Según Allen et al., (1998) evapotranspiración (ET) es la combinación de dos procesos separados por los que el agua se pierde a través de la superficie del suelo por evaporación y por otra parte mediante transpiración del cultivo. En el reporte de estos autores se define la evaporación y la transpiración de la forma siguiente:
Evaporación
La evaporación es el proceso por el cual el agua líquida se convierte en vapor de agua (vaporización) y se retira de la superficie evaporante (remoción de vapor). El agua se evapora de una variedad de superficies, tales como lagos, ríos, caminos, suelos y la vegetación mojada.
Transpiración
La transpiración consiste en la vaporización del agua líquida contenida en los tejidos de la planta y su posterior remoción hacia la atmósfera. Los cultivos pierden agua predominantemente a través de las estomas.
El cultivo inmediatamente después de un riego, está en condiciones de evaporar tanta agua como sea posible, lo cual depende de la cantidad de energía disponible. En este caso se obtiene un valor de evapotranspiración potencial. Cuando el agua de un suelo disminuye a un nivel dado, se desencadena el proceso que determina el cierre de los estomas. El proceso de evapotranspiración está limitado por el abastecimiento de agua y los valores obtenidos corresponden a evapotranspiración actual (Miller 1993) citado por Santana, (2008).
La magnitud de la evapotranspiración depende de la energía térmica determinada por la posición geográfica de la tierra irrigada, de la humedad del suelo y del tipo de cultivo agrícola (De Santa Olalla y De Juan, 1993).
Según Miller (1993) citado por De Santa Olalla (2005), entre los factores que afectan la evapotranspiración se encuentran los factores climáticos, la disponibilidad de agua en el suelo, el sistema radicular del cultivo, el índice de área foliar y los factores del cultivo. Estos últimos consisten en una serie de prácticas íntimamente relacionadas con el manejo. Entre ellas cabe mencionar el tipo cultivo, manejo de aguas freáticas, mulching, sombreo, fertilidad del suelo, aspecto nutricional y sanitario de la planta.
Tipos de evapotraspiración.
La literatura (Allenet al., 1998; De Santa Olalla y De Juan, 2005) refiere la existencia de varios tipos de evapotranspiración: evapotranspiración de referencia, evapotranspiración del cultivo bajo condiciones estándar y no estándar, evapotranspiración calculada, evapotranspiración real
Evapotranspiración de referencia (ETo):
Smith et al., (1990) propusieron una definición basada en la ecuación de combinación de Penman-Monteith, según la cual la ET de referencia (ETo) sería la tasa de ET de un cultivo hipotético con valores fijos de altura (12 cm.), resistencia de la cubierta vegetal (70 s m-1) y albedo (0,23) que representa la ET de una superficie extensa cubierta de gramíneas verdes, de altura uniforme y crecimiento activo, que cubre completamente el terreno y no padece de falta de agua.
Evapotranspiración del cultivo bajo condiciones estándar (ETc)
Según Allen et al., (1998) la evapotranspiración del cultivo bajo condiciones estándar se denomina ETc, y se refiere a la evapotranspiración de cualquier cultivo cuando se encuentra exento de enfermedades, con buena fertilización y que se desarrolla en parcelas amplias, bajo óptimas condiciones de suelo y agua, y que alcanza la máxima producción de acuerdo a las condiciones climáticas reinantes.
Evapotranspiración calculada (Etc):
Es el resultado de todo cálculo de la ET por medio de fórmulas (Perrier, 1984 citado por De Santa Olalla y De Juan, 1993).
Para obtener entonces la Et de un cultivo dado (Etc) a partir de conocer la Eto se requiere entonces de los coeficientes de cultivo Kc (FAO 56, 1998) que según el análisis de Pereira et al., (2003) pueden expresarse como: Etc = ao ac Eto; donde el coeficiente de cultivo queda definido como Kc = ao ac y representa el producto de dos coeficientes, ao que representa la influencia del clima (a través de re) y ac que representa la especificidad del cultivo con respecto al de referencia (con rs).
