Universidad de Guanajuato*
La bibliografía revisada en torno a la problemática de la migración e inversión productiva plantea retos teóricos y metodológicos de trascendencia. Dependiendo del espacio de experimentación y análisis, global, regional o local, si se localiza en zonas urbanas o rurales, si se toman derroteros y modelos epistemológicos determinados, los resultados arrojarán conclusiones distintas. Resalta el hecho que la mayoría de los estudios brindan evidencias empíricas que soportan la importancia de las remesas (económicas y sociales) en la inversión productiva y el desarrollo. Aunque lleva años discutiéndose sobre los efectos positivos o negativos, la polémica sigue fresca y basta revisar mucha de la literatura actual al respecto, para darnos cuenta de las diferencias tanto en el abordaje teórico como en las apreciaciones del impacto en las comunidades, las regiones y los países involucrados.
Los grandes movimientos de la población a través del espacio geográfico han sido una constante en la historia de la humanidad (Alba, 2001). Sin embargo, las causas de los desplazamientos, así como sus características y consecuencias, han sido múltiples a lo largo de la historia, generando cada época sus propias modalidades migratorias. En este sentido cabe decir que el rasgo principal de las actuales migraciones es su carácter global, afectando cada vez a mayor número de países y regiones y adquiriendo crecientes niveles de complejidad en sus causas y consecuencias. La universalización de las migraciones debe ser entendida no sólo como el incremento de sujetos móviles, o de la creciente incorporación de más países a las redes migratorias, sino también como diversificación de los tipos migratorios (motivaciones, características de los migrantes y temporalidad de los desplazamientos (Blanco, 2000:9).
A través de su desarrollo histórico el hombre ha tenido básicamente tres causas de desplazamiento: ecológicas, políticas y económicas (Blanco, 2000:31-32). Las primeras son provocadas por catástrofes naturales o situaciones adversas del hábitat.1 Fueron muy numerosas en épocas primitivas, cuando el ser humano aún no disponía de los medios técnicos necesarios para hacer frente a los desastres naturales o sus consecuencias. Las políticas son provocadas por las adversidades de esta naturaleza, incluyendo aquí todos los movimientos originaros por cualquier tipo de conflicto bélico2 o por persecuciones de carácter político (ejemplos de ello son los desplazamientos que generaron las revoluciones en Nicaragua, El Salvador, Vietnam, Corea y algunas repúblicas africanas), religioso o étnico (como las muy sonadas persecuciones religiosas en Europa en los siglo XVII y XVIII, el conflicto de la India y Pakistán,3 y la guerra en los Balcanes) dando lugar a las figuras de los desplazados, exiliados, asilados o refugiados. Y la migraciones económicas son las producidas, como su nombre indica, por causas económicas (Blanco, 2000: 32).
Habitualmente se conocen como económicas (y por ende migrantes económicos) sólo aquello producido por la necesidad económica de los migrantes. Esto es, cuando el migrante abandona su lugar de origen impelido por la falta de trabajo, de oportunidades laborales o de condiciones mínimas de subsistencia. Podemos preguntarnos, dice Cristina Blanco (2000), sin embargo, que tal denominación debería adquirir aquellos movimientos producidos a causa de los procesos de globalización e internacionalización económicos, como son el traslado de directivos, gerentes o personal calificado de grandes empresas trasnacionales. Si las causas son también económicas, también deberían llamarse a estos traslados como migraciones económicas, a pesar de las reticencias existentes o a identificar migración económica con penuria económica del migrante.
Es decir, que los desplazamientos humanos se han presentado desde el surgimiento del hombre sobre la tierra transformando la geopolítica del mundo pero, aquellos que se producen a partir del desarrollo del sistema capitalista tienen un componente específico, ligado a las transformaciones de las diferentes fases de acumulación. A lo largo de los años, el imperativo de reproducir y ampliar de manera sistemática una fuerza de trabajo mundial bajo condiciones de proletarización, impulsó a los primeros centros capitalistas a ponerse en contacto con sectores, regiones y países con menor desarrollo con el fin de ir eliminando todos aquellos resabios que pudieran impedir tener el mercado como eje de las nuevas relaciones. Este proceso de internacionalización será largo y tortuoso y tendrá como uno de sus instrumentos la movilización del trabajo, la cual favorecerá la consolidación del mercado capitalista y su mundialización (Aragonés, 2000: 15-16).
