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Observatorio de la Economía de VenezuelaDatos Básicos
VENEZUELA: DESIGUALDAD Y POBREZA (ICM)
La distribución del ingreso en Venezuela ha sido históricamente desigual; similar a lo ocurrido con buena parte de los países de América Latina. Esta región tiene la mayor desigualdad de ingresos del mundo, donde el 10% más rico de la población recibe en promedio el 36% del ingreso total y el 40% más pobre recibe apenas en promedio el 14% del ingreso total. El coeficiente más utilizado para medir la desigualdad es el Indice de Gini (IG) [1]. Este refleja para el caso de Venezuela una desigualdad significativa que, sin embargo, es menos pronunciada que el respectivo índice de otros países de la región. Comparativamente, Venezuela no está entre los países latinoamericanos que exhiben peores índices de desigualdad de ingresos (Brasil, Haití, Guatemala, Paraguay, entre otros) pero se encuentra bastante alejada de la distribución de ingresos que exhiben la mayoría de los países europeos, incluyendo Europa del Este, cuyos índices de Gini se sitúan en promedio entre 0,25 y 0,35. El Gráfico 1 recoge la medida de desigualdad en la distribución del ingreso para algunos años entre 1971 y 2002 según estimaciones que elige Rosemary Thorp (1998) para el estudio del BID sobre la historia de América Latina (1971, 1980 y 1986) y las obtenidas de la base de datos de CEPAL (1990, 1997, 2002).
Gráfico 1. Indice de Gini para Venezuela. Varios años de 1971 a 2002
Fuente: Thorp (1998) y CEPAL (2005)El rango de variación del IG no es tan importante a lo largo de las tres décadas observadas, sí lo es la constatación de que éste tendió a empeorar durante la década de los noventa, al situarse a los niveles de principios de los setenta (0,49). Esta relativa involución se ha sugerido tiene por causa, entre otras, los efectos negativos del programa de ajuste estructural implementado en 1989. En general, los programas de ajuste puestos en práctica en la mayoría de los países latinoamericanos durante los noventa, tuvieron el denominador común de acentuar la ya de por sí desfavorable distribución del ingreso de la región, motivo por el cual la población comenzó hacia finales de esa década y con mayor énfasis en lo que va del siglo XXI a cuestionar y oponerse políticamente al modelo de crecimiento sustentando en las políticas económicas aparejadas a esos ajustes, concatenadas con una visión que apuntalaba la reducción del peso y la acción del Estado en la economía. El Cuadro 1 recoge el IG para algunos de los países más desiguales económicamente de la región.
Cuadro 1. Indice Gini de varios países de América Latina
País
Brasil
(2001)
Chile
(2000)
Colombia
(1999)
Guatemala
(2000)
Haití
(2001)
Panamá
(2000)
Paraguay
(2001)
Indice Gini
0,59
0,51
0,54
0,58
0,68
0,55
0,55
Fuente: Banco Mundial (2006). Entre paréntesis el año en el que se realizó la encuesta.
Evidentemente que la desigualdad en América Latina es una de las mayores rémoras para alcanzar un desarrollo económico sostenible en la región y así poder abatir los altos niveles de pobreza. Aparentemente, el mismo efecto que tuvo la aplicación de las reformas económicas en Venezuela, en el sentido de empeorar la desigualdad, se observó en la mayoría de las economías latinoamericanas, pues en general hay consenso que durante los noventa la distribución del ingreso no mejoró. De situarse en promedio para la región el IG en 0,58 en 1970, la desigualdad disminuyó hasta situarse en 0,54 en 1982, para luego agravarse, particularmente durante los noventa y volver a alcanzar el índice de desigualdad de los setenta hacia 1995.
