Greccy Castro Miranda*
Yannet Peña Ramírez**
Tayla Flor Boffill de la Cruz***
Universidad de Las Tunas, Cuba.
greccycm@ult.edu.cu
RESUMEN: En el artículo se parte de considerar la importancia de las competencias para el desarrollo individual y social del ser humano en todos sus contextos de actuación, y de su redimensionamiento en el contexto educativo. Tiene como objetivo reflexionar sobre las competencias para una comunicación eficaz. Se utilizaron métodos como: análisis síntesis, inducción deducción, histórico lógico, estudio de documentos. Los resultados que se exponen forman parte de la tarea de sistematización teórica, de la línea de investigación Competencias interpersonales, perteneciente al Proyecto de Investigación Competencias de Dirección en Educación (PICDE), que se desarrolla en la Universidad de Las Tunas, Cuba.
PALABRAS CLAVE: competencias, comunicación, competencia comunicativa.
TITLE: Competitions for an efficacious communication in the light of the scientific investigation.
ABSTRACT
It breaks from considering the importance of the competitions for the individual and social development of the human being in all his contexts of acting in the article, and of his re-sizing in the educational context. You aim at reflecting on the competitions for an efficacious communication. They utilized methods like: Analysis synthesis, induction deduction, historic logician, study of documents. The results are part of the systematization, of the line of research Interpersonal Competences (PICDE), belonging to the Research Project Competencies of Direction in Education, which is developed at the University of Las Tunas, Cuba.
KEY WORDS: competitions, communication, telling competition.
Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Greccy Castro Miranda, Yannet Peña Ramírez yTayla Flor Boffill de la Cruz (2019): “Competencias para una comunicación eficaz. Una mirada desde las competencias de dirección en educación”, Revista Atlante: Cuadernos de Educación y Desarrollo (mayo 2019). En línea:
https://www.eumed.net/rev/atlante/2019/05/competencias-educacion.html
//hdl.handle.net/20.500.11763/atlante1905competencias-educacion
INTRODUCCIÓN
El actual desarrollo de la investigación científica y de innovación tecnológica se ha caracterizado en Cuba, entre otros aspectos, por su interdependencia con el mejoramiento humano y los requerimientos impuestos por el entorno sociopolítico.
Los nuevos retos que la humanidad actual impone a la sociedad inducen en los individuos la formación y desarrollo de competencias que les permitan dar respuesta a las transformaciones que, en el ámbito social, económico y políticos se dan en cada país.
La Política Educacional Cubana tiene como fin el desarrollo integral de las nuevas generaciones, en correspondencia con las exigencias del sistema y de las condiciones histórico-sociales del país.
En la Educación Superior, estas exigencias se concretan en el modelo del profesional de cada una de las carreras universitarias, en el que se declaran los objetivos, funciones, conocimientos y las habilidades profesionales que el egresado debe dominar, así como las cualidades y valores que se espera que posea como ciudadano.
Las exigencias específicas de las profesiones establecen diferencias entre la formación de los egresados de cada carrera, los que requieren distintas competencias para su exitoso desempeño laboral. Por tanto, su desarrollo se produce en el proceso de formación profesional permanente el que ha de concebirse como un sistema, que garantice su coherencia y unicidad, desde el primer año de la carrera hasta la etapa de formación pos gradual.
La decisión de tomar el rumbo de la formación por competencias en una institución educativa debe reposar en una larga discusión entre los miembros del equipo docente. Este cambio causa numerosas transformaciones en la organización de las actividades de enseñanza y aprendizaje, en los papeles respectivos de los profesores y de los estudiantes y en la evaluación de los aprendizajes. Por lo tanto, conviene contar con un núcleo sólido de personas firmemente convencidas de lo bien fundada de esta nueva orientación.
El objetivo de esta investigación es reflexionar sobre las competencias para una comunicación eficaz.
DESARROLLO
El término competencia ha sido utilizado desde disímiles posiciones teóricas. No existe un consenso en los especialistas del tema con respecto a su esencia, por lo que su significado abarca desde su comprensión como destreza para ejecutar alguna acción, hasta la idea de la competencia como configuración psicológica compleja reguladora de esas acciones.
