CAPITULO 3. NUESTRA COMPRENSION DEL ALMA
Con amor eterno te he
amado; por tanto,
te prolongue mi misericordia
(Jeremías 31:3)
Cuando le preguntamos a alguien ¿qué es el alma? Rara vez obtenemos una respuesta clara respecto a esto. Las personas en su gran mayoría tienen un concepto vago y superficial de su alma, no pasa esto cuando hay que referirse a su sistema digestivo o a su misma sexualidad, donde habitualmente demuestran saber muchísimo más. Esta aparente desinformación y desinterés por el tema trae consecuencias negativas para nuestra vida ya que prácticamente hemos relegado a nuestra alma al último rincón de nuestra existencia y la tenemos ahogada, asfixiada y moribunda (en el sentido metafórico) sin poder expresarse con toda su belleza y plenitud en nuestro ser.
Una primera pista viene al analizar el origen etimológico del término alma, ya que viene del latín ánima que se refiere a un principio o entidad inmaterial e invisible que poseen los seres vivos y antiguamente se usaba para designar el principio por el cual los seres animados estaban dotados de movimiento propio. De lo anterior se desprende que la concepción del alma incorpora el principio vital o esencia interna de cada uno de esos seres vivos gracias a la cual estos tienen una determinada identidad, no explicable supuestamente a partir de la realidad material de su propia biologia.
Además es necesario mencionar que desde tiempos remotos, nuestros antepasados, de todas las culturas, han tenido distintas concepciones respecto al alma del hombre y han creído y respetado la idea de que después de la muerte el alma abandona su cuerpo. Así en la cultura védica el alma es “El Ser”, que por naturaleza es eterno (sin nacimiento ni muerte o sin principio ni fin) de substancia diferente a la del cuerpo físico y que posee conciencia propia. En el antiguo Egipto el ser humano tiene siete grados en su personalidad, donde el “Ba”, lo que hace de un ser individual lo que es y el "Ka", la fuerza de vida son sus acepciones mas cercanas. En el Hinduismo se conoce como Atman que es el alma interior, la esencia inalterable de un individuo, la cual se debe unir con brahmán que es la energía que sostiene el universo, una realidad eterna y absoluta. Para la religión cristiana, el hombre consta de dos partes, que son el cuerpo (lo físico) y el alma (lo relacionado con lo espiritual). De acuerdo a la religión cristiana, el alma es la parte de su ser, que lo hace trascender a actividades que van más allá de lo material. Gracias al alma el hombre es capaz de poseer instintos, sentimientos, emociones, pensamientos y decisiones libres, así como de tener conciencia de su existencia. Como se puede observar cada cultura, tiene su propio concepto del alma, y aunque se identifiquen con diferentes palabras, coinciden en que hay una energía pura y divina en el cuerpo físico que nos da el aliento de vida.
La filosofía también a tratado de profundizar en el estudio del alma y ya desde los antiguos sabios griegos se conoce que Platón, por ejemplo consideraba al alma como la dimensión más importante del ser humano. Para Platón el alma era eterna, es decir increada e inmortal, a veces habla de ella como si estuviese encarcelada en un cuerpo, si bien tal idea la toma prestada del orfismo. Por su parte Aristóteles la definió como la "forma específica de un cuerpo natural que en potencia tiene vida"1 o también se refiere a ella como "la esencia de tal tipo de cuerpo". Esto significa que la forma o esencia es lo que hace que un ente sea lo que es. En este caso, el alma configura la materia en un cuerpo natural organizado y así se forma una unidad sustancial (compuesta de materia y forma), por lo que para Aristóteles, alma y cuerpo son inseparables en el ser viviente.
