Por tiempo se argumenta que los vocablos administración y gestión no son sinónimos. Sin embargo, una búsqueda del significado de ambos términos en la actividad de dirección contemporánea, evidencia la existencia de cierta confusión teórica y una polémica en la que aún no se alcanza un consenso general (Ruiz Calleja, Dirección y Gestión Educativa, 2004, pág. 8). Al margen de toda disyuntiva, se considera prudente referir algunas consideraciones al respecto.
La administración surge como disciplina científica en los albores del siglo XX. La misma está presente, de alguna manera, en todas las denominaciones y conceptos que básicamente pretenden en los últimos tiempos expresar concepciones de culturas principalmente empresariales, por lo que resulta un término propio de la empresa.
De manera general, se define como el proceso de influencia consciente, sistemática y estable de los órganos de dirección sobre los colectivos humanos. La administración orienta y guía sus acciones con el fin de alcanzar los objetivos basado en el conocimiento y la aplicación de las leyes, principios, métodos y técnicas que regulan y son propios del sistema sobre el cual se influye (Ruiz Calleja, Dirección y Gestión Educativa, 2004, pág. 9). La administración constituye en lo fundamental una actividad de tipo social que favorece a la conducción de personas y grupos sociales hacia la consecución de las metas. No se limita a la esfera de la producción y los servicios, se extiende a todas las esferas de la vida social, lo cual incluye por su puesto la educacional.
Por su parte, el vocablo gestión, se define como la ejecución y el monitoreo de los mecanismos, las acciones y las medidas necesarias para la consecución de los objetivos de la institución. La gestión, por consiguiente, implica un fuerte compromiso de los sujetos con la actividad que se ejecuta y también con los valores y principios de eficacia y eficiencia de las acciones ejecutadas (Rementaria Piñones, 2010). La gestión estrechamente conceptualizada se asimila al manejo cotidiano de recursos materiales, humanos y financieros en el marco de una estructura que distribuye atribuciones y responsabilidades y que define el esquema de la división del trabajo (Martínez Nogueira, 2000, pág. 11).
A pesar de que las concepciones modernas diferencian teóricamente los conceptos de gestión y administración, resulta todavía frecuente encontrar denominaciones que lo establecen como sinónimos o los utilizan en un sentido de complemento. En realidad y desde una perspectiva histórica, el concepto de administración surge desde hace mucho tiempo y es anterior al de gestión.
Rafael de Heredia (Heredia, 1995, pág. 13) se afilia a la similitud de los conceptos pues al analizar el enfoque semántico de los vocablos administración y gestión, plantea que al buscar sus definiciones en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, administración es la acción y efecto de administrar, de gobernar y mandar mediante el ejercicio de la autoridad. De tal forma se concluye que administrar es mandar con autoridad. Al referirse al término gestión plantea que es la acción y efecto de gestionar o la acción o efecto de administrar. Al analizar el enfoque puramente semántico ofrecido por Heredia no se puede establecer con toda claridad la esencia de las probables diferencias objetivas que pueden existir entre ambos vocablos.
El concepto de administrar, como originalmente se formula desde su surgimiento en la teoría de los clásicos como Taylor y Fayol y otros posteriores como Koontz, O’Donnell y Weihrich, parte de la asignación de determinados recursos para ser empleados en procesos o actividades específicas que implican la existencia de mecanismos de planificación, organización, ejecución y control que garanticen su utilización estrictamente. En la actualidad, el concepto tradicional de administración es insuficiente para reflejar la obtención de la eficiencia y eficacia como condiciones imprescindibles para atender a las actuales condiciones y exigencias institucionales y sociales. Por tales razones y como necesidad contemporánea, surge el término gestión como una concepción más completa y adecuada a las condiciones actuales.
Los intentos por establecer determinadas diferencias entre administrar y gestionar, se perciben hoy. La gestión se encamina a definir la acción, el impacto y el efecto de integración de los procesos de una organización; mientras que administrar consiste en el proceso de diseñar y mantener un ambiente para el funcionamiento de los grupos y alcanzar los objetivos (Nascimento Rodríguez, 2010). Sin embargo, al margen de cualquier polémica e independientemente del alcance, esencia y fundamentos expresados en las definiciones anteriores, se afirma que cualquier actividad llevada a cabo por un administrador o gestor es una actividad de dirección.
En la práctica contemporánea, en la literatura especializada actual y al margen de toda polémica, se acepta que ambos conceptos, aunque no son sinónimos, están vinculados de alguna manera con la posibilidad y capacidad de gobernar, de tener autoridad para mandar y hacerse obedecer en relación con el manejo, la obtención y el empleo de determinados recursos que pueden ser humanos, materiales o financieros, para alcanzar los objetivos sobre criterios de eficiencia y eficacia desde una visión prospectiva (Ruiz Calleja, Díaz Domínguez, Alfonso Alemán, González Pérez, & González Fernández, 2008, pág. 9). Lo esencial de los conceptos administración y gestión está en que los dos se refieren al proceso de planear, organizar, dirigir, evaluar y controlar; como plantea Fayol al principio del siglo o Koontz posteriormente (Restrepo González, El concepto y alcance de la gestión tecnológica, 2010).
Además de los puntos de coincidencia referidos, la relación entre los conceptos de administración y gestión se pueden visualizar por los siguientes aspectos:
Si se tienen en cuenta los argumentos ofrecidos, y a los fines de la presente investigación, tanto la acción de administrar como la de gestionar se encaminan a alcanzar lo propuesto, ejecutar acciones y hacer uso adecuado de recursos tantos financieros como humanos. Ambos conceptos presuponen la planificación, organización, mando y control de las tareas realizadas para cumplimentar las metas propuestas. En función de ello, se puede considerar que la conducción de toda actividad supone aplicar técnicas de gestión para el desarrollo de las tareas a ejecutar y el cumplimiento de los objetivos propuestos.
De lo antes referido se evidencia que las funciones administrativas que se aplican a la gestión y se encaminan a alcanzar objetivos mediante la ejecución de acciones y el uso moderado de recursos humanos y financieros son aplicadas a cualquier actividad, e incluso, a actividades de carácter educacional que se realizan en cualquier institución académica y reciben el calificativo moderno de gestión educativa. En tal sentido, se estima realizar consideraciones básicas y esenciales desde la Teoría General de la Administración, que son válidas para la actividad de gestión de los procesos formativos que tienen lugar en las Instituciones de la Educación Superior y se aplican a las asignaturas que conforman los currículos de las diferentes carreras que se estudian en las universidades.