Las definiciones de este constructo expresan la posición filosófica, sociológica y psicológica de sus autores, lo que influye de modo determinante en la concepción de su formación. Por ello, proyectar la formación y el desarrollo de las competencias, implica asumir un punto de vista acerca de este concepto, que permita su estudio y oriente su transformación.
En esta investigación se parte de una comprensión materialista dialéctica e histórica del mundo, del ser humano y de su desarrollo y; consecuentemente con ella, se concibe al hombre como un ser social, inmerso en el sistema de actividades y relaciones sociales, en el que la escuela tiene un papel fundamental como instancia coordinadora y orientadora de las influencias educativas que ejercen la comunidad, la familia y las instituciones y organizaciones laborales.
Se asume el Enfoque Histórico Cultural como fundamento psicológico de la concepción de las competencias y de su formación, lo que significa comprender su naturaleza social y su determinación histórica, estudiarlas en el devenir de la historia de vida del sujeto, en los espacios de intersubjetividad que se promueven durante el proceso de su formación profesional, a partir de las exigencias crecientes que se le plantean en las tareas de aprendizaje y de la mediación instrumental y las ayudas que se le brindan para resolverlas, mediante una evaluación dinámica que permite su diagnóstico y una oportuna e inmediata intervención.
Las herramientas, los signos, las ayudas brindadas, así como el desarrollo actual y potencial del sujeto se convierten en recursos que, al organizarse, estructurarse e integrarse en configuraciones dinámicas, conforman las competencias que posibilitan el funcionamiento exitoso en el desempeño de diversas situaciones.
El sujeto es un ente activo y transformador, que internaliza de modo único y propio lo intersubjetivo, para operar con sus competencias en las situaciones que se le dan, estudiándolas y transformando la práctica y a sí mismo, a partir de la solución de los problemas sociales y de la consecución de sus proyectos de vida profesionales.
La competencia integra no solo los recursos internos del sujeto (biológicos y psicológicos) y los recursos externos (herramientas, signos, otros sujetos) que pueden resultar útiles para alcanzar el éxito en una actividad determinada, sino que además incorpora las potencialidades del sujeto para lograrlo. Estas potencialidades se refieren a aquellos recursos que aún no están disponibles para ser empleados, pero que con un poco de ayuda de los demás, pueden aflorar y posibilitar resultados exitosos que, de no haberse considerado, no hubieran podido lograrse. Bermúdez (2016, p.12)
Se destaca además la idea de que las competencias guardan estrecha relación con los proyectos de vida del sujeto y con las exigencias sociales. Las competencias existen porque al sujeto se le plantea alguna exigencia externa, que él asume como suya, cuando adquiere un sentido personal y esto ocurre, esencialmente, cuando se relaciona con su proyecto de vida.
Cada sujeto le imprime un sello personal a sus competencias que las distingue de las de los demás. Del mismo modo, las competencias de un sujeto no son estáticas, sino que van desarrollándose en la medida en que este crece y cambia en su devenir como personalidad. Son configuraciones dinámicas que se integran, de una u otra manera, de acuerdo a las exigencias de las situaciones profesionales que el sujeto tiene que enfrentar.
Por ello resulta de suma importancia poseer, o tener a disposición, aquellos recursos que posibilitan un adecuado funcionamiento en las actividades e interrelaciones, así como las potencialidades para lograr un exitoso funcionamiento, con una mínima ayuda de otros, así como saber aprovecharlos en correspondencia con las exigencias de las situaciones.