Pereira et al., (1996) concluyen con su trabajo que si las características morfológicas de los cultivos son similares (igual ra) entonces ao =1, lo que induce a bajas variaciones en el ac y por tanto una mejor estimación del Kc. Por tanto es necesario estandarizar los cultivos de referencia para grupos de cultivo con características morfológicas similares, los cuales podrían agruparse en tres grandes grupos con cultivos de referencia tales como pasto, alfalfa u otro similar de altura entre 0,5 y 0,7m y un tercero de altura entre 2 y 3 m semejante al maíz.
Evapotranspiración real (Etr):
Es la que ocurre en un cultivo normal que se riega a intervalos y, por tanto la oscilación de la humedad en rangos más o menos amplios impide que alcance los valores máximos para cada fase de desarrollo (De Santa Olalla y De Juan, 2005). En la práctica, los cultivos se desarrollan en condiciones de humedad muy lejanas de las óptimas. Por este motivo para calcular por ejemplo la demanda de riego se ha de basar en la evapotranspiración real (Etr), la cual toma en consideración al agua disponible en el suelo y las condiciones ambientales en las cuales se desarrolla un cultivo determinado. Siempre y cuando el cultivo en consideración disponga de agua en abundancia (después de un riego o de una lluvia intensa) y en condiciones de buena aireación del suelo, Etr equivale a Etc.
En la publicación de la Serie de Riego y Drenaje de la FAO No 33 se presenta una función linear sencilla para describir la relación entre el uso del agua por el cultivo y la productividad, útil para predecir la reducción en la productividad del cultivo cuando el estrés hídrico es inducido por la falta del agua del suelo:
Donde:
Ky ó Ky factor de respuesta de la productividad [-]
ETcaj evapotranspiración ajustada (real) del cultivo [mm d-1]
ETc evapotranspiración del cultivo en condiciones estándar (sin estrés hídrico) [mm d-1]
El factor Ky describe la reducción relativa de la productividad en función a la reducción de la ETc generada por la falta de agua. Los valores de Ky (Ky) presentados en la publicación de la FAO No 33 son específicos de cada cultivo y pueden variar durante la temporada de crecimiento del cultivo. En general, la reducción de la productividad debido al déficit de agua es relativamente pequeña durante los períodos de desarrollo vegetativo y de maduración, siendo mayor durante los períodos de floración y formación del fruto.
Un factor de respuesta Ky superior a uno indica que será proporcionalmente mayor la pérdida relativa de rendimiento que el decrecimiento relativo en evapotranspiración. Se puede tomar como un indicador de en cuanto el cultivo es tolerante al estrés hídrico (Kirda, 1999, citado por González et al., (2009).
Doorenbos y Kassam (1979) citados por González et al., (2009) ubican a los diferentes cultivos en cuatro grupos en dependencia del valor del factor de respuesta del rendimiento (Ky): Grupo I: Ky=0,7-0,8; Grupo II: Ky= 0,85-0,95; Grupo III: Ky=1,05-1,15; Grupo IV: Ky = 1,2.
Rahman et al., (1983) plantean que es una planta resistente a la sequía. Aunque la semilla del garbanzo crece con la humedad acumulada en el suelo de la lluvia caída previamente, el grano responde positivamente a un riego suplementario. El riego en general mejora la nodulación e incrementa el rendimiento y el número de vainas.
Pacucci et al., 2006) en la localidad de Policoro, Italia evaluaron la influencia del riego suplementario en diez genotipos de garbanzo para seleccionar el más conveniente para una agricultura sustentable en el contexto de escasez de recursos de agua. Tres genotipos (Papá 34 y los cultivares Sultano y Pascià) mostraron un potencial productivo más alto en estas condiciones medioambientales que alcanzan los valores de 436 a 492 g.m2. El riego suplementario sólo aumentó el rendimiento de tres genotipo (Papá 3, Papá 21 y cv. Crema) y este resultado puede explicarse con la sequedad excesiva durante los dos meses después del último riego suplementario.
