La población urbana en América Latina creció significativamente entre las décadas del setenta y ochenta, moderando su crecimien- to en la década del noventa. La población es atraída a las ciudades donde se concentran diversas actividades económicas, oportunida- des de trabajo, acceso a diversos servicios (energía, agua, comunica- ciones, información, financieros, alimentación, salud y educación), e infraestructura (carreteras, puertos, aeropuertos), favoreciendo con esto el funcionamiento de diversos mercados de bienes y servicios (Galarza y Gómez, 1995, p. 7).
La ciudad se construye a imagen y semejanza del capital que se adueña del territorio. Relación socio-económica propia del capitalismo globali- zado que se traduce en modelos de producción y consumo (Carrasco, 2005, p. 4). Desde esta perspectiva se analiza la relación entre el sistema económico y el sistema natural donde se muestra el deterioro ambiental como consecuencia de una forma de gestión urbana que no toma en cuenta las dimensiones económica, social y ambiental.
Con otro enfoque, Justo (2007, p. 91) define que las ciudades se basan en su crecimiento en el modelo de producción y consumo, que sigue un camino contrario a la sostenibilidad ambiental, eco- nómica y social. Elimina de sus objetivos los fenómenos comple- jos, hace a un lado la diversidad funcional y social. Por lo que en su planificación se deben abordar los problemas de estructura, sociales, medioambientales y asumir el principio de precaución por su incidencia en la salud de sus habitantes.
Partiendo de este punto de vista, la gestión urbana ó de la planea- ción urbana debe incorporar un marco ambiental en la toma de decisiones económicas y políticas. Guimaraes (2003, p. 13) plan- tea que la transición ecológica se caracteriza por una verdadera revolución en los patrones de producción y de consumo. Incluso afirma que la “piedra filosofal” de la sustentabilidad, descansa precisamente en este modelo, el cual determina cómo una socie- dad incorpora la naturaleza, otorgándole (o no) sustentabilidad a su sistema socioeconómico.
Las ciudades medias, representan en el mundo globalizado una oportunidad en la historia y el futuro de la humanidad, como espacios estratégicos para enfrentar los problemas urbanos, cuando aún éstos no se manifiestan con peligrosidad, o no han tomado un aspec- to definitivo de destrucción del espacio urbano (Bellet y Llop, 2004, p. 570).
Tratando de evitar la complejidad y el tamaño de estos problemas que han alcanzado en las grandes metrópolis, la gestión ambiental urbana debe diseñarse en prevención de estos problemas. Por su es- cala son centros fáciles de gobernar, gestionar y controlar, por lo tanto el aprendizaje que se logre en estos espacios de las ciudades medias podría, incluso, ayudar a mejorar la gestión ambiental urba- na y la situación de las ciudades de mayor tamaño (Sabatini, 1998, p. 225).
El problema ambiental en las ciudades se hace cada vez más comple- jo. Los altos índices de concentración poblacional y las actividades industriales, han transformado en calidad y cantidad los múltiples impactos al ambiente: contaminación al aire, suelo, agua, genera- ción de ruido, generación de residuos, entre otros.
La perspectiva ambiental debe necesariamente analizar el compor- tamiento sistémico de la ciudad, sobre la base de sus flujos tanto de personas como de insumos, productos y residuos. Estos desafíos ambientales en las ciudades nacen de la necesidad de potenciar los recursos existentes y re direccionar la expansión urbana minimizan- do su costo ecológico (Giglo, 2006, p. 16).
La ciudad representa el tecno sistema urbano, en el cual entra la materia y energía hacia un amplio campo territorial y devuelve al entorno próximo casi en su integridad todos los restos y residuos que produce.
En cuanto a los residuos sólidos en las ciudades, los que no son re- cogidos por la falta de una buena recolección, ocasionan que una cantidad significativa sean dispuestos en tiraderos clandestinos, lotes baldíos, barrancas y cauces de arroyos sin ningún control (SEMAR- NAP-INE, 2001). La limpieza de una ciudad depende de las accio- nes del ayuntamiento y la participación social, indicadora básica de la eficiencia en el manejo adecuado de los residuos sólidos urbanos.
No obstante, para gestionar y evaluar la marcha de la ciudad como proyecto desde el ángulo de la sostenibilidad, se ha de disponer de información sobre su comportamiento físico y territorial e instalar un núcleo administrativo, un eje que vele por la gestión desde esa visión integrada y promueva la participación social. Esta instancia de ordenación técnico constructiva del fenómeno urbano, se puede coordinar con propuestas multidisciplinarias por medio de planes, programas, proyectos y acciones concretas en lo técnico y legal sobre las actividades económicas, políticas, ambientales y de organización social.
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