Las competencias tienen una relación directa con la personalidad del sujeto, con su manera de ver la vida, de comunicarse con otros, de resolver las tareas y de enfrentar los conflictos. Los recursos pueden ser cualidades de la personalidad, habilidades, hábitos, valores, conocimientos, motivaciones u otros, que el sujeto integra para dar respuesta a las demandas de una situación profesional de manera acertada y exitosa. Bermúdez (2016, p.14)
En la bibliografía consultada se aprecia el carácter polémico entorno a la definición de competencias. Existen los que la consideran como componentes personales:
Las competencias pueden consistir en motivos, rasgos de carácter, conceptos de uno mismo, actitudes o valores, contenido de conocimiento, o capacidades cognoscitivas o de conducta: cualquier característica individual que se pueda medir de un modo fiable, y que se pueda demostrar que diferencia de una manera significativa entre los trabajadores que mantienen un desempeño excelente de los adecuados o entre los trabajadores eficaces e ineficaces. Hooghiemstra (1996, p.56)
Esta definición es un tanto restringida e incluso indefinida.
Otra forma de definir esta categoría es considerarla como comportamientos de las personas ante un hecho o estímulo que las hace diferentes al resto; en este caso se encontró a Leboyer (1997, p.23), esta posición denota una tendencia conductista al considerar la competencia como la respuesta a un estímulo externo.
Considerar a las competencias como una capacidad es el criterio más generalizado, por su parte, Tejeda (2013, p.9) expresó que “Poseer capacidades no significa ser competente, la competencia no reside en los recursos (capacidades), sino en la movilización misma de los recursos, no es poseer, es utilizar”.
Estos autores tienden a reducir la naturaleza de las competencias, considerándolas como componentes concretos, tangibles y medibles: componentes personales, conocimientos, comportamientos, capacidades, teniendo todos, de una forma u otra un enfoque reduccionista, con una base conductista, a la hora de plantear la definición.
Dentro de la bibliografía analizada existe otro grupo que le dan a la competencia un carácter más integrador, son denominadas como conjuntos, sistemas, estructuraciones, combinaciones, con diferentes adjetivos como complejas, integradas, con componentes identificables y evaluables.
Otra polémica está en el abordaje de esta categoría desde la psicología, ya que aparecen definiciones como formación psicológica y las más recientes como configuración psicológica. Castellanos (2015, p.43)
Del análisis de lo expuesto hasta el momento puede delimitarse algunos aspectos que se repiten, de una forma u otra, en todas las definiciones y que permiten, según Guerra (2016, p.15), ser elementos esenciales para una futura conceptualización. Ellos son:
En consonancia con lo planteado, Gómez (2013, p.55), comprende la competencia como el sistema resultante de la movilización de todos los recursos que posee un individuo (los conocimientos, habilidades, actitudes, aptitudes, valores, motivos, así como la comprensión de cada uno y experiencia social propia para el desempeño real y eficiente de una actividad acorde a las exigencias socio- histórico concretas.
Las autoras de este artículo, como miembros del Proyecto de Investigación: Competencias de Dirección en Educación (PICDE) consideran, que las competencias son: configuraciones subjetivas que articulan sentidos subjetivos producidos en la esfera laboral, que regulan la actuación de los sujetos sobre la base del encargo social de la educación. PICDE (2017)
Se adopta, además, la clasificación de competencias dada en el Proyecto Tuning, el cual toma su nombre del verbo en inglés “to tune”, que significa ponerse a tono, sintonizar. Se creó por la necesidad de implementar a nivel de las instituciones universitarias el proceso que siguió a la Declaración de Bolonia de 1999. Se orienta hacia competencias genéricas y específicas a cada área temática de los graduados.
En consecuencia, se asume que las competencias se pueden dividir en dos tipos: competencias genéricas, que en principio son independientes del área de estudio, y competencias específicas para cada área temática. Las competencias se obtienen normalmente durante diferentes unidades de estudio y, por tanto, pueden no estar ligadas a una sola unidad. Sin embargo, es muy importante identificar en qué unidades se enseñan las diversas competencias para asegurar una evaluación efectiva y una calidad. En el proceso de comunicación se pone en función su competencia, es decir, la suma de todas sus posibilidades lingüísticas, el espectro completo de lo que es susceptible de producir y de interpretar.
