Es indiscutible, que la ortografía, dentro de la expresión escrita de la lengua, ocupa un lugar trascendental, ya que desempeña una función de normalización y de perdurabilidad de las lenguas. Sin embargo, es el correcto empleo del sistema ortográfico el que nos asegura una correcta comunicación, es decir, una comunicación eficaz y sin ambigüedades en los textos escritos. Nebrija y Bello ya señalaban el valor de la ortografía como base sobre la que se asienta la unidad de la lengua (vid. Esteve Serrano, 1982; Martínez de Sousa, 1995).
Por ello, debemos de reconocer que, para llevar a cabo una interacción comunicativa exitosa, la ortografía es el mecanismo mediador que debemos dominar para lograr un mensaje sin interferencias entre el emisor y el receptor. Así, no debemos considerar la ortografía como un fin en sí misma, sino como un medio de transmisión de mensajes, que deben estar bien codificados para que el receptor sea capaz de descodificarlo de forma clara y precisa, sin que lleguen a producirse las ambigüedades y equívocos que se suelen producir en los textos que no siguen las reglas de ortografía.
Todo lo anterior quedaría sintetizado en las palabras de Gómez Torrego, que afirma que si no siguiéramos las reglas de ortografía la unidad del español correría peligro […] e implicaría conflictos graves para la lectura y comprensión de los textos, al menos entre dos generaciones.
Por otra parte, debemos tener en cuenta que el dominio de la ortografía tiene un valor social, pues su desconocimiento puede poner en entredicho nuestro nivel cultural. Al hilo de esto dice Gómez Torrego:
Escribir sin faltas de ortografía, [...] es siempre señal de pulcritud mental. Además, las personas que escriben con faltas de ortografía, con desaliño en la separación de las palabras, sin tildes, etc., aparecen como incultas o semianalfabetas. Por otra parte, hoy por hoy, la escritura correcta supone prestigio social y buen aval para encontrar un trabajo digno.
Las faltas de ortografía es una cuestión que preocupa a todos los profesores de Enseñanza Secundaria Obligatoria (E.S.O.) y, especialmente, a los que impartimos la asignatura de Lengua Castellana y Literatura. Con los métodos pedagógicos actuales es difícil encontrar una respuesta para explicar el gran número de errores ortográficos cometidos por los escolares cuando intentan expresarse por escrito.
Respecto a este propósito, Fernando Carratalá Teruel en su obra la Enseñanza integrada de la ortografía y el vocabulario en la Educación Secundaria, afirma:
[…] Esta situación, tan normal en nuestras aulas, viene a poner de manifiesto carencias –más estructurales que coyunturales– en el proceso de enseñanza aprendizaje, desde los primeros niveles de escolarización. El caos ortográfico que existe actualmente en el ámbito escolar requiere una inmediata toma de conciencia exacta de la gravedad de un problema cuya solución no es sólo competencia de la autoridad educativa, pues debe atajarse –según nuestro parecer– con la decidida implicación de todos los sectores sociales: alumnos, profesores, familias, medios de comunicación, etc.
No obstante, aunque como venimos diciendo, la ortografía se encuentra en una situación de menosprecio, no todos los ámbitos que abarca son tratados por igual; es decir, normalmente nos centramos en mejorar los hábitos ortográficos relacionados con la correcta escritura de las grafías (lo que podríamos denominar la ortografía de las letras), mientras que nos olvidamos de aspectos tan importantes como el correcto uso de los signos de la puntuación. Es cierto que escribir una h en un lugar donde no corresponda (habanico*) o, a la inversa, no escribirla donde sea necesaria (zanaoria*), puede ser un error grave que, incluso, puede dificultar la comprensión del escrito por parte del lector. Pero, igual de ininteligible, ambiguo o equívoco puede resultar un texto mal puntuado. Veamos el siguiente ejemplo: María estudia / María, estudia.
José Polo en su Ortografía y ciencia del lenguaje señala que “la tarea de la educación ortográfica será colocar a la puntuación en el lugar dentro de esta disciplina –por su extraordinario valor formativo: prosodia y semántica- y, dentro de esta, lograr llevar al estudiante a un alto grado de conciencia de uso” (1974: 533).
Apreciaciones como las anteriores, se están considerando en la actualidad, como lo reflejan prestigiosos estudios de lingüistas como M. Á de la Fuente, que señala:
La problemática de la puntuación debe abordarse respondiendo a tres preguntas: para qué puntuar, cómo puntuar y por qué puntuar. Para qué puntuar significa conocer las funciones de la puntuación y los lugares o contextos que requieren. Esto no siempre está recogido en alguna regla concreta de puntuación, ya que su campo es aún bastante reducido. Como puntuar se refiere fundamentalmente a dilucidar cuál es el signo más adecuado en un determinado contexto; pues los diversos signos de puntuación parecen organizarse en microsistemas o baterías, y, así, una coma puede sustituirse por un punto y coma o por una raya. Finalmente, por qué puntuar significa encontrar una justificación que ya no se limita a la mera obediencia a una regla ortográfica; y ello, porque faltan reglas para muchos casos y porque, si hay reglas, es debido a la existencia de motivos, aunque no siempre se hagan explícitos (2001:110).
Todo lo anterior desemboca en la pobreza lingüística de nuestros alumnos, que supone una limitación importante para el éxito social y profesional de cualquier persona. Parece claro que, aunque la lengua española está vigente a lo largo de todos los cursos de la E.S.O. y, por supuesto, en los dos cursos de Bachillerato, esta presencia, por muchas razones que sería complejo reflejar, no han podido evitar las endémicas deficiencias lingüísticas de la que tanto nos lamentamos. Por ello, por medio de este trabajo de investigación intentaremos, por una parte, detectar los errores ortográficos más frecuentes en el campo de la ortografía de la puntuación, cometidos por el alumnado en la Educación Secundaria Obligatoria y, por otra, una vez detectados tales errores, estableceremos las posibles causas de dichas faltas de ortografía, proponiendo planteamientos didácticos para subsanarlas.
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