MUJERES EN EL MEDIO RURAL: CONFLICTOS TRADICIONALES, PRÁCTICAS EMERGENTES Y HORIZONTES

Irma Lorena Acosta Reveles (Coord.)

III. Jornaleras de la agricultura protegida

a) Perfil de las jornaleras agrícolas que laboran en el mercado de trabajo de hortalizas establecidas bajo agricultura protegida
De acuerdo con Barrón (1997), a principio de lo años setenta el grueso de las asalariadas en la agricultura eran jóvenes solteras y aquellas que trascendieran el ciclo reproductivo, en cambio en últimos días se ve la incorporación de mujeres que son madres y esposas, así como de mujeres en etapa reproductiva. Como se observa en la figura 8, y refiriéndonos al caso de la muestra, en el mercado de trabajo de hortalizas en agricultura protegida se da una mayor participación de mujeres en el rango de edad de 14 a 25 años, seguida por el grupo de 26 a 37 años, por lo que se considera que se emplean el 87% de las mujeres en edad reproductiva; evidenciando que su responsabilidad reproductora no representa un obstáculo para incorporarse a las relaciones salariales; en cuanto a los grupos de edades de menos participación se podría deducir que disminuyen por la incorporación de los familiares más jóvenes (hijos, nietos) mientras ellas se encargan de las labores domésticas (cuidado de niños, ancianos y elaboración de alimentos); solo en los casos en los cuales ya no se tenga hijos en casa es cuando la mujer mayor de 50 años opta por entrar al mercado de trabajo, como jornalera.
Para el caso de la posición de las mujeres en su familia (figura 9) se observaron altos porcentajes para mujeres hijas y para las que son madres. En el primer caso, estas mujeres representan ser integrantes capaces de contribuir al ingreso familiar y, para las otras, debido a diversas situaciones respecto a sus parejas, se ven obligadas a insertarse en el trabajo asalariado agrícola, en algunos casos como únicas proveedoras de entradas económicas a su hogar. Para las madres y esposas la maternidad tampoco representa limitante para incorporares al mercado laboral, más bien les resulta ser un motivo para trabajar en el sector económico que esté a su alcance.
En el estudio que realizamos, la ocupación de las mujeres en los cultivos de agricultura protegida se dio en un 62%; llamando la atención que en este tipo de agricultura no se observó el empleo infantil, tal vez porque el proceso de producción no da actividades que requieran este tipo de fuerza de trabajo, sino más bien solo ocupa de manos delicadas y cuidadosas, como las femeninas; con el fin de asegurar la calidad de los productos.

En cuanto al nivel educativo el 59% de las trabajadoras que laboran en agricultura protegida, contaron con estudio de secundaria, el 15% únicamente de primaria, el 13% de bachillerato, el 3% de alguna carrera técnica o profesional, y el restante 10% no contó con alguna educación. A pesar de que se pensaría que la ocupación como jornaleros agrícolas se caracteriza por ser de muy bajo nivel educativo, la información de la investigación mostró lo contrario, al registrarse datos de mujeres con nivel educativo medio superior.

b) Caracterización del mercado de trabajo de las hortalizas establecidas bajo agricultura protegida

1. Estructura de las ocupaciones

Las ocupaciones en la agricultura protegida están dadas por el producto a obtener, por un lado está la hortaliza como tal: tomate, pepino, pimiento, calabaza y, por otro, solo la producción de plántula generalmente de tomate, chile o lechuga. De esta forma son definidas cada una de las ocupaciones.

