Lic. José Juan Puebla Rodríguez
Introducción
El pueblo de México se ha caracterizado por su profunda religiosidad desde la época prehispánica, religiosidad que le ha llevado a configurar espacios sagrados a lo largo y ancho del territorio nacional; espacios que han motivado una incesante afluencia de peregrinos en busca de la visión, del dialogo, del contacto con la divinidad, en busca de descanso, de apoyo, de ayuda, motivado por carencias tanto espirituales como materiales, los problemas sociales, económicos, la situación familiar, la carencia de trabajo, de una mejoría material, en busca de la esperanza que sustente la vida en un panorama sin horizontes para gran parte de la población.
El movimiento constante hacia los santuarios mexicanos ha propiciado el crecimiento de comunidades ya existentes o su creación a partir de un punto que se ha considerado sagrado por la fe de alguien en una situación desesperada; el constante peregrinar hacia esos puntos reverenciados como santos han provocado el establecimiento de servicios de asistencia al visitante, servicios que van desde sencillas áreas destinadas para el descanso después de una larga caminata, hasta el desarrollo de infraestructura turística establecida y en forma, como es el caso de restaurantes y hoteles.
Dentro de los santuarios más beneficiados en el país por el denominado turismo religioso, que incluye a peregrinos y turistas culturales, se encuentra el de Nuestra Señora de San Juan de los Lagos en la región de los Altos de Jalisco.
El objetivo del presente es enmarcar el turismo religioso que se desarrolla en San Juan de los Lagos dentro del contexto de los santuarios católicos de México, las características que envuelven a los espacios sagrados y la significación que ellos tienen para sus visitantes, lo anterior con el afán de que sean consideradas dentro de los proyectos de desarrollo turístico actuales, puesto que si no son tomadas en cuenta, los proyectos de desarrollo netamente turístico pueden afectar la sacralidad del lugar al desvirtuar el espacio sagrado y transformarlo en un espacio profano no atractivo para el hombre religioso y devoto del santuario, lo que devendría en detrimento del propio flujo turístico el cual se trata de motivar y ampliar con estos proyectos.
El artículo se divide en tres partes, la primera de ellas es un acercamiento a la visión del hombre religioso de los espacios sagrados; en segundo lugar se considera la caracterización de los santuarios y la distribución de los santuarios católicos en México; finalmente a manera de conclusión se hacen algunas propuestas para el desarrollo de los nuevos productos turísticos en San Juan de los Lagos.
Los espacios sagrados
Después de una amplia revisión de las características históricas de las diferentes religiones, Mircea Eliade (1956) comenta que el hombre religioso hace una distinción del espacio en el que se desenvuelve a partir de su cosmovisión, exalta un espacio fuerte y significativo para él, lo que constituye el espacio sagrado, y establece otro sin estructura ni consistencia, el espacio profano.
El espacio sagrado se convierte en eje central de la construcción del mundo, es el rasgo que le da orientación al espacio que habita.
El espacio sagrado se produce por una Teofanía o manifestación divina y que en términos de la participación de forma particular de la Virgen María se considerará como Mariofanía, ese espacio se traduce en un punto de comunicación con la divinidad, de contacto entre el hombre y Dios, entre lo terrenal y lo celestial.
El espacio sagrado, por comunicar al hombre con Dios, se convierte en el centro del mundo, se transforma en el eje cósmico de su realidad religiosa.
El espacio sagrado se concreta en el lugar sagrado, sitio en el que el hombre religioso considera como el centro del mundo, la abertura entre lo terrenal y celestial y el punto de encuentro entre ambos, el lugar sagrado es reproducido en los santuarios y en las ciudades santas. De acuerdo con lo anterior, la construcción de un templo en el lugar sagrado, significará la puerta hacia el contacto divino, toda la estructura arquitectónica se verá influida por signos y símbolos que hagan referencia a ello.