Para Castro (2016, p.6), a través de la comunicación se realiza el perfeccionamiento psíquico del ser humano, su enriquecimiento espiritual. Con su ayuda tiene lugar la interacción adecuada entre las personas en el desarrollo de la actividad conjunta, la transmisión de experiencias, de hábitos, así como la aparición y satisfacción de necesidades espirituales.
La comunicación tiene un lugar especial y específico en la formación de la personalidad, al ser la vía esencial de su determinación social, encerrar gran significación y extraordinaria riqueza emocional, y sus manifestaciones, trascender el contenido verbal y tener una relativa autonomía frente al sujeto.
En el plano individual la comunicación desempeña un papel diferente en cada etapa del desarrollo ontogenético del individuo; y en el plano personal incluye la planificación, desarrollo de actividades conjuntas, la transmisión y aceptación de normas, la satisfacción de necesidades, entre otros elementos; mientras que en el plano social se concibe, a la vez, como fenómeno subjetivo y extraindividual. Castro (2017, p.3)
A la comunicación como competencia, se añaden otras paralingüísticas que se refieren a la mímica o a los gestos que acompañan a los enunciados verbales en la comunicación oral, y otras no lingüísticas que devienen del conjunto de conocimientos que el sujeto posee sobre el mundo (competencia cultural), los que ponen en funcionamiento el sistema de interpretación y evaluación del universo referencial que se manifiesta en toda clase de comportamiento (competencia ideológica), los que abarcan los datos situacionales, la naturaleza escrita u oral del canal de transmisión, la organización del espacio comunicacional entre el emisor y el receptor (competencia comunicativa) y aquellos que se refieren a las restricciones temático-retóricas del texto de acuerdo con su tipología (competencia discursiva). Es decir, que la producción verbal o construcción de textos como también será nombrada, no puede reducirse al solo hecho de codificar por cuanto en él convergen otros “hechos” que lo hace un proceso sumamente complejo.
Una comunicación óptima requiere del establecimiento de un significado común en la comprensión de los mensajes. La paráfrasis, es decir, repetir con nuestras palabras lo que el otro nos ha expresado es un método eficaz que ayuda al sujeto a comprobar si verdaderamente ha comprendido la intención de la comunicación del otro, se debe mostrar empatía, lo que permite estimular a la otra persona para que se exprese lo más completa y libremente posible, al mostrarle que somos capaces de ponernos en su lugar e intentar comprender el asunto desde su punto de vista. La creación de un ambiente apropiado para la colaboración, exige de los que interaccionan el manejo inteligente de situaciones conflictivas. En esta dirección hay que poner en práctica conductas específicas tales como la responsabilidad compartida por el conflicto y el reconocimiento de la imperfección y subjetividad de la percepción interpersonal.
Según Sosa (2015, p.5), algunas de las competencias que contribuyen al desarrollo de una comunicación eficaz son:
Por su parte Más (2008, p.31) pondera el término de competencia profesional pedagógica comunicativa en lo referente al contexto pedagógico y la define no ya como una disposición, habilidad o capacidad, como suele ser identificada, sino como un estado de preparación general del sujeto que implica asumirla como un proceso susceptible de ser moldeado, formado y desarrollado a partir de la intervención pedagógica pertinente, que se expresa en diferentes niveles; presupone concordar con la idea de que la preparación general hace alusión tanto a la teórica, como a la afectiva y a la práctica; es decir, incluye la preparación psicológica, lingüística y la social cultural. Por ello, cuando se afirma que se considera un estado de preparación general se hace referencia tanto a la posesión de los recursos y los conocimientos que son necesarios, como a la disposición para realizar eficientemente la comunicación.
En El Proyecto Tuning se asumen como parte de las competencias genéricas: la capacidad de comunicación oral y escrita, de comunicación en un segundo idioma, y las habilidades para buscar, procesar y analizar información procedente de fuentes diversas. Bravo (2017, p.4)
Así mismo enuncian como parte de las competencias específicas: la capacidad de comunicarse de manera eficaz oralmente, por escrito y en forma no verbal, teniendo en cuenta la diversidad y las limitaciones que puedan dificultar la comunicación.