De presentarse el estrés hídrico en la etapa de floración este puede disminuir la intensidad de la misma, debido a que ocurre el cierre estomático y como consecuencia directa hay un bloqueo de la fotosíntesis, lo que provoca una mala polinización debido a la baja fertilidad del polen, hay una aceleración de la senescencia de las hojas, teniendo un pequeño período de duración, y por tanto hay un mal llenado de los frutos con la consiguiente afectación al rendimiento (Hsiao et al., 1976).
Anwar et al., (2003) encontraron en experimento desarrollado en el 2006 para investigar los efectos de regímenes de riego diferentes que el rendimiento de grano y sus componentes eran significativamente afectados por los regímenes de riego. Concluyeron que el riego después de consumirse 140 mm de agua medida en el evaporímetro clase A podría ser un régimen de riego conveniente para estos cultivares de garbanzo, cuando los recursos hídricos están limitados.
Es exigente al contenido de humedad en las etapas de germinación, la prefloración, floración y llenado de las vainas. En todas ellas el agua resulta determinante en el rendimiento y la calidad del grano (INIFAT, 1999).
Rajin et al., (2003) indican que el garbanzo, debido a su más bajo demanda de agua (evaotranspiración) se ha identificado como una cosecha alternada conveniente al trigo. Estos autores indicaron que el rendimiento de grano con el agua de riego siguió una función cuadrática y lineal con la evapotranspiración. La eficacia de uso de agua y evapotranspiración eran curvilíneos. El rendimiento de grano se afectó mucho con reducciones del riego durante el llenado de las vainas, independientemente de la textura del suelo.
Thomas y Fukai (1995), por su parte encontraron baja respuesta del garbanzo al agua al estudiar diferentes niveles de humedad en dos cultivares. Nielsen, (2001) sin embargo al comparar la respuesta al agua del trigo (Tritcum aestivum L.), garbanzo (Cicer arietinum L.), chícharo (Pisum sativum L.), y lenteja (Lens culinaris Medik.), encontró que el garbanzo exhibió el mayor incremento en producción respecto al uso del agua (10,6 kg.ha-1. mm-1), Recomiendan además estas tres leguminosas con potencial para ser usados como cultivos resistentes a la sequía en las Grandes Planicies norteamericanas.
Se recomiendan dos riegos, incluido el de la germinación, se deben realizar uno o dos riegos durante el desarrollo vegetativo y dos riegos durante la floración y llenado del grano, con una norma parcial aproximada de 250 m3. El manejo del agua resulta determinante en el rendimiento del grano y debe tenerse presente el nivel de las precipitaciones (García y Chaveco, 1999).
INIFAP, (2011) recomienda aplicar el riego de presiembra y dos de auxilio. El primer auxilio de 30 a 35 días de la emergencia y el segundo de 20 a 30 días después del primero.
En estudios hechos por García y Chaveco, (1999) los rendimientos globales fueron de 4,8 a 9,6 kg.ha-1 para cada milímetro adicional de agua aplicado. Sin embargo, Singh (1984) y Rahman et al., (1983) no encontraron relación consistente entre el nivel de riego y el rendimiento.
Thomas y Fukai (1995) informaron que la cantidad máxima de agua extraída del suelo ocurre en los 20 a 40 cm de profundidad del suelo y muy poca agua se extraía por debajo de los 130 cm.
El agua es tan importante para el crecimiento de cualquier planta, que no sorprende que el crecimiento y rendimiento final de un cultivo de frijol dependan mucho de la disponibilidad de agua. Dentro de los papeles principales del agua se incluyen su uso como reactivo de fotosíntesis, elemento estructural, medio de transporte y regulador de temperatura.