Debido a que el lugar sagrado es el eje cósmico del hombre religioso, es decir, es el centro de su mundo, es comprensible que trate de estar cerca de él, de ahí que el peregrinar sea una constante hacia los lugares sagrados considerados como santuarios.
Santuarios punto de encuentro entre turismo y religión.
Los santuarios en términos prácticos, son lugares donde hay una imagen o reliquia que propician una devoción particular, estos no son definidos por una característica histórica o artística inherente a un edificio o institución sino por la devoción de la gente (William, 1976); un santuario en lenguaje común es un lugar de peregrinación al que se acude desde distancias más o menos largas como son los casos de Fátima, Lourdes o la Basílica de Guadalupe.
Los santuarios son en resumen:
Los santuarios y/o centros religiosos han tenido su origen en lugares que se consideran sagrados porque en ellos estuvieron presentes personajes importantes para una religión (Cristo, Mahoma, Buda); porque existen ahí reliquias como los restos de los santos, imágenes y otros objetos sagrados, como por ejemplo: las astillas de la cruz de Cristo; o porque en dichos lugares se ha producido una especial o extraordinaria revelación de la divinidad, una teofanía, que ha consistido en un milagro, una aparición, una curación, la preservación de un mal individual o colectivo: enfermedad, peste, guerra, hambre, terremoto, inundación o tempestad, etc. (Diez, 1988)
A la manifestación divina sobreviene el reconocimiento de los fieles y su peregrinar a esos lugares considerados como sagrados con la finalidad, entre otras, de adquirir méritos, obtener el perdón de un pecado o una curación milagrosa (Pike, 1966), es decir, de purificar y redimir a quien peregrina. Su contenido son las plegarias, rezos, promesas, peticiones, ofrendas, mandas, votos, danzas, cantos y sacrificios. Esta actitud de la religiosidad del hombre no se ve exenta, de la influencia de las estructuras sociales, económicas y culturales del espacio en que se desarrollen (Rodríguez, 1978).
La peregrinación no es privativa de un tiempo, espacio, cultura o religión, aunque cada elemento le da características distintivas propias. Fuera del cristianismo, una de las peregrinaciones más famosas es la de La Meca con fundamento en uno de los cinco pilares del Islam (fe, oración, limosna, ayuno y peregrinación), a ella está obligado todo musulmán adulto y con medios para realizar el viaje.
Dentro de la tradición cristiana la peregrinación se basa en dos concepciones, “la primera es la idea de que el alma se encuentra aquí en la tierra como en un exilio, pero viajando hacia Dios. La segunda concepción es la creencia de que ciertos objetos y lugares son focos de santidad donde el mundo espiritual puede “tocarse”. Visitar un templo o un lugar donde se guardan las reliquias de un santo o ir a un lugar como Jerusalén, equivalía a acercarse a Dios.”(La Iglesia cristiana, 1990:76-78)
Al respecto el Departamento Episcopal de Pastoral de Santuarios en México refiere:
Las peregrinaciones son una manifestación privilegiada de la religiosidad popular. Para muchos peregrinos, la visita al santuario o a una determinada imagen constituye el eje central de su vida cristiana. Los creyentes que asistan a lugares venerados, expresan su relación con Dios, la Virgen o los santos en devociones y promesas realizadas en forma itinerante y motriz: caminatas, procesiones, entradas de rodillas, tocamientos a las imágenes, ósculos, oraciones en cruz, carga de imágenes, etc. Llevan además símbolos, velas, flores, retablos, imágenes, etc., que expresan su donación, su agradecimiento o el cumplimiento de la promesa hecha a Cristo, la Virgen o algún santo.
