LA TEORÍA DE LA COMPLEJIDAD Y EL CAOS EN LA CIENCIA REGIONAL

Andrés E. Miguel
Julio C. Torres
Pedro Maldonado
Néstor Solís
janos016@gmail.com

5.5 La valoración macro-regional de la diversidad

La conclusión que puede obtenerse de la información precedente es que el supuesto planteado en el presente Capítulo que a mayor desarrollo menor diversidad, se cumple en el país como tendencia general, notándose más claramente en los estados que posean una diversidad muy baja, es decir, los más desarrollados, pero no se cumple cabalmente en el resto de las regiones de México, incluyendo el Sur-sureste que posee la mayor diversidad.

México y su región Sur-sureste reflejan el conflicto entre la economía y la diversidad, en particular ésta última que es la que posee la mayor diversidad, pero a la vez un bajo nivel de desarrollo, de bienestar y la mayor marginación como ya se señaló. Su diversidad está en riesgo, de manera particular sus aspectos multicultural y su biodiversidad, ocasionando una interacción inarmónica de esta región con el resto del país, en gran medida como resultado de los rezagos económicos que posee.

Ha sido señalado que una razón para entender lo anterior puede ser que en el México moderno el desarrollo se ha entendido como el intento intencionado de homogeneizar, “globalizar” el país en su conjunto, tomando como medio la economía y el estilo de vida occidental, lo cual ha implicado la "diversificación" de la economía moderna, pero también ha significado la destrucción y pérdida de los recursos naturales, de la cultura, y de los conocimientos ancestrales, las bases de la “diversidad” en las regiones como las del Sur-sureste mexicano. Desde finales del Siglo XIX que este país ha intentado incorporarse al desarrollo moderno occidental, en sus regiones se ha presentado el conflicto entre "lo artificial" (la economía) y "lo natural" (lo pluriétnico, multicultural y biodiverso). Esta tendencia se nota más claramente a nivel microregional.

5.6 La valoración micro-regional de la diversidad

En 1943 fue concluida la carretera Cristóbal Colón que comunica a la ciudad de Oaxaca con el D.F. hacia el norte, y con Chiapas hacia el sureste. En 1952 se ensanchó la vía del Ferrocarril Mexicano del Sur. Estas obras de infraestructura propiciaron la afluencia de gran cantidad de productos industriales, originando la expansión del comercio y el estancamiento de la industria local, ya que la competencia de productos industriales de un menor precio y más accesibles al público, desplazó a la pequeña producción manufacturera artesanal local, la cual básicamente producía para el mercado de consumo interno.

A partir de 1953, en que la producción de la industria nacional se orientó hacia los bienes de consumo duradero, que demandaban insumos y tecnologías externas, así como condiciones de infraestructura de las que Oaxaca carecía, empezó para este estado una etapa de cambio económico subordinado a las políticas del centro del país. La agricultura, que era la actividad predominante, entró en competencia con el sector industrial, eje alrededor del cual se propuso que el país alcanzara su desarrollo. Las áreas de agricultura tradicional como las de Oaxaca, carecieron de apoyo integral y permanente, originándose una grave crisis en el sector, que hasta la fecha prevalece, presentando tasas de crecimiento de cerca del 1% para el periodo de 1950-1960 con una participación a escala nacional del 5.2, 3.9 y 2.5% para los años 1950, 1960 y 1970 respectivamente (Rojas 1991: 26-27).

A mediados de 1950 el comercio se consolidó como la actividad más lucrativa del sistema regional oaxaqueño, al mismo tiempo que desde entonces prácticamente desapareció la pequeña producción manufacturera local al ser desplazada por la producción industrial nacional en tal periodo en pleno desarrollo. Oaxaca quedó insertada en el proceso de desarrollo nacional como una entidad aportadora de mano de obra y materias primas, básicamente obtenidas de la explotación de sus recursos naturales.