La sequía es uno de los factores más limitantes en la producción y calidad de los cultivos a nivel mundial (Kuruvadi y Aguilera, 1992 y 1994). El frijol común es considerado como un cultivo de baja tolerancia a déficit severo de agua; sin embargo, casi 60 % de la producción en América Latina está sujeta a déficit moderado a severos de agua (Rosas et al., 1999). El déficit hídrico en el suelo provoca en las plantas una reducción en la absorción de agua, la cual produce respuestas diferenciales sobre los cultivos (Rojas Bolaños, et al, 1990).
Duarte (1990), planteó que el rendimiento del f frijol se afecta notablemente desde la 24 h de inundación, con 96 h se produjo una reducción del 94 %. La inundación durante la floración afectó el desarrollo normal de la planta, el rendimiento, el número de vainas por plantas y el peso de 100 granos (Thuang y Cunha, 1992). Según estudios realizados por Burin et al., (1991), precipitaciones excesivas después del estado de floración provocan un alto % (77) de abscisión floral. Cuando las raíces están en un ambiente completamente saturado en agua, el oxígeno llega a ser un factor limitante y el funcionamiento de las raíces sufre notablemente (Write, 1985).
Moran y Barrales (1990); Gutiérrez, (1990); Acosta et al., (1991); Acosta y Adams (1992); Bergamaschi et al., (1992); Stone y Moreira (1992), plantearon que las etapas más susceptibles a la deficiencia de agua son: floración, formación y crecimiento de las vainas.
La falta de agua en las raíces, desarrolla tensiones hídricas que alteran las funciones normales, provocando un desequilibrio fisiológico. El rendimiento de los cultivos responde de manera muy compleja (Álvarez et al., (1990). Las variedades tardías pueden volverse inútiles porque no hay suficiente agua para alcanzar su potencial de crecimiento (Write, 1985).
Un buen rendimiento se relaciona con la utilización eficiente del agua (Khade et al., (1992; Duarte, 1990). Yontes et al., (1991) y Gallardo y Paredes, (1991), plantean una cantidad de agua entre 30 y 40 cm. Incluyendo riego y precipitaciones, produce el máximo rendimiento de frijol. Los estudios realizados por Samadi y Sepasckhah (1991), sugieren el riego suplementario por surcos común en el estado de llenado de las vainas para obtener el mayor rendimiento.
El riego suplementario es una herramienta que puede ayudar a aumentar la productividad y fundamentalmente a estabilizar los rendimientos, lo cual le da mayor certidumbre al negocio agrícola (Martellotto et al., 2002; Vallone et al., 2003).
El riego complementario es una técnica que produce un impacto significativo en la producción al potenciar los beneficios del resto de las prácticas tecnológicas implementadas. El riego permite evitar deficiencias hídricas, lo que hace posible mantener el rendimiento a niveles óptimos, siempre que los demás factores no sean limitantes. El empleo del riego no descarta, sino requiere, el uso adecuado de las demás medidas de manejo, y no siempre resulta económicamente viable (Vidal, 2003).
Puiatti et al., (1985); Rivetti et al., (2001); García y Cabrera, (2002); García, (2005); Foncelli, (2006) y Capozzi et al., (2006) han abordado en sus estudios la importancia del riego y la buena nutrición en el maíz, y refieren que con esta actividad se pueden lograr aumentos en el rendimiento de aproximadamente 50% con respecto al de secano.
Rivetti, (2007) establece que el riego complementario del maíz suscita actualmente grandes expectativas, pues se ha demostrado que su uso racional permite acceder a altos niveles de rendimiento aún en años secos, y produce un incremento en el aprovechamiento de los fertilizantes, lo cual hace disminuir su impacto en los costos.