Los primeros peregrinos cristianos fueron “una especie de pioneros, que caminaban hacia lugares apenas señalados en los mapas y por rutas inciertas y peligrosas. Poco antes del siglo XI, las peregrinaciones en masa se hicieron cada vez más populares. Junto a auténtica piedad, reinaba un espíritu festivo. Estos “viajes organizados” medievales incluían diversiones y souvenirs.” (La Iglesia cristiana, 1990:77)
Los sitios de peregrinación crecieron en importancia, los más famosos de Europa durante la Edad Media fueron Roma (San Pedro), Santiago de Compostela y Jerusalén, así como otros lugares de Tierra Santa que estaban especialmente asociados a la vida de Jesús.
La primera ruta religiosa más concurrida y a decir de Callizo Soneiro (1991), el primer grand tour del que se tiene constancia, es el camino de Santiago con destino a Compostela en el norte de España.
Fernández Fuster escribe:
Solamente dos ciudades, Roma y Santiago de Compostela, tienen el privilegio de celebrar el Año Santo. En Santiago viene desde tiempos de Calixto II (1122). Alejandro III, en su Bula “Regis Aeterni”, otorgó la gracia del jubileo para los fieles que visitasen el Templo del Apóstol en todos aquellos años en que la festividad de Santiago cayese en el día del Señor, es decir, en domingo.
La devoción al Apóstol Santiago, cuya tumba fue descubierta hacia el año 813, en tiempos de Alfonso II el Casto, en Compostela -Campus Stellae, o Campus Apostolis- fue general en toda Europa, especialmente a partir del siglo XI, estimulada por la Orden de Cluny, cuyos monjes negros comenzaban a fundar monasterios en toda España cristiana. En el siglo XII se fundó la orden Militar de Santiago para proteger a los romeros jacobitas
Hacia 1140, un peregrino francés, Aymeric Picaud, escribió la primera “Guía turística” de Santiago, donde hace una amplia descripción de la ruta. (Fernández, 1978)
Callizo Soneiro agrega:
La peregrinación al Apóstol de Compostela es un hecho sin el cual se entienden pocas realidades de la Europa medieval cristiana, pero en ningún caso la vitalidad que tuvo el eje urbano que atravesaba ese circuito iniciatico, preñado de ocas, símbolos druidas y toda suerte de referencias sincréticas.(Callizo 1991)
En este mismo sentido, surgieron un grupo de centros religiosos no asociados a la vida de Jesús o a los santos, sino a la Virgen María, sitios que han alcanzado fama por contar con manifestaciones de ella a niños o jóvenes o mediante el movimiento de una estatua por lo regular de escasa importancia artística; así surgieron centros como Lourdes y Fátima entre muchos otros. La importancia de los santuarios marianos para la piedad popular es una manifestación del lugar que le otorgan a la Virgen María los católicos ortodoxos y romanos de todos los tiempos; sin embargo, a partir del Concilio Vaticano II y bajo las autoridades papales de Paulo VI y Juan Pablo II, se ha tratado de reducir el culto a la Virgen y a los santos a su justa proporción dentro de los lineamientos doctrinales católicos (El culto mariano, 1974:69).