Producción de plántula de hortaliza

En este tipo de unidades la mano de obra es netamente femenina. Aún así existe una segmentación de acuerdo a la antigüedad de estas, así como al grado de confianza establecido entre las empleadas y los patrones. Para el caso de estudio solo el 13% de las observaciones participó en esta forma de producción, realizando las actividades siguientes:
Preparación de la tierra. Esta actividad consta de preparar el sustrato para realizar la siembra. Para ello transportan los bultos del material con un peso aproximado de 40 kg cada uno y el agua desde una  pileta mediante botes de plástico, hasta el área de mezclado, en donde homogenizan los ingredientes con ayuda de una pala manual.
Llenado de charolas. Consta de llenar las charolas de siembra con el sustrato preparado. La actividad se realiza en una mesa, en donde las trabajadoras pueden mantenerse sentadas o de pié.
Siembra. Consta de la colocación de la semilla en el almácigo y se realiza en la misma área del llenado de la charola.
Fumigación. Es la aplicación de diversos agroquímicos para contrarrestar plagas y enfermedades o bien promotores de crecimiento de la planta. Para esta actividad no todas las trabajadoras se emplean.
La asignación de las actividades, consecuencia de la segmentación laboral,  está en base  a la antigüedad de las mujeres en la empresa, así como al grado de confianza establecido entre las empleadas y los patrones; de esta forma se identifican dos cargos: la jefa de cuadrilla, siendo  aquella mujer cuya antigüedad laboral, para el estudio, ha sido de 13 años y cuyo salario es superior al resto en un 90%, encargada principalmente de supervisar todas las labores del invernadero así como de realizar la fumigación. Por otro lado se encuentra el resto de las trabajadoras, quienes en promedio han vendido su fuerza de trabajo a esta empresa por 2 años, por un salario de $90.00 pesos  por día; encargándose de la preparación de tierra, llenado de charolas y de la siembra.

Producción de hortaliza

La mano de obra femenina que participa en estas unidades es en promedio de 53%, el resto es masculina. En este caso, se observa una segmentación laboral respecto al sexo, antigüedad laboral y grado de confianza, ya que los jefes de cuadrilla fueron hombres en su totalidad, así como los fumigadores.  El 83% de las observaciones participó en esta forma de producción, realizando las siguientes actividades:
Limpieza: en esta actividad se considera el deshierbe de caminos, así como el desalojo de todos los desechos de las naves una vez terminado el ciclo productivo (hilos, plantas, cintillas) y se realiza con ayuda de azadones, palas y carretillas.
Trasplante: el proceso consiste en pasar la raíz de la plántula en una sustancia desinfectante y después colocarla en el suelo, por lo cual tienen que llevar en una mano un pequeño bote contenedor de la sustancia diluida y en la otra las plántulas. De ahí que cada vez que se les termina uno u otro material, las trabajadoras tienen que salir al pasillo principal para abastecerse de estos y después volver a continuar la actividad.
Tutorado: se realiza cuando la planta ya esta grande y requiere de una guía para controlar su crecimiento, para esto colocan rafia en forma vertical hacia arriba auxiliándose de palos y en algunas ocasiones de escaleras.
Desmamonado: representa quitar el primer brote de la planta con ayuda de tijeras de podar y algunas veces con guantes de cuero.
Corte: también se le llama cosecha, y consiste en cortar la hortaliza con las características especificadas por el gerente de ventas. Para esto las mujeres transportan manualmente las cajas de plástico en donde depositan el fruto y al momento de que esta se llena, tienen que sacarla al pasillo en donde van apilando todas las rejas. Solo en una empresa de las contempladas en la investigación se contaba con carritos de transporte, sin embargo el número de estos equipos era insuficiente.
Empaque: consiste en la selección y empaque de la hortaliza de acuerdo  a los estándares de calidad específica para cada empresa. Cabe mencionar que durante la fase de campo del estudio no presenciamos este proceso, ya que nos enfocamos más en las trabajadoras que laboraban dentro de la infraestructura agrícola protegida como tal. Sin embargo, el 26% de las mujeres que se entrevistaron manifestaron haber realizado esta actividad en algún ciclo productivo anterior, debido a que en un mismo ciclo las personas que trabajan dentro del invernadero no pueden empacar, por razones sanitarias de las denominadas Buenas Prácticas de Manejo (BPM).
La segmentación laboral entre el resto de los trabajadores, solo se da para el caso del empaque ya que este está reservado exclusivamente para el sexo femenino, quien recibe el mismo salario que el resto, la única diferencia es la demanda frecuente e intensa de trabajo extraordinario, el cual les es pagado por horas. Sin embargo, esta ocupación es físicamente exigente, al requerir estar de pie por largas horas; por lo que generalmente se emplean mujeres jóvenes. En las demás actividades no existen diferencias sexuales que impliquen una desigualdad salarial o de las condiciones laborales.