Así tenemos que el fenómeno de la migración es hoy día uno de los temas que más han sido retomados en diferentes foros de discusión por un gran número de especialistas no sólo en nuestro país, sino también en otros realizados en Estados Unidos, Europa, Australia y Asia (Boira, 2008: 283; Souza, 2002; Portes y DeWind 2006; Castles y Delgado, 2007); esto debido a las fuertes implicaciones que éste proceso ha formulado a los gobiernos, no sólo en el aspecto económico, sino también en lo social y cultural. Y es tal la trascendencia, que a juicio de Gustavo López Castro, el fenómeno mundial después de la segunda guerra mundial es la migración; la movilidad de la gente es de tal magnitud que puede ser considerada ya como el fenómeno social más globalizado y más actual. Prácticamente, sostiene el sociólogo, no hay ninguna comunidad, sociedad, país o región del mundo que no tenga migrantes o que no sienta los efectos directos o indirectos de la migración; en la mayoría se trata de movimientos laborales, personas que buscan mejorar sus condiciones de vida (López, 2003: 13).
Para Castles y Miller una de las características que definen la etapa posterior a la guerra fría ha sido la importancia creciente de la migración internacional en todas las regiones del mundo. Los movimientos internacionales de población constituyen una dinámica clave dentro de la globalización –proceso complejo que se intensificó a partir de mediados de la década de 1970. Entre sus características más notorias están el crecimiento de los flujos entre fronteras de diversos tipos, lo cual incluye la inversión, el comercio, los productos culturales, las ideas y las personas; y la proliferación de redes transnacionales con nodos de control en múltiples localidades. Asimismo enfatizan que mientras los movimientos de personas a través de las fronteras han dado forma a estados y sociedades desde tiempos inmemoriales, lo que es distinto en años recientes es su alcance global, su carácter central para la política doméstica e internacional y sus enormes consecuencias económicas y sociales (Castles y Miller, 2004: 11). Razón, por la que Néstor García Canclini dijo, que la globalización es multivalente (García, 2002: 18).
Se afirma que el desentrañamiento de los efectos causados durante el proceso migratorio es lo que mejor permite develar las particularidades de este fenómeno. No obstante, muchos autores señalan que existe un gran vació en cuanto al estudio de las consecuencias de la migración, la escasez bibliográfica por lo tanto es notoria. Al respecto Roberto Herrera nos dice que esto se debe a lo intrincado que presenta el análisis de los efectos globales producidos por la migración y porque su estudio se ha perfilado fundamentalmente en los aspectos que conciernen al migrante individualmente considerado. Pero incluso, la investigación de esta arista del fenómeno, tanto en las comunidades de origen como en las de destino, no ha sido muy relevante, ni en cantidad, ni en resultados. No obstante, aun cuando es verdad su limitación en cantidad, las contribuciones teóricas sobre las consecuencias de las migraciones que han resultado de ellas han tenido relevancia en ciertos aspectos nodales (Herrera, 2006:161-162).
Uno de los efectos de la migración se da a nivel económico individual y macroeconómico. Para muchos investigadores la migración ha traído saldos positivos a nivel individual. El concepto de “capital humano” y el de “valor descontado” en la inversión del ciclo vital, ha sido tratado periódicamente para observar las consecuencias de este fenómeno. Bajo este enfoque analítico se enfatiza que el individuo puede visualizar la alternativa de acceder a un mejor rendimiento para sus futuros años de trabajo mediante la migración, lo que es considerado como una inversión de “capital humano” que incurre en costos y produce beneficios. De los efectos macroeconómicos se han suscitado acalorados debates en cuanto a sus consecuencias (positivas o negativas) que ha dependido fundamentalmente de la orientación teórica del autor. Los de inclinación marxista se inclinan más por los negativos ya que provocan inflación, perdida de capital humano y dependencia de las remesas; por su parte los más proclives a los modelos neoclásicos resaltan el lado positivo ya que consideran que el envío de remesas se refleja en una mayor estabilidad del tipo de cambio, de la balanza de pagos y otros rubros importantes de la economía, como a nivel macroeconómico que se ve positivamente reflejado en los ingresos familiares, en el consumo, en la educación , etc.
El retorno también es una consecuencia de las migraciones. Se da por diversas razones. Dependen del contexto histórico, de las expectativas y logros individuales, de las coyunturas político-económicas, de las redes sociales binacionales, las condiciones institucionales, del simbolismo y el ambiente cultural, de la movilidad ascendente o descendente, del grado de adaptación y marginalidad a la sociedad receptora, enfermedades del cuerpo y del alma, o la muerte.
Veamos la problemática en relación al concepto de migración y la inversión productiva.