Sopher (1967) asegura que el alcance geográfico de un santuario, por su atracción centrípeta puede generar líneas de flujo y tráfico de peregrinos y comerciantes; esta circulación religiosa promueve, a su vez, intercambio cultural, mezcla social e integración política. Con todo lo anterior, la recurrencia a los santuarios de todo el mundo ha propiciado el establecimiento de infraestructura turística que cubra las necesidades del viajero, lo que ha llevado a las peregrinaciones a convertirse conceptualmente en flujos turísticos. Al respecto Fernández Fuster aclara: “Si la motivación del viaje podría ser considerada como no turística, el viaje en sí y sus efectos en el núcleo receptor son práctica y teóricamente iguales que cualquier otra motivación. Hotelería, agencias de viajes, transportes, comercio en general, guías, etc., son movilizados; y el cliente se comporta de idéntica manera, abonando los servicios y adquiriendo los bienes que necesita.”(Fernández, 1978)
Los santuarios son considerados como “complejos turísticos” o “supermercados de lo religioso”, debido a la acumulación de obras y servicios en torno a ellos (Diez, 1989). Sobre este mismo punto, el Departamento Episcopal de Pastoral de Santuarios en México, dice:
El santuario aparece a los ojos de la sociedad, como el prototipo del poder económico, de la riqueza y de la bonanza material. Todos los santuarios, en mayor o menor grado, se ven envueltos en una atmósfera que podría llamarse “económica-comercial”. Los recursos materiales son un elemento persistente de mandas, compra-venta de artículos religiosos, o promovidos por los sacerdotes y otras personas, aportan dinero, lo que hace que el santuario se convierta en un centro donde las finanzas adquieren un carácter prioritario. (La pastoral de santuarios en México, 1988)
De ahí que se considere que en los santuarios se tenga una situación de subdesarrollo moral y religioso, donde aparezca la miseria y la injusticia (María, 1982). De esta forma el santuario es punto de convergencia donde se dan cita todas las formas de pobreza material de quienes a él acuden. Casi podría decirse que la bonanza económica del santuario descansa en la pobreza crónica de sus devotos(La pastoral de santuarios en México, 1988). Sin embargo, está claro que un santuario beneficia siempre a la población local y debe ser protegido por las autoridades locales (William, 1976).
Como se mencionó, si bien el objetivo del peregrino no es un viaje turístico sino de experiencia espiritual, los requerimientos de los visitantes religiosos han propiciado el establecimiento de toda una infraestructura turística la cual comprende hoteles, restaurantes, albergues, bancos, guías turísticos, agencias de viajes, empresas de transporte turístico, y sobre todo, un comercio pujante en intima relación al cumplimiento de promesas, a través de una amplia gama de artículos religiosos; todo esto matizado por el grado de atracción de un santuario: local, regional, nacional e internacional. De esta manera la estructura espacial del santuario se ve en mayor o menor medida influida por la funcionalidad de los servicios establecidos en torno a él.
De acuerdo con Rafferty (1993), los destinos del turismo religioso pueden ser agrupados en cuatro clases:
Los santuarios católicos de México.
En el México antiguo, los dioses mesoamericanos eran protectores y guías en los actos de la vida de los distintos pueblos, por esta razón los dioses vivían en los pueblos mismos, en los calpulli, al igual que en los caminos, lagunas, montes y cuevas, en estos lugares eran venerados. A pesar de ello, algunos templos sobrepasaron las funciones religiosas locales convirtiéndose en santuarios.
La mayor parte de los santuarios prehispánicos se encontraban dedicados a las deidades del agua y, acudían a ellos lo mismo campesinos que guerreros, nobles y gobernantes, ya que se consideraba una obligación social y religiosa asistir a los lugares donde se rendía culto a los dioses que regían el orden universal. Estos santuarios serían destruidos posteriormente o se suplantarían con otra devoción del catolicismo español, como fue el caso del culto a Tonatzín en el Tepeyac por el de la Virgen de Guadalupe, o el de Cristo y los santos que sustituyeron la veneración a Tezcatlipoca, Tlaloc, etc. (Guía México Desconocido, 1995)
Las peregrinaciones practicadas por los antiguos mexicanos fueron base de rutas comerciales y de comunicación cultural entre diferentes pueblos. Estas peregrinaciones encontraron continuidad dentro de la religiosidad popular católica implantada por los conquistadores españoles. Dentro de ellas lograron sobrevivir e incluso a caracterizarlas diversos elementos prehispánicos como danzas, música, indumentaria, ofrendas, entre otras.
Los santuarios, así como las peregrinaciones, han sido dos elementos favorables para la convergencia de peregrinos en lugares histórica y culturalmente estratégicos de la geografía de México y que a decir de Cámara Barbachano y Reyes Couturier (1975), actúan como elemento causal, entre otros muchos, en los procesos de cohesión sociocultural de los diferentes grupos heterogéneos que conforman la sociedad nacional mexicana.
