Carmen Julia Pulido Benítez*
Universidad de Artemisa, Cuba.
carmenjp@uart.edu.cu
Resumen
La institucionalización del marxismo al estilo soviético en Cuba ocurrió en los años ´70, como parte de la creciente colaboración con la entonces Unión Soviética. Dicha colaboración era ya un hecho manifiesto en la esfera económica desde el triunfo revolucionario de 1959, cuando la Unión Soviética comenzó a ocupar el lugar abandonado por los Estados Unidos como socio prioritario; sin embargo, la Revolución cubana necesitaba fortalecer su propia base en el terreno ideológico, que, aunque ciertamente ya contaba con una profunda e histórica influencia de las ideas de José Martí, resultaba insuficiente para vindicarse ante el mundo, sobre todo, después de declarar su carácter socialista en 1961. El objetivo fundamental del presente trabajo es realizar una valoración crítica de la forma en que se impusieron en la realidad cubana las concepciones del Socialismo ¨real¨ soviético, así como de la crisis que, en consecuencia, se manifiesta hasta la actualidad en la enseñanza del marxismo en la educación superior.
Summary
The institutionalization of Marxism in Cuba in soviet style was at the 70´s, like part of increasing collaboration with the ancient Soviet Union. This collaboration gets on in the economy sector, since revolutionary triumph of 1959, when the Soviet Union occupied the abandoned place by United States, like the principal business associate; however, the Cuban Revolution needed fortify an own ideological base, there was a profound historical influence of Jose Marti’s ideas, but it was not enough to the world vindication of Revolution, especially after declaration the socialist character in 1961. The main objective of this research is to make a critical appraise about the way that the “real” soviet socialism conceptions, was imposed upon the Cuban reality, and, consequently, the current crisis of teaching Marxism into the high Cuban Education.
Palabras claves: socialismo real, marxismo-leninismo, crisis, pensamiento cubano.
Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Carmen Julia Pulido Benítez (2018): “La crisis de la enseñanza del marxismo en el sistema educativo superior cubano”, Revista Atlante: Cuadernos de Educación y Desarrollo (junio 2018). En línea:
https://www.eumed.net/rev/atlante/2018/06/crisis-ensenanza-marxismo.html
//hdl.handle.net/20.500.11763/atlante1806crisis-ensenanza-marxismo
La teoría creada por Carlos Marx significó un nuevo modo de interpretar el mundo, y como corriente ideológica e historiográfica, fue resultado del estudio del Capitalismo del siglo XIX, época en que vivió su creador. Desde entonces, el contexto social y económico mundial ha cambiado de manera impensada, incluso en las más arriesgadas predicciones, por lo que hoy resulta imposible interpretar, _y mucho menos cambiar_ la realidad solo a partir de los escritos de los clásicos. En este sentido, cualquier análisis debe partir de que el marxismo resulta inacabado de modo permanente (Monal, 2012: 92). El mismo Marx lo entendió así, por eso basó sus estudios en el método dialéctico, el cual, como legado imperecedero para todo estudio social, permite a los cientistas adaptar la ideología marxista a cada época, haciendo coincidir su esencia humanista con los proyectos socio-económicos de los pueblos que aspiran a una sociedad superior al sistema capitalista.
En Cuba el sistema educativo superior considera el marxismo una disciplina básica de las que conforman el tronco común para todas las carreras universitarias. Desde las diferentes asignaturas que abarca el marxismo _Filosofía, Economía Política y Teoría Socio-política_, tiene el objetivo de fomentar en los futuros profesionales una visión científica de los temas económicos, sociales y políticos, así como los principios ideológicos que los preparan para la participación activa en la construcción de una sociedad socialista. Esta pretensión resulta todavía insatisfecha, debido a que muchos de los conocimientos se transmiten solo en el plano academicista, a través de sistemas de clases desactualizados, que no promueven la movilidad social.