Es fundamental entender el fenómeno de las remesas para analizar el despunte en los negocios remeseros y el retorno. Las remesas posibilitan el consumo y por ende la multiplicación de los negocios. No se puede entender el retorno sin antes contextualizar y problematizar todo en torno a las remesas y sus diferentes significados y manifestaciones.
Para los países en desarrollo, las remesas, a nivel macro, son una fuente crucial de divisas extranjeras. A un nivel meso y microestructural, juegan un rol vital en aliviar la pobreza y sostener y mejorar el sustento y aumentar la capacidad de las familias de los migrantes para educar y proveer de atención médica para sus hijos. Sin embargo, como con el proceso de la migración en sí mismo, los beneficios directos de las remesas son selectivos y no tienden a fluir a los miembros más pobres de la comunidad. Las remesas están influenciadas por los factores tales como número de migrantes, sus estatus marital, sus actividades económicas e ingresos en los países de recepción y emisor, y sus vínculos emocionales y sociales con el país de origen (Hass y Plug, 2006). Asimismo, como nos dice Gareth Leeves después de estudiar el impacto de las remesas en Fiji y Tonga, hay asociación positiva entre remesas recibidas e intención de migrar. Es decir, las remesas tienen más influencia sobre los planes de migración de los individuos en los hogares donde las redes sociales son más fuertes (Leeves, 2009).
Se calcula oficialmente que las remesas anuales para finales del siglo XX eran aproximadamente de 100 mil millones de dólares, de los cuales un 60% va a países en desarrollo, duplicándose de 1988 a 1999. En ese decenio las remesas constituyeron una fuente de ingreso para los países en desarrollo mucho más importante que la Ayuda Oficial al Desarrollo (Gammeltoft, 2002:211). Si vemos por ejemplo que en 1970 las remesas alrededor del mundo fueron casi de 2 mil millones de dólares, tenemos que en tan sólo tres décadas su crecimiento fue espectacular. Se observa al mismo tiempo que los 10 principales países receptores de remesas reciben el 50% del flujo total. México, como bien es sabido, es uno de los destinos más importantes de esos recursos. Los efectos de las remesas no se limitan a los hogares mexicanos receptores sino que se extienden a la comunidad entera. Así tenemos por ejemplo, que estos envíos en las entidades tradicionales de expulsión migrante en México (Michoacán, Jalisco, Guanajuato, Zacatecas) son más altos que los gastos sociales federales (en educación, salud y programas de combate a la pobreza), algunas veces hasta 14 veces como el caso de Guanajuato (Zarate-Hoyos, 2004:556).
Durante el periodo de 1990-2005, ingresaron a México 113 mil 802.82 millones de dólares por concepto de remesas. En términos de participación por estado en el año 2005 Michoacán recibió el 12.95% del total de las remesas, Guanajuato el 8.56%, Jalisco el 8.45%, Estado de México el 8.36% y el DF el 7.25%. Otro de los indicadores importantes para medir la relevancia de la migración para el país es el número de municipios con alguna intensidad migrante a Estados Unidos. Durante el año 2000 tan sólo 92 municipios del país reportaron una nula participación migratoria (localidades principalmente del sur y suroeste del país); 2 350 municipios registraron algún contacto con el vecino país del norte. De estos, 492 son de alta y muy alta intensidad migratoria; 392 fueron de una intensidad media, y 1 466 municipios exhiben una muy baja intensidad migratoria. También es de resaltar que más de la mitad de los municipios de Aguascalientes (72.7%), Zacatecas (71.9%), Jalisco (65.3%), Michoacán (62.8%), Durango (59.6%) y Guanajuato (58.7%) cuentan con una intensidad alta o muy alta de migración (Reyes, 2006).
La migración internacional es un acontecimiento disruptivo en las vidas de los individuos, las familias y las comunidades. Influye en la trayectoria de la vida de los migrantes e individuos que los rodean, conlleva a una reestructuración del hogar y genera reajustes demográficos y cambia la organización productiva de una comunidad, influyendo, de manera positiva o negativa, en el desarrollo económico y la estructura social locales. Por ello las consecuencias de la migración para las comunidades de origen son múltiples y presentan diferentes matices dependiendo a que se haga alusión (política, cultural, del comportamiento, socioeconómica), del nivel de análisis (el individuo, el hogar, la comunidad, la región, el estado, el país) y del contexto específico de la migración (el momento histórico en que ocurre, la tradición migratoria y el perfil del migrante).
