Durante la primera mitad del siglo XIX el ilustre habanero se distingue al poner poniendo al servicio de los intereses materiales y espirituales de su tierra sus amplios conocimientos como economista de la Hacienda pública Nace en la ciudad de San Cristóbal de La Habana el 30 de octubre de 1782. Son sus padres personas distinguidas de la alta sociedad criolla y de notable posición económica. Recibe una esmerada educación, realizando sus estudios superiores en el prestigioso Seminario de San Carlos y San Ambrosio.. Posteriormente recibe instrucción de matemáticas y de idiomas modernos con profesores particulares. En 1805, hallándose de viaje por la metrópoli en una importante misión relacionada con las rentas públicas, lo sorprende en Madrid el levantamiento del pueblo español el 2 de mayo contra la dominación francesa, movimiento al que se incorpora inmediatamente en su condición de oficial de milicias, sirviendo a las órdenes del general Castaños, en calidad de ayudante. Por su pericia militar y arrojo frente al enemigo es ascendido al grado de coronel del ejército español. En 1810, habiendo fijado su residencia en Cádiz, el Ayuntamiento de La Habana lo nombra su Representante ante el nuevo Gobierno Provisional, a cuyo efecto le envía amplios poderes para el desempeño de su misión. Hombre de gran inteligencia y sagacidad, logra que el ministro de Hacienda, Marqués de Hornaza, valiéndose de argucias, firme un importante decreto sobre la libertad de comercio en la isla, lo que le cuesta su alto cargo a dicho funcionario y provoca un ruidoso proceso. Este decreto será derogado posteriormente, lo que ocasiona serios daños a los intereses económicos de Cuba, si bien servirá de bases más tardes a importantes modificaciones en el comercio de la Isla. En 1812 es nombrado diputado a las cortes, lo que le permite lograr algunas concesiones favorables para Cuba y lograr que los gobernantes de la Metrópoli consideren con más amplio criterio la conveniencia del libre comercio insular. En 1814 regresa a la isla, trayendo el nombramiento de tesorero general del Ejército y la Hacienda, ocupando en 1821 a la muerte de don Alejandro Ramírez, Intendente de Hacienda en propiedad, este elevado cargo con carácter provisional, hasta 1825 en que es ratificado en el mismo de manera permanente. Su actuación al frente de la administración pública en momentos difíciles para la economía colonial, en que el país no contaba con ayuda económica alguna del exterior, permite que la nación logre cubrir sus propias necesidades y muchas otras atenciones del Presupuesto colonial. Durante su periodo en la administración pública, como intendente de Real Hacienda se llevaron a cabo numerosas obras de utilidad colectiva, tales como el ferrocarril de La Habana a Güines, el que pudo construirse debido a su gestión personal y al gran crédito de que gozaba en los círculos financieros de Londres, donde obtuvo dos millones de pesos para la realización de este notable empeño. Los servicios de este ferrocarril son abiertos al público en 1837, con mucha anterioridad a que fueran establecidos en la Metrópoli. También presta el Conde de Villanueva su más entusiasta colaboración a la construcción del acueducto de La Habana; introdujo la máquina de vapor en el trabajo de los ingenios y habilita diversos puertos de la Isla para el comercio extranjero. Asimismo merece su personal atención el ornato de la capital, , al que presta el más cuidadoso interés, instalando en varios lugares públicos hermosos monumentos de gran valor artístico, entre los que figuran la Fuente de la India o Noble Habana, situada en el parque de su nombre al comienzo del Paseo del Prado y la Fuente de los Leones, primitivamente instalada en la Plaza de San Francisco y trasladada al inaugurarse la República para el Parque de Trillo, ambas modeladas por el famoso escultor italiano Giuseppe Gaggini; el monumento a Fernando VII, en la Plaza de Armas, obra del notable escultor español, Antonio Solá, hoy sustituido por el de Carlos Manuel de Céspedes, y otros. Sus excepcionales dotes de administrador son puestas a prueba en 1844 y 1846, años en la que azotaron terribles ciclones el territorio de la Isla, sembrando la desolación y la miseria entre los habitantes de la Colonia. Fallece en la ciudad de Madrid en 1853.
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