 

2. Contratación y jornada laboral


Debido a que la mano de obra ocupada en el mercado de trabajo de las hortalizas bajo agricultura protegida es netamente local, solo se identificaron dos tipos de contratación: por cuenta propia, en donde el mismo trabajador se presenta al área de recursos humanos y ofrecen su trabajo; y la otra, por parte de la empresa en donde ésta es quien a través de los mismos trabajadores difunden la necesidad de mano de obra. Del total de la muestra, el 90% de las observaciones cayó en la primera modalidad.
A pesar de que en su mayoría los responsables de las empresas manifestaron que la elaboración de contratos era una costumbre, el 79% de las mujeres externaron no haber firmado algún papel en donde se les estableciera sus derechos ni obligaciones. Y quienes recordaron vagamente el firmar un contrato, no recibieron copia de éste.
En lo que se refiere a la jornada laboral todas las trabajadoras laboraron de lunes a viernes durante 8 horas diarias, para el día sábado se registró una jornada que varió de 6 a 8 horas  por ello resultaron tres jornadas semanales diferentes (46, 47 y 48 horas). Solo una de las empresas maneja un turno vespertino de 3 horas (17:00 a 20:00 hrs.), sin embargo, ninguna de las mujeres entrevistadas lo había trabajado ya que por las tardes se dedican a ayudar en sus hogares y otras a cuidar de sus hijos.

3. Salario, reparto de utilidades o aguinaldo, descanso, días festivos


El salario que las jornaleras reciben lo recibió cada semana, retribuyéndoseles únicamente los días laborados (seis), es decir, no gozan del pago del día de descanso y tampoco del asueto de los días festivos y mucho menos de su retribución.
En el estudio se identificaron cuatro tarifas salariales: $90.00 pesos, $130.00 pesos, $150.00 pesos y $170.00 pesos, estos valores no correspondieron a una relación con las horas diarias trabajadas entre semana (lunes a viernes) y a pesar de las diferencias en los horarios sabatinos, estas no fueron muy significativas como para definir la desigualdad salarial de $80 pesos (entre valor máximo y mínimo). Si bien el salario que las jornaleras que laboran en la agricultura protegida se encuentra sobre el salario mínimo para la región, en mucho de los casos no representa una vía que les asegure una reproducción familiar digna, ya que en muchos de los casos los empleadores recurren a darles un buen pago salarial a costa de las  prestaciones sociales características de un trabajo decente. De esta manera ellos se deslindan de responsabilidades administrativas con terceros y con los propios trabajadores.
La situación anterior es elegida por los propios trabajadores, ya que se les plantea la disyuntiva de tener un mejor salario o bien tener prestaciones sociales; siendo esto lógico, pues el dinero les representa un medio para subsanar necesidades de forma inmediata; lo que les nubla cada vez más una visión de mejora en sus condiciones de vida, ya que ellos mismos limitan sus recursos para asegurar una reproducción familiar digna.
En cuanto a los derechos económicos distintos al salario, el 33% de los casos recibió su aguinaldo correspondiente al año 2010, destacando únicamente dos empresas, siendo las unidades de mayor antigüedad y la más joven en agricultura protegida. En el resto de las empresas no se cumple con esta obligación. En la primera se englobó el 53% de las mujeres que recibió su aguinaldo, siendo esto una política jurídica de la empresa, obedeciendo al tiempo que se trabaja durante un año, de ahí que  estas trabajadoras habían laborado 10 meses y aquellas que no gozaron de este derecho fueron jornaleras cuya antigüedad laboral fue menor a 2 meses. En la segunda empresa se ubicó el resto de las acreedoras del aguinaldo (47%) debido a que se organizaron para solicitarlo al patrón, en este caso como la empresa apenas estaba comenzando el segundo ciclo de producción se les dio a las trabajadoras que laboraron mínimamente seis meses, sin embargo, esto no fue generalizado pues existieron casos en los que se cumplió este periodo y no se les dio su incentivo debido  a que no fueron partícipes de la reunión organizada por el grupo interesado.

4. Trabajo extraordinario


Como es bien sabido, las empresas hortícolas, cual sea su tipo de producción, demandan trabajo extraordinario, con el fin de lograr en tiempo y forma las mayores ganancias posibles, y más aún cuando el mercado internacional demanda el producto, siendo generalmente la selección y el empaque de la hortaliza.
Para el caso de la producción bajo agricultura protegida, las  actividades que demandan trabajo extraordinario son la plantación o trasplante y el empaque. Del total de las jornaleras entrevistadas el 59%  manifestaron haber trabajado horas extras en alguna de estas labores. En lo que respecta el monto de remuneración por hora extra de acuerdo al porcentaje de las trabajadoras manifestadas, fue de $20.00 pesos para el 65% y $30.00 pesos para el resto de las mujeres.

