En correspondencia con la estructura de tres dimensiones para el estudio de la responsabilidad social de las empresas, el cuarto capítulo de este trabajo, concierne a la dimensión “Desarrollo sustentable", o “sostenible” –traducción de la Real Academia Española de la Lengua del término anglo-sajón sustainable– y “durable”, en Francés.
Algunos autores, expusimos en capítulos anteriores, subsumen el tema de la RSE a la práctica y estudio del desarrollo sustentable, asumiéndolo como una consecuencia lógica del desarrollo económico en las condiciones de las sociedades contemporáneas, en el cual la producción de bienes y servicios precisa respetar nuevas normas dirigidas a la conservación del medio ambiente, el ahorro en el consumo de energía, respetar los derechos de las partes interesadas y prever la viabilidad del futuro desarrollo económico/social.
Durante las últimas décadas coexisten dos corrientes críticas en el pensamiento económico que contraponen los conceptos genéricos de desarrollo y ecología, estos son: la del “bienestar” y la de “sustentabilidad” (Sutcliffe, 1995). La primera cuestiona la relación entre el aumento de la producción y la reducción de la pobreza haciendo énfasis en la satisfacción de las necesidades básicas. La segunda implica aceptar que la naturaleza no permite cualquier modalidad de desarrollo y que el uso actual de los recursos naturales no debe hipotecar la calidad de vida de las generaciones futuras.
El desarrollo sustentable involucra la evolución progresiva de una economía hacia mejores niveles de vida, tomando en cuenta la ecología o “economía de la naturaleza”, a fin de preservar el hábitat en favor de las generaciones actuales y futuras, incorporando además los aspectos sociales vía el fomento de la calidad de vida laboral y el crecimiento equitativo de las comunidades mediante la premisa de actuar localmente y pensar globalmente.
Esta forma de pensamiento se dibuja con bastante claridad en la obra La tercera ola de Alvin Toffler (1979), quien distingue tres etapas del desarrollo de la humanidad y su relación con la naturaleza. La primera ola, llamada “agrícola”, comienza con la cultura egipcia hacia 5000 años a.C., donde el hombre dependía de la naturaleza. La segunda ola, denominada “industrial”, inicia con la Revolución Industrial hasta los años setenta del siglo veinte, donde el hombre se independiza de la naturaleza y le causa gran deterioro; y la tercera ola, de la “información”, va de los años setenta a la primera década del siglo veintiuno, en la cual el hombre se reencuentra con la naturaleza, asume su interdependencia con ella y fomenta su cuidado mediante la gestión del desarrollo sustentable.
El ser humano en su búsqueda permanente por mejorar su calidad de vida y confort, no vaciló en utilizar todo el potencial que le permitía la industrialización para producir los bienes y servicios necesarios, así como la explotación irracional de los recursos naturales, hasta que a principios de la década de los años setenta, serias investigaciones científicas alertaban de los daños ambientales provenientes de diversas industrias, entre ellas los trabajos del científico mexicano Dr. Mario Molina Henríquez, quien publicara sus descubrimientos acerca del deterioro de la capa de ozono.
La actividad industrial, si bien ha permitido el desarrollo económico y social de forma permanente, ha representado uno de los factores de mayor deterioro para el medio ambiente y una amenaza para las diversas formas de vida en el planeta, en razón de grandes desastres ocasionados por accidentes de trabajo o negligencias en la gestión, referidos ampliamente en el capítulo primero del presente trabajo.
De cara a esta realidad, diversos sectores sociales alrededor del mundo cuestionaron las bondades del sistema económico prevaleciente, deliberando en relación al balance entre los beneficios y perjuicios para la sociedad y los ciudadanos, poniendo de relieve la necesidad de incorporar en el debate los aspectos ético, social y ecológico.
Importantes actores sociales –intelectuales, filósofos, científicos– a inicios de los años setenta, revelan sus reservas en relación al sistema de producción y las arbitrarias prácticas comerciales, obligando a los organismos internacionales (ONU, OCDE, OIT y la CE), a establecer nuevas políticas para la regulación del comercio entre los países, así como la proliferación de organizaciones no gubernamentales en defensa del medio ambiente.
Es así como durante las últimas dos décadas hemos aprendido a vivir con el término desarrollo sustentable, entre los claroscuros de la idea, entre la dicotomía de la generación de riqueza y los imperativos éticos, sumamente difícil de llevar a la práctica, dado el alto grado de analfabetismo moral y ambiental que prevalece en la mayoría de las sociedades, la escasa conciencia entre los actores y el lugar de privilegio atribuido al aspecto económico. Revertirlo, parte de una revisión a fondo del sistema educativo de la mayoría de los países, con la finalidad de incorporar la corriente del desarrollo sustentable en los contenidos.
El presente capítulo aborda el estudio a profundidad de los elementos constituyentes de la dimensión desarrollo sustentable, identificados en el capítulo dos: conceptuación y reglamentaciones, gestión de calidad y ambiental y triple balance de resultados.
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