Conocido como el Rey de los campos de Cuba. Algunos lo califican como bandolero y otros como un hombre que murió como patriota e independentista, gracias a una evolución ideológica que duró largos años de su vida Nace en 1850 en la finca Guayacán, barrio Estante, municipio Unión de Reyes, en la provincia de Matanzas Se le atribuye, al final de su vida, compartir el ideal separatista, así como mantener correspondencia con los revolucionarios de Cuba y de Cayo Hueso. Según algunos historiadores, personas que lo conocieron de esa época cuentan que el dinero que obtenía de los secuestros que realizaba a las personas adineradas lo asignaba a la compra de armas y municiones para la revolución y ayudar a los campesinos más pobres. En los años 70 su familia se traslada a Quivicán, pero el desarrollo de sus actividades en la región habanera nunca lo limita en sus contactos y relaciones con su región natal, donde poseía familiares y amigos que son sus colaboradores. Para burlar la persecución a que estaba constantemente sometido, divide su partida en tres grupos que operaban en diferentes zonas de la provincia de La Habana. La primera, mandada por él, se movía en el territorio entre Quivicán y Güines; la segunda, mandada por Domingo Montelongo, tenía como zona de operaciones la zona entre San Nicolás y Nueva Paz; y la tercera, mandada por Andrés Santana, cubría el área ubicada entre San Antonio de Cabezas, Alfonso XII y Bolondrón. En una investigación realizada a lo largo de varios años por los periodistas Jorge Petinaud y Raúl Rodríguez, se afirma que los servicios de inteligencia y contrainteligencia españoles son los primeros en endilgar a este el calificativo de bandolero, bandido y malhechor, que sirve de fundamento a que escritores y periodistas a través de los años contribuyan a dar una imagen supuestamente deformada de este personaje tan pintoresco, una especie de Robin Hood tropical. En 1876 sirve de guía, en San Felipe, a una expedición enviada desde Cayo Hueso por Francisco Vicente Aguilera, aunque según afirman los citados investigadores no se puede aún afirmara que haya actuado entonces movido por profundas concepciones políticas e ideológicas, como se supone que sí lo hizo a partir del año siguiente. A finales de esa década sufre a prisión tras un altercado con un acalde que le falta el respeto a su esposa. Tiempo después sorprende a su padrastro golpeando a su madre, por lo que le asesta al agresor un machetazo que lo dejó malherido. Buscado por las autoridades huye al monte, donde se ve involucrado en hechos delictivos al vincularse a un tal Cristóbal Días, quien se dedicaba a actividades ilícitas. En 1885 viaja a Estados Unidos, donde trabaja en Cayo Hueso en una tabaquería. Allí realiza contacto con veteranos independentistas. En 1887 viaja en el balandro Delphine, a Puerto Escondido, al nordeste de La Habana, integrando un destacamento formado por cuatro personas al mando de un capitán del Ejército Libertador. Al morir este en un enfrentamiento con el ejército español, este asume su lugar. Manuel García no solo viaja a Cuba en una expedición posterior a la Guerra Chiquita, sino que entre1887 y 1895 mantiene en pie el espíritu independentista y no proporciona tregua a un contingente de soldados españoles que lo persiguen por las provincias occidentales y en Las Villas, y cumple la misión de mantener en jaque a las tropas coloniales, destruir propiedades enemigas y recaudar fondos para la lucha. José Martí en una ocasión rechaza ocho mil pesos que le envía este, producto de un rescate cobrado por causa de un secuestro. El Apóstol aclara a Juan Gualberto Gómez, quien actuaba como intermediario en dicha transacción, que le dijera al remitente que no tomara la negativa como un desaire, pero que la Revolución no se solidarizaba con su vida anterior, y agregó que si la guerra revolucionaria estallaba, ya tendría el señor García oportunidad de mostrar sus condiciones de patriota. García era objeto de una campaña sistemática en su contra a través de los medios de difusión del gobierno español colonial. No obstante, según algunos autores, a este se le consideraba entre los emigrados cubanos de los Estados Unidos como un rebelde contra la autoridad de España. El 24 de febrero de 1895 se producía en la provincia de Matanzas y al este de Cienfuegos, cuatro alzamientos: el de Ibarra liderado por Juan Gualberto Gómez y Antonio López Coloma; el de Jagüey Grande, protagonizado por Martín Marrero y los hermanos Rodríguez; en el Seborucal, por hombres al mando de Manuel García y el de Aguada de Pasajeros con Joaquín Pedroso. Ese día, Manuel García, acompañado de 40 a 50 hombres, armados y montados, se presenta en la tienda El Seborucal. La partida toma dinero y víveres, pero cómo ocurren los hechos donde este pierde la vida, después de esa acción, no está totalmente verificado. Posteriormente encontrado su cadáver, este es sepultado en Ceiba Mocha, y posteriormente conservados sus restos por la familia de Ramiro Mouriño, residentes en un lugar conocido como La Julia. Desde el 2000 estos yacen en un panteón en el Cementerio de Ceiba Mocha.
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