El objetivo de este trabajo es realizar una valoración de los problemas fundamentales que llevaron al deterioro de la enseñanza del marxismo en el sistema educativo superior cubano, y con ello aportar elementos que enriquezcan el pensamiento cubano actual. La investigación está concebida en tres acápites: el primero llamado ¨El adoctrinamiento¨, se refiere a los orígenes de la crisis, a partir de la influencia de la ideología soviética en Cuba desde los años ´70 hasta el colapso del Socialismo europeo; en el segundo, ¨La voz del pensamiento marxista cubano¨ se resalta la sub-valoración por parte de los sistemas de enseñanzas superior, respecto a importantes representantes del pensamiento marxista cubano; y el tercer acápite titulado ¨El marxismo que necesitamos: una visión desde la Economía Política¨, enfatiza en el nuevo papel que deben jugar las ciencias sociales, específicamente la Economía Política, en el análisis de los profundos cambios que están ocurriendo hoy en la sociedad cubana, y la urgencia de desarrollar un pensamiento crítico para la reflexión y el debate en el terreno ideológico.
Para la realización de este trabajo se tomó como referente fundamental la obra del Dr Fernando Martínez Heredia1 , consecuente promotor de un marxismo autóctono cubano y paradigma de trabajo intelectual.
Los decidores en estrategias ideológicas, confiaban en que, tras el triunfo revolucionario de 1959 podrían hallar una vía propia hacia un Socialismo ¨a lo cubano¨; sin embargo, las duras circunstancias de los años ´60 fueron mermando esa posibilidad. Por una parte acechaban las grandes presiones estadounidenses, que ponían en peligro la esencia misma del proyecto revolucionario, y obligaba al país a priorizar todos los esfuerzos en la defensa del país; mientras que, a nivel internacional, Cuba era víctima de la ¨guerra fría¨, donde llegó al extremo de ubicarse en el mismo centro de un desastre nuclear. En medio de todo eso, aunque el apoyo popular a la Revolución era indiscutible, en el terreno político e ideológico se manifestaban contradicciones y confusiones provocadas por el momento histórico, que se unían a los arraigados prejuicios anticomunistas fomentados durante la etapa neocolonial. Se hacía imprescindible crear una nueva conciencia revolucionaria, sobre todo en función de las nuevas tareas a emprender después de proclamado el rumbo hacia el Socialismo. La Unión Soviética llevaba adelante su modelo de ¨socialismo real¨2 , y lo recetaba al movimiento revolucionario mundial como ineludible vía para la creación de la nueva sociedad, fue así que, como parte de la colaboración entre los dos países, el vacío ideológico cubano comenzó a ser ocupado por las ciencias sociales al estilo soviético, diseñadas en manuales abarrotados de conceptos dogmáticos y rígidos, que burdamente intentaban versionar a los clásicos, y por los que de manera oficial en los años ´70 comenzaron a legitimarse los elementos básicos de nuestra ideología.
Ante todo, es necesario aclarar la legitimidad y pertinencia de la ideología marxista para asegurar el rumbo de la Revolución cubana. No fue de por sí la entrada del marxismo-leninismo3 lo que afectó al modelo de socialismo cubano; sino la tendencia a ¨sovietizarlo¨ sin interpretarlo ni adecuar sus categorías generales a las particularidades de la sociedad cubana.
Como es sabido, una de las tendencias de las Ciencias Sociales en el siglo XX es la democratización del conocimiento a través de la cooperación internacional, como respuesta al proceso contrario de polarización que promueve el sistema capitalista, pero dicha democratización a su vez plantea un problema social: el peligro del sometimiento. La globalización científica, aún en condiciones de cooperación y solidaridad, trae consigo impactos negativos, uno de los cuales es la imposición de la cosmovisión de quienes están en condiciones de tomar las decisiones. Quizás hoy resulta fácil llegar a estas conclusiones, pero en aquellos momentos la URSS era el gran país líder del Socialismo mundial, que enfrentaba triunfantemente al Capitalismo y representaba la esperanza de los pueblos que aspiraban avanzar hacia un sistema social diferente. A esos pueblos no les quedaba otra cosa que observar y copiar de forma estereotipada las experiencias soviéticas de transformación social. Cuestiones como el papel del Estado, la regulación económica, el lugar de las clases sociales, la acción de los Partidos Comunistas, las relaciones internacionales, entre otros, se erigieron en dogmas que, a contrapelo de la dialéctica, en vez de adecuarse a las singularidades de los procesos nacionales; por el contrario, toda la riqueza y diversidad de esos procesos debía adecuarse al dogma, por más ajeno o erróneo que este resultara.