Todas estas características varían de región a otra y tienen un impacto desigual en la vida de las familias y las comunidades. El impacto de las remesas en las comunidades no prescinde de estas consideraciones. De hecho, gran parte del debate y la concepción sobre las consecuencias positivas o negativas de la migración en los países y comunidades se ha centrado en la polémica sobre el uso de las remesas. Así tenemos que la mayor parte de la literatura sobre el impacto de las remesas se ha centrado en aspectos económicos: su uso productivo o no productivo, su potencial para reactivar el crecimiento económico; su impacto en los niveles de pobreza y la desigualdad. La asignatura pendiente es sobre el impacto de las remesas en la estimulación al cambio dentro de una variedad de instituciones socioculturales como las jerarquías locales de estatus, las relaciones de género, la reorganización del hogar, los patrones y las normas de consumo en la comunidad, las percepciones ante la migración y su influencia en las expectativas sobre las trayectorias vitales de las generaciones más jóvenes (Vertovec, 2006).
La migración mexicana a Estados Unidos, como bien lo describen Fernando Lozano y Fidel Olivera (2007), ha significado, a lo largo de su ya centenaria historia, una significativa canalización de recursos monetarios, que han permitido el sostenimiento de millones de hogares mexicanos, sobre todo en aquellos estados de mayor concentración de migrantes. Pero, enfatizan los autores, el impacto económico de las remesas en México es profundamente desigual y heterogéneo.
Desde finales del siglo XX las relaciones económicas de los migrantes con su comunidad de origen han sido objeto de una amplia aunque dispersa investigación multidisciplinar sobre la relación entre migración y desarrollo. Analíticamente, las remesas reflejan vínculos sociales a larga distancia de solidaridad, reciprocidad y obligación, que unen a los migrantes con sus parientes y amigos a través de las fronteras nacionales controladas por los Estados.
Pero antes de entrar a la descripción en detalle de la importancia de las remesas, es preciso decir que éstas no son un paquete homogéneo, más bien hay diferentes tipos de remesas. Es decir, van más allá de consideraciones estrictamente económicas. Fue Peggy Levitt (1998) quien sugirió utilizar el concepto de remesas sociales para observar, básicamente en las comunidades de origen, los cambios culturales y las actividades sociales derivados del fenómeno migratorio. Entre ellos, la migración de retorno. Sandra Nichols utiliza el término remesas de técnica y tecnología para destacar la relevancia del conocimiento y la tecnología que traen los migrantes a sus comunidades. Por su parte Catalina Amuelo-Dorantes y Susan Pozo (2006) consideran el ahorro traído por los migrantes retornados como otra forma de remesas. Otros investigadores han documentado los cambios políticos vinculados con la migración, lo que le han denominado remesas políticas. Esta diversidad conceptual no es más que la el reflejo de la complejidad y multidimencionalidad del fenómeno migratorio que abarca diferentes facetas. Económica, social, cultural, tecnológica y política (Goldring, 2005).
Aun cuando las remesas monetarias han captado la mayor atención de los académicos y funcionarios públicos, enfatizando los beneficios de la migración; los beneficios y costos de las remesas sociales y técnicas concretizadas en la migración de retorno (inversores, desarraigados, enfermos, etc.) están llamando cada vez más la atención de la comunidad académica.
La complejidad de las remesas asimismo está en el terreno propiamente económico. Aquí también la diseminación de significados ha tomado cuerpo. En el trabajo clásico de Jorge Durand Más allá de la línea (1994), se distingue tres tipos de remesas con fundamento en el criterio de su uso o función. En primer lugar, se encuentran las remesas como salario que los migrantes envían de manera esporádica o frecuente a sus familiares. En segundo lugar, se encuentran las remesas como inversión que son remitidas principalmente en los viajes o traídas en el regreso, que tienen como objetivo la compra de terrenos o la edificación de una vivienda. Éstas han permitido la transformación arquitectónica en muchas poblaciones. El último tipo, son las remesas como capital que tienen el objetivo explícito de una inversión productiva, que es a decir de Durand, la más difícil de realizar, debido a los desiguales niveles económicos regionales, limitaciones de mercado y otras circunstancias contextuales que están fuera de la órbita de los migrantes. Las remesas como inversión y como capital impactan favorablemente a nivel local al diversificar las actividades económicas y crear alternativas laborales.
Luin Goldring (2004) también identifica tres tipos diferentes de remesas: las familiares que son usadas principalmente para cubrir costos corrientes (comida, vestido, vivienda) y para mejorar los servicios de salud, educación y seguridad social; las remesas colectivas enviadas por clubes de paisanos para proyectos comunitarios; y las remesas empresariales que tienen el explícito objetivo de inversión porque los migrantes inversores están intentando retornar.