Se han mencionado una serie de explicaciones plausibles respecto a las grandes brechas de desigualdad que exhibe Latinoamérica. En primer lugar, con una perspectiva histórica, se le ha relacionado con las condiciones tropicales asociadas con el clima y la geografía, las cuales determinaron hasta cierto punto la forma y el tipo de instituciones económicas y sociales, conformando un proceso hacia la ampliación de la desigualdad. Como ejemplo cabe destacar que la producción de los cultivos tropicales desde la época de la colonia supusieron una reducción de los salarios y de la productividad de la mano de obra, pues sus rendimientos a escala facilitaron la aguda concentración de la propiedad de la tierra característica de los países de la región. En este mismo orden de ideas, la abundancia de recursos naturales que convirtió a la mayoría de los países latinoamericanos durante el siglo XX en exportadores de materias primas y productos básicos, también ha tenido implicaciones negativas sobre la distribución de los ingresos. La excesiva dependencia de las exportaciones de productos básicos ha supuesto que la región tenga una de las mayores tasas de volatilidad del crecimiento del PIB. Existe una fuerte evidencia empírica de que la volatilidad económica tiende a agravar la desigualdad del ingreso. La razón estriba en que la volatilidad macroeconómica tiende a castigar con mayor fuerza a los estratos de la población de menores ingresos, puesto que los pobres carecen de los medios y las capacidades de que disponen las familias más ricas para enfrentar los shocks negativos. La relación estadística sugiere que una reducción de 3% en la volatilidad del crecimiento del PIB real se traduciría en una disminución de aproximadamente 2% del IG de desigualdad de los ingresos.
En segundo término, aunados a los factores históricos, geográficos y macroeconómicos, han incidido en la ampliación de la desigualdad una serie de factores de índole microeconómica. Las decisiones que toman los individuos de una sociedad con respecto a cuántos hijos tener, trabajar o cuidar de otros, invertir en su educación propia o en la de sus hijos, están fuertemente influenciados por el estrato socioeconómico al que pertenezca dicho individuo. Desde esta perspectiva, se produce una suerte de doble causalidad, puesto que los patrones de desigualdad previos tienden a reforzar condiciones negativas para tomar estas decisiones y, a su vez, estas condiciones tienden a reforzar la desigualdad. Según se desprende del estudio realizado por el BID sobre la desigualdad en América Latina (1999), entre las causas del aumento en la brecha de ingresos se mencionan las diferencias en los niveles de educación entre ricos y pobres. Por término medio los ricos tienen alrededor de 7-8 años más de educación que los pobres. Hacia finales de los noventa Venezuela en este aspecto exhibía una de las brechas menos pronunciadas de la región, puesto que la diferencia en los años promedio de educación para la población mayor de 25 años entre el decil más rico y el decil más pobre era de aproximadamente 6 años.
Otra causa, relacionada con la anterior, es la brecha de los ingresos laborales por diferencias de ocupación. Mientras entre una cuarta y tercera parte de los individuos del quintil más rico tienen ocupaciones en funciones directivas y profesionales, esta cifra es de apenas 0,5-1% en el 30% más pobre. Una tercera explicación se desprende de constatar las debilidades inherentes a la participación laboral femenina, la cual va de la mano con los más bajos niveles de instrucción de las mujeres pertenecientes a los deciles de la población de menores ingresos. No es sólo que existe una diferencia apreciable entre los ingresos que perciben los hombres y las mujeres en la región, sino también existen importantes diferencias entre las mujeres ocupadas dependiendo del estrato socioeconómico al que pertenezcan. En el caso de Venezuela, esta realidad significa una diferencia notable en la obtención de ingresos de la población femenina entre 25 y 45 años. En efecto, a finales de los noventa mientras la tasa de participación laboral de las mujeres pertenecientes al decil de mayor ingreso era de 77%, dicha participación era de 32% en el caso de las mujeres pertenecientes al decil de menores ingresos. Esta situación se agrava al corroborar que desde la perspectiva del tipo de trabajo, es decir si éste es formal o informal, mientras sólo un 27% de las mujeres trabajadoras pertenecientes al decil de más alto ingreso se desempeñaban en el sector informal, el porcentaje respectivo para las trabajadoras del decil más pobre era de 84%. Siendo el sector informal un sector donde la estabilidad laboral y la obtención de ingresos son precarias, no cabe duda que este aspecto acentúa la desigualdad.
Por otra parte, existen diferencias entre el tamaño de los hogares ricos y pobres que también profundizan la desigualdad. En promedio, un hogar rico está compuesto de 4 miembros, mientras que las familias ubicadas en el 30% inferior tienen en promedio 6,3 miembros. El mayor tamaño de las familias situadas en los tres deciles inferiores se debe al hecho que tienen más hijos y no un mayor número de personas adultas. Evidentemente, el hecho que las familias de menores ingresos tengan más hijos contribuye a agravar la desigualdad en tanto los menores ingresos deben compartirse entre un mayor número de miembros de la familia. Para el caso de Venezuela, si las familias pobres tuvieran el mismo número de hijos que las ricas, la desigualdad medida por el IG se reduciría aproximadamente en cinco puntos. Se han identificado, pues, varios canales a través de los cuales los factores demográficos afectan la distribución de los ingresos. En general, elevadas tasas de fecundidad, la baja participación de la mujer en la fuerza laboral y un bajo nivel de educación tienden a coexistir y retroalimentarse, y estos factores están relacionados con una mayor desigualdad de los ingresos.
