil y parasitario; es echar por la borda la energía y la inteligencia humanas, que deben emplearse en cosas útiles a la sociedad, en cosas útiles a los seres humanos.” (Castro Ruz, Fidel. 1967: 4)
En 1970 tuvo lugar una cruenta batalla de ideas para sensibilizar a toda la población cubana con la necesidad de lograr una zafra de diez millones de toneladas de azúcar y posteriormente otra, para explicar las razones que llevaron a que pese al esfuerzo realizado no se lograra la cantidad esperada. Ese nivel de explicación, de intercambio con el pueblo, de escucharlo y aclararle, de suministrarle datos y ayudarle razonar, permitieron que un proceso tan polémico como este, no condujera al desánimo y la pérdida de fe y fuera asumido positivamente.
Ese mismo año se abría un debate que permanecería durante toda la década para enfrentar en el país algunos situaciones que requerían análisis profundo y soluciones precisas, entre las que se destacan: la lucha contra el ausentismo y la posibilidad de una ley o regulación contra la vagancia; la eficiencia en la organización y el óptimo aprovechamiento de los recursos materiales y humanos; la gran batalla por la productividad del trabajo y la creación de condiciones de trabajo en cada centro unido a la atención a las necesidades del trabajador.
Ante estas situaciones, Fidel llamó a explicar mucho, a escucharlo todo y actuar más que nunca con criterio político, con medidas inteligentes, distinguiendo incesantemente lo que sucede en cada lugar en específico, de manera que se vea en cada solución, con toda claridad, su carácter popular y no administrativo. En cuanto a la ley contra la vagancia alertaba que el trabajo de discusión y convencimiento tenía que ser mayor, de modo que se viera finalmente que esa sería una ley que brotaba de la voluntad del pueblo trabajador, sobre todo a los efectos internacionales porque el enemigo lanzaría fieros ataques para desacreditar el régimen cubano, tomando como referencia que el capitalismo no necesita una ley contra la vagancia.
Por supuesto aclara Fidel el 3 de septiembre de 1970: “Vea, en el capitalismo no hay leyes contra la vagancia (...) Claro, el capitalismo es inhumano, con sus resortes ciegos, criminales y despiadados obliga a la gente a trabajar y obliga también a muchos a esperar años para ocupar un modesto empleo. En el capitalismo se mantiene deliberadamente en la ignorancia a millones de personas para tener con quienes realizar las tareas más brutales y un ejército de desocupados como reserva de mano de obra (…) Los capitalistas no pueden hacer leyes contra la vagancia porque ellos son los vagos y parásitos de la sociedad en que viven. La primera gran ley contra la vagancia la promovió la Revolución al abolir el capitalismo.” (Castro. 1970).
La década del 80 se abrió con un recrudecimiento de la agresividad hacia Cuba y los intentos de acusarla de exportadora de revolución, con el propósito de atacarla. Fidel en muchas ocasiones desmanteló esas tentativas y en la 68 Conferencia de la Unión Interparlamentaria puso a pensar a todos los mandatarios con un célebre y polémico análisis:
“Las revoluciones han existido desde que existe la historia del hombre y son tan difíciles de evitar como el parto de una ballena gestante” (Castro Ruz, Fidel. 1981: 33).
El gobierno de Ronald Reagan y su política ultrarreaccionaria, conservadora y de corte fascista suscito las más enérgicas reflexiones de Fidel. El llamado al diálogo, al debate y al análisis sereno de la realidad motivó muchas de sus intervenciones:
“Al diálogo constructivo se han antepuesto las presiones y las amenazas. El debate y el análisis objetivo han sido sustituidos por la injerencia, la subversión y las campañas de propaganda hostil. La política de coexistencia pacífica se ha trocado por un rumbo reaccionario y belicista.” (Castro. 1982: 13).
El propio Fidel enuncia el significado de tales posiciones para los destinos no solo de Cuba sino del mundo en general, así declara enfáticamente:
“La actual política de hostilidad, de agresiones económicas y políticas, el clima amenazador, la intromisión descarada en los asuntos internos de los países socialistas, la propaganda contrarrevolucionaria, el aliento a la subversión y los intentos de negociar desde posiciones de fuerza, no pueden ser, ni lo serán jamás, la base para el diálogo constructivo, sensato y prudente que necesita el mundo.” (Castro. 1982: 13-14).