La propia autora plantea que en el manejo integrado del cultivo de maíz, tendiente a obtener altos rendimientos en forma consistente, la buena administración del agua es un eslabón esencial, por lo que lo primero que se debe lograr es que el agua se infiltre en el suelo y no se encharque o se pierda por escurrimiento superficial (que suele provocar erosión). Para ello el suelo debe estar en buena condición física, es decir, no debe estar compactado ni demasiado pulverizado, ni debe tener piso de arado o de disco.
La incorporación del sistema de riego trae aparejado un cambio en la forma de producir. Por lo tanto, resulta necesario tener en consideración varios factores antes de realizar una adopción apresurada de esta tecnología. Las condiciones que hacen factible el uso del riego en maíz son: disponibilidad de fuentes de agua naturales, topografía adecuada para la sistematización para riego por gravedad, manejo de épocas de siembra e híbridos para lograr reducir la demanda pico, sistemas de producción diversificados como lo son las rotaciones de cultivos y pasturas que permiten la utilización del riego en más cultivos (Vidal, 2003).
Según FIRA, (2007), los insumos que más elevan los costos de producción de maíz de riego son: 1) uso de fertilizantes químicos (25 %), que se aplican en forma empírica de manera indiscriminada (hasta más de 1 t. ha-1); 2) costo del agua de riego (18 %), debido al empleo de grandes volúmenes donde la fuente de abastecimiento son pozos profundos con bombeo eléctrico sin contar con información sobre lámina, calendarios, trazos de riego; y 3) control de plagas (13 %).
Según Contreras et al., (2004) y Currie et al., (2004) el balance hídrico regional (se refieren a Argentina) se caracteriza por ser imprevisible, y manifestar extremos hídricos como ser el riesgo de sequías e inundaciones y de poseer deficiencias que se producen marcadamente durante el verano. Lo que lleva a concluir que es conveniente abastecer de agua al cultivo por medio del riego en épocas desfavorables.
En consecuencia puede esperarse que el maíz, durante su ciclo, experimente un balance hídrico desfavorable negativo en toda la región (también se refiere a Argentina), por lo cual es importante desarrollar una estrategia para que el cultivo no padezca estrés hídrico en ninguna de sus fases fenológicas hasta grano lechoso, donde el maíz ya no advierte caídas considerables en los rendimientos (Contreras et al., 2004).
El cultivo de maíz tiene una elevada susceptibilidad a deficiencias de agua en un periodo cercano a la antesis, por lo cual los riesgos climáticos para la producción son mas elevados que en otros cultivos como soja y girasol (Dardanelli, 2002). El maíz, además, tiene menor capacidad de absorción de agua que soja y girasol (Dardanelli, 2002 y Osuna et al., 2006).
Según Andrade et al., (1996) y Andrade y Sadras, (2000) el rendimiento queda determinado por la manera con que el cultivo particiona la biomasa acumulada durante su crecimiento entre los órganos de cosecha y el resto de la planta. A su vez, el crecimiento de un cultivo depende de la radiación interceptada, de la capacidad de canopeo para interceptarla (Ef. de intercepción) y de la eficiencia con que el cultivo transforme la radiación interceptada en materia seca (Ef. de conversión).
Por su sistema fotosintético (C4), el maíz es muy eficiente en comparación con el trigo y la soja para convertir la radiación en biomasa (EUR: 3-3.5 g/MJ), (Ortegui et al., 2006).
Una forma de expresar el rendimiento del maíz es conocer la producción de materia seca (biomasa) y el índice de cosecha (relación kg granos.kg biomasa aérea-1) del cultivar. Sin embargo, bajo ciertas condiciones este índice de cosecha puede variar (Ortegui, 1992; Ortegui et al., 1995; Ortegui et al., 2006).