Más que de creación de conciencia, lo que comenzó en Cuba fue un proceso de adoctrinamiento. Desde 1961 se habían creado las escuelas de Instrucción Revolucionaria para impartir charlas, conferencias y círculos de estudios a los militantes de las organizaciones políticas y de masas, que se fueron extendiendo a los centros laborales y las escuelas; sin embargo, al mismo tiempo fueron desapareciendo los espacios de opinión, las publicaciones y los debates sobre lo que acontecía en la realidad social cubana y latinoamericana. Esta paradoja dio inicio a la crisis del pensamiento cubano en la etapa revolucionaria. Ejemplo de ello fue la decisión tomada “desde arriba” de clausurar la revista ¨Pensamiento Crítico¨. Creada en 1967 por iniciativa de un grupo de jóvenes profesores del Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana, dirigido por Fernando Martínez Heredia, la revista, de publicación mensual, promovía el intercambio sobre el pensamiento más revolucionario de la época, en constante ejercicio de la crítica y el cambio social, hurgando en los vacíos teóricos y en los temas más polémicos, sin hacer concesiones ¨a la ideología que dominaba en nombre del socialismo¨ (Torres, 2007).
En la presentación de su libro ¨La crítica en tiempos de Revolución¨, en 2011, el propio Martínez Heredia planteó respecto a los objetivos de la revista:
¨Después de varios años ―de 1963 a 1966― buscando una expresión más adecuada de entender y transmitir el formidable aporte del pensamiento de Marx y del legado marxista en la tradición del pensamiento revolucionario socialista, llegamos a la conclusión de que se hacía indispensable enfocar su estudio a partir de su historia y abandonar integralmente el cuerpo doctrinal resumido en los manuales, es decir, el materialismo dialéctico e histórico estructurado en la tradición soviética. No se trataba, evidentemente, de un simple encuadre pedagógico, sino de cómo entender el pensamiento revolucionario.
Este cambio, incongruente con el cuerpo doctrinal del marxismo soviético ―en Moscú e igualmente en La Habana―, se convirtió para nosotros en un referente fundamental, y no tengo reparo alguno para afirmar hoy, a cuarenta años de disuelta la revista y el Departamento de Filosofía (hasta el exceso inusitado de la demolición), que aquel programa preserva su actualidad y merecería que nuestra enseñanza superior lo experimentara, sin prejuicios, a la vez críticamente, como debe hacerse con todo.¨ (Martínez, 2011)
Esa visión diferente provocó no solo el cierre de la revista en agosto de 1971, sino además la disolución del Departamento de Filosofía tres meses después, y la conversión de su joven director en un “proscrito” (Guanche, 2005: 3)
El fracaso de la zafra azucarera de 1970 removió los cimientos del modelo económico y obligó a repensar la estrategia a seguir. En el discurso inaugural del I Congreso del Partido Comunista, celebrado en 1975, el presidente Fidel Castro reconoció autocríticamente los errores de voluntarismo cometidos y declaró que a partir de ese momento, Cuba abandonaría los intentos de desarrollo independiente para alinearse pleidnte con las políticas socio-económicas del campo socialista. En el plano intelectual eso significó la implementación masiva de los programas de estudios soviéticos, de modo que el marxismo-leninismo se instituyó como programa básico dentro de los sistemas de estudios superiores. Se crearon los Departamentos de Filosofía Marxista-leninista, estableciéndose el estudio de esta disciplina en todas las carreras universitarias. El programa incluía las asignaturas Materialismo Dialéctico y Materialismo Histórico, cuyo texto básico era el famoso manual de Fiódor V. Konstantinov. 4 Sobre su divulgación en Cuba planteó Martínez Heredia:
¨El Departamento de Filosofía chocó frontalmente con el rostro de la “Iglesia”, es decir, con el Manual de Konstantinov y la bibliografía soviética, pero pronto nos percatamos de lo que ellos realmente significaban: que el marxismo-leninismo soviético trataba de ser el contenido de la educación marxista y la ideología oficial de la Revolución, como parte del intento de convertir a Cuba en un apéndice más del llamado sistema socialista. Y eso no solo era diferente, sino que negaba la realidad y el proyecto revolucionario socialista cubano.¨(Martínez, 2013)
El programa se caracterizaba por un notable positivismo en el análisis de los fenómenos sociales, explicables desde concepciones euro-centristas, que para nada tenían en cuenta los problemas ni la historia de los pueblos del llamado Tercer Mundo, lo que acentuaba el aislamiento respecto al pensamiento social cubano y latinoamericano.
