Alfredo Rojas Díaz Durán
Raúl Corral Quintero
No constituyó ninguna hipérbole, haber asentado antes de la invasión anglosajona a Iraq, que en la antigua Mesopotamia se jugaba el destino de la humanidad, como ulteriormente lo demostraron los hechos. En Iraq, se fracturó el caduco orden mundial, que ya había sido severamente sacudido por los atentados del 11 de septiembre, que llevaron a la guerra de Afganistán tres meses después. Durante la Guerra de Afganistán, el equipo Bush, que derrocó al régimen medieval talibán, aliado de Usama Bin Laden (ambos aliados del mismo Estados Unidos, desde la década de los ochentas del siglo pasado, cuando los "mujahiedines", los guerreros sagrados del Islam, expulsaron a la ex URSS), gozó en gran medida con la comprensión de las principales potencias mundiales: Rusia, China e India. Tres potencias euroasiáticas cercanas al teatro bélico de operaciones en Afganistán, con importantes poblaciones mahometanas proclives a ser infectadas por el virus fundamentalista. Tres potencias, que llegaron a compartir el mismo denominador común contra el integrismo islámico de la alianza Talibán-Usama Bin Laden, que derrocó el equipo Bush. Incluso, Rusia y Estados Unidos, no solamente colaboraron, sino que, ingresaron al mismo tiempo a la capital Kabul. Aunque, cada quien por su lado, después de haber apoyado a la heteróclita Alianza del Norte, enemiga del régimen Talibán. En paralelo, Alemania y Gran Bretaña, enviaron tropas para apuntalar la guerra contra el terrorismo global del equipo Bush.