Por lo tanto la forma más correcta de expresar el rendimiento de éste cultivo consiste en multiplicar el número de granos por unidad de superficie por su peso medio. Ahora bien, el número de granos por unidad de superficie de cultivo, es función del número de granos por espiga, el número de espigas por planta y el número de plantas por superficie. Por otra parte, el peso medio de los granos resulta del efecto combinado que ejercen dos factores concurrentes: la duración del periodo efectivo de llenado y la tasa de llenado (Andrade et al., 1996). Dentro de los dos componentes que dan lugar al rendimiento, el número de granos por unidad de superficie es mucho más variable que el peso del grano (Ortegui et al., 2006).
Fortis et al., (2006) en México compararon el efecto del riego sub-superficial y el de gravedad sobre las características agronómicas y de calidad del forraje de maíz. Los resultados alcanzados muestran que el riego sub-superficial incrementó el rendimiento de materia seca respecto al riego por gravedad hasta en 160 %.
Rivetti (2004), dividió el ciclo del cultivo en 3 etapas (pre-crítico, crítico, post- crítico) con diferentes programas de riego, sin obtener diferencias significativas de rendimiento entre ellas, con valores promedios entre 14.700 y 16.100 kg.ha-1 para el híbrido Nidera AX 884. Con respecto a Materia Seca (MS) Barbieri et al., (2001); Barbieri et al., (2005) y Barbieri et al., (2006) en ensayos realizados en Balcarce, en secano, encontraron producciones entre 16.270 y 22.770 kg.ha-1, con la utilización 140 kg de N.ha-1.
En Río Cuarto, se obtuvieron producciones de Materia seca de 34.600 kg.ha-1 cuando se regó el cultivo durante todo el ciclo, mientras que en secano la disminución en el rendimiento de MS fue del 70% (Rivetti, 2004).
Según SLHFARM (2009), la evapotranspiracion total (uso consuntivo) del maíz sembrado varía desde los 500 a 550 mm para la campana agrícola. El uso diario del maíz varía desde 2 mm diarios durante etapas iniciales hasta 6,5 mm diarios en los días antes de maduración. Luego baja hasta 3 mm diarios en los días antes de maduración completa. La zona radicular del maíz profundiza más de 1 metro si el suelo no tiene mucha compactación. La eficiencia del uso del agua (EUA) para el maíz es de entre 19 y 25 kg de grano por mm de agua consumido (Caviglia y Paparotti.1999).
Bravo y Chan (1987) estudiaron la eficiencia en el uso del agua de riego en maíz híbrido H220, probaron niveles de abatimiento de 40, 60 y 80 % de humedad, dosis de nitrógeno de 120 y 240 kg ha-1 y densidades de planta de 40 000; 80 000 y 120 000 por hectárea, y encontraron que el rendimiento de grano mostró una relación directa con los factores estudiados.
Según Ortegui et al., (1995) con una aplicación de 30 t.ha-1 de materia orgánica más 30 kg.ha-1 de nitrógeno, realizando a tiempo el riego de siembra, el rendimiento de maíz fue de 4.0 t.ha-1, sin embargo, con una aplicación de seis riegos a través del desarrollo del maíz, el rendimiento aumentó a 9.0 t.ha-1.
Según Pedrol et al., (2008), en un ensayo realizado en el INTA EEA Reconquista, Santa Fe se obtuvieron rendimientos de 7829 kg.ha-1 con riego y 2289 kg.ha-1sin riego en la campaña 2000/01; y 5595 kg. kg.ha-1 en la campaña 2002/03 con riego. Contreras et al., (2004), estudió el efecto del riego sobre la productividad del maíz con rendimientos corregidos por humedad, con una superioridad del riego por mantos con 9087 kg.ha-1 frente al riego por platabandas con 7946 kg.ha-1. La diferencia entre ensayos fue que en esa campaña se sembró mas tarde (octubre) y se utilizó un híbrido “tropical” de mayor altura.
Cargill, (1996) planteó que en todo el ciclo, el maíz requiere 500 – 600 mm de agua. El máximo consumo diario se da en el periodo que va desde la octava y novena hoja que es cuando se comienza a formar la espiga.