Adicionalmente, la evidencia empírica demuestra que la desigualdad se amplía si se consideran los niveles de ingreso de la población rural con respecto a la urbana. En las áreas rurales, los factores demográficos, laborales y educativos que influyen en la desigualdad se agudizan y afectan de una manera más determinante a la población rural que para el caso de la población urbana. En este sentido, Venezuela no se encuentra entre los países de la región con las mayores brechas de ingresos rural/urbano, pues ésta es de aproximadamente 1,5 veces. Compárese esta cifra con la correspondiente a Brasil y Ecuador donde la diferencia de ingresos rural/urbano es de 3 veces.
En función de lo indicado, se muestra en el Cuadro 2 la desigualdad de ingresos en Venezuela en una comparativa histórica que cubre cuatro décadas, examinado qué porcentaje del ingreso le corresponde al 5% más pobre, el decil (10%) y el quintil (20%) más pobre, comparativamente con el ingreso correspondiente al 5% de la población más rico.
Cuadro 2. Participación en el ingreso total de la población venezolana.
1962, 1970 1980, 1998.
Años
5% más pobre
10%
20%
5% más rico
1962
0,6
1,1
2,4
27,2
1975
0,5
0,9
2,1
27,2
1980
0,7
1,2
2,6
24,9
1990
0,7
1,2
2,4
23,7
1998
0,5
0,9
2,2
27,2
Fuente: Baptista (2000)
A pesar que no se observan variaciones significativas para el caso del quintil más pobre, en el caso del 5% más rico de la población se constata que éste retornó hacia finales de los noventa al control de la misma proporción del ingreso de principios de los sesenta, en torno al 27%, luego que esta participación disminuyera un tanto, lo cual parece corroborar el efecto concentrador del ingreso de las políticas de ajuste implementadas desde 1989. Las cifras del Cuadro 3, extraídas de un informe de la CEPAL, aunque no coinciden en los porcentajes en tanto se elaboraron con una metodología diferente, viene a corroborar, no obstante, la tendencia en la concentración del ingreso.
Cuadro 3. Participación en el ingreso total de la población venezolana.
1981, 1990, 2002
Años
10% más pobre
20% más pobre
20% más
Rico
10% más
rico
1981
2,5
6,9
37,8
21,8
1990
2,0
5,7
44,6
28,4
2002
1,2
4,3
48,3
31,3
Fuente: CEPAL (2004)
Otra perspectiva para observar los niveles de desigualdad, resulta de medir la participación en el ingreso de los factores productivos trabajo y capital. Por supuesto, la participación en el ingreso total de los trabajadores puede estar solapada con el hecho que su ahorro agregado recibe remuneración del capital por los intereses generados por éstos o cualquier otro instrumento financiero que un trabajador tenga en su poder y devengue un rendimiento. En el caso de los trabajadores venezolanos, la caída del salario real ha significado una merma de sus ingresos que hace poco significativa la cifra de remuneraciones al capital derivada de sus ahorros. Al respecto, según cifras de Baptista (2000), la evolución del salario real desde 1950 hasta 1998, medida en bolívares de 1997, muestra un clara tendencia hacia el deterioro. En el año 1950 el trabajador venezolano promedio percibía un salario real equivalente a 2.715.298 de bolívares, cifra que experimentó un ascenso sostenido hasta alcanzar su máximo histórico de 5.305.208 de bolívares en 1979. A partir de este año el salario real se contrae y hacia 1990 era de 2.928.401 bolívares, para continuar deteriorándose hasta los 2.375.254 de bolívares en 1998, representando aproximadamente un 45% del salario real de fines de los setenta.