La Biblia cristiana se refiere al tema innumerables veces y hace su primera referencia cuando señala“Y dijo Dios: Hagamos al hombre á nuestra imagen, conforme á nuestra semejanza; y señoree en los peces de la mar, y en las aves de los cielos, y en las bestias, y en toda la tierra, y en todo animal que anda arrastrando sobre la tierra”. (Génesis 1:7), donde la referida semejanza es claramente una alusión al aspecto espiritual, pues Dios es espíritu2 y el alma del hombre es semejanza espiritual de Dios. Mas adelante en el libro de Génesis se señala también “Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente”(Génesis 2:7). Posteriormente San Pablo en su carta a los Corintios lo explica de la siguiente forma“Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante. Mas lo espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual” (1 Corintios 15:45,46). Por lo que podemos concluir que la biblia reconoce en el hombre una triple naturaleza; física o carnal, atmica o correspondiente a su alma y espiritual.
Los primeros cristianos pensaban que la inmortalidad del alma era un don de Dios. El cristianismo corrige al platonismo en lo que se refiere al cuerpo, que en Platón es la cárcel del alma, pero para el cristianismo el mundo es bueno por ser creado por Dios, y también está la resurrección de Cristo donde la plenitud es encontrarse con Dios en cuerpo y alma. Por ello se rechaza este dualismo tan marcado entre cuerpo y alma y el considerar el cuerpo como cárcel del alma (teoría de la transmigración de las almas 3). De esta forma la doctrina cristiana es enfática en afirmar que el alma no prexiste, no “ha caído” en un cuerpo; y resucitará, no transmigrará.
Por su parte la escuela de Alejandría4 vio en el alma lo que es propiamente humano, y en ella está la imagen de Dios. El cuerpo no sería imagen de Dios, pues eso equivaldría a considerar a Dios corpóreo. Mucho mas tarde el célebre teólogo de la iglesia cristiana Tomás de Aquino toma un giro más realista, ya que basándose en Aristóteles más que en Platón, habla de principios y describe al ser humano como material por una parte (su cuerpo) y no material por otra (su alma espiritual). Para él, el ser humano está inmerso en lo material y obedece a sus leyes básicas de espacio y tiempo. A la vez, muestra que no es material del todo pudiendo ir más allá del espacio y del tiempo con su raciocinio al planificar el futuro o disponer de su tiempo en su vida diaria.
Por su parte la divinización del alma es obra del Espíritu Santo5 ya que nos permite la vida espiritual, la contemplación de Dios y la comunión con el. La alegoría “Hombre conócete a ti mismo”, inscripción puesta en el pórtico del templo de Delfos, clásica en el pensamiento griego, que en todos los tiempos a llevado a muchos pensadores a reflexionar sobre ella, es aceptada por los Padres de la Iglesia y también esta presente en varios escritos bíblicos (Por ejemplo en Cantares 1, 8: “si tú no te conoces, seguirás el camino del rebaño” y Deuteronomio 15, 9: “estate atento a ti mismo”). Lo anterior San Agustín lo eleva también a Dios diciendo que el fin de la vida es noverim te, noverim me, “conocerte y conocerme”, por lo que muchos teólogos y humanistas creen que el hombre se conoce cuando va al fondo de sí mismo y ahí encuentra la imagen de Dios.
En consecuencia no queda nada más que señalar que el hombre es el culmen de la obra de la creación, imagen de Dios (capaz de conocer y amar a Dios), la única criatura a la que Dios le ha dado potestad de enseñorearse sobre toda criatura viviente. Inclusive tanto fue el amor de Dios que se ha hecho hombre para que el hombre se haga Dios, es así como el misterio del hombre no se aclara verdaderamente sino en el misterio del Verbo Encarnado. El hombre por tanto es sustancia corporal y espiritual, tiene el don de la libertad (signo eminente de la imagen divina) que implica el uso de su conciencia, pero la voz de la conciencia va unida a la aspiración a ser feliz con sus actos, a buscar la felicidad (aquí importa mucho el sentido de recibir con agradecimiento los talentos que Dios da a cada uno, el sentido del amor y la generosidad, el sentido de la verdad y el compromiso).