En 1983 tuvo lugar la VII Cumbre de los Países no Alineados, en la que Fidel presentó un valiosísimo informe en el que puso al desnudo la escalofriante situación en que viven millones de personas en el mundo y con certeras palabras fotografió las angustiosas dificultades que hay que enfrentar. Entre sus frases más polémicas:
“(…) Si decidiéramos hacer un minuto de silencio por cada una de las personas que en 1982 murieron de causas relacionadas con el hambre, no podríamos saludar la llegada del siglo XXI porque aún permaneceríamos en silencio.” (Castro Ruz, Fidel. 1983: 187)
Por si fuera poco más adelante agregó:
“(…) En algunos países se acumulan montañas de alimentos mientras en otros persiste el hambre y la pobreza. Los obesos van en busca de nuevas curas y a los mal nutridos no se les ofrecen remedios. Se mima a muchos animales domésticos y se olvida a los niños que padecen hambre. ¿No es éste un fenómeno extraño, que los historiadores y economistas de épocas futuras considerarán, sin duda alguna, misterioso e inexplicable?” (Castro Ruz, Fidel. 1983: 191)
Sobran comentarios, es verdaderamente inexplicable. A muchos las palabras de Fidel los dejaron anonadados, a otros los llamó a una seria y profunda reflexión, no para justificar sino para encontrar alternativas.
Junto a esos graves problemas antes mencionados y combatidos enérgicamente por Fidel, el líder cubano también mantuvo durante la década un infatigable debate en foros internacionales, congresos, encuentros mundiales y otras modalidades con el propósito de demostrar que la deuda externa es un grave problema creado, alimentado y protegido por el imperialismo, incluso en 1979 durante la VI Cumbre de Países No Alineados, desarrollada en La Habana se le dedicó espacio al análisis de esta importante situación. Calificó a este engendro de un cáncer, que se multiplica, que liquida el organismo, acaba con él y cuya única solución es una operación quirúrgica.
Con este fin se vio obligado a responder muchas de las imputaciones que se le hicieron a Cuba y aclarar que no es un problema cubano sino de la comunidad mundial, que afecta a todos los países subdesarrollados y que por demás es impagable e incobrable. Pero no lo es ni matemática, ni política ni moralmente.
En el discurso pronunciado en la Sesión de Clausura del Encuentro sobre la Deuda Externa de América Latina y el Caribe, efectuada en el palacio de las convenciones, el 3 de agosto de 1985, plantea:
“Me culpan a mí de decir que la deuda es impagable. Bien. La culpa hay que echársela a Pitágoras, a Euclides, a Arquímedes, a Pascal, a Lobachevsky, al matemático que ustedes prefieran, de la antigüedad, moderno o contemporáneo. Son las matemáticas, las teorías de los matemáticos las que demuestran que la deuda es impagable.” (Castro. 1985: 5).
Al abordar la solución al problema de la deuda externa, el mandatario cubano fue más allá del cálculo matemático y de la implicación política y moral y esgrimió una idea novedosa, pero a la vez compleja, tan polémica, que todavía permanece en el debate mundial: la deuda no tendrá solución mientras se mantenga el caduco y anacrónico orden mundial que está establecido.
A mediados de la década se avanzaba en el proceso de rectificación de errores y tendencias negativas. Contrario a lo que muchos suponían, la dirección de la Revolución llamó a sacar a la luz pública los problemas, identificarlos y combatirlos sin temor alguno, apoyándonos en nuestra ideología, nuestra moral y nuestros principios. El análisis y el debate había que verlo no solo como posible sino como necesario.