La participación religiosa parece ser elemento unificador: propicia los contactos intercomunales, los extralocales y aun los extrarregionales sobre la base de creencias compartidas. Esta misma religión ha contribuido mucho a dejar atrás las peculiaridades etnoculturales para constituirse en poderosa fuerza integradora hacia la “nacionalidad”. (Cámara, et al, 1975:11)
Y agregan:
La manifestación concreta del peregrinar es, en primer término, religiosa, aunque no se descarta la posibilidad de que esté matizada con caracteres socioculturales diferentes, sobre todo en grupos tradicionales. De la misma manera, esta característica es más simple de notar en los niveles regionales del peregrinar, en donde, al parecer, el factor comercial adquiere tanta importancia como el religioso, principalmente por la repercusión de la estadía festiva de peregrinos en el comercio o mercado local. (Cámara, et al, 1975:14)
Ellos comentan también el papel de los santuarios dentro del proceso urbanizador del país al considerar que santuarios como el de Nuestra Señora de Guadalupe al encontrarse en núcleos urbanos ya establecidos sean uno de los factores que propiciaron la migración campo-ciudad gracias a la atracción ejercida sobre la población campesina.
En la actualidad los santuarios y las peregrinaciones han conservado su poder de atracción a pesar de la evolución religiosa que ha tenido el país en la última década con la fuerte penetración de grupos protestantes. Al respecto, la jerarquía católica, en el Concilio Vaticano II, en las distintas reuniones del Episcopado Latinoamericano (Medellín, Puebla y Santo Domingo) y en el nuevo Catecismo de la Iglesia Católica exhorta a todos sus miembros a propagar estas devociones populares:
Hemos de promover una liturgia que en total fidelidad al espíritu que el Concilio Vaticano II quiso recuperar en toda su pureza, busque, dentro de las normas dadas por la iglesia, la adopción de las formas, signos y acciones propias de las culturas de América Latina y el Caribe. En esta tarea se deberá poner una especial atención a la valorización de la piedad popular, que encuentra su expresión especialmente en la devoción a la Santísima Virgen, las peregrinaciones a los santuarios y en las fiestas religiosas iluminadas por la palabra de Dios. (IV Conferencia del Episcopado Latinoamericano, 1993:69)
En esta misma línea, la Conferencia del Episcopado Mexicano, a través de la Comisión Episcopal de Evangelización y Catequesis ha establecido el Departamento Episcopal de Pastoral de Santuarios, quién publicó en 1988 un documento sobre la pastoral de santuarios en México, donde se comenta la existencia hasta entonces de 200 santuarios reconocidos por ellos. El documento en sus elementos de diagnóstico menciona:
En México los santuarios son catalizadores privilegiados del catolicismo popular. Masas compuestas de hombres, mujeres, jóvenes y niños, de clase baja en su mayoría, visitan santuarios dedicados a Cristo, la Virgen o algún santo. Las peregrinaciones anuales o con ocasión de alguna fecha especial, se caracterizan por ser prácticas rituales con gestos estereotipados, con ofrendas de dinero o con prestaciones físicas que implican sacrificio. En algunas partes les acompañan danzas artísticas que suponen un largo entrenamiento.
De acuerdo a la influencia geográfica, constatamos tres tipos de Santuarios:
Los grandes santuarios tienen comunidades poco estables y peregrinaciones masivas durante el año. El ámbito de su influencia es internacional, nacional y regional. Los que son más pequeños y su trascendencia es más bien a nivel local, cuentan generalmente con una comunidad más estable; generalmente son parroquias con su trabajo y vida propios y solamente en la fiesta patronal, reciben multitudes en peregrinaciones.