Aquel marxismo-leninismo no tardó en demostrar su incompatibilidad con los principios de la Revolución cubana. Por ejemplo, propugnaba la política de la coexistencia pacífica como práctica de las relaciones internacionales, partiendo de una hipotética convivencia sin conflictos entre el Capitalismo y el Socialismo; pero la misma resultaba opuesta a la realidad que vivía Cuba, que a diario debía enfrentar las agresiones y el bloqueo impuesto por los Estados Unidos. La doctrina de la coexistencia pacífica también era incompatible con la práctica internacionalista de la Revolución, por eso el apoyo de Cuba a las luchas revolucionarias de otros pueblos siempre fue duramente criticado por la alta dirección soviética y motivo de tensiones en la relación entre ambos países.
No menos contraproducente resultaba el lugar que daban las Ciencias Sociales soviéticas al desarrollo de la espiritualidad. Según su punto de vista, lo más importante era asegurar el desarrollo económico a través de una industrialización acelerada, quedando la superestructura social en un plano secundario. En la práctica, esto se manifestó en el creciente dogmatismo y la burocratización del trabajo intelectual; y como consecuencia de imitar ese canon en todo el campo socialista, surgieron las repudiadas políticas de limitaciones y represiones al libre desarrollo del Humanismo, que lastraron siempre las relaciones entre el Estado y la cultura. En Cuba ese conflicto vivió su momento más crítico entre los años 1971 y 1975, etapa que fue bautizada como ¨el quinquenio gris¨. 5
Para completar el proceso, en los años ´80 fueron otorgadas cientos de carreras universitarias relacionadas con el marxismo -leninismo, con la magnífica oportunidad de ser cursadas en los propios países socialistas. Al graduarse, esos profesionales regresaron llenos de valiosos conocimientos, conceptos teóricos, que por lo general resultaban incompatibles con los problemas concretos de la sociedad cubana, pues eran copias fieles de las realidades de aquellos países, y no permitían entender, mucho menos transformar nuestra realidad. Las ofertas que se ofrecieron en el mercado laboral, consistieron en sumarse al adoctrinamiento como profesores de marxismo o dedicar tiempo en investigaciones que apenas rebasaban el marco de lo teórico.
2.- La voz del pensamiento marxista cubano
El pensamiento cubano tuvo conciencia de sí desde la colonia. Sus más destacados exponentes fueron aquellos que trataron de dar respuestas a los problemas socio-económicos fundamentales de la nación: la consolidación de la nacionalidad, la búsqueda de la independencia y la necesidad del desarrollo.
El punto de partida para hablar de pensamiento en Cuba, fue la fundación de la Universidad de La Habana en el s. XVIII por la Orden de los Dominicos, pues de ese alto centro de estudios surgieron brillantes personalidades de la naciente intelectualidad, tales como Tomás Romay y Chacón, Francisco de Arango y Parreño, José Agustín Caballero y Rodríguez, José de la Luz y Caballero, entre otros. (Torres-Cuevas, 2010: 9). Ellos fueron más allá de los límites de su época para crear un autóctono sedimento teórico conceptual, que es fuente obligada para cualquier estudio socio político y económico de Cuba.
