Yuliesky Amador Echevarría
Hay temas que por la magnitud de su trascendencia, cuesta trabajo acercarse a ellos de forma “crítica” aunque el fin sea exaltar el talento político de una nación. La dificultad estriba en que en ocasiones no todos están dispuestos a ser partícipes de un discurso que aunque parezca incómodo, es sólo una muestra del lugar en que estábamos, cómo llegamos al hoy y las alternativas que pretendemos poner en práctica para continuar avanzando hacia logros de mayor envergadura. Cuando sucede esto, y aunque suene algo dramático, sólo me queda afirmar como los antiguos Gladiadores antes de llevar a cabo la batalla que podía definir su vida: Ave Caesar, moritori te salutant.
El tema de la Igualdad y No Discriminación es uno de esos temas “engorrosos” tratados por algunos y “prohibidos” para otros que nunca ha dejado de suscitar controversias dentro de la población cubana y más aún, en los estudiosos del tema. Especial significación tomó el mismo luego del Triunfo Revolucionario del 1 de enero de 1959, cuando se comienza la construcción del “hombre nuevo”. ¿Fácil construcción? ¿Ajena a un sinfín de problemas? ¿Libre de contradicciones? ¿Logros alcanzados sin dificultad? ¿Falsear los sucesos o intentar que desaparezcan a fuerza de olvidos provocados?. Muchas son las preguntas que podrían hacerse y varios los estudios que se han escrito, algunos con el fin de minimizar al límite los logros alcanzados, otros de solapar los problemas afrontados, y para suerte de la historiografía, varios que recordando los hechos irrecordables, toman sus enseñanzas como una muestra de lo que no puede volver a suceder y lo que debemos luchar por preservar. Sin ánimo de convertirme en mártir, soy de los que se suman a este último grupo.