Plantean César y Arnaiz, que el modelo inmobiliario existente en Bahía de Banderas y basado en la tierra como eje de especulación y acumulación, se da en tres grandes etapas: Durante la prime- ra, un grupo privilegiado de personas adquiere propiedades que posteriormente incrementan su valor; en la segunda, empieza a emerger el desarrollo, pero hay desconfianza de una parte de la población, de que se logre el éxito y en la tercera, cuando el desti- no logra desarrollarse, se observa contubernio entre especulado- res y funcionarios públicos para ajustar los planes de desarrollo urbano con el propósito de aumentar densidades y hacer rein- geniería de las tierras con sobreprecios bastante elevados (César y Arnaiz, 2006). Dicho modelo, sostienen los investigadores, es operado tanto por el Estado como por los inversionistas, en una bina de especulación - corrupción.
El modelo inmobiliario ha detonado en Bahía de Banderas la in- dustria de la construcción, lo cual ha propiciado intensos flujos mi- gratorios de campesinos pobres, sin tierra, que ofrecen su fuerza de trabajo por salarios que nunca habían tenido en sus localidades de origen. Los migrantes llegan a las localidades turísticas y de manera inevitable pasan por un proceso de “redefinición de identidades” (Odgers, 2008). Sostiene al respecto la especialista, que los migran- tes redefinen su identidad tanto en relación con las sociedades de acogida, como con las comunidades a las que abandonan, donde se encuentran los suyos y agrega que esto implica la negociación con los otros y la delimitación del lugar que el migrante ocupará en ambas sociedades de referencia.
En la migración de campesinos pobres de diferentes estados de la
República hacia el municipio de Bahía de Banderas, la principal motivación es la posibilidad de un empleo que les provea tanto a ellos como a su familia, de los satisfactores básicos para la sobrevivencia. El problema es que se encuentran con un contexto socio-cultural que no favorece el arribo a mejores condiciones de vida. Alquilan habi- taciones donde viven hacinados en colonias marginadas, carentes de los servicios públicos elementales y sin beneficio de programa social alguno.
El perfil de este migrante no es homogéneo ya que va desde indí- genas y campesinos hasta ex obreros de grandes ciudades como Guadalajara. La semejanza entre ambos grupos, es la pobreza en la que siempre han vivido y que al llegar a los lugares destino deberán sujetarse a las reglas y normas prevalecientes y acostumbrarse a ser vistos con “desdén y desprecio” por la población residente, aunque tengan igual nacionalidad, el mismo color de piel y necesiten to- dos, vender su fuerza de trabajo.
En las localidades a las que llegan, los migrantes de inmediato se percatan que son los excluidos, aquellos con los que los pobladores no desean cruzar palabra porque los perciben como delincuentes, drogadictos y borrachos. Esto los vuelve sumamente vulnerables, por lo que contar con la posibilidad de socializar en un grupo que los acepta, les tiende la mano y les muestra que son importantes y merecedores de respeto, se vuelve para ellos restaurador.
En las entrevistas realizadas a migrantes miembros de algún movi- miento religioso, los argumentos dados por éstos para su conversión, se remitían a el haber descubierto “la verdad” y “lo equivocados que estaban con sus antiguas creencias religiosas”. Refieren también el apoyo que reciben de las congregaciones y sentirse de manera muy diferente a cuando llegaron a las localidades.
Aunque por lo regular los movimientos religiosos a los que se incor- poran demandan de ellos la asistencia a los cultos en día domingo y la realización de otras actividades propias de los movimientos, intentan responder a las expectativas de los líderes religiosos, quienes ejercen so- bre los mismos eficaces sistemas de control que son aceptados por los migrantes. A cambio de ello tienen la seguridad de que ante cualquier problema cuentan con el apoyo de las congregaciones locales e incluso de congregaciones nacionales e internacionales de los movimientos a los que pertenezcan. Esto les es de suma utilidad en su proceso de rede- finición identitaria y de integración a las sociedades destino.
Si bien es cierto el llamado “proceso de conversión” significa un cambio profundo y por lo tanto nada sencillo, la prédica con mi- grantes les facilita a los movimientos religiosos la cooptación de nuevos miembros. Menciona Olga Odgers al respecto, que el aban- dono de las comunidades de origen y la llegada a contextos sociales distintos, enfrenta a los migrantes con nuevas formas de ser y actuar que les lleva a cuestionarse un conjunto de “sobreentendidos” que formaban parte del mainstream de sus localidades, pero que en los destinos a los que arribaron pueden constituir prácticas minoritarias. En sus localidades, muy probablemente la religión católica era la mayoritaria, pero en el nuevo contexto se encuentran con un abani- co de posibilidades a la carta del cual pueden elegir y lograr con ello, una mayor visibilidad en el espacio público.
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