Miguel Ángel Guerrero Ramos
La historia del ser humano y de sus diversos fenómenos en sociedad a lo largo y ancho del devenir de las distintas culturas y civilizaciones es indesligable no solo de los procesos evolutivos que le han dado una determinada forma biológica, sino igualmente de los procesos simbólicos y discursivos propios de nuestra especie. De hecho, una y otra característica, es decir, tanto la característica biológica como la simbólica, se interrelacionan constantemente de forma tal que resulta sumamente complicado muchas veces establecer la frontera entre la una y la otra. Tanto una como la otra característica, o características de lo humano, por otra parte, poseen aspectos tanto positivos como negativos para la sociabilidad de nuestra especie (o tensiones de connotaciones indecidibles), los cuales se desenvuelven dentro de la gran pluralidad de formas de expresión de cada cultura. Es más, puede que tal y como se planteará más adelante en el presente libro (siendo ese el objetivo principal del mismo), la comprensión de las dicotomías de lo biológico y de lo simbólico, puestas ellas en relación, nos ayuden a comprender un poco mejor la sociedad contemporánea y sus diversos fenómenos de una forma principalemente crítica, dialéctica y desnaturalizadora.
Tanto el aspecto biológico como el simbólico, por tanto, nos definen y nos han definido a lo largo de la historia. Como seres biológicos poseemos, por ejemplo, determinadas características físicas como la del hecho de poder manipular objetos y herramientas con nuestro pulgar oponible, o el hecho de ser seres que se reproducen de forma sexual. Dichas características biológicas se relacionan directamente en nuestra especie, desde luego, con nuestras características simbólicas o significantes. Tal y como afirma Josué Villareal Puga (2013), el ser humano construye su mundo a través de los entramados del lenguaje. De hecho, el lenguaje, y más exactamente la capacidad humana de poder representar el mundo a través de un sistema de significados y significantes, es el puente de conexión que internaliza las percepciones del mundo exterior y exterioriza las del mundo interior.