5. Seguridad social, fondo de vivienda y servicio de guarderías


El 72% de las mujeres que laboran en la agricultura protegida no cuenta con seguridad social por parte de la empresa. Sin embargo se identificaron casos en los que las propias trabajadoras desconocían de este derecho, algunas otras dijeron haber entregado sus documentos para el trámite, sin embargo nunca se les notificó algo, y otras manifestaron haberlo tenido en algún ciclo de trabajo anterior pero carecían de información si seguía vigente.
Respecto a los fondos de vivienda y guarderías infantiles ninguna empresa contempla la prestación de esos servicios gratuitos a sus trabajadoras ni trabajadores.

 

6. Áreas de servicio alimenticio, sanitario y de recreación


Para el estudio, solo el 13% de las entrevistadas no contó con un área adecuada para el consumo de sus alimentos, realizando esto en su misma área de trabajo; siendo éstas las jornaleras que realizan las actividades propias de la producción de plántula, por lo que solo cuentan con una estufa para calentar los alimentos que pudieran llevar y comen en la mima mesa en la que siembran los almácigos. 
En dos empresa, además de contar con comedores donde los trabajadores calientan la comida que ellos llevan preparada, se cuenta con cocinas y comedores en donde los jornaleros que lo requieran compran  sus alimentos, sin embargo, el servicio de estos comedores se les da mediante el descuento semanal de cada comida, siendo su costo de $14.00 pesos diarios.
El cien por ciento de las empresas agrícolas cuenta con áreas de servicio sanitario, algunas más equipadas que otras, a pesar de esto a la mayoría les hace falta mejorar su mantenimiento (limpieza).

7. Transporte al lugar de trabajo y riesgos laborales

El 56% de las entrevistadas reciben el servicio de transporte a la unidad de trabajo por parte de la empresa, en algunos de los casos se cuenta con camiones del tipo de pasajeros en los cuales la gente puede ir sentada, y en otros solo se cuenta con una camioneta de redilas sin condiciones para el transporte de personas.
Sólo el 33% de las mujeres que laboran en el mercado de trabajo de agricultura protegida para la producción de hortalizas, identifica alguna actividad de las que realizan en el proceso productivo que representa un riesgo para su salud. De este porcentaje el 62% mencionó a la fumigación como la actividad con mayores riesgos a su persona y el resto consideró a la poda. Las primeras trabajadoras externaron que la fumigación les ocasiona malestares, tales como dolor de cabeza, mareo, irritación de ojos y garganta, pese a que ellas no realizan esta actividad y a que los responsables les informan que los productos no son nocivos aún aplicándose cuando están dentro de los invernaderos, ellas recienten la exposición a las sustancias. El otro grupo dijo haber tenido accidentes con las tijeras ya que no contaban con guantes de protección, además de que reciben mucha presión por parte del jefe de cuadrilla para acelerar el trabajo, y por ello no tienen mucho cuidado.
En lo relativo a los accidentes laborales, el 95% de las trabajadoras manifestaron tener atención médica, haciendo referencia al uso del botiquín de primeros auxilios (banditas, agua oxigenada, paracetamol) y a la atención de sus propias lesiones.

8. Condiciones de equidad 

Los encargados de las cinco empresas hortícolas de agricultura protegida visitadas mencionaron no tener distinción en cuanto a la contratación de mano de obra femenina o masculina, en ocasiones preferían  a las mujeres por su mayor delicadeza, organización, responsabilidad, dedicación y compromiso en sus actividades asignadas. Sin embargo, siguen reconociendo su debilidad física, rechazan su organización a favor de sus derechos laborales y su necesidad de ausentarse para tratar sus asuntos familiares (educación y cuidado de hijos).
Referente al último punto, cabe señalar que el 49% de las entrevistadas resultaron ser madres, de éstas el 84% tuvieron la necesidad de dejar a sus hijos bajo cuidado de algún familiar durante el tiempo que laboran, el resto se vieron obligadas a dejarlos relativamente solos; en estos casos los hijos asisten a la escuela durante la mañana y cuando regresan ellos mismos se sirven sus alimentos, los cuales fueron preparados el día anterior por su madre.

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