Francisco Muñoz de Escalona
Dr. en Economía del Turismo

franjomues@gmail.com

Con este volumen, el quinto, se cierra el inventario de los trabajos que el autor ha venido publicando desde 1988 siendo investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) adscrito al extinto Instituto de Economía y Geografía Aplicadas (IEGA), sito en la calle del Pinar, nº 25 de Madrid. Han pasado tres intensas décadas durante las cuales el autor ha tenido que luchar como un científico convencido de que la ciencia requiere tan solo de la crítica constructiva. Careciendo de recursos, de ayudas institucionales y de un ambiente de trabajo propicio, pero, estando sobrado de energía y de fe en la ciencia, pudo demostrar que basta con el esfuerzo personal para combatir un dogma tan arraigado, interesado y cultivado por poderosos lobby como la IEST (Asociación Internacional de Expertos Científicos de Turismo y la OMT (Organización Mundial de Turismo, el primero privado y el segundo oficial, pero ambos globales para poner en evidencia las anomalías científicas que acosan y lastran la doctrina convencional del turismo. Y la emborronan también al hacerla confusa, inoperante e inelegante. Quienes la sostienen se comportan como los enturbian el agua para que parezca profunda.
La respuesta a la evidencia ha sido no el debate sino el silencio. Un silencio más atronador si se cae en la cuenta de que el autor ha escrito y publicado miles de provocadoras páginas y ha llevado sus propuestas por el ancho mundo, desde el extremo levante del norte (Katerini, Grecia) hasta el lejano poniente del sur (Puerto Mont, Chile).
El autor espera sin mucha fe que sus esfuerzos alcancen los frutos que el conocimiento del turismo requiere como actividad social y económica y como corpus científico respetable al margen de espurios intereses mercantiles empresariales y gubernamentales.
Permítaseme que diga aquí que, después de muchos años, he vuelto a leer un libro de don Miguel de Unamuno, Por tierras de Portugal y de España, en el que este profundo y desasosegado pensador nos cuenta las impresiones que atesoró cuando visitó las regiones de Iberia. Entresaco de ellas las que le ofrecieron su propia actividad viajera, la de aquel señor, él mismo, de grandes gafas y chaleco cerrado, con facha de extranjero en todas partes, que toma notas en su cuaderno. Don Miguel se califica con estas palabras como viajero siguiendo la definición de la RAE, como persona que relata un viaje.
“Que apuntará, apostilla don Miguel para seguir diciendo: Lo que menos sospechan, de seguro, es que hago cuentas del costo de la expedición”. Pero también de todo lo que contempla y de todo lo que lo que contempla le sugiere. Hablando de los paisajes serranos de Castilla y Extremadura nos dice Unamuno que son serios, graves, fragosos, nunca de cromo, porque “no están profanados por el turismo, por la trivial admiración de los veraneantes. Cae el pensador en ese lugar común que ya a principios del siglo XX, cuando escribe, abunda entre los intelectuales. “Tú no eres un viajero, eres un turista acomplejado, Nadie admite ya ser un turista, preferimos ser viajeros”, sostiene en nuestros días Héctor G. Barnes en elconfidencial.com (2017). Y, sin embargo, si por turista se entiende la actividad o hecho de viajar por placer según la RAE, ante tal significado Unamuno escribe:
“¿Viajar por placer? No, no se viaja por placer. Se viaja para decir que se ha estado acá o allá, o para huir de cada sitio en que uno está; el monomaníaco de los viajes lo es por topofobia, huye de todas partes. El viajar no es natural. Los no pasean yendo a un lugar determinado, sino que juegan corriendo en derredor de un punto”
Los hablantes, como los que en escritos exponen sus mil y una diferencias entre turista y viajero, usan matices subjetivos y superficiales para distinguir a uno de otro. Incluso hay quien sostiene que el turista es un nómada. No caen en la cuenta de que todo viajero es un sedentario que cuando abandona su residencia vuelve a ella más temprano que tarde. No caen en la cuenta de la etimología que late en el término turismo. Pues turismo es un neologismo derivado de tur, tour en francés, que en español es lo mismo que vuelta o que giro en italiano. Los hablantes en español y en portugués en Latinoamérica son más precisos cuando, en vez de hacer turismo, dicen estar de paseo.
No obstante, es obvio que los infinitos matices con los que muchos hablantes y no pocos intelectuales distinguen viajero de turista no sirven para el economista. Para un economista que no se salga de su profesión, viajero es lo mismo que turista pues tanto uno como otro consume un plan de desplazamiento o un programa de visita con contenido, programa o plan que, previamente, ha de ser elaborado por él mismo o adquirido en el mercado. Así lo exige la imprescindible precisión del análisis económico.

Para citar este libro puede utilizar el siguiente formato:

Francisco Muñoz de Escalona (2020): “Por y para una microeconomía del turismo. Una propuesta: científica y operativa. VOLUMEN V”, Biblioteca virtual de Derecho, Economía, Ciencias Sociales y Tesis Doctorales (junio 2020). En línea:
https://www.eumed.net/libros/1891/index.html