Como consecuencia de esto último, desde los cincuenta Oaxaca ha perdido el 60% de sus recursos naturales (Chavela 1997). Esto ha ocurrido a una alta tasa de destrucción anual del 0.6%, equivalente a 30,000 hectáreas de bosque por año, en un estado que en la década de los ‘50 contaba con altas poblaciones de más de 160 especies de mamíferos, cerca de 1450 aves, más de 100 reptiles, otro tanto de anfibios y más de 15 mil vegetales, lo que lo convertía en un verdadero santuario de la biótica continental. Pese al tercer lugar en 1998 en la República con 5,105,020 hectáreas de superficie arbolada, Oaxaca se ubica en el 2o. lugar de las entidades más destruidas por la erosión, en la cual 2,376,290 hectáreas de terrenos forestales requieren de un trabajo intensivo de reforestación según un análisis del Inventario Forestal Nacional. Aproximadamente el 50% del territorio oaxaqueño sufre algún grado de erosión. La pérdida anual de 30,000 hectáreas de bosque se encuentra acompañada por una severa erosión del 20% de su territorio (Morales 1999). El siglo XXI arribará a Oaxaca albergando solamente el 15% de los recursos bióticos de que se disponía tiempo atrás. Esto implica la perdida de multitud de especies animales y vegetales, pues el fenómeno se ha acompañado de cambios en la humedad del ambiente, habiendo inmediata elevación de las temperaturas medias y con ello mayor evaporación.

En Oaxaca, la contaminación, y por consiguiente, la destrucción de su biodiversidad tiende a crecer. En sus cuencas, por ejemplo, se aprecia como empresas y desagües de ciertas poblaciones son los principales contaminadores al arrojar sus desperdicios a los ríos más importantes de la entidad. Su superficie extremada y parcialmente erosionada alcanza el 57% de su total. Conservadoramente se estima que en este estado se da una pérdida anual debido a los desmontes de 20,000 has. Debido a la construcción de las presas "Temascal" y "Cerro de Oro", el río Papaloapan se encuentra fuertemente contaminado (Velez 1997a). A lo anterior se han aunado los desastres naturales, como por ejemplo, en 1997 el atraso de las lluvias provocó que en Oaxaca se perdiera el 75% de las siembras (200 mil has.). Rojas de Cuauhtémoc y Teitipac, en los Valles Centrales de Oaxaca, se convirtieron en poblaciones desérticas (Ramírez 1997), dificultando aun más las previsiones de la sostenibilidad.

Debido a las lluvias estacionales y ciclónicas, los deslaves de suelos en los terrenos de fuerte pendiente son la consecuencia inmediata de la desforestación ocurrida desde los ‘50, lo cual ha incrementado la erosión. En las microregiones de Oaxaca se puede observar la erradicación del bosque en superficies de varios kilómetros cuadrados. De continuar este proceso, este estado llegará a ser una zona seca y caliente, con lluvias muy limitadas, en la que se pondrá en entredicho la actividad humana, perdiendo la riqueza biológica que aun posee. La tasa de destrucción anual del bosque oaxaqueño, anuncia la aparición de un megacaos, el cual tenderá a agotar sus recursos, trayendo una transformación ecológica profunda del sistema regional oaxaqueño actual. 

Aparte de su mosaico de climas, tipos de suelos, y formaciones orográficas, esta diversidad también se refleja en el aspecto cultural. Baste señalar que todavía se registran 16 grupos étnicos en Oaxaca, lo cual indica una riqueza cultural única, resaltando el mismo por poseer la biodiversidad y pluralidad étnica más importante del planeta (CODE 1994). El estado de Oaxaca es considerado una de las áreas culturales principales de la mesoamérica prehispánica, junto con el área maya, la costa del Golfo, México occidental y México central. Los arqueólogos han documentado la ocupación humana en Oaxaca desde hace 10,000 años. Antes de la conquista española en 1521 D.C., hubo aquí una larga secuencia de evolución cultural que comenzó con grupos simples de cazadores y recolectores y culmina en civilizaciones complejas. Oaxaca se caracteriza por su pluralidad cultural. Hoy, al igual que en el pasado viven por lo menos 16 grupos etnolingüísticos en Oaxaca (zapotecos, mixtecos, amuzgos, triques, chatinos, mixes, zoques, chinantecos, mazatecos, cuicatecos, chochos, náhuatls, chontales y huaves). Cambios recientes han producido la virtual extinción de los ixcatecos y los popolocas. También los idiomas, y con ello la cultura que envuelven, se pierde día con día, en particular así sucede con el ixcateco, el chocho, el zoque de los chimalapas y el chontal (Arellanes, 1996: 31, 44, 61, 88). Todos estos grupos tienen raíces prehispánicas: sus orígenes se pueden estudiar a través de la arqueología. Monte Albán es considerado una de las ciudades más antiguas del Nuevo Mundo, donde también desde edad temprana se inventó el calendario y la escritura (Winter 1993, 1993ª).