En su evolución, el pensamiento cubano siempre estuvo abierto a la relación con el pensamiento internacional, por lo que desde los primeros años del siglo veinte, las ideas marxistas fueron calando poco a poco dentro de ese ideario filosófico hasta convertirse en una importante influencia en las formas de lucha del movimiento obrero cubano. Esto significa que mucho antes del marxismo soviético, ya existían en Cuba personalidades que con su acción y su palabra defendieron el ideal socialista y lo divulgaron apasionadamente. En este acápite se realza la riqueza del pensamiento de tres marxistas cubanos, Carlos Baliño López, Julio Antonio Mella y Ernesto Guevara, hasta hoy insuficientemente reconocidos como tales por los programas educativos nacionales. Ese desaprovechamiento, es otra de las causas de la crisis de la enseñanza del marxismo en Cuba.
Un exponente indispensable para vindicar el lugar que le corresponde a un marxismo autóctono, es Carlos Baliño López (1848- 1926). Por la fuerza, profundidad y altos objetivos de sus ideas, Baliño debería ser considerado como un clásico del marxismo cubano. De él dijo Blas Roca:
¨A Carlos Baliño no se le menciona en los textos de Historia ni en las obras de los literatos oficiales. Aún entre los trabajadores revolucionarios incorporados a la lucha por un mundo mejor, Baliño resulta poco conocido¨ (Roca, 1976: 75)
Estas palabras, escritas en 1941, lamentablemente mantienen vigencia, pues todavía hoy las nuevas generaciones desconocen quién fue este gran hombre. Algunos estudiosos catalogan el marxismo que conoció y divulgó Baliño como incompleto, y tienen razón. Baliño perteneció a esa generación temprana que no se propuso –ni se lo podía proponer—como tarea inmediata, el cambio social, si no la preparación para el cambio; de ahí los principios en los que se basó, las aspiraciones que despertó y las organizaciones que fundó.
Desarrolló su mayor acción revolucionaria entre los trabajadores cubanos exiliados en Estados Unidos, fundamentalmente los tabaqueros de Tampa y Cayo Hueso. Precisamente allí en Cayo Hueso conoció a Martí en 1892, y se sumó a los preparativos y la fundación del Partido Revolucionario Cubano. Creó varias logias masónicas, el club ¨El Diez de Abril¨, y colaboró en periódicos como La tribuna del pueblo, desarrollando una fuerte labor de propaganda a la causa independentista cubana. Por ese activismo patriótico, Martí lo llamó ¨pluma y lengua de oro¨ (Martí, 1991: 201). Fundó el gremio de tabaqueros ¨Caballeros de la luz¨, desde el cual organizó actividades sindicales contra la explotación que sufrían los obreros en manos de los propietarios capitalistas. En 1898 regresó a Cuba y continuó su actividad política dentro de las filas del Partido Obrero Socialista de Cuba, para el cual redactó en 1905 el programa político y escribió además su conocido folleto ¨Verdades Socialistas¨, con el objetivo de explicar a los trabajadores cubanos las tesis elementales de la ideología marxista, adecuándolas magistralmente a nuestra realidad. El estudio de este folleto tampoco es prioridad en los programas de estudios superiores, lo que permite reconocer que el marxismo incompleto no fue el de Baliño, sino el que se imparte hoy, por desconocerlo. Es hora de darle el lugar que merece la obra de este destacado hijo de Guanajay, que por esas casualidades de la historia, nació en febrero de 1848, exactamente en el mes y el año en que fue publicado por primera vez el Manifiesto Comunista de Carlos Marx y Federico Engels.
Ya en los finales de su vida, en agosto de 1925, respondiendo a un llamado de la Internacional Comunista, Baliño asistió en La Habana a la reunión de los comunistas cubanos en la que se acordó la constitución del Partido Comunista de Cuba. Allí ocurrió la coincidencia histórica de ser elegido miembro del Comité Central, junto con el joven comunista más destacado de la época: Julio Antonio Mella.
Julio Antonio Mella (1903- 1929) pertenece a “la generación fundacional” (Kohán, 2008: 94) del marxismo latinoamericano de los años ´20 y ´30 del siglo XX. Fue, como dijo Fidel Castro ¨el cubano que más hizo en menos tiempo¨, refiriéndose a su accionar revolucionario, que fue breve, pero muy intenso, siempre en aras de preparar al movimiento obrero para continuar la tradición de lucha del pueblo cubano.