Bajo este escenario, la participación de los trabajadores medida por la remuneración salarial en el ingreso nacional siguió la misma tendencia del salario real. Dicha participación empeoró marcadamente desde la década de los ochenta. En efecto, si se toma la participación del factor trabajo en el ingreso, tomando en consideración casi medio siglo de medida de esta variable (1950-1998), se observa como los trabajadores van perdiendo paulatinamente participación en el ingreso frente al capital, hasta el punto que de representar en 1950 y en 1960 cerca del 60%, lo cual la aproximaba a los estándares de los países industrializados, en 1998 dicha participación había disminuido a sólo alrededor de una tercera parte del ingreso total (Gráfico 2). Esta tendencia contrasta, por ejemplo, con lo sucedido en Francia y Bélgica. En estos países, los trabajadores tenían hacia 1960 una participación de 55,4% y 53,8% respectivamente en el total de la renta y hacia 1980 exhibían un incremento en dicho total de 62,2% y 68,6% respectivamente. Por el contrario, comenzando los años ochenta la participación del trabajador venezolano en el total de la renta había disminuido hasta 45,9%, muy inferior al que exhibía dos décadas atrás [2].
Gráfico 2. Participación del factor trabajo en el ingreso total en Venezuela. 1950-1998.
Fuente: BCV. Varios años.
Esta caída en la participación del trabajo en los ingresos, aunado a la pérdida continua del poder adquisitivo de la gran mayoría de las familias venezolanas, se retroalimentó con el aumento sostenido de la tasa de desempleo y el incremento de la población económicamente activa que pasó a engrosar las filas de la economía informal. Los canales de transmisión de una mayor desigualdad económica por el efecto del aumento de la economía informal se relacionan con el hecho que el empleo informal generalmente tiene una remuneración menor que el correspondiente en los sectores formales. En Venezuela y otros países latinoamericanos, el crecimiento económico exhibido durante ciertos períodos no ha logrado revertir la tendencia hacia el aumento constante de la economía informal. Las cifras del Cuadro 4 muestran las tendencias de la tasa de desempleo y de la tasa de ocupación en el sector informal para varios años a partir de 1981.
Cuadro 4. Tasa de desempleo y tasa de informalidad en Venezuela. Varios años. 1981-2003.
Año
1981
1990
1998
2001
2003
Tasa de desempleo
6,2
9,2
11,2
13,3
18,1
Tasa de informalidad
44,3
34,2
45,5
50,3
53,0
Fuente: CEPAL (2004)
La situación de desempleo e informalidad tiene diversas explicaciones causales que no responden exclusivamente a la mera existencia de desigualdad en la distribución del ingreso. En realidad, la desigualdad ha sido impactada por políticas como la seguridad social y las políticas de empleo, que son mecanismos de protección social que buscan atenuar el impacto sobre los trabajadores de la alta volatilidad de la economía ya mencionada anteriormente. Paradójicamente, tanto en Venezuela como en el resto de América Latina, la evidencia apunta a constatar la poca efectividad en la reducción de la desigualdad que han tenido estas políticas. En el caso de la fijación de un salario mínimo, una política regularmente seguida en Venezuela, ésta no ha sido muy efectiva para mejorar el ingreso de los grupos más pobres, pues se trata de un instrumento poco focalizado de redistribución. En general, tiende a proteger más a los trabajadores de mayores ingresos que a los trabajadores pobres y beneficia casi exclusivamente a los trabajadores ya empleados, pues desicentiva la contratación de nuevos trabajadores. Si a esta situación se añade que en Venezuela la legislación laboral es muy rígida, lo cual estimula la informalidad y desestimula especialmente el empleo femenino formal, las diferencias de ingresos se amplían antes que atenuarse con la fijación de un salario mínimo [3].
No resulta extraño entonces constatar que ante la ausencia de una política social integral, neutralizadora de los efectos negativos de las políticas económicas implementadas desde la década de los ochenta, los índices de pobreza en Venezuela hayan experimentado un aumento sostenido desde esa década, acentuándose de forma alarmante a partir de la década de los noventa. El Cuadro 5 recoge la variación del porcentaje de familias que se encuentran dentro de lo que se denomina pobreza total y pobreza crítica con diferencia de un quinquenio partiendo de 1975 y hasta el año 2000. Por supuesto, existen diferentes metodologías para medir la pobreza y no todas coinciden. Para el caso que nos compete, las cifras se han tomado de los datos obtenidos por Riutort y Orlando (2001). La definición metodológica que ellos utilizan para la estimación de los niveles de pobreza se conoce como “la línea de pobreza”. Se entiende por “línea de pobreza” al valor de una Canasta Normativa de Consumo Total la cual incluye alimentos y otros bienes y servicios. Un hogar está en situación de pobreza si sus ingresos no logran cubrir el costo de esa canasta. La línea de pobreza crítica es el valor de una Canasta Normativa que sólo incluye los alimentos necesarios para cubrir los requerimientos calóricos y proteicos de los individuos que conforman un hogar. Un hogar está en condición de pobreza crítica si sus ingresos no logran cubrir el costo de esta canasta.