Gracias a sus avances culturales, es posible que la agricultura se haya inventado en esta región hace 10,700 años a la fecha a través del cultivo de calabaza. Los más antiguos resabios del maíz han sido encontrados en el Valle de Tehuacán (7,700 años a la fecha), pero existe evidencia que el cultivo del maíz data en Oaxaca de 10,000 años a la fecha (Evans 1992: 70-89). Esta riqueza de las variedades cultivadas en Oaxaca se debe: a) al hecho de encontrarse en forma natural las especies potencialmente útiles; b) a la perspicacia de los nativos quienes reconocieron estas especies potencialmente útiles e iniciaron su cultivo; y c) a la perseverancia de los investigadores o fitomejoradores empíricos quienes, a través de siete u ocho mil años, seleccionaron, virtualmente inventaron, y han continuado (sin reconocimiento) en el mejoramiento y la conservación del maíz, frijol, chile, calabaza y otras variedades nativas de cultivo de valor alimenticio y económico en el ámbito mundial (Hallberg 1992). Todo esto prácticamente fue desconocido desde la llegada de los españoles a estas tierras.

En Oaxaca, gran número de desórdenes tienen su origen en el encuentro o choque de las civilizaciones que éste alberga, que pueden sintetizarse en el “México imaginario” y el “México profundo” (Bonfil 1994). La situación actual de los pueblos indígenas es desalentadora: continúan siendo pobres, en ellos se incrementa la desnutrición infantil, están excluidos del sistema de impartición de justicia y se violan sus derechos humanos, sobre todo en las zonas donde han mostrado su inconformidad, debido al aumento de la militarización y proliferación de grupos paramilitares en las mismas. El 83% de los municipios indígenas reportan una muy alta marginación. Del 17% restante, sólo un municipio reporta muy baja marginación. En los municipios eminentemente indígenas, la tasa de analfabetismo es del 43% (más de tres veces la media nacional); el 58% de los niños de 5 años no asiste a la escuela y cerca de la tercera parte de la población de 6 a 14 años no sabe leer y escribir. El 43% de la población ocupada percibe menos de un salario mínimo, y el 30% no percibe ingreso alguno, cuadruplicando el promedio del país. En las dos terceras partes de los municipios indígenas la población debe emigrar (en el 43% de ellos existe una fuerte expulsión). Los indígenas emigran hacia los Estados Unidos en busca de trabajo o hacia las grandes ciudades, donde trabajan como vendedores ambulantes, en plantaciones, en las maquiladoras o incluso en la prostitución, lo cual ha provocado una mayor discriminación hacia los mismos (Cabildo 1997: 15ª).

El entendimiento del “México profundo” ha tenido diversas interpretaciones. Unas que han adquirido carácter formal provienen de los "indigenistas", corriente que ha enfocado su atención a la nación como entidad global y no en el indio como entidad particular (la manera de entender la realidad por parte de los "indianistas"). Esta orientación surgió desde el descubrimiento y la conquista de México por los españoles. Las ideas y las actitudes concernientes a la población indígena fueron de gran importancia para determinar el curso en el desarrollo de las relaciones indoespañolas. Por ejemplo: para justificar las reducciones, los administradores españoles designaban a las dispersas colonias nativas como incivilizadas y procedían a restablecer y congregar indios como el medio más expedito para cristianizar, urbanizar y civilizar. De igual manera, durante el siglo XVII, la ideología española respecto de las costumbres e instituciones de la población indígena fue importante en la disputa sobre la administración rural: los virreyes declararon que era un hecho bien establecido el que el indio era flojo, perezoso y degenerado, que odiaba todas las formas de trabajo. Por naturaleza estaban inclinados a la embriaguez y al vicio. Si no eran obligados a trabajar los campos permanecían sin cultivar y las minas sin explotar. Si no eran obligados a recibir vestimenta, vivían contentos en su desnudez (cit. Diskin-Cook 1975: 44).

