La cuestión sobre cultura política pretende indagar sobre cómo percibe una población el universo de relaciones que tienen que ver con el ejercicio del mandato y la obediencia, y cómo las asume, que tipo de actitudes, reacciones y expectativas provoca, y de qué manera éstas tienen un impacto sobre el universo político. Asimismo abarcará desde las creencias, convicciones y concepciones sobre la situación de la vida política hasta los valores relativos a los fines deseables de la misma, y las inclinaciones, comportamiento y actitudes hacia el sistema político, o alguno de sus actores, procesos o fenómenos políticos específicos (Peschard, 2001).
Por ello, para este estudio la política será entendida como el ámbito de la sociedad relativo a la organización del poder. Asimismo el espacio donde se adoptan las decisiones que tienen proyección social, donde por ejemplo se define cómo se distribuyen los bienes de una sociedad; que le toca a cada quién; cómo y cuándo (Peschard, 2001:9).
Por otro lado, tal como dice Trejo (2006), la participación política se considerará como un fenómeno de estructura de poder y no solo de cultura política, por lo que se tomará en consideración qué cultura y estructura política tienen una relación bidireccional (p. 238).
A partir del análisis hecho, los aspectos que se tomarán en cuenta en este estudio para formar e interpretar la investigación, serán:
En cuanto a las opiniones, existe un debate de si éstas son o no parte de la cultura política. Al respecto, Bell (1976) dice que las opiniones no son parte de la cultura política ya que ésta última “es una parte muy resistente al cambio en todas las sociedades, permaneciendo a menudo a través de muchas generaciones e incluso a pesar de fuertes transformaciones políticas. Los cambios económicos pueden ser relativamente rápidos, los cambios políticos toman más tiempo, pero los cambios culturales suelen ser de muy largo plazo” Bell (1976:26). “Esencialmente son los individuos quienes paulatinamente van incorporando los nuevos hábitos, creando las nuevas instituciones y edificando la nueva tradición política. Pero también en las élites es un proceso de negociación con las viejas pautas, de cuestionamiento de los viejos valores, es un estira y afloja que involucra enfrentamientos entre las viejas élites que aún poseen la cultura política pre-democrática y las nuevas generaciones de gobernantes que proponen y apuestan por una cultura más democrática” (Heras, 2004:26). Esto tiene mucha congruencia con lo que decía Almond en sus primeros estudios, no obstante él cambió de opinión en lo que respecta a la continuidad y perdurabilidad de la cultura política, pues en tanto que éste parecía ser uno de los rasgos más característicos de la teoría de The civic culture, sus posteriores reformulaciones aceptan que es muy variable y flexible, cambio de opinión, en buena medida, debido a las convulsiones políticas que experimentó el mundo y su propio país, en las décadas de los sesentas y setentas (García, 2006:146). Por lo que si el mismo Almond acepta que la cultura política puede tener cambios significativos en cortos plazos, es pertinente considerar las opiniones en el estudio debido a que es parte de la conciencia pública. Al respecto, es conveniente decir que las opiniones aunque son parte de la cultura política, es difícil determinar en qué medida son rupturas de valores y significación de nuevos hábitos.
Asimismo, es importante estudiar los resultados de sondeos de opinión ya que de ahí se pueden obtener: conocimientos y percepciones específicas respecto a determinados temas, como son: conocimientos sobre la constitución, derechos ciudadanos, participación electoral, instituciones, actores políticos, etcétera.
Por otro lado, desde la antropología existe una estrecha correlación entre valores y comportamientos, de modo que estos vendrían a ser un reflejo bastante aproximado de aquellos; su observación constituiría un indicador suficiente del sistema de valores presente en una determinada comunidad. Sin embargo, esta perspectiva presenta sus puntos flacos. En sociedades democráticas parece razonable esperar que no existan divergencias importantes entre las actuaciones públicas de los ciudadanos y sus creencias privadas, en cambio, se producen a menudo divergencias en sociedades en transición. Una posible explicación del fenómeno es la teoría de la ‘espiral del silencio’, según la cual el temor del ser humano al aislamiento le induce a comportarse y manifestar en público opiniones distintas de las sostenidas en privado, sacrificando la coherencia en aras de la pertenencia al grupo (Noguera, 1998:178).
En este mismo sentido Giménez (2005) dice que cabe hacer distinción entre cultura objetivada en forma de instituciones y prácticas observables, y cultura subjetivada o interiorizada; entre formas simbólicas objetivadas y formas simbólicas interiorizadas. Según Bourdieu (1972) la cultura interiorizada se presenta en forma de ‘habitus’, es decir, en forma de “esquemas mentales y corporales que funcionan como matriz simbólica de las actividades prácticas, conductas, pensamientos, sentimientos y juicios de los agentes sociales” (p. 110).