La competencia comunicativa incluye los procesos lingüísticos, psicolingüísticos y sociolingüísticos, por esta razón, trasciende el sentido propio del conocimiento del código lingüístico, para entenderse como una cualidad de saber qué decir, a quién, cuándo, cómo decirlo y cuándo callar. Implica aceptar que la competencia comunicativa no es reductible al aspecto lingüístico, que tienen que considerarse, además, los aspectos sociológicos y psicológicos implicados.
La adquisición de una competencia tal, está obviamente alimentada por la experiencia social, las necesidades y las motivaciones, y la acción, que es a su vez una fuente renovada de motivaciones, necesidades y experiencias. Rompemos irrevocablemente con el modelo que restringe la representación de la lengua a dos caras: una vuelta hacia el significado referencial, la otra hacia el sonido, y que define la organización del lenguaje como si consistiese exclusivamente de reglas para unir esas dos caras. Un modelo tal implica que la única función del habla es nombrar, como si las lenguas no estuviesen organizadas para lamentarse, alegrarse, rogar, prevenir, defender, atacar, relacionadas con las diferentes formas de persuasión, dirección, expresión, juegos simbólicos. Un modelo de la lengua debe presentarla con una cara hacia la conducta comunicativa y la vida social. Más (2008, p.34)
Al desarrollar la competencia comunicativa nos estamos preparando tanto para el papel de emisor como para el papel de receptor.
Las necesidades individuales, los propósitos y expectativas, los rasgos de la personalidad influyen, y mucho, en el nivel que alcanza la competencia comunicativa de un hablante, porque, aunque este es un concepto abstracto y general, solo se materializa en hechos concretos y particulares en el individuo. Si el hombre se comunica como personalidad, todos los aspectos de índole subjetiva resultan decisivos en la eficiencia comunicativa. Esta competencia está constituida por el conjunto de conceptualizaciones de los diferentes aspectos del mundo que rodean al hombre y que se actualizan en el estado de cosas al cual se hace referencia en una situación comunicativa específica.
Dentro de la competencia comunicativa Reyzábal (2013, p.20) incluye a la lingüística cuando plantea que la competencia lingüística es el conjunto de conocimientos, habilidades y destrezas que requiere el uso adecuado, correcto, coherente y estético tanto del código oral como del escrito (comprensión y expresión, análisis y síntesis, identificación, comparación, creación, recreación de mensajes), centrándola en escuchar y hablar, leer y escribir de forma competente. No obstante, se amplía esta consideración y se destaca la más vasta y general competencia comunicativa (sin dejar de lado la lingüística, sino incluyéndola) de manera que su logro permita y dé basamento a las anteriores, ya que incluye los otros lenguajes (verbales o no verbales como el matemático, icónico, musical, estadístico, gestual).
Por su parte Calzadilla (2017, p. 6) expresó que “La competencia léxico-semántica, junto a la gramatical, la fonológica, la semántica y otras, se inserta dentro de la competencia lingüística. Sin embargo, esta no debe circunscribirse solo a este ámbito, pues el léxico contiene y atraviesa a todos los aspectos de la competencia comunicativa”.
La competencia comunicativa al ser más amplia (considera los parámetros socioculturales) resulta fundamental para subrayar, negociar, intercambiar, reforzar o, incluso, negar significados que el mensaje verbal puede enunciar correctamente, pero, a veces, inadecuadamente. La competencia comunicativa se basa en la experiencia grupal y en las emociones, necesidades y motivaciones del propio sujeto; por ello, requiere un cúmulo de destrezas extralingüísticas relacionadas entre sí, pues conlleva saber en cada momento cómo comunicarse, con qué lenguaje, código o registro; incluso saber cuándo callar en nuestros intentos por entablar contacto con los demás, exige dominio tanto de normas (por ejemplo, las de cortesía), actitudes y valores como destrezas y habilidades o conocimientos formales.