La problematización de las remesas ha llegado al plano de las motivaciones más profundas de los migrantes por enviar estos recursos a sus matrias. Para Bernard Poirine (2006) hay dos modelos de motivación de las remesas: el altruismo y el autointerés. Cuando las remesas tienen una consideración altruista se considera el bienestar de los miembros de la familia como el factor de utilidad funcional, sus resortes más profundos son de carácter ético-afectivos. Y son considerados de autointerés cuando: 1) los migrantes aspiran a heredar si el patrimonio está condicionado a través del comportamiento de los migrantes hacia la familia y particularmente a los padres; 2) la inversión de los migrantes en el lugar de origen necesita de la atención y mantenimiento de los miembros familiares, y 3) la intención de los migrantes es retornar al hogar y preparan el retorno (Lianos, 2008). Stuart S. Brown (2006) refiere que la literatura empírica de las remesas no son conclusivas sobre si las motivaciones altruistas o de auto-interés son dominantes unas sobre las otras. Los contextos espacio-temporales imprimen sellos muy específicos. Puede haber una predominancia de uno sobre el otro, pero no deben de descartarse la realidad siempre presente de las dos.
El fluctuante interés académico y oficial en las remesas se parece mucho a las alzas y bajas en el volumen de estas transferencias monetarias, las que a su vez reflejan las condiciones cambiantes en el contexto estadounidense de recepción, así como la situación socioeconómica de México. Debido a que el interés se ha centrado en el desarrollo, la generalidad de las investigaciones sobre remesas se ha concentrado en medir el volumen, determinar el grado de contribución al desarrollo local, observar los canales de transferencia y buscar las variables del hecho de remitir recursos monetarios al lugar de origen (Guarnizo, 2007).
El tema de la migración internacional, las remesas y su impacto en los países de origen tiene una historia y literatura considerable. Es pues, importante conocer y analizar los resultados que han arrojado estas investigaciones, que están concentrados en realidades socioeconómicas, culturales, políticas e históricas muy concretas, pues sus conclusiones nos han facilitado la comprensión de los factores que alientan o desaniman el uso productivo de las remesas.
Un creciente debate intelectual se ha levantado en torno a la importancia de las remesas para el desarrollo. Muchos aseveran que, dado el dinámico flujo de cantidades significativas de dinero enviado por los migrantes, las remesas contribuyen positivamente al desarrollo. Otros minimizan los hipotéticos efectos positivos, subestimando la contribución al desarrollo de estos recursos monetarios (León-Ledesma y Piracha, 2004).
Es decir, del lado positivo, el argumento central es que las remesas permiten el incremento de las condiciones de vida de los hogares que las reciben; que hay un impulso a la inversión productiva en la promoción de empresas; inversiones en capital humano, educación y salud. Además, se observa una gama de efectos multiplicadores que potencializan el mercado interno regional. También constituye un importante parámetro para la economía, contribuye a la balanza de pagos, y provee de intercambio extranjero y fondos significativos para el desarrollo económico (Karafolas, 1998). Y por su parte, el enfoque negativo advierte que las remesas constituyen un gasto no productivo;4 que conlleva a la dependencia económica y un uso exclusivo para la sobrevivencia de la familia; además, de que hay pocos alicientes para el desarrollo regional y nacional, lo que se viene a manifestar en la inflación de bienes y servicios, mano de obra y la desigualdad social y salarial.
Esta disyuntiva, nos dice Alejandro Portes (2005), incluye matices disciplinarios, donde los sociólogos y antropólogos se ubican en el campo pesimista, mientras que los economistas, en especial los neoclásicos y los de la “nueva economía” de la migración, apoyan un enfoque más optimista.
El enfoque pesimista, que predominó en la década de 1970 y hasta mediados de los ochenta, es el histórico-estructuralista que abrevó de las teorías de la dependencia y del sistema mundo. Un aspecto central de este enfoque es que considera que la migración y las remesas crean una serie de distorsiones estructurales que se cristalizan en una serie de contradicciones como la polarización social, las diferencias económicas y la inflación de precios, y estimulan un círculo vicioso en el que la migración genera más migración. Eso distorsiona la economía local y sus estructurales sociales tradicionales. Con el aumento de las remesas se incrementa el consumo, pero los beneficiados no son los de la comunidad, sino los fabricantes y comerciantes de las zonas urbanas que suministran los bienes. De esta manera las remesas se destinan a gastos improductivos (vivienda, comida, fiestas, etc.) reduciéndose los efectos multiplicadores (Canales y Montiel, 2004).