Sobre ello explicaba en su discurso pronunciado en las conclusiones en el III Congreso de los Comités de Defensa de la Revolución, Teatro "Karl Marx", 28 de Septiembre de 1986:
“(…) hay que discutir, dialogar, persuadir, convencer. Y podemos hacerlo porque tenemos todas las razones del mundo, todas las razones históricas: la moral, la dignidad, la justicia, todos los principios más hermosos por los cuales puede haber luchado el hombre: por el socialismo, por el comunismo. Tenemos la doctrina más fuerte, la más completa, la más revolucionaria, ¡el marxismo-leninismo!” (Castro Ruz, Fidel. 1986: 6)
Todavía no se había avanzado lo suficiente en el proceso de rectificación de errores y tendencias negativas, cuando comenzaron a ser visibles las fracturas dentro del sistema socialista mundial. Muchos creyeron que si los países socialistas de Europa estaban en crisis, la de Cuba no se haría esperar, por eso, Fidel enriqueció la consigna de la Revolución otorgándole una más profunda connotación:
"¡Socialismo o muerte!, ¡marxismo-leninismo o muerte!, que eso es lo que significa hoy lo que tantas veces hemos repetido a lo largo de estos años". (Castro Ruz, Fidel. 1989: 5)
¿Enriquecimiento? ¿Duda? ¿Llamado de atención? ¿Alerta? ¿Enseñanza? Esas fueron algunas de las preguntas que motivaron las reflexiones dentro y fuera de Cuba. Lo cierto es que Fidel, con su gran visión política veía venir la debacle y sus palabras se pronunciaron para quedarse más que en la memoria en la acción práctica.
Por eso unos meses después en la celebración del 26 de julio en Camagüey dejó estupefacto a todo el pueblo, al enunciar algo que nos parecía imposible: el hundimiento del país referente, la URSS. Por tal razón aprovecho la ocasión para dejar clara nuestra determinación:
“Tenemos que ser más realistas que nunca. Pero tenemos que hablar, tenemos que advertir al imperialismo que no se haga tantas ilusiones con relación a nuestra Revolución y con relación a la idea de que nuestra Revolución no pudiera resistir si hay una debacle en la comunidad socialista; porque si mañana o cualquier día nos despertáramos con la noticia de que se ha creado una gran contienda civil en la URSS, o, incluso, que nos despertáramos con la noticia de que la URSS se desintegró, (…) ¡aun en esas circunstancias Cuba y la Revolución Cubana seguirían luchando y seguirían resistiendo!” (Castro Ruz, F. 1989 A: 5)
¿Quién imaginaba que la URSS podía desaparecer y volver al capitalismo salvaje? ¿Quién suponía que el país más poderoso y desarrollado del campo socialista podía hundirse? Los criterios, dudas, cuestionamientos y debates en general no se hicieron esperar.
Las piezas oratorias de Fidel en los 90 y hasta el momento de su fallecimiento tuvieron entre sus temas centrales: el derrumbe, los errores cometidos, la justeza del socialismo, la labor desestabilizadora del imperialismo, la democratización de la sociedad, la concepción del período especial, la especie humana en peligro, la necesidad de preservar el socialismo, la situación de América Latina y el mundo, entre otros. Se hace innecesario reiterar que abunda el esquema polémico por lo cual solo ponemos a consideración algunas de sus más conocidas, discutidas y controvertidas palabras:
-“Desaparezca el hambre y no el hombre”. (Cumbre de la Tierra Rio de Janeiro 1992).
-“¿Qué es un bloqueo? Un arma atómica silenciosa que mata mujeres, hombres, niños, adolescentes; ese es el bloqueo”. (En el encuentro con los Pastores por la Paz, en la misión de Cuba en la ONU, Nueva York, el 25 de octubre de 1995).
-“Las ideas no solo son un instrumento para crear conciencia para que los pueblos luchen, sino que las ideas se han convertido en el principal instrumento de lucha en este momento; no en una inspiración, no en una guía, no en una orientación, sino en el principal instrumento de lucha.” (Discurso pronunciado en el VII Congreso de la UJC, 10 de diciembre de 1998).
-“Una revolución solo puede ser hija de la cultura y las ideas”. (En el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela, el 3 de febrero de 1999).
-“Las ideas de un hombre pueden desaparecer con él, lo que jamás puede ocurrir es que las ideas encarnadas en el alma y en el corazón de un pueblo puedan morir.” (En la conmemoración del 40 aniversario del INDER y en la inauguración de la Escuela Internacional de Educación Física y Deportes, 23 de febrero de 2001).