Siendo estudiante de la Universidad de La Habana, Mella fundó en 1922 la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), organización que, desde entonces y hasta hoy, constituye la más masiva y potente fuerza de los jóvenes estudiantes universitarios cubanos, presente en cada etapa de la lucha por la independencia nacional. Precisamente con el apoyo de la FEU, Mella lideró en 1923 el Primer Congreso Nacional de Estudiantes, donde con una visión marxista propuso la creación de la Universidad Popular José Martí, con el noble propósito de lograr una ¨contrahegemonía cultural en el seno de las clases trabajadoras¨ (Kohán, 2008: 99), y elevar su conciencia, preparándolas para su papel en la futura revolución 6.
Con apenas 22 años ya era miembro de la Agrupación Comunista de La Habana, y como se señaló anteriormente, participó en 1925 en la fundación del primer Partido Comunista de Cuba, donde asumió la secretaría de Propaganda.
La radicalización ideológica del combatiente ocurrió también a través de su obra escrita. Desde los primeros artículos de 1922 en la revista universitaria ¨Alma Máter¨, hasta sus folletos de 1926 ¨El grito de los mártires¨ y ¨Glosas al pensamiento de José Martí¨, se evidenció el tránsito del estudiante rebelde hacia el político antimperialista y martiano. En este último escrito, considerado un ensayo de un libro que Mella se proponía escribir sobre la obra martiana, comprendió la necesidad de adecuar el legado político-ideológico de Martí a las nuevas condiciones del siglo XX en Cuba, teniendo en cuenta el avance de los intereses imperialistas y la confirmación práctica de la influencia del marxismo. Ese documento demuestra que las ideas martianas y marxistas están en la raíz de la Revolución cubana.
Sirvan estos dos exponentes para destacar el gran mérito de los pioneros del marxismo en Cuba, que intentaron arraigar una base ideológica autóctona en condiciones muy adversas, conjugando la tradición histórica de Cuba, el ideario martiano y el marxismo original. La continuidad de sus ideas en los años ´40 y ´50 del s. XX, se vio afectada por las limitaciones de la época, signada por un mayor intervencionismo estadounidense, el incremento de la represión y la propagación de estereotipos anticomunistas; aunque a pesar de todo, se destacaron algunas figuras que continuaron y enriquecieron el legado marxista.7 Una vez declarado por la Revolución el rumbo socialista, sería solo una cuestión de tiempo que lo más destacado del pensamiento revolucionario diera continuidad a las ideas marxistas, porque, en definitiva: ¿A qué llama el marxismo, sino a la derrota de los explotadores, al fin de las injusticias, al reparto equitativo de la riqueza, a la oportunidad para todos, es decir, a la defensa de los ideales socialistas?. Sin embargo, la entrada del marxismo soviético lastró esa continuidad, y el pensamiento cubano fue prácticamente destinado a la tarea de copiar, o, _peor aún_, justificar, las recetas ajenas que, supuestamente, garantizarían el desarrollo socio-económico.
El análisis de los errores cometidos en el empeño de alcanzar la nueva ideología, conduce por fuerza al estudio de una de las figuras más importantes del pensamiento marxista cubano en su etapa revolucionaria: Ernesto Guevara de la Serna, o sencillamente, el Che.
Como intelectual comprometido, el Che también se sumó a la búsqueda de herramientas ideológicas para la Revolución. Era partidario de la polémica como método democrático y respetuoso de análisis, y con frecuencia invitaba al debate a prestigiosos pensadores nacionales y extranjeros 8, sobre temas económicos neurálgicos, brindando así una lección de cómo hacer política, despertar la creatividad y desarrollar formas diferentes de pensar.