Las imágenes de diferentes santuarios, también pueden ser clasificadas:
También se pueden catalogar las imágenes según la “especialización” que la gente les atribuye:
Generalmente a las peregrinaciones o festividades religiosas, acompaña la feria, la fiesta y las diversiones. Como elemento positivo se da la convivencia, en donde se comparte no solo lo material, sino las distintas cualidades que tienen los participantes para hacer pasar ratos agradables a los demás. Sin embargo, permanecen aspectos que nos impiden ver la fiesta como consecuencia de una expresión de alegría y liberación motivada por la festividad religiosa celebrada. Entre estos elementos encontramos:
Entre las manifestaciones más significativas de la fe del pueblo expresada y vivida en los santuarios, podemos enumerarlos siguientes hechos:
En el cuadro 1.1 se enlistan los santuarios católicos de México, mismos que se localizan en la figura 1.1.
El turismo religioso en San Juan de los Lagos
La importancia devocional de la imagen de Nuestra Señora de San Juan de los Lagos es destacada dentro del territorio nacional, a su santuario asisten el mayor número de visitantes anuales superado solamente por la Basílica de Guadalupe en el D.F.
Actualmente la Zona de los Altos recibe más de cuatro millones de visitantes al año de acuerdo con estadísticas de la Secretaría de Turismo de Jalisco (SETUJAL), de los cuales un alto porcentaje corresponde a los visitantes que arriban a la localidad de San Juan de los Lagos y en especial los que se pueden clasificar dentro del denominado turismo religioso.
La atracción religiosa del santuario ha motivado un amplio desarrollo comercial y de servicios turísticos para cubrir las necesidades de los visitantes. Sin embargo es preciso recordar que es el santuario y en específico la imagen de Nuestra Señora de San Juan de los Lagos, la motivación principal del visitante a la localidad y que en torno a ella fue que se generó de forma posterior la actividad comercial y de servicios y no a la inversa.
El centro turístico religioso de San Juan de los Lagos, como sucede en todos los santuarios, no fue creado ex profeso como paquete turístico sino que la actividad turística devino con la afluencia de visitantes al lugar. De ahí que lo que cuenta para los peregrinos y devotos no es la búsqueda de espacios turísticos de descanso y recreación como sería el caso de las visitas a las playas, sino el contacto con lo sagrado.
De esta forma el comercio y los servicios al turismo se fueron desarrollando conforme a la demanda de los visitantes y estructurando su localización en función del acceso al santuario, es decir, el área contigua a la Basílica Catedral de San Juan de los Lagos.
Si bien es cierto que no todos los visitantes son peregrinos, y que ellos tal vez busquen otras fuentes de recreación en el lugar, debe considerarse para el desarrollo de nuevos paquetes turísticos que cumplan con ese fin lo que originalmente propició el turismo religioso en la localidad y que siempre ha estado ligado a la imagen de la Virgen de San Juan.
De esta forma, los proyectos turísticos que establezcan en un futuro las instituciones públicas en sus diferentes niveles de gobierno y las particulares que deseen el fomento del turismo en la localidad deberán considerar los siguientes:
Esto es de suma importancia debido a que una transformación de la oferta turística en la localidad, de su temática religiosa a espacios turísticos sin relación con ella, desvirtuarían progresivamente el espacio considerado como sagrado, transformándolo en un espacio profano sin una significación real para el visitante religioso.
El punto medular de la importancia religiosa de San Juan de los Lagos es que, para el peregrino o visitante religioso, la localidad y el santuario son espacios considerados como ombligos de su cosmovisión, son el centro de su mundo religioso. Por lo anterior, estructurar espacios recreativos sin una relación directa con la esencia religiosa de ninguna forma serán atractivos para el visitante allegado por motivos religiosos, en sentido negativo podrían incluso considerarse como una ofensa que iría en detrimento de la sacralidad de la localidad, porque para el peregrino, la ciudad misma es un espacio sagrado.
El ordenamiento comercial y de servicios en la localidad debe atender a estas consideraciones culturales y que en muchas ocasiones se olvidan dentro del continuo afán de obtener los mayores beneficios económicos. Destruir la sacralidad de San Juan de los Lagos es equiparable a destruir su máximo recurso turístico y por ende a colapsar su economía, que en un gran porcentaje se sustenta de la derrama económica procedente de los visitantes al santuario.