Cuadro 5. Pobreza total y crítica en Venezuela 1975-2000
Años
1975
1980
1985
1990
1995
2000
Pobreza Total (%)
26,1
24,3
42,3
68,9
66,7
58,8
Pobreza crítica (%)
17,3
6,6
14,5
30,7
25,3
25,8
Fuente: Riutort y Orlando (2001)
Las cifras aquí presentadas son bastante elocuentes. En el quinquenio que va de 1975 a 1980 tanto la pobreza total y, de forma importante, la pobreza crítica cedieron terreno y ambos niveles porcentuales disminuyeron. Comenzando los ochenta la realidad cambia y los niveles porcentuales de población en situación de pobreza se incrementan de forma alarmante. La pobreza total, es decir el número de hogares venezolanos que no puede cubrir de forma completa una canasta alimentaria más un grupo de bienes y servicios básicos, se dobló y un poco más en veinte años desde 1980. En el caso de la pobreza crítica la situación fue aún más desfavorable, puesto que en el mismo período se cuadruplicó. En el año 2000 aproximadamente una cuarta parte de los hogares venezolanos no podían cubrir completamente la canasta de alimentos. Desde una comparativa internacional, datos de una encuesta del año 2000 reseñada en el Informe Anual del Banco Mundial (2004), sitúan a la población venezolana que vive con menos de 2 USD diarios en 32,1% del total poblacional y la que vive con menos de 1 USD diario en 9,9% de dicho total [4].
Otras cifras, extraídas del sistema de estadísticas de la CEPAL, a partir de su estudio sobre el Panorama Social de América Latina y el Caribe del 2005, revelan una situación un tanto diferente a la planteada más arriba. Metodológicamente se define a una persona como “pobre” cuando el ingreso por habitante de su hogar es inferior al valor de la “línea de pobreza” o monto mínimo necesario para satisfacer sus necesidades esenciales. Las líneas de pobreza, expresadas en las monedas de cada país, se determinan a partir del costo de una canasta de bienes y servicios, empleando el método del “costo de las necesidades básicas”. La “línea de indigencia” representa el grupo de hogares o de población que tiene unos niveles de ingreso insuficientes para cubrir el componente alimentario de la canasta de bienes y servicios. En la mayoría de los casos la CEPAL utiliza como fuente de datos la información sobre la estructura del consumo de los hogares, tanto de alimentos como de otros bienes y servicios, realizada por cada país mediante encuestas de presupuestos familiares. No necesariamente los años de las encuestas coinciden con las estimaciones de las líneas de pobreza que hace la institución, para lo cual ésta las actualiza al valor acumulado del índice de precios al consumidor. En estos términos, el Cuadro 6 presenta información del porcentaje de hogares y población venezolana que se encuentra por debajo de la línea de pobreza y el porcentaje de hogares y población venezolana que se encuentra por debajo de la línea de indigencia para varios años de 1990 a 2002.
Cuadro 6. Indicadores de pobreza e indigencia. Varios años 1990-2002
Años
1990
1997
1999
2002
Pobreza
Hogares (%)
34,2
42,3
44,0
43,3
Pobreza
Población (%)
39,8
48,0
49,4
48,6
Indigencia
Hogares (%)
11,8
17,1
19,4
19,7
Indigencia
Población (%)
14,4
20,5
21,7
22,2
Fuente: CEPAL (2005)
Estas cifras corroboran que los índices de pobreza e indigencia en Venezuela empeoraron durante la década de los noventa, pero la tendencia en los primeros años del presente siglo parece ser que dichos índices tan desfavorables comienzan a ceder terreno. En efecto, el informe de la CEPAL al referirse a Venezuela señala que se está en presencia de un caso donde la política social estaría contribuyendo a reducir sensiblemente la pobreza. Según las cifras reveladas por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) de Venezuela la pobreza se habría reducido significativamente en el año 2004. Desde la perspectiva de las instituciones de gobierno venezolanas, se está en presencia de una política pública que tiende a priorizar la prestación de servicios gratuitos o subsidiados y las transferencias en especie, más que a través de transferencias monetarias. Los programas sociales insertos dentro de las denominadas “misiones” son el instrumento de apuntalamiento de esta política de combate contra la pobreza.