En una época posterior, durante el Porfiriato, con la tenencia colectiva de los pueblos que había comenzado en 1857 con las "Leyes de Reforma", el desarrollo socioeconómico de México se dijo estar obstaculizado por los indios, quienes eran considerados como no productivos, individuos inferiores. Durante el periodo posrevolucionario y hasta muy recientemente la tesis central de los " indigenistas" ha sido la de que "toda cultura indígena tiene que ser sustraída por las instituciones de la cultura moderna", y que "la identidad última de México se puede basar en los símbolos de la cultura capitalista industrial, occidental", en otras palabras era el resolver los problemas de los indios llevándoles la "cultura". El propósito de una generación entera de indigenistas mexicanos pos-revolucionarios fue la de reemplazar los "caracteres negativos" de las culturas indígenas por otros "modernos y positivos". Otro grupo de indigenistas simplemente ha documentado estos cambios en segmentos de la población indígena, o han perseguido una "etnografía de salvamento", en tanto que ostensiblemente permanecen "neutrales" en los asuntos de política de desarrollo nacional (Ibíd.).

Durante los setenta esta interpretación se "desvió" relativamente hacia la discusión de los "campesinistas" y "descampesinistas", que se dio por hecho, implicaba los asuntos de los "grupos indígenas". Los primeros consideraban que la operación de unidades agrícolas que no condicionan su reproducción a la obtención de una ganancia (como las de los indígenas), están insertados en el ciclo campesino de trabajo-consumo del capital, adoptando su relación con éste la forma de un intercambio desigual que la unidad campesina interioriza como compulsión a producir, así como transferir un plusproducto que el capital global captará metamorfoseando en plusvalor (Bartra 1976: 72-74). Por su parte, los "descampesinistas" argumentaron que el capitalismo no necesita de los pequeños campesinos para su acumulación y su propia sobrevivencia. Según éstos, el capitalismo poco a poco prescinde de los pequeños productores. Puede arreglárselas sin ellos (Feder 1977).

A partir del alzamiento armado de Chiapas en 1994, la discusión acerca del papel de los indígenas volvió a cobrar relevancia en el país (EZLN 1995). Nuevamente salió a relucir que en México hay asentamientos indígenas en los 31 estados de la República, estimándose en 8,701,688 personas las caracterizadas como indígenas, distribuidas en 56 pueblos distintos. Una tercera parte de los municipios en el país tienen más del 30% de población indígena. La discusión actual (2003) pretende orientar la problemática indígena en México al reconocimiento pluricultural del país, a la protección y promoción de la lengua y cultura de los pueblos indígenas, la contemplación de sus prácticas y costumbres, tanto jurídicas como en la economía, la cultura y la religión; que se tomen en cuenta sus derechos de tipo económico y social, así como su participación real y efectiva en las decisiones que los afectan. Esto requiere ajustes a la legislación nacional, así como la firma de acuerdos diversos (como el de San Andrés sobre derecho y Cultura Indígena), que reconozcan el derecho a la libre determinación de los pueblos, en un marco de autonomía que asegure la unidad nacional.

Con la modificación del artículo 27 constitucional se perdió la inalienabilidad e imprescriptibilidad de la tierra, características esenciales de ésta para las poblaciones indígenas, donde aun predomina el concepto de propiedad comunal. Lo anterior ha provocado la migración de indígenas a las ciudades o a otros lugares, donde se les discrimina y violan sus derechos laborales (Oaxaca está a punto de perder 2 de los 16 grupos que lo componen).

En conclusión, la diversidad de Oaxaca, representada por su biodiversidad y multiculturalidad, se encuentra en una constante transformación, la cual no es armoniosa, sino llena de conflictos, que pueden conducir a su reducción y pérdida irreversible.

5.7 Reflexiones finales

Puede decirse que hoy en día la economía está contra la diversidad en México, y que la posesión de una rica diversidad, más que ser una fuente de riqueza y bienestar, tiende a convertirse en un “atractor de desórdenes” para las regiones que la poseen como la del Sur-sureste de México o el Estado de Oaxaca, “atractor” que seguirá activándose mientras se siga estimulando artificialmente el conflicto que confronta el espacio de la economía moderna con el espacio de la diversidad; conflicto que es una de las bases de la relación inarmónica y la inestabilidad que aun presentan algunas regiones del país. En otras palabras, el manejo “global” de los espacios “locales” ha llevado al conflicto entre la economía y algunas regiones del país como la del Sur-sureste y Oaxaca en México.

Como se concluyó en el capítulo precedente, esto exige generar opciones que permitan prever que si se acepta la posibilidad que en el futuro inmediato el Plan Puebla Panamá no impactará favorablemente todas las posibilidades de desarrollo de los estados