A finales de los años ochenta se consolida una visión más optimista (de corte funcionalista) de las remesas centrándose en sus impactos económicos en las comunidades de origen de los migrantes. Contrario al enfoque histórico-estructural, plantea que la migración y las remesas puede ser un instrumento que permite revertir las condiciones de desigualdad social y atraso económico que subsisten en las comunidades de origen. Se considera entonces, que las remesas promueven el desarrollo regional ya que incentiva la inversión productiva; que aun el gasto “improductivo” genera efectos multiplicadores a nivel local y regional, y no sólo eso, las remesas ayudan a disminuir las desigualdades sociales, regionales y rural-urbanas (Canales y Montiel, 2004).
Dentro del campo optimista tenemos la posición del Banco Mundial que afirma que las remesas que envían los migrantes a los países en desarrollo reduce la pobreza en esas naciones, pero la salida masiva de agentes altamente calificados representa un dilema para muchos países pequeños y pobres. El ingreso de las familias con miembros en el extranjero es superior al de los hogares no migrantes. Los estudios muestran, según este organismo financiero, que las remesas reducen la pobreza y aumentan el gasto en educación, salud e inversión (Schiff y Ozden, 2005).
Hay investigaciones que afirman que existe evidencia empírica donde se demuestra el impacto positivo de las remesas en el crecimiento económico y la actividad empresarial en las áreas receptoras. McCormick y Wahba (2001), y Dustmann y Kirchkamp (2002) descubrieron que los migrantes retornados turcos y egipcios tienen una ventaja comparativa en la actividad empresarial, el cual puede estar posiblemente vinculado a su importación de capital humano y financiero.
León-Ledesma y Piracha (2004) quienes analizan las economías de Europa Central y Oriental, afirman que las remesas repercuten favorablemente, ya sea directa o indirectamente, en la productividad y en el empleo a través de su efecto en las inversiones. Por su parte Ismail I. Ahmed (2000) para el caso de Somalia, dice, que las remesas son usadas principalmente para el consumo y la inversión improductiva tales como casa y terreno, y esto ha contribuido al rápido crecimiento de un vibrante sector privado. En otro país africano, Ghana, Valentina Mazzucato y Bart Van den Boom (2008) llegan a la conclusión que las remesas tienen potencial para aliviar la pobreza, tiene efectos multiplicadores y benefician a las poblaciones rurales. Sarah Bracking y Lloyd Sachikonye (2009) en un estudio comparativo en dos ciudades en Zimbabwe indican que las remesas mejoraron la crisis económica en un 50% de esos hogares urbanos. De igual manera en Senegal, las remesas permiten mantener a las familias de las comunidades, y a través de sus ahorros, la inversión y conocimiento contribuyen en una manera significativa al desarrollo económico y social de su país (Diatta y Mbow, 1999). En Nepal la migración se ha convertido en la principal estrategia de sustento para muchas personas. Los principales resultados de la migración para ese país asiático son un crecimiento del capital financiero, mejor instrucción de los hijos, mayores conocimientos sobre la migración y un creciente capital social (Thieme y Wyss, 2005).
Otros investigadores además vinculan remesas con inversiones específicas en negocios o actividades agrícolas. Dennis Conway y Jeffrey H. Cohen (1998) encuentran que el gasto de las remesas, la circulación y el retorno migrante tienen contribuciones positivas a los hogares de las comunidades. La inversión de las remesas tiene más efectos positivos que negativos cuando las relaciones entre la gente e interacciones son examinadas a una microescala. Así, nos dicen estos autores, en México, América Latina y el Caribe las remesas tienen influencias positivas en la vida de la gente rural ya que en las situaciones de crisis social y amplias privaciones, el gasto de las remesas en necesidades básicas no puede ser admitido como negativas. Otra postura de la literatura sobre las remesas encuentra que estos flujos monetarios pueden ser atraídos por las oportunidades de inversión en la comunidad de origen. Este es el caso de Lindstrom que en la situación en México encontró que la duración de la estancia del migrante en Estados Unidos está directamente relacionada a las oportunidades de inversión en la comunidad de origen.
