En un mundo cambiante, apenas consolidado, la historia nos proporciona objetos que conectan con el pasado, iconos propios y prestados que pretenden explicar la sucesión de acontecimientos que nos han conducido hasta aquí. Imágenes que enlazan con una memoria ajena intentando establecer vínculos con hechos que nunca vivimos.
Hasta no hace mucho tiempo, este tipo de artefactos se exhibían en museos y archivos como base material sobre la que interpretar la historia, y aunque es cierto que ésta puede intuirse a través de ellos, no lo es menos que se trata de una visión reductiva.
Muchas veces, la búsqueda de nuevas formas de indagar en la naturaleza de estos objetos, pasa por la interpretación de los mismos desde otras disciplinas, de manera que éstas puedan proporcionar lecturas diferentes, sin perder de vista su solvencia científica y cultural.
En la exposición de objetos, también participan otros elementos. Desde que Howard Gardner expusiera su teoría de las "inteligencias múltiples" en los años ochenta, se produjo un cambio en el paradigma educativo del museo, influyendo en su forma de mostrar y contar la historia a unos visitantes que poseían una amplia gama de habilidades, estilos de aprendizaje y muchas experiencias personales que podían mediar en su percepción de las cosas.
En la actualidad, algunos museos están recurriendo a los artistas como intérpretes de sus colecciones, capaces de iluminar ese pasado desde la creatividad contemporánea. Su visión del mundo propone modelos alternativos de historia resaltando aspectos de objetos que no solemos ver habitualmente, transmitiendo su voz a través de su medio creativo natural que suele coincidir con las tecnologías digitales.1
Pero a su vez, están produciendo una nueva realidad, pues ya no existe una línea clara entre el mundo que nos rodea y el mundo digital. Puesto que el mundo que nos rodea se halla invadido por nuevas tecnologías, capaces de proporcionarnos tecno-experiencias muy reales, nuestra mirada plagada de imágenes digitales, se ha vuelto diferente.
Por vez primera en la historia, las imágenes artísticas son efímeras, ubicuas, carentes de corporeidad, accesibles, sin valor, libres. Nos rodean del mismo modo que nos rodea el lenguaje. 2
Muchos de estos creadores trabajan desde premisas similares con objetos, imágenes, textos, historias, sonidos o espacios encontrados en archivos y museos, piezas que remiten al pasado insertas en obras efímeras. En sus instalaciones y montajes juegan tanto con tecnologías de época como con tecnologías digitales 3 para presentar enfoques diferentes.
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