DISCURSOS SOBRE ARTE DIGITAL

José Luis Crespo Fajardo

3. Hacia algunas constantes: Poesía eres tú

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Una primera dimensión implicada en la cursilería de modo casi ineludible atañe a la idea de lo ridículo y a la emoción de sentir lo ridículo. En este caso, el marco modelado nos convierte en cautivos de quien mira desde fuera, pero hay que intentar descifrar el enigma estético que introduce el concepto. El ridículo es impuesto por unas determinadas convenciones y un gusto concreto por una estética, que desluce determinados extremos y los aposenta en los parámetros de lo reprochable, lo risible o lo grotesco 24. Es decir, se nos lleva a un punto en que hay que hablar del “quiero y no puedo”, de un quiero y no alcanzo evidentes, de un deseo que no consigue realizarse y divaga sobre las superficies como un esfuerzo que, si no es completamente inútil, sí es infructuoso o vano en su objetivo final y, aún más, ostentoso y ostensible en su fracaso, manifiesto a los ojos del otro. Se trata, sin embargo, de entender que en lo cursi se condensa una bufonería amable, que no avista la tragedia casi por ningún lado. Todo tiene sus excepciones y sus fronteras. En este trabajo, por esta misma razón, no se pretende establecer doctrina ninguna sobre lo cursi. Mi intención es aflorar algunos matices, los grados, las realidades inestables que transitan el concepto y lo adoptan y adaptan según es o ha sido necesario. Es decir, su no poder ser se trueca también en su poder de seducción más característico, en la bondad llevada al exceso y a cierta autocomplacencia, a una positiva ironía aplazada, que encumbran o entronizan esas propiedades templadas, amables y relamidas, acosadas por una necesidad desprovista de sarcasmo inmediato, que será activo de nuevo sólo como valor postergado.

Sobre la ironía i lo cursi habla Enrique Tierno Galván cuando indica que es una ironía profunda, no exenta de amargura, ya que tiende a entroncar con lo lastimoso, lo que produce lástima, en particular por falta de consciencia y por la ingenuidad atribuida a sus detentores 25. Más adelante tendremos que volver sobre el tema de la consciencia 26. Por estos caminos, y sin saberlo, se hace, o hacemos el ridículo, por más que siempre se pueda introducir la distancia con respecto a uno mismo. En este sentido, siempre es factible una vuelta al pasado para tomar conciencia de aquel que ha sido. Me interesa como define esta posibilidad Félix Duque a partir de la escritura como creadora de tiempo espacializado y como forma de resonancia que nos desplaza y nos reemplaza (“cuando uno vuelve a lo que ha escrito siempre hay una sensación de extrañeza…”) 27.  Lo mismo podría decirse de otros medios de expresión. La mirada del otro confluye entonces con la posibilidad de reconocer el propio fracaso. Se sugieren así mil caminos de desdoblamiento que pueden ver multiplicados los enfoques sobre lo cursi y las utilizaciones de ciertos valores estéticos evitados y, asimismo, de los buscados o consentidos. De hecho, nos interesa el texto de Duque porque las tres maneras de estar a la contra que aborda en su artículo son el arte, la filosofía y la poesía y porque va a preocuparse por las imágenes virtuales y digitales situadas en el tiempo, entendido como corto-circuito constante, en el trasiego de los nuevos flujos tecnológicos 28.

La cursilería se puede contemplar sin gran descortesía porque su estructura se colorea de una comicidad desenfadada, risueña, aunque siempre pueda resultar para algunos algo enfermiza, finisecular, decadente. Será de una decadencia más bien diurna, aunque no todo sea cursi, decadente o finisecular, en los fines de siglos. Una endeble razón de ser que se sustancia de su propia imposibilidad y que puede separarse del Kitsch sólo hasta cierto punto. Quizá podremos convenir que no todo lo cursi es Kitsch y que no todo lo Kitsch es cursi 29. Pese a lo cual lo cursi, como lo Kitsch, resulta de esa imposibilidad de ser, de alcanzar lo realmente artístico, al tiempo que se descubre como posibilidad que refresca el proceso de aceptación o de rechazo, que siempre va a darse en todo tipo de realizaciones creativas. Si lo cursi resulta antiestético de pura esteticidad ultrapasada, o sea, de puro exceso esteticista, es que se muere por pecado de abundancia, de exageración, de complacida profusión. Se ahoga en su perfume 30. Se niega en su derroche de excentricidad. Por tanto, hay disculpa. En cierto modo lo cursi se aproxima al arte, lo roza a partir de una visión estética mal encauzada, que es evidenciada por los modelos realmente pertinentes o que se han considerado pertinentes alguna vez 31. Ahora bien, lo cursi no es feo por sí mismo. Es decir, lo cursi se genera por el abandono del centro y de los límites impuestos al y por el modelo artístico admitido, consumado o preferido. Para tirar la primera piedra hay que entender, consecuentemente, donde está el modelo aceptado en cada momento. Podemos entender que existe un modelo plural, más o menos plural según la época. Por la misma razón es posible entender que lo cursi no pierde ni brillantez ni énfasis 32, siempre es algo atractivo, por acentuado, intenso y redundante 33. Ya me he referido a la obra de Jeff Koons, una producción interesante por explorar, justamente, el lujo de la cursilería, la superchería y el boato sumados al modelo reconocible y fácil de obtener. Una exposición en Versalles resulta especialmente significativa 34.

Se dice que lo cursi se nos atraganta por querer ser y no ser realmente, pero su razón de ser siempre es otra y, la finalidad primera, no está en su reconocimiento universal, desfavorecido por el buen modelo 35. Enrigue establece que, en un principio, ser cursi, más que ridículo o grotesco, era trágico y, por tanto, meritorio de un destino literario 36. Ahora bien, el mismo advierte que, esta dimensión trágica, no podía durar y la misma historia de la burguesía que encarna la cursilería más tópica del XIX, la más trágica en su vertiente patética, desmiente la tragedia hasta convertirla en hábito, en parte de un discurso predecible e, incluso, atendible. Si la tragedia de la cursilería existió realmente en algún momento se fue convirtiendo en comedia, o en sainete generalizado, gracias a una aceptación que oscilará entre el humor, la comicidad y las alteraciones de la estética que provocan dichos sentimientos y afectos. Por tanto, el concepto resbala de nuevo. Es difícil detener su viaje, porque se trata de un valor en movimiento que, cuando entra en los mares circulatorios de las redes sociales, también cobra nuevas vidas y se distorsiona, como casi todo, en función de una gran cantidad de coordenadas, que nos pueden, y nos deben, interesar mucho como historiadores del arte.

Lo cursi nos devuelve al principio, a un “poesía eres tú” en el que se compromete al receptor del poema de manera asombrosa. Tú eres la imagen o, todavía más claro, tú vas a hacer la imagen en ti mismo, y de ti mismo, en tu percepción del poema. En nuestro caso, vas a ser la imagen misma en tu percepción del icono.

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