Su santidad el Papa Juan Pablo II ha hablado de la necesidad de una antropología más metafísica, inspirándose en una filosofía abierta a la trascendencia. La cultura actual habla mucho del hombre y sabe muchas cosas sobre él, pero con frecuencia da la impresión de ignorar quién es verdaderamente, de no conocer su propia naturaleza divina y de haberse olvidado de su propia alma, lo cual constituye una conducta autodestructiva pues el hombre sólo se puede comprender plenamente a sí mismo a la luz de Dios. No me cansare de reiterar que el hombre es “imagen de Dios”, creado por amor y destinado a vivir en la eternidad en comunión con Dios. De ahí deriva su gran dignidad, y la igualdad fundamental de todos los hombres. En esto Cristo nos revela la plenitud del hombre y la esperanza del género humano, considerando que toda ruptura con Dios es, al mismo tiempo, un desgarramiento de la unidad humana: es una ruptura no solo personal sino cósmica. De tal forma que la redención es la obra de la restauración, del restablecimiento, de esa unidad perdida. «De todas las criaturas visibles sólo el hombre es "capaz de conocer y amar a su Creador" (Génesis 12, 3); es la "única criatura sobre la tierra que Dios ha querido por sí misma" (Génesis 24, 3); él sólo es llamado a participar, por el conocimiento y el amor, en la vida de Dios. Para este fin ha sido creado y ésta es la razón fundamental de su dignidad».
El Catecismo católico destaca la dignidad del hombre, por ser imagen de Dios, siendo capaz de conocerse, de poseerse y de darse libremente y de entrar en comunión con otras personas, siendo llamado por la gracia a una alianza con su Creador, y a ofrecer a el una respuesta de fe y de amor que ningún otro puede dar en su lugar. Todo ha sido creado para el hombre, y el hombre ha sido creado para servir y amar a Dios. Hechas estas afirmaciones sobre el carácter trascendente y personal del hombre, entra el Catecismo a analizar, más a fondo, la naturaleza humana. Y es así cuando expone una rica y precisa doctrina al respecto, donde subraya que el hombre es a la vez un ser corporal y espiritual y es gracias al alma como el cuerpo constituido de materia es un cuerpo humano y viviente; en el hombre, el espíritu y la materia no son dos naturalezas, sino que su unión forma una única naturaleza. El cuerpo humano, sigue diciendo el Catecismo, participa de la dignidad de ser «imagen de Dios», precisamente porque está animado de un alma espiritual, de modo que es la persona, toda entera, la que está destinada a llegar a ser, en el Cuerpo de Cristo, templo del Espíritu Santo.
El término “alma” designa también en la Biblia lo que hay de más íntimo en el hombre6 y lo más valioso en él7 , aquello por lo que el hombre es más particularmente imagen de Dios, de modo que alma significa el principio espiritual del hombre. Y, según esto, el cuerpo y el alma tienen un origen diferente. Mientras el cuerpo proviene de los padres, el alma es creada inmediatamente por Dios. Así lo confiesa el Catecismo católico: «La Iglesia enseña que cada alma espiritual es directamente creada por Dios (S.S. Pío XII, enc. Humani Generis, 1950) -no es "producida" por los padres-, y que es inmortal: no perece cuando se separa del cuerpo en la muerte, y se unirá de nuevo al cuerpo en la resurrección final».
Es difícil pedir mayor claridad a un texto sobre el alma, su existencia, su origen y su condición inmortal. Pero al presentar esta doctrina, el Catecismo no solamente es consecuente con la Tradición, sino que escapa de las enormes contradicciones en las que incurren muchos teólogos y filósofos modernos cuando defienden la llamada visión unitaria del hombre. Cuando las corrientes modernas, en aras de un unitarismo exacerbado, defienden que en el hombre no hay dualidad de principios, caen en el error de atribuir a un solo y único principio, acciones materiales y espirituales, lo cual es metafísicamente imposible. Un perro jamás hablará y un ángel jamás comerá. Un principio material no podrá nunca realizar acciones espirituales, porque aquello que tiene una expresión limitada y acotada en el espacio no podrá nunca producir lo ilimitado, es decir, aquello que carece de dimensiones materiales. La materia engendra siempre materia. De la misma manera, la materia no sacará nunca a la luz al alma humana; por ello ésta sólo puede tener su origen en una nueva y directa creación de Dios.
