La práctica del desarrollo sustentable, a finales de los años ochenta, dejó ver que este concepto es difícil de generalizar por la misma complejidad de las sociedades y dimensiones humanas, de tal forma que se consideró más bien como una visión de carácter utópico. Las experiencias de aplicar el desarrollo sustentable han concluido que se requiere un cambio en la racionalidad humana respecto a las actuales formas de uso de los recursos naturales para lograr su persistencia en el tiempo y espacio y que es más viable “planear hacia las vías o trayectorias que puedan llevar a la sustentabilidad del sistema”, más que planear hacia el concepto per se. Para la ecología económica, el desarrollo sustentable se transforma en un proceso hacia la sustentabilidad, a partir de cambios en las creencias, actitudes y comportamiento de los individuos hacia la naturaleza, por ser considerados los responsables de la degradación ambiental. A esta forma de respuesta ambiental se le denomina cambio de valores (del inglés value change) (Sectur, 2007: 26).
Así mismo, la sustentabilidad considera que es un imperativo dar seguimiento a los logros y obstáculos que se van presentando durante el tránsito por esta visión de desarrollo. Para ello, es importante diseñar esquemas de seguimiento y evaluación que incorporen indicadores en varias dimensiones, basados en objetivos y criterios múltiples.
Este nuevo pensamiento se vio reflejado en 1992, durante la Cumbre de la Tierra (Río de Janeiro), en donde se ratificó el Informe Brundtland, pero en 1995 se aprobó y promovió el Programa de Acción para el Desarrollo Sustentable (Agenda 21) como una respuesta que trata de hacer operativo el reto de mantener los actuales recursos y garantizar que estén disponibles para generaciones futuras.
La agenda 21, se puede considerar como el primer plan de acción con un elevado nivel de consenso internacional para promover el desarrollo sustentable.
Es esta iniciativa se reconoció que el desarrollo sustentable era una visión utópica y que lo importante no era llegar a un estado final, sino transitar hacia él cumpliendo tres grandes directrices:
Durante la década de los noventa, los países participantes en la Cumbre de Río se comprometieron a instrumentar, mediante la generación y aplicación de indicadores, los temas y objetivos que abarcaban las dimensiones de la sustentabilidad. En el caso del sector turismo, el World Travel & Tourism Council (WTTC), la Organización Mundial del Turismo (OMT) y el Consejo de la Tierra decidieron establecer una estrategia en conjunto para instrumentar la visión de la sustentabilidad en la planificación del turismo. El resultado de este trabajo fue el reporte titulado Agenda 21 para la Industria de Viajes y Turismo: Hacia un Desarrollo Sostenible Ambientalmente que traduce el programa Agenda 21 en un programa de acción para el turismo.
El turismo sustentable busca minimizar los impactos sobre los ecosistemas como respuesta al uso de los recursos naturales por actividades turísticas, también procura la conservación de la cultura y tradiciones del destino, y pretende ser una actividad ambiental y socialmente responsable.
Posteriormente, en la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sustentable, celebrada en septiembre del 2002 en Johannesburgo, Sudáfrica, se acordó que los objetivos del turismo sustentable se resumen en:
Pero antes de la Cumbre de Johannesburgo se tenía como antecedente la Conferencia Mundial de Turismo Sostenible, celebrada en Lanzarote, Islas Canarias, España en 1995, ahí se elaboró la Carta del Turismo Sostenible, en la cual se establecieron las directrices que a nivel internacional los países participantes deberían instrumentar en la planificación del turismo.