José María Franquet Bernis

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La idea según la cual España está desequilibrada hídricamente es muy antigua y aparece definida con motivo del primer Plan Nacional de Obras Hidráulicas del ingeniero Lorenzo Pardo (1933), en plena Segunda República. Sin embargo, la corrección del desequilibrio hidrográfico peninsular no debe convertirse, precisamente, en dispositivo desencadenante de un mayor desequilibrio territorial. El planteamiento básico de la planificación hidráulica debe basarse en el criterio de utilizar, en las zonas deficitarias de agua, solamente excedentes de las cuencas con abundantes disponibilidades, una vez atendidas las demandas presentes y reservadas las futuras de cada cuenca, y ello después de cumplir ciertas condiciones de "transferibilidad" del recurso que constituyen lo que, en alguna respuesta, el autor denomina DECÁLOGO DE LOS TRASVASES. En todo caso, no han de ser las condiciones hidrológicas las determinantes de la política a seguir, sino que, al contrario, ésta debe supeditarse a la política de ordenación del territorio y plantear, con criterio prioritario, la utilización in situ de los recursos naturales. Se trata, en definitiva, de conducir al hombre y sus actividades antrópicas hacia dichos recursos, y no recíprocamente.
La discusión está abierta y ahora, después de la publicación en diciembre de 1998 del Libro Blanco del Agua en España, habiéndose aprobado la Ley 10/2001, de 5 de julio, del Plan Hidrológico Nacional en base a lo preceptuado en la Ley de Aguas de 1985, y su posterior modificación en el sentido de suprimir las transferencias de agua previstas entre las diferentes cuencas hidrográficas, nos encontramos de lleno en el gran debate legislativo y mediático que se viene produciendo, en nuestro país, sobre aquel fundamental documento de la planificación hidrológica. En esta tesitura, desde la reflexión y el estudio de muchos años, pero también desde el ejercicio libre de mi profesión de Ingeniero y desde la docencia que me honro en impartir de la asignatura “Hidráulica y Riegos”, del Plan de Estudios de la Escuela Universitaria de Ingeniería Técnica Agrícola de la Universidad Internacional de Cataluña, quisiera también aportar mi granito de arena (o mejor aún, mi gotita de agua) a este importantísimo debate, con un cierto aire o filosofía de nuevos planteamientos. Y he preferido hacerlo respondiendo a aquellas preguntas que, en número de sesenta, me han parecido suficientemente significativas para entender y valorar las actuaciones que se proyectan.
Llegados, por fin, al ineludible capítulo de reconocimientos, debe señalar que no olvida, quien esto escribe, la formidable deuda de gratitud contraída con los que fueron sus guías y maestros, algunos de ellos ya desaparecidos. Mi reconocimiento, en fin, a mi amigo y editor Esteban Martín, de quien partió la idea de elaborar este libro, por su desinteresada colaboración en la revisión del texto, a la editorial Littera Books y, en general, a todos cuantos se han interesado por la publicación de la presente obra, aportando sugerencias y valiosos consejos dirigidos a la mejor consecución de nuestro empeño.