Leopoldo Valiñas Coalla, Andrea Rodríguez Figueroa 1
Uno de los problemas fundamentales, casi insalvables, que se tienen cuando se trabajan fuentes antiguas es el relacionado con los idiomas utilizados en los documentos a partir de los cuales construimos nuestros datos. Tenemos una idea (errónea por cierto) de que todo, absolutamente todo, es entendible y traducible. Pero esto, como se verá a lo largo de esta exposición no es acertado.
En el caso particular de nuestro trabajo, en el documento llamado Códice Florentino, a partir del cual construimos nuestros datos, se emplean tres códigos: dos escritos y uno pictográfico. Los dos códigos escritos son el castellano medieval (que aunque parece español, no lo es) y el llamado náhuatl clásico, escrito siguiendo las normatividades ortográficas que en ese tiempo se empleaban para el castellano (que por otro lado, no estaban estandarizadas). En el presente texto, los registros del náhuatl se han normalizado siguiendo estrictos criterios lingüísticos.
El código pictográfico se puede identificar, en términos generales, como novohispano (debido al empleo de una serie de características medievales –como la perspectiva y los planos– más algunos rasgos “propiamente indígenas”).
Las dos lenguas escritas, el castellano medieval y el náhuatl clásico, son lenguas muertas. Esto es, ya no hay hablantes que las conceptualicen, que las piensen, que se identifiquen con ellas. Los problemas para acercarnos al náhuatl clásico son complejos, puesto que para traducirlo se necesita conocer su gramática y las equivalencias léxicas que se registraron durante el siglo XVI.
Pero uno de los problemas más fuertes es el relacionado con los significados involucrados y con los objetos nombrados. Por ejemplo, para nosotros un árbol, la leña, un palo y la madera son objetos plenamente distintos; en el mundo nombrado en náhuatl clásico, todos ellos son uno: kwawitl. No es un problema de confusión, no es un vacío en el náhuatl, es simplemente una manera diferente de estructurar el mundo. Lo mismo podemos decir de wapalli, que equivale a nuestras tablas y a nuestras vigas.
Dicho de otra manera, describir un mundo diferente al nuestro basándonos solo en la lengua de la otredad, de “los otros”, no es del todo fácil y, como es de esperarse, sujeto continuamente a interpretaciones, no siempre “acertadas”. Sin embargo, un elemento que nos ayuda a cumplir la tarea es justamente la existencia de los otros dos códigos (aunque tampoco totalmente accesibles a nosotros), pues a partir de un método intertextual es que hemos podido reconstruir gran parte de lo dicho en nuestro documento fuente.
Lo que a continuación presentamos es, con las salvedades o advertencias ya dichas, lo que podemos decir a cerca de los materiales de madera utilizados en la construcción de edificios y viviendas en el centro de México, tanto en los tiempos inmediatamente anteriores a la conquista de México como en la primera mitad del siglo XV.
En el libro 11 del Códice Florentino, que trata sobre la naturaleza (flora, fauna, tierra, minerales, etc.), se le dedica el capítulo sexto a la descripción de los tipos de árboles que en aquel tiempo existían, podemos decir, en el centro de México. Particularmente en el párrafo quinto de ese capítulo se habla “de los arboles secos que estan en pie o caidos en tierra, y de los maderos labrados para edificar”, como se anuncia en el encabezado escrito en castellano medieval.
En ese párrafo (o subcapítulo, en términos actuales), se habla específicamente de los árboles secos o la madera kwawwâtsalli que podían ser cortados para obtener de ellos leña pero también podían ser trabajados o maderados (en veces utilizando hachas de cobre) para sacer vigas, tablas, planchas y todo el conjunto de piezas de madera que servían para la construcción. Incluso de ellos se obtenían tintes.
De los árboles o la madera llamada tlatlapântli, tlatlapânkwawitl, tlatlapânalli o tlatsayântli (que por su etimología se puede inferir que se trataba de madera ya cortada o trozada) se obtenían tanto tablas como buena leña. Esa madera era cilíndrica, ancha y gruesa. Asimismo, de los troncos llamados kwawtsontli o kwawtsontetl se sacaban las vigas grandes, desbastadas y listas para labrarse wehpântli o los morillos kwawtektli, entre otras piezas.
Los materiales de madera seca para la construcción que se describen en dicho párrafo se pueden clasificar de la siguiente manera:
Materiales de madera y la vivienda nahua
Dentro del Libro 11 del mismo Códice Florentino se describen los tipos de vivienda y en algunos casos hace referencia a los materiales de madera con la que la construyeron. Estos edificios son:
Bibliografía
Molina, Alonso Fray de. Vocabulario en lengua castellana y mexicana y mexicana y castellana. Estudio preliminar Miguel León Portilla. 5a edición. México: Editorial Porrúa, 2004 [facs. 1571].
Sahagún, Bernardino Fray de. Códice Florentino. 3 Vols, 345, 372 y 493 fols. (1577/78 hasta 1580). Florencia: Biblioteca Medicea Laurenziana. 1979 [1578-1580 facs].
Rodríguez Figueroa Andrea y Leopoldo Valiñas Coalla. “La visión indígena de la vivienda en la obra sahaguntina” en Revista Academia XXII. Primera Época. Año 6. Número 11. Mayo 2015. Facultad de Arquitectura, Universidad Nacional Autónoma de México. México.