Suele aparecer muy ligada a intentos de convicción o persuasión (no hay más que contemplar el despliegue de mensajes con códigos y lenguajes mixtos que usa la propaganda y la publicidad) y de transmisión de emociones y no solo al nombrar, al enunciar; por eso se adquiere de manera entrelazada con el proceso de socialización y no únicamente con el de la adquisición de cierto dominio estrictamente lingüístico o paralingüístico. El sujeto, para comunicarse, debe saber pensar, identificar su intención comunicativa y tener en cuenta a quién se dirige con el fin de emplear los recursos adecuados.
La competencia comunicativa implica el uso eficaz de un sistema complejo de lenguajes y códigos interdependientes, el cual permite a un sujeto estar en contacto más o menos constante a través de múltiples signos y señales, sin descartar el principal que es el lenguaje verbal (oral y escrito).
Se debe ser competente para leer el mundo, el cosmos, que en la actualidad se representa también como un gran ser vivo, expresivo, o como un enorme panel informático; esta comunicación puede aportarnos rasgos de lo inaccesible o inimaginable, de manera que todo lo existente quepa en nosotros y que cada ser humano pueda trasladar sus pensamientos, emociones, ruegos, fantasías o sugerencias a los demás. Reyzábal (2013, p.24)
La comunicación eficaz se apoya en todos los lenguajes, entendiendo por tales aquellos que manifiestan algo mediante cierto código (tal como la música, las señales de tráfico, las matemáticas, la arquitectura, la moda), por eso Vigotski (1980) habla de dos clases de elementos de mediación con la realidad: la lengua y las herramientas, estas modifican el entorno y aquella a las personas.
Mediante una comunicación eficaz se efectúan acciones de intercambio social con la finalidad de satisfacer necesidades básicas como las de inclusión, control y afecto; así cada sujeto comprueba si es rechazado o aceptado, ignorado o valorado y se va reacomodando en el medio social; a su vez, la necesidad de control le conducirá a autorregularse y a asumir su responsabilidad en este de acuerdo con las normas del mismo; por otra parte, la satisfacción del afecto le permitirá sentirse único, valorado no solo profesionalmente sino como persona, como ser humano.
El hombre interviene y se expresa en la relación interpersonal como personalidad y, por tanto, en su actuación en contextos comunicativos, intervienen tanto los elementos que permiten una ejecución pertinente desde el punto de vista cognitivo-instrumental, como aquellos que se refieren a la esfera motivacional-afectiva. La disposición para la comunicación es un componente importante para el desarrollo de una comunicación eficaz. Está asociada predominantemente con la esfera afectiva motivacional y refleja una orientación afectiva positiva hacia las situaciones comunicativas, hacia la relación con los otros; se vincula con necesidades, motivos, vivencias y expectativas que disponen favorablemente a las personas para establecer interacciones comunicativas eficaces con los demás.
Estas reflexiones convidan a pensar, que la competencia comunicativa, como enuncia Reyzábal (2013, p.27), requiere de una pragmática global comunicativa, en la que la comunicación engloba a la comunicación verbal y esta a su vez engloba a la comunicación literaria, científica, tecnológica, pedagógica, psicológica, etc.
CONCLUSIONES
Los distintos aspectos discutidos representan algunos de los actuales desafíos: el desarrollo de competencias para una comunicación eficaz. Este es un fenómeno que va más allá de la eficacia de los conocimientos, hábitos y habilidades que intervienen en la actuación personal en situaciones de comunicación. Resulta imprescindible encarar el problema a partir de un enfoque personológico.
Desarrollar competencias para una comunicación eficaz en los nuevos escenarios de aprendizaje resulta crucial, y este proceso puede apoyarse en ideas que no son nuevas, pero que adquieren nueva importancia en este nuevo contexto donde el docente contribuye a que el estudiante comprenda qué se le requiere en un nuevo entorno de aprendizaje.
REFERENCIAS
BIBLIOGRAFÍA
Amayuela, G. (2017). Comunicación y su relación con la educación en el contexto universitario. En Alternativas en Psicología. Recuperado de http://www.alternativas.me/attachments/arti
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