Opuesto desde el principio a la propagación del marxismo soviético en Cuba, Che no solo criticó su carácter revisionista, sino que propuso alternativas. Muestra de ello fue la conocida carta que envió a Armando Hart, en la que, con la fina ironía que lo caracterizaba, deslegitimó las ciencias sociales soviéticas y propuso un plan para el estudio del marxismo. A continuación, se reproducen aspectos importantes de su contenido9 :
(…)¨En este largo período de vacaciones le metí la nariz a la filosofía, cosa que hace tiempo pensaba hacer. Me encontré con la primera dificultad: en Cuba no hay nada publicado, si excluimos los ladrillos soviéticos que tienen el inconveniente de no dejarte pensar; ya el partido lo hizo por ti y tú debes digerir. Como método, es lo más antimarxista, pero además suelen ser muy malos (…) Por ello hice un plan de estudios para mí que, creo, puede ser estudiado y mejorado mucho para constituir la base de una verdadera escuela de pensamiento; ya hemos hecho mucho, pero algún día tendremos también que pensar. (…)
Si le das un vistazo a sus publicaciones podrás ver la profusión de autores soviéticos y franceses que tiene. Esto se debe a la comodidad en la obtención de traducciones y a seguidismo ideológico. Así no se da cultura marxista al pueblo: a lo más, divulgación marxista, lo que es necesario, si la divulgación es buena (no en este caso), pero insuficiente.
Mi plan es este:
I Clásicos filosóficos
II Grandes dialécticos y materialistas
III Filósofos modernos
IV Clásicos de la economía y precursores
V Marx y el pensamiento marxista
VI Construcción socialista
VII Heterodoxos y capitalistas
VIII Polémicas¨
(…)
La carta continúa con una explicación detallada del contenido de cada acápite y con interesantes sugerencias sobre cómo aplicarlos en el programa. Es una muestra del interés del Che por la creación de un pensamiento marxista cubano que se nutriera de lo mejor de la cultura universal, más allá del reduccionismo de los ¨ladrillos¨ soviéticos. Sin embargo, la propuesta nunca fue llevada a la práctica por ningún programa de estudios.
El pensamiento del Che es uno de los más mencionados en los más diversos escenarios políticos; pero paradójicamente, sus escritos marxistas no abundan en los programas de estudios superiores cubanos. Por ejemplo, sus obras Apuntes críticos de la Economía Política y El Socialismo y el Hombre en Cuba, aunque fueron escritos en1964 y 1965, respectivamente, constituyen dos documentos políticos de trascendental importancia y actualidad en la batalla intelectual que se libra hoy en Cuba. En ambos folletos el Che realizó una valoración de los principios del Socialismo y sometió a crítica su aplicación en Cuba, siempre teniendo en cuenta que el Socialismo es joven y tiene errores.
En general, los aportes del Che al marxismo cubano podrían resumirse en los siguientes:
Desafortunadamente, esos aportes aún están pendientes de realización. Se continúa utilizando el pensamiento del Che como un valor instituido, para decirlo con sus propias palabras, como ¨divulgación marxista¨. Solo que ¨Así no se da cultura marxista al pueblo¨.
Cuando se visualizan los contenidos de los programas de marxismo en la actualidad, resalta en ellos la pobreza de personalidades nacionales que se estudian, así como la falta del debate sobre sus ideas, dando la impresión de inexistencia de un pensamiento autóctono. Por esa razón, dichos programas resultan incompletos. Ante la cuestión de si existe o no un pensamiento cubano actual, la respuesta es sí. El marxismo en Cuba hoy está capacitado con armas cognoscitivas para el análisis de los problemas de esta época, solo que es ineficaz, pues aún no ha logrado fructificar en respuestas, debido al injustificado olvido de sus propias fortalezas. A continuación se proponen cuatro personalidades del marxismo cubano actual, que por el valor de sus obras, merecen aparecer en los programas de estudio para actualizar y enriquecer sus contenidos. Sumados a los ya mencionados anteriormente, ellos dan continuidad a la historia de un pensamiento marxista cubano:
El fracaso del modelo de Socialismo soviético no significó el fin de la crisis del marxismo en Cuba; por el contrario. Tras tantos años de predominio de aquella ideología, en el sistema educativo superior cubano referente a la enseñanza del marxismo, quedaron al descubierto los siguientes problemas:
Entre las asignaturas que forman la disciplina Marxismo-Leninismo en Cuba, la Economía Política corre con peor suerte, por ser la que más refleja los problemas mencionados. El éxodo masivo de profesores de la asignatura se catalizó en los años ´90, pero fue resultado de ¨la burocratización generalizada, la formalización y la ritualización, el autoritarismo, el seguidismo, la supresión de todo criterio diferente al considerado oficial, el reino de la autocensura, la formación de grupos privilegiados, la simulación, el unanimismo y otros males¨ (Martínez, 2010: 121). Es importante recordar que muchos de esos profesores habían sido formados en los países socialistas, fundamentalmente en la Unión Soviética, en función del adoctrinamiento, y no estaban preparados para explicar un Socialismo en crisis. En la actualidad, la escasez de profesores de Economía Política continúa, pues a pesar de las adecuaciones a los planes de estudio11 , los graduados de la carrera Marxismo-Leninismo e Historia, pueden escoger entre cuatro asignaturas para impartir docencia _Historia, Filosofía, Teoría Sociopolítica y Economía Política_ , siendo esta última la menos aceptada.