Luin Goldring (2004) dice que se debe poner especial atención en lo que ha denominado el argumento social del desarrollo, es decir, que las remesas son un factor de inversión en capital humano debido al mejoramiento en la nutrición, la educación y la salud, y que esta inversión es un elemento clave en el proceso de desarrollo. Esta idea que parte de lo que se puede llamar remesas como salario es de hecho una inversión, en el desarrollo de capital humano y social, descansa en la definición de desarrollo que es más amplia que desarrollo económico, generación de empleos e incremento de la productividad. Acorde con este razonamiento Ismet Koc e Isil Onan (2004) sostienen que las remesas tienen un impacto positivo para el bienestar del hogar, y los hogares que reciben estos recursos son más ricos que los que no lo reciben. Estos autores critican a quienes utilizan el término inversión no productiva cuando se refieren al consumo directo, la vivienda y a la compra de terrenos. Son definiciones arbitrarias de “inversión productiva”. Koc y Onan, concluyen, que el acceso a una mejor nutrición, y asignación a más recursos a la educación, son sin duda, formas de inversión productiva. Igualmente interesante es lo que dice Germán Zarate-Hoyos (2004) cuando establece que las remesas tienen diversos usos, por ejemplo, los gastos en una nueva casa, o la mejora de la que habitan, tienen un impacto positivo en la higiene y en el bienestar físico elevando la productividad laboral y aumentando el valor de la propiedad.
Algunos estudios argumentan que la existencia de bienes familiares puede servir como un estímulo para remitir dinero porque los migrantes desean reclamar estos bienes en la comunidad de origen cuando ellos retornen. La literatura sugiere que la relación entre remesas y la inversión en negocios es compleja. Las remesas pueden inducir a la inversión de negocios, pero también la existencia de ellas, por si misma, puede atraer las remesas y a migración de retorno con potenciales posibilidades de inversión.
Fernando Lozano (2007) considera que es por demás evidente que esta perspectiva maniquea, más que abordar y matizar correctamente las consecuencias e impacto de estos flujos monetarios del extranjero, tiende a limitar y no dar cuenta cabalmente de este proceso debido a que las remesas traen consigo tanto efectos positivos como negativos. Todo depende de los contextos y condiciones en los que están inmersos. El impacto es desigual según la geografía que se analice. Y de este modo el significado de las remesas adquiere matices específicos. A esa misma conclusión llegó Nicholas P. Glytsos (2002), que acota que las remesas tienen efectos positivos y negativos al desarrollo. La evidencia varía entre países.
Para Jesús Arroyo e Isabel Corvera los efectos positivos del gasto de las remesas se observen mayormente en las ciudades grandes donde se producen los bienes y servicios que consumen los receptores de ellas. Argumentan que las remesas tienen muy poca o nula contribución al desarrollo regional, pero sí es factible que acrecienten la desigualdad regional y social debido a que fomentan las diferencias entre las familias que reciben remesas y las que no se ven beneficiadas por ellas, así como regiones que se favorecen del gasto de ellas y las que solamente son residencia de familiares de migrantes. Sin embargo, para estos autores, uno de los efectos más sobresalientes de la migración es que modifica los mercados laborales y los hábitos de consumo de la población, y contribuye a la creación de empresas en el comercio y servicios en algunas regiones. Esto, aunado a las destrezas que adquieren en el extranjero y las remesas, traen consigo cambios positivos en la infraestructura física de algunas comunidades rurales y semirrurales (Arroyo y Corvera, 2006).
Beatrice Kneer (2005) afirma que cuando se analiza la cuestión sobre el aporte específico de la inversión de los migrantes al desarrollo regional en el país de origen, debe de tomarse en cuenta cuatro elementos fundamentales: los ahorros en el extranjero, las remesas, la inversión y la productividad de la inversión. Los efectos positivos, por lo tanto, se observan en la medida de que esos ahorros sean invertidos en la comunidad de origen, produzcan una ganancia y que ésta se gaste en la región y, en caso de que se presten o inviertan fuera, los intereses que generan se gasten en bienes y servicios producidos en la región. Rodolfo García (2007) acota que las remesas tienen un impacto muy importante en los ingresos familiares permitiendo acrecentar su nivel de vida. Estos flujos contribuyen a disminuir la pobreza e impulsan el desarrollo regional y local. Para este investigador es importante reconocer que la migración internacional, las remesas, los ahorros, inversiones y las organizaciones de los migrantes adquieren una mayor relevancia en aquellas regiones que presentan mayores niveles de atraso, un débil sector empresarial y pocos incentivos para inversión extranjera. Esto a nivel local y regional, porque, concluye el autor, todas las experiencias internacionales muestran cómo la migración y las remesas pueden ser un paliativo para la marginación y la pobreza en los países de origen, pero por sí mismas ni pueden superar la pobreza, ni llevar al desarrollo económico de esas naciones.
Algunos sectores tienen muy fuertes efectos multiplicadores para la economía local. Esto se observa especialmente en el rubro de la construcción, uno de los ramos de gasto favoritos por los migrantes en el mundo. Se trata de una actividad intensiva en fuerza de trabajo, que por lo general son trabajadores de la región aportando un aliciente al crecimiento económico.
