José Luis Crespo Fajardo
Este libro contiene una serie de artículos que abordan en detalle diversas cuestiones referentes al arte actual. Los documentos tratan sobre arte de los nuevos medios, restauración, conservación, performance, libro de artista, dibujo, pedagogía… siempre bajo el denominador común de la óptica contemporánea. Esperamos que el conjunto de las aportaciones pueda contribuir al discernimiento de nuevas propuestas ante los continuos retos que hoy nos presenta al mundo del arte.
A comienzos de la década de dos mil y diez nos hemos habituado a aceptar las controversias, pero el asombro y la expectación tanto por parte del espectador como de la crítica es algo que parece mantenerse. Hemos asumido que todo tiene cabida, que aquello que se etiquete bajo la noción de arte puede adquirir este rango sin más. La consabida pregunta “¿y a esto llaman arte?”, no ha dejado de tener validez a la hora de comentar el último Premio Turner o las obras de artistas que en los rankings de ventas se estiman más valorados.
El arte produce permanente asombro, unas veces para bien ―de acuerdo a nuestros estándares y gustos privados― y otras no tanto. En el panorama actual podemos hallar artistas de extremado virtuosismo ―tanto que podrían parecer tele-transportados desde la época de las academias― en contraste con otros creadores que ni tan siquiera manufacturan sus obras, y acaso planean ideas que ejecutan un equipo de operarios, dando la sensación de ser más que artistas originales, una marca, y antes que una marca, una fría y maquinal industria.
No obstante, tenemos que admitir que las controversias generadas en este mundo siempre han sido y son beneficiosas, en tanto los límites de lo que aceptamos como arte se han ido expandiendo más y más, dando pie al surgimiento de nuevos conceptos y hallazgos definitivamente creativos. Y es que al hablar de arte actual, ensanchar el horizonte de nuestra visión nos abre la posibilidad de disfrutar de propuestas más imaginativas. La imaginación es el germen de las artes, y en estos tiempos debería ser tan apreciable como la razón.