-“Batalla de ideas no significa sólo principios, teoría, conocimientos, cultura, argumentos, réplica y contrarréplica, destruir mentiras y sembrar verdades, significa hechos y realizaciones completas.” (En el acto central por el aniversario 40 de la UJC, Teatro “Carlos Marx”, 4 de abril de 2002).
-“Las ideas son hoy el instrumento esencial en la lucha de nuestra especie por su propia salvación. Y las ideas nacen de la educación. Los valores fundamentales, entre ellos la ética, se siembran a través de ella.” (En la clausura del Congreso Pedagogía 2003, Teatro “Carlos Marx”, 7 de febrero de 2003).
-“Sembremos ideas, y todas las armas que esta civilización bárbara ha creado sobrarán; sembremos ideas, y la destrucción irremediable de nuestro medio natural de vida podrá impedirse.” (Mensaje enviado a la XI Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Comercio y el Desarrollo, 13 de junio de 2004).
-“Este país puede autodestruirse por sí mismo; esta Revolución puede destruirse, los que no pueden destruirla hoy son ellos; nosotros sí, nosotros podemos destruirla, y sería culpa nuestra”. (Discurso en el acto por el aniversario 60 de su ingreso a la universidad, efectuado en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, el 17 de noviembre de 2005).
-“Una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales: el hombre”. (“El diálogo de civilizaciones”. La Habana, 2007).
-“La mayor contradicción en nuestra época es, precisamente, la capacidad de la especie para autodestruirse y su incapacidad para gobernarse”. (Reflexiones “Las locuras de nuestra época”, Colección 2010, La Habana, 2010, p. 90).
Hay dos frases que no requiere presentación y han devenido en la más conocida durante los últimos 15 años: “Volverán”, pronunciada a raíz del encarcelamiento de los 5 prisioneros del imperio… y… volvieron. Lo cierto es que regresaron a la patria cuando ya muchos no lo creían posible.
La otra es el concepto de Revolución convertido en brújula orientadora para que la nave de la Revolución mantenga su rumbo seguro.
Por si fuera poco Fidel dejó desde su reflexión del 11 de noviembre de 2009 un vaticinio que sigue en el debate presente y el de los años próximos y confirma su capacidad para prever y su cultura del debate:
“Sostengo el criterio de que antes de que Obama concluya su mandato habrá de seis a ocho gobiernos de derecha en América Latina que serán aliados del imperio. Pronto también el sector más derechista en Estados Unidos tratará de limitar su mandato a un período de cuatro años de gobierno. Un Nixon, un Bush o alguien parecido a Cheney serán de nuevo Presidentes. Entonces se vería con toda claridad lo que significan esas bases militares absolutamente injustificables que hoy amenazan a todos los pueblos de Suramérica (...)” (Castro. 2009: 5)
El extremista que vaticinó Fidel no se llama Nixon, Bush ni Cheney, pero es peor que todos ellos, lleva por nombre Donald Trump. Así es la genialidad de Fidel, así siempre fue y es de polémico y certero su pensamiento.
Conclusiones
La polémica es un acto de comunicación en el que participan dos partes o más exponiendo las diferentes ideas en torno a un tema que resulta especialmente controversial o al menos sobre el que no se tiene la misma percepción y sobre todo, del que se asume un criterio o punto de vista diferente al defendido por la otra parte. No debe ser confundido con pelea, gresca, riña o conflicto. Es ante todo un ejercicio de pensamiento, donde se defienden diferentes puntos de vista. Por lo general, propicia el intercambio e implica siempre interacción, diálogo, esclarecimiento y asunción de una posición determinada.
Durante toda su trayectoria revolucionaria Fidel concretó un pensamiento polémico que cobró vida en el análisis dialéctico, argumentativo y contestatario a través de sus discursos, comparecencias públicas, conferencias de prensa, entrevistas, alocuciones al pueblo, conmemoraciones y más adelante las bien conocidas reflexiones, revelando así la percepción, la agudeza y la visión para analizar críticamente la historia pasada y reciente, desentrañar la realidad circundante, atalayar el futuro e invitar a la toma decisiones certeras.
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