Por todo lo anterior, es necesario que antes de construir nuevos proyectos de atracción turística en la localidad y por ende en cualquier localidad cuyo atractivo principal sea un santuario religioso, se valoren los beneficios reales en términos de afluencia de visitantes que estos proyectos pueden generar, y que en la mayoría de los casos no serán atractivos para el visitante sino tienen relación alguna con el carácter religioso del objetivo de su visita.
Estos nuevos proyectos deben considerar también lo referido en párrafos anteriores con respecto a las características de los santuarios en México y tratar de resolver aspectos como al abuso en los precios de los productos que se expenden en ellos, o la consideración de una oferta turística que tome en cuenta a la población de escasos recursos que visita el santuario, para no crear espacios de segregación económica o maximizar la discriminación social.
En términos generales lo que se trata de recalcar con el presente, es la importancia de las características culturales que favorecen la sacralidad de San Juan de los Lagos y a la que está ligada indiscutiblemente su economía, de ahí que sea indispensable considerarlas si se quiere conservar la esencia de la motivación del visitante a la localidad, tanto para reorganizar la estructura de la actividad económica dentro de la urbe como para el desarrollo de nuevos proyectos turísticos enmarcados dentro de su espacio sagrado.
Algunos proyectos favorables para conservar la sacralizad del lugar pueden ser tomados de la experiencia de otros santuarios como Lourdes, estos proyectos deberán incluir la creación de un ambiente espiritual que acerque a los visitantes a la experiencia religiosa que buscan en la ciudad. Un parque acuático puede favorecer la recreación local y el turismo regional, pero de ninguna forma se puede convertir en una fuente de atracción para el visitante por motivos religiosos; en cambio, si se considera la creación de un jardín con fuentes y áreas que motiven la contemplación acompañadas posiblemente de un parque temático con referencias a los milagros de la imagen, serán más propicios para ser usados por los visitantes que el ejemplo anterior.
Un parque acuático o el aumento de antros y centros de diversión profana distorsionarían el espacio sagrado de la localidad y motivarían un descenso en los visitantes que considerasen este lugar como una experiencia negativa para lo que buscan en su santuario; en tanto que las áreas verdes, los espacios con fuentes y lagos, rememoran la paz que lleva a la relación espiritual con la divinidad. El agua en el caso de los santuarios marianos es un elemento primordial relacionado con los milagros, es signo de limpieza y restablecimiento de la salud espiritual, la construcción de un parque temático religioso, con áreas verdes, fuentes, lagos y posiblemente un arroyo artificial sería un magnifico complemento al santuario, que además podría expandir el comercio de la localidad.
Por cuestiones de espacio no es posible ampliar más el tema tratado en el presente, queda para futuros investigadores o interesados en el tema ampliar y difundir una línea de propuestas para el mejor desarrollo del turismo religioso, que contemple la parte espiritual del mismo y favorecer así su crecimiento sin destruir el patrimonio sagrado representado en sus santuarios.
Bibliografía
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Pike, E. Royston (1966), Diccionario de religiones, Fondo de Cultura Económica, México.
Rafferty, Milton D. (1993) A geography of world tourism, Englewood Cliffs, New jersey, USA.
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Schneider, Luis Mario (1995), Cristos, Santos y Vírgenes, Planeta, México.
Sopher, David E. (1967), Geography of religions, Prentice-Hall, Inc., New Jersey, U.S.A.
William A., Christian (1976), “De los santos a María: panorama de las devociones a santuarios españoles desde el principio de la Edad Media hasta nuestros días”,en Temas de antropología española, Akal, Madrid. Citado por Juan María Diez Taboada, (1989), “La significación de los santuarios”, La religiosidad popular, T. III, Anthropos, Fundación Machado, España.
Fuentes:
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