Notas
[1] Como es sabido, el coeficiente o índice de Gini se utiliza para medir la distribución del ingreso. Es un índice que toma valores en el rango (0,1), donde el valor cero corresponde a la equidad absoluta y el uno a la inequidad absoluta. El índice de Gini no cumple con dos propiedades deseables de los indicadores del grado de concentración de la distribución del ingreso: la descomposición aditiva y el principio de transferencia “fuerte”. Según la propiedad de la descomposición aditiva, la concentración del ingreso en una población debe ser igual a la suma ponderada de la desigualdad en todos los subgrupos que la conforman. Según el principio de la transferencia fuerte, ante una transferencia de ingreso de un hogar rico a un hogar pobre, la disminución en la desigualdad será más pronunciada a medida que aumente la distancia entre los ingresos de ambos hogares. Para una explicación más detallada ver: www.eumed.net/cursecon/7/Lorenz-Gini.htm
[2] En la medida que un país se desarrolla por la vía de la acumulación de capital, al hacerse éste más abundante, la remuneración del trabajo tiende a comprender una porción mayor del ingreso nacional, disminuyendo la porción que corresponde al ingreso no laboral. La escasa inversión de capital por trabajador empleado en la economía venezolana, observada desde comienzos de los años ochenta, es una explicación parcial de porqué se revirtió esta tendencia que apuntaba a mejorar la equidad en la distribución del ingreso. Al respecto ver: www.eumed.net/oe-ve/dbas/pib2.htm
[3] Además de la rigidez laboral y el poco impacto que tiene la fijación del salario mínimo sobre la generación de empleo formal, el incremento de la informalidad también responde a otras causas importantes de mencionar. El relativamente escaso acceso al crédito que tienen los microempresarios de la región fomenta la informalidad, pues frena la capacidad de crecimiento de las microempresas y, por ende, influyen en la generación de empleo. Los excesivos trámites burocráticos para registrar empresas constituye un obstáculo para pasar del sector informal al formal de la economía, por lo que alguna parte de la actividad económica se realiza al margen de la fiscalización, desfavoreciendo la mejora de la distribución de ingresos.
[4] No obstante, se debe dejar claro que las comparaciones internacionales de los datos sobre la pobreza presentan problemas conceptuales y prácticos. Diferentes países definen la pobreza de distintas maneras, y una comparación coherente entre países puede resultar difícil.
Bibliografía
BCV. Varios Años. Anuarios estadísticos de Venezuela. Ediciones del BCV.
Banco Mundial. 2004. Informe Anual: Servicios para los pobres. Mundi Prensa. México.
BID. 1999. América Latina frente a la desigualdad. Informe 1998-1999. Publicaciones del BID. Washington D.C.
Baptista, Asdrúbal. 2000. Un buen número igual a una buena palabra. En “Venezuela Siglo XX. Visiones y testimonios”. Baptista, A. Coordinación y Edición. Fundación Polar. Caracas.
Baptista, Asdrúbal. 1984. Más allá del optimismo y el pesimismo: Las transformaciones fundamentales del país. En “El caso Venezuela. Una ilusión de armonía”. Naim, M. y Piñango, R. Directores del Proyecto. Ediciones IESA. Caracas.
CEPAL. 2005. Panorama social de América Latina y el Caribe 2005. Capítulo I: Avances recientes en la reducción de la pobreza. Disponible en: http://www.eclac.org/publicaciones/DesarrolloSocial/8/LCG2288PE/PSE2005_Cap1_Pobreza.pdf
CEPAL. 2004. Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe 2004.
Riutort, Matías y Orlando, María B. 2001. Las cifras de pobreza en Venezuela. IIES. UCAB. Caracas.
Thorp, Rosemary. 1998. Progreso, pobreza y exclusión. Una historia de América Latina en el siglo XX. Publicaciones del BID. Washington D.C.
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