En Nukunuku, Tonga, parte de las remesas se destina al ramo de la construcción. Esta comunidad, nos relatan Nicole Maron y John Connell (2008), está dominada por las casas de madera y hierro corrugado, construidas principalmente por materiales importados. La desaparición virtual de las casas tradicionales de techo de paja, marca cambios culturales y progreso material a través de los logros personales y del estatus económico dentro del pueblo. El cercado de jardines individuales es un fenómeno relativamente nuevo, el cual ha contribuido a un mayor individualismo y reducido la cohesión comunitaria.
Como nos hemos percatado, la bibliografía revisada en torno a la problemática de la migración e inversión productiva plantea retos teóricos y metodológicos de trascendencia. Dependiendo del espacio de experimentación y análisis, global, regional o local, si se localiza en zonas urbanas o rurales, si se toman derroteros y modelos epistemológicos determinados, los resultados arrojarán conclusiones distintas. Resalta el hecho que la mayoría de los estudios brindan evidencias empíricas que soportan la importancia de las remesas (económicas y sociales) en la inversión productiva y el desarrollo. Aunque lleva años discutiéndose sobre los efectos positivos o negativos, la polémica sigue fresca y basta revisar mucha de la literatura actual al respecto, para darnos cuenta de las diferencias tanto en el abordaje teórico como en las apreciaciones del impacto en las comunidades, las regiones y los países involucrados. Estos son unos de tantos tópicos que se debaten del complejo y muy actual fenómeno migratorio. Fenómeno, que no está por demás decirlo, es de los más estudiados por las diferentes disciplinas sociales.
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1*Profesores-investigadores de la División de Ciencias Sociales y Administrativas de la Universidad de Guanajuato Campus Celaya-Salvatierra
Fernand Braudel (1976) establece que la geografía puede dar respuesta a muchas incógnitas históricas, porque ayuda a descubrir el movimiento casi imperceptible de la historia. Así por ejemplo al analizar la montaña del área mediterránea de la segunda mitad del siglo XVI, dice que allí la civilización tiene un valor poco seguro. Refugio de soterradas supersticiones, los pueblos montañeses son el asilo de culturas aberrantes, surgidas de la noche de los tiempos, que persistirán aun después del Renacimiento y la Reforma. En este primitivo mundo la vida de las tierras bajas y de las ciudades penetra con avara lentitud donde la vendetta, el arcaísmo social y el bandidaje florecen con sacrosanto fulgor, porque la montaña es un obstáculo y refugio, a la vez, para hombres libres. Y es que los recursos de la montaña aunque variados, siempre son escasos, es por ello que la migración de gente sobrante es la salida más lógica. De ahí que no exista una sola región mediterránea donde no estén estos montañeses, indispensables para la vida de las ciudades y de las llanuras. Eso es realmente la montaña: una fábrica de hombres para uso ajeno; su vida difusa y pródiga alimenta toda la historia del mar. Así para Braudel, no es lo mismo vivir en la montaña que en la llanura, ni en las zonas templadas o cálidas, estas situaciones determinan la civilización, la cultura, el progreso, la barbarie.
2 Tomemos un ejemplo paradigmático en las últimas décadas: El Salvador. Con un población de poco más de 6 millones, se calcula que más del 25 % -de los cuales aproximadamente millón y medio radica en Estados Unidos- migró o huyó de la guerra civil, que tuvo lugar entre 1979 y 1992. Este conflicto bélico provocó tal movilidad que hoy día el país depende en gran medida de este flujo transnacional: las remesas significan más de la mitad de los ingresos por exportación y más del 16% del Producto Nacional Bruto. (Gammage, 2008: 225-226).
3 En 1947, la división de la India Británica en dos Estados, India y Pakistán, trajo como consecuencia lo que según Roberto Herrera quizás es la mayor de todas las migraciones que han ocurrido en la historia. Se calcula que de este acontecimiento entre 8 y 9 millones de hindúes fueron expulsados de Pakistán a la India y de 6 a 7 millones de musulmanes de la India a Pakistán (Herrera, 2006:.51).
4 Tal vez los adeptos al enfoque pesimista tomarían los siguientes datos periodísticos como elementos contundentes para mantenerse en esa postura. De los 25 mil millones de dólares de remesas que recibió México en 2007, 98.5% se utilizaron en compras de autoconsumo, automóviles y enseres domésticos, y el resto se invirtió en proyectos productivos. Imagen, El periódico de los zacatecanos, lunes 4 de agosto de 2008. Pero hay excepciones. Ese es el caso de Sri Lanka donde le porcentaje de remesas que se gastan en consumo es de 44%, y el 43.9% para inversión (Premachandra, 1990:337).
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