Si nos atenemos a lo expresado en el párrafo inicial de la introducción del presente trabajo, resulta aterrador pensar que en el pequeño lapso de poco más de cien años, el ser humano ha ocasionado mayor deterioro a los ecosistemas y al planeta que en los cientos de millones de años desde que se encuentra en las condiciones actuales de vida.
Y esto tiene que ver con las formas de desarrollo elegidas por el hombre. Es decir, la de producción de bienes y servicios en el seno de las llamadas fábricas o empresas y la aparición del empresario con su lógica económica (egoísta), en detrimento de cualquier otro tipo de razonamiento que no conduzca a una ganancia, contraviniendo la lógica natural de lo social –tomar en cuenta a sus semejantes al interior y exterior de la organización– y la sensatez para conservar su hábitat (casa, en lo general).
El otro problema concierne directamente con el tipo de actividad que el hombre decidió desarrollar; la industria y el tipo de energía a utilizar en los procesos de producción altamente contaminantes para el medio ambiente. La maquinaria al inicio de la era industrial se movía con carbón, después con petróleo y gasolina o diesel. Durante el siglo veinte se privilegió la electricidad y en décadas recientes se han explorado otras fuentes de energía como la nuclear, solar, térmica, más amables con los sistemas vivos.
Con la industrialización y la tecnología a su alcance, el hombre se dedicó a crear medios de transporte terrestre, aéreos y marítimos, como una necesidad para transportarse y trasladar productos y servicios. La industria automotriz representa un verdadero paradigma de nuestra civilización, con todas las consecuencias en favor y en contra que se deseen encontrar, tanto para el desarrollo de la sociedad como el daño a los sistemas vivos.
Otros sectores industriales que contribuyen en gran medida al deterioro de los ecosistemas, son principalmente del área química y energética.
Al respecto, se identifican dos situaciones en la toma de decisiones de los hombres de negocios: una, consciente, en relación al interés económico buscado y desdén por los semejantes; y dos, inconscientes o ignorantes, en parte, respecto al daño ecológico causado a los sistemas vivos. En el primer caso es una cuestión de actitud, en el segundo, un asunto de conocimiento, contexto que plantea un doble escenario para la acción humana en la esfera de la RSE.
Originalmente, expresan diversos autores con base en los principios darwinianos, el compromiso de una empresa radica en subsistir, perdurar, a través de crear los mecanismos de competencia para sobrevivir y conservarse en el entorno. Esto nos conduce a pensar de manera económica, en la generación de riqueza a través de la creación de bienes y servicios con los atributos exigidos por los clientes.
La lógica económica prevaleció de manera absoluta durante largo tiempo hasta que el hombre de negocios tomó conciencia de la presencia y necesidades del ser humano en la organización, a partir de la década de los treinta y de la capacidad de decisión de los clientes para preferir un producto o servicio y de su poder para organizarse y exigir ciertos comportamientos de los productores orientados a tomar en cuenta a las partes interesadas y el respeto por el medio ambiente.
Comienza entonces a percibirse entre los cuerpos directivos un interés adicional al económico, vinculado con sus acciones en favor de las personas o partes interesadas y su preocupación por el medio ambiente, comprendido en el término “social” y asumido como una responsabilidad, sinónimo de obligación, compromiso o competencia.
La condición deseable actual para las organizaciones pasa por la necesidad de buscar la forma de adquirir la cultura de una empresa socialmente responsable, reconocida como tal por sus clientes, las autoridades y por la sociedad en su conjunto, situación que le exige incorporar políticas en atención a las necesidades de las partes interesadas, el respeto por las normas en favor de la protección del medio ambiente, el comportamiento ético de los directivos, así como la rendición de cuentas a través de los informes de transparencia periódicos, factores fundamentales para alcanzar la legitimidad y reputación necesarias como ventajas competitivas.
Como puede observarse en la formulación del presente método de análisis de la RSE, su estudio implica cuerpos de conocimientos procedentes de disciplinas divergentes como la economía, la ecología y la ética, y con el auxilio de las ciencias de la conducta se pretende incorporar los marcos teóricos de la psicología y la sociología organizacional.
Dimensiones aparentemente distintas, a nuestro criterio, encuentran cabida en el método propuesto de tres dimensiones de análisis de la RSE. El gobierno corporativo, por ejemplo, comprende conocimientos jurídicos, financieros, económicos, éticos; el desarrollo sustentable, encierra aspectos de la ecología, la sociología, la ética, la economía; mientras que el desarrollo organizacional, se enfoca al estudio de las organizaciones en el ámbito de las ciencias de la gestión, con una alta dosis de las ciencias de la conducta y sociales.
Si como admitimos al principio de la obra, el tema era desconocido para mí, justo es reconocer ahora la gran fascinación ejercida por cada una de las dimensiones de análisis durante la realización del trabajo, principalmente por los temas de gobierno corporativo y desarrollo sustentable. Por mi formación académica, es natural mi mayor afinidad y nociones sobre el área de desarrollo organizacional.
La práctica y el estudio de la RSE no son cosa fácil, es una búsqueda permanente de conciliar la dicotomía “al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, o bien tratar de convertir a “los hombres de bienes en hombres de bien”. Este desafío reclama la participación de muchos marcos de conocimientos afincados en el terreno de los valores humanos en el plano de la moral, y si los problemas persisten en la práctica, es porque se desconocen los procesos de la alquimia en esta materia.
En el terreno de las reflexiones finales, considero oportuno matizar las siguientes ideas, la mayoría expuestas en apartados diversos del trabajo.