La Economía Política como instrumento de trabajo político-ideológico, estudia las estrategias, la organización y los mecanismos económicos necesarios en todo el proceso de transformación social. Es decir, debe contribuir a crear cultura marxista. Sin embargo, la Economía Política que se imparte hoy en la Educación superior cubana, despierta la indiferencia y el menosprecio de los estudiantes, ya que descansa tranquilamente sobre sistemas de conocimientos desactualizados y sobre paradigmas sociales que se asumen sin crítica, debido a ello, ejerce una pobre influencia en el comportamiento ético y moral de los ciudadanos y desmotiva la participación social. Ejemplo de ello es la forma estereotipada con que siempre se han asumido conceptos básicos de la asignatura, que requieren hoy un cambio de mentalidad, una adecuación a las nuevas formas económicas y a los nuevos actores sociales que se manifiestan, tal como el concepto de ¨lucha de clases¨. Todavía hoy en los círculos académicos se discute la existencia o no de clases sociales en Cuba y las relaciones entre ellas. Uno de los errores de copiar acríticamente el marxismo soviético, fue la idea de la unión obrero-campesina, y los intentos de homogeneización de ambos grupos sociales, menospreciando las diferencias y contradicciones entre ellos, lo que, entre otras consecuencias, provocó el proceso de des-ruralización del sector agrario cubano. Mientras tanto, en la realidad no se logró la igualdad; por el contrario, crecieron peligrosamente las desigualdades sociales. El discurso de la asignatura Economía Política discurre al mismo tiempo que esa realidad, pero como líneas paralelas que no se tocan, pues en los programas de estudio todavía no hay un reconocimiento oficial a los profundos cambios que están ocurriendo en la estratificación cubana, y mucho menos al inquietante resurgimiento de una clase burguesa.
Otra concepción marxista que exige una nueva cosmovisión es la de justicia social, la cual implica la prevalencia del beneficio común, por encima del interés individual. Para garantizarla, la economía cubana se mantuvo durante mucho tiempo cerrada a la aplicación de los mecanismos del mercado; sin embargo, a partir de los Lineamientos de la política económica y social del Partido y la Revolución , la expansión de las relaciones monetario- mercantiles en Cuba es una necesidad objetiva, y obviamente, una de sus consecuencias es el incremento del interés individual, de las desigualdades y de los niveles de pobreza. No llevar esa realidad a la clase, debilita la credibilidad del discurso, y peor aún, dificulta la conversión del estudiante en un sujeto activo en la búsqueda de alternativas.
Después de sobrevivir a la experiencia soviética, Cuba se está encontrando a sí misma, después de pasar la crisis económica más profunda, larga y devastadora. El proyecto revolucionario cubano de hoy enfrenta nuevos peligros, retos y desafíos que exigen un pensamiento nuevo que no tema a la crítica. La Economía Política marxista-leninista, como parte del marxismo que necesitamos hoy, no puede encerrarse en manuales lapidarios ni desconocer la compleja dinámica que vive la sociedad cubana actual, atrapada aún en las limitantes del subdesarrollo, insertada en un mundo cada vez más neoliberal, y la vez empeñada en continuar la construcción de un Socialismo propio, próspero y sostenible.
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