Tengo una anécdota que sirve para alegorizar lo que deseo expresar ahora.
Uno de mis profesores en una de las universidades de los EE.UU en las que cursé estudios, le aconsejaba a otro profesor más joven: “a los buenos alumnos póngales buenas notas, al fin y al cabo, algún día serán nuestros colegas. A los malos alumnos también póngales buenas notas, al fin y al cabo estas bestias manejarán algún día las riquezas del país y tal vez nos contraten como asesores.
En este cause de cosas, para el ejecutivo tradicional criollo la productividad se cir-cunscribe a que el obrero o el empleado trabaje “duro y parejo”. Encerrado en su mundo de pertinaz obsecuencia para consigo mismo, postula que sólo el mayor es-fuerzo, sudor y pena del obrero son causa del aumento o decremento de la produc-tividad. Un examen de los métodos administrativos de la mayor parte de las empresas nacionales, mostraría que la baja productividad, la que tan arbitrariamente se trata de endilgar al obrero, es ocasionado por el cacumen fosilizado en vida del ejecutivo tra-dicional criollo. De aquí surge la preocupación que podría resumirse en la siguiente pregunta: ¿qué puede surgir del pacto entre un accionista que no acumula y de un ejecutivo que es ineficiente? Pues lo que vemos como rutina diaria: una fábrica o em-presa que siempre está pidiendo algo al Estado. Desde este punto de vista, nuestro país es un museo en el que, por razones que aún escapan a la ciencia, una especie desaparecida oficialmente, el ejecutivo de Neardental, trabaja para otra especie también oficialmente desaparecida, el capitalista de Cromagnon.
Es posible que estas apreciaciones causen resquemor y despierten una gran suscepti-bilidad en la mayor parte de nuestro empresariado. Por eso es que me adelanto a estas reacciones para decirles que si un país no tiene personas que analicen crítica-mente lo que sucede con nuestras instituciones, con toda seguridad que el cambio será mucho más lento y distorsionado. La crítica, cuando proviene del valor civil de los ciudadanos es la fuerza motivante que complementa la voluntad, la energía, el conoci-miento y la actitud de los que comparten la tarea de llevar adelante las acciones para elevar el nivel de calidad de vida de la población nacional. No hay ofensa en ello; sólo buena intención. Ahora hablaremos del trabajador tipo boliviano.
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