1. La responsabilidad social de las empresas en su práctica y estudio, se constituye en un objeto sumamente complejo, controvertible, representando el punto de reunión de científicos e intelectuales de diversas regiones del conocimiento, y un terreno propicio para confrontar ideas e intereses, tanto económicos, políticos, éticos y sociales.
2. Durante los últimos años se percibe una preocupación genuina, tanto de los gobiernos y organismos internacionales, como de los colectivos organizados dentro de la sociedad, en relación con la necesidad de renunciar a la actitud de indiferencia, para adoptar una conducta proactiva ante los problemas derivados de las actividades industriales, especialmente con respecto a los efectos del cambio climático y ante los comportamientos éticamente cuestionables de no pocos dirigentes de organizaciones privadas y públicas.
3. Hoy día, la RSE se ha convertido en un imperativo para muchas industrias, incorporando en sus planes estratégicos las necesidades y la opinión de las partes interesadas, en relación con los requerimientos sociales, medioambientales y de conducta ética, para alcanzar una relación armoniosa organización-sociedad.
4. Posiblemente la problemática de la RSE sea uno de los desafíos más complicados en el ámbito del análisis organizacional, al tratar de conciliar intereses por naturaleza diferentes, como son la económica y la moral, agregando ahora los asuntos de la protección al medio ambiente y el desarrollo sustentable, asegurando el bienestar de las generaciones futuras mediante el eficiente desempeño de las actuales organizaciones.
5. La mayoría de las empresas industriales utilizan materias primas provenientes de la naturaleza, y sus procesos de producción, así como muchos de sus productos destinados a los consumidores, representan agentes altamente agresivos para la salud humana y los sistemas vivos, además de una sobreutilización de la fuerza humana de trabajo. De ahí que las empresas tienen una responsabilidad social y ambiental que atender.
6. Los comportamientos cuestionables de los gobiernos corporativos de algunos grandes consorcios empresariales en el mundo, han originado la promulgación de leyes sumamente estrictas y de las recomendaciones de los organismos internacionales para efectos de garantizar una actitud más responsable hacia las partes interesadas.
7. Los frecuentes escándalos financieros de corrupción y de abusos en los lugares de trabajo, principalmente en países en desarrollo, están en el centro de los medios de información, así como de investigadores sociales y organizaciones no gubernamentales, para dar cuenta de estos usos y costumbres en la gestión de prestigiosas corporaciones.
8. La mayoría de las organizaciones mencionadas en esta obra forman parte de los directorios de los organismos en defensa de los derechos fundamentales del trabajo, el cuidado al medio ambiente, de negocios con ética y el desarrollo sustentable. De acuerdo con las indagaciones sobre sus prácticas comerciales, aflora un doble discurso, infiriendo que se busca una legitimidad y “comprensión” social, subyaciendo motivos de beneficios económicos.
9. El estudio de los órganos de gobierno corporativo de las empresas es abordado con mayor frecuencia desde los aspectos legal y estructural, y bien poco conocemos de sus procesos y funciones, el perfil y experiencia de sus integrantes, así como sus formas de incorporación, motivando que su responsabilidad tanto en el desempeño de la organización como en el aspecto social, se diluya.
10. En las naciones en desarrollo a la par del rezago industrial está el atraso en la cultura empresarial, es decir, se observa natural la simbiosis dueño/gerente, con las consecuencias que acarrea en el desempeño de la organización. Los órganos de gobierno corporativo en estos países, representan instancias intrascendentes, son utilizados solamente para validar y legitimar las decisiones de los propietarios o directivo dominante, acentuando así la desconfianza de las partes interesadas.
11. Además de los esfuerzos oficiales de los Estados, los organismos internacionales, de organizaciones no gubernamentales, del ecomanagement y la ecoeficiencia, es probable que se requiera de la participación más decidida de los consumidores, con la nueva tendencia del consumo responsable y la ecociudadanía.
12. En nuestro país en particular, el avance de la gestión socialmente responsable en las organizaciones requiere del impulso decidido en la elaboración de los marcos normativos en la materia por parte de las autoridades y del compromiso serio del sector empresarial. Sin embargo, para aspirar a lo anterior, las autoridades en todos los niveles de gobierno así como los actores industriales y de servicios, han de comenzar por elaborar una declaración de conducta ética encaminada a recuperar la confianza de los ciudadanos, que incluya compromisos en los aspectos económico, social, ambiental y ético.
13. Posiblemente la consolidación de una cultura empresarial socialmente responsable en cualquier parte de la aldea global exija, en primer lugar, la consolidación de un sistema gubernamental verosímil, llámese democracia, monarquía o tercera vía, donde lo sustancial prevalezca sobre las decisiones políticas efímeras; es decir, la altura de miras apunte hacia el bienestar de las futuras generaciones (Informe Brundlandt, 1987).
14. Es difícil exigir una actuación ética y responsable a los ciudadanos, a los trabajadores, a los funcionarios públicos y los directivos de las organizaciones en general, cuando fuimos educados en un paradigma que privilegia sobremanera la búsqueda de fines económicos, lo cual es legítimo cuando se actúa en términos de respeto por los derechos de los demás y observando el cuidado del medio ambiente. Sin embargo, para aspirar a consolidar una cultura de responsabilidad social en las organizaciones, se torna imprescindible incorporar en nuestro sistema educativo las asignaturas necesarias para formar ciudadanos conscientes, educados, civilizados, dentro de una paradigma humanista/ecológico.
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