Dejemos que lo diga Sto. Tomás de una forma lapidaria: «El alma, como es substancia inmaterial, no puede ser producida por generación, sino sólo por creación divina. El decir entonces, que el alma es producida por el que engendra, equivale a negar su trascendencia y a admitir, consecuentemente, que se corrompe con el cuerpo. Es, por consiguiente, herético decir que el alma se propaga por generación». Para la doctrina católica el único origen posible del alma es, por tanto, la creación directa e inmediata por parte de Dios, por lo que el alma no proviene de la evolución, en contradicción con la creencia hinduista de la transmigración de las almas.
Por otro lado, los esfuerzos por encontrar en el plano de la ciencia, la explicación física o científica de lo que es el alma, han llevado a una gran variedad de pensadores a considerar al alma desde distintos enfoques. Por ejemplo para Leibnitz; el alma es “la mónada cerrada en sí misma”, Nietzsche la define como “voluntad de poder”, Jaspers la define como "la existencialidad", por su parte Freud establece una diferencia entre el "yo" y el "super-yo" (alma y espíritu), mientras que Schelling habla de ella como “potencia mística” y Heidegger se refiere a ella como "ser-ahí". Todos ellos han tratado de llegar a elaborar razonamientos y explicaciones que den cuenta de lo que es verdaderamente nuestra alma sin lograr mayor consenso al respecto.
En este contexto, es también un contrasentido decir que del alma propiamente conocemos sólo su existencia, no su naturaleza. Según los gnósticos el alma utiliza distintos vehículos y formas de manifestación y ciertamente también, el Catecismo habla de la espiritualidad y la inmortalidad como dimensiones naturales del alma. Efectivamente, en la redacción del Catecismo leemos lo siguiente: «con su apertura a la verdad y a la belleza, con su sentido del bien moral, con su libertad y la voz de su conciencia, con su aspiración al infinito y la dicha, el hombre se interroga sobre la existencia de Dios. En estas aperturas, percibe signos de su alma espiritual. "Semilla de eternidad que en sí lleva, irreductible a la sola materia", su alma no puede tener origen más que en Dios». Este párrafo es de una importancia incalculable ya que con él se refuta categóricamente los postulados más materialistas de Kant o Nietzsche, para llegar a Dios.
Por ultimo conviene citar los planteamientos del predicador evangélico Watchman Nee 8 quien enfatiza en las diferencias entre el alma humana y el espíritu. Donde el espíritu forma parte de Dios, es nuestra naturaleza divina, en cambio el alma es la parte intermedia entre nuestro cuerpo físico y la divinidad. Sin embargo Nee establece una seria advertencia hacia aquellos que no logran diferenciar entre el alma y el espíritu, señalando que el alma es la responsable de los poderes psíquicos que en muchas oportunidades se pueden confundir con las obras del espíritu, ya que, según señala por el poder del alma también obrarían prodigios, sanaciones y toda clase de milagros.
2 Juan 4:24
3 La teoría de la transmigración de las almas sostiene que las almas evolucionan, pasando de una existencia terrenal a otra, durante muchas vidas hasta alcanzar un estado de perfección y de unión con Dios.
4 Una de las primeras comunidades cristianas donde se observan las figuras de Clemente y Orígenes como notables teólogos de la epoca.
5 2 Pedro 1, 4
6 Mateo 26,38; Juan 12,27
7 Mateo 10,28; Mateo. 6,30
8 Autor de la obra “El poder oculto del alma”.