El crecimiento y rendimiento del cultivo de maíz son afectados en diferente grado, no sólo por la intensidad y duración de las deficiencias de humedad sino también a la fase fenológica en que éstas se presentan (Claassen y Shaw, 1970). La fase más susceptible a períodos cortos de deficiencias de humedad es durante el período alrededor de la emergencia de estigmas, seguida en orden decreciente de vulnerabilidad por el inicio de crecimiento de mazorca y el período vegetativo (Claassen y Shaw, 1970; Reta et al., 2000). Durante el crecimiento vegetativo, la etapa más temprana susceptible a deficiencias de humedad es la diferenciación de órganos reproductivos, en la cual el rendimiento de grano puede disminuir de 12 a 27 %, debido a la reducción del número de granos por mazorca (Claassen y Shaw, 1970; Lorens et al., 1987; Jama y Ottman, 1993). Algunos estudios consignan que períodos cortos de deficiencias de humedad entre las etapas de diferenciación de órganos reproductivos y emergencia de estigmas, no presentan efectos significativos sobre el rendimiento de grano (Claassen y Shaw, 1970). Sin embargo, en estudios donde el período de deficiencia de humedad fue más prolongado durante el inicio de crecimiento de mazorca (dos semanas antes de emergencia de estigmas), el rendimiento de grano disminuyó de 29 a 40 %, debido a la reducción del número de granos por mazorca (D´Andria et al., 1997).
Las deficiencias de humedad durante la formación y llenado del grano pueden provocar una disminución del número de granos por mazorca y/o el peso medio del grano, de acuerdo con la intensidad, duración y fase en que éstas ocurren. Rivetti, (2006) encontró que deficiencias de humedad durante la fase de formación del grano (10 a 14 días después de la emergencia de estigmas) no provocaron reducción en el rendimiento. Sin embargo, en otros estudios se encontró que deficiencias dentro del período de dos semanas después de la emergencia de estigmas redujeron el rendimiento de grano de 16 a 40 %, debido principalmente a una disminución de 16 a 39 % en el número de granos por planta (Claassen y Shaw, 1970; Grant, 1989).
Por otra parte, se ha encontrado que deficiencias de humedad durante el período de llenado del grano pueden reducir el rendimiento de 29 a 53 %, al disminuir el peso medio de grano de 19 a 49 % (Claassen y Shaw, 1970; McPherson y Boyer, 1977; Jurgens et al., 1978; Grant, 1989).
Asegurar una humedad adecuada en la zona de raíces durante las etapas críticas es esencial para obtener rendimientos óptimos. Las etapas más criticas del maíz, desde el punto de vista hídrico, son durante la floración y el jiloteo (Panda et al., 2004). El maíz es un cultivo más sensible al estrés hídrico que otras gramíneas como trigo o sorgo. Los requerimientos de riego de los cultivos varían, temporal y espacialmente, en función del clima, del manejo, de la fase y de la variedad del cultivo, por lo que su cálculo debe ser local (Doorenbos y Pruitt, 1977). La implantación de un programa de uso eficiente del riego requiere certidumbre del cálculo de los requerimientos de riego.
Rivetti, (2004, 2006 y 2007) plantea que el maíz tiene un requerimiento variable de agua en sus distintas etapas de crecimiento y desarrollo.
Puiatti et al., (2008) afirman que en el total del ciclo, el maíz requiere 500 a 600 mm de agua. El máximo consumo diario se da en el período que va desde la 8a o 9a hoja, que es cuando comienza a formar la espiga y se define el rendimiento potencial máximo de la planta, hasta fines del llenado del grano, donde requiere unos 300 mm.
En la zona maicera central de Argentina esos momentos coinciden, para siembras de principios de septiembre, con los meses de diciembre y enero. En esa misma época es cuando se produce la mayor probabilidad de déficit de agua, por insuficiencia de lluvias. Esto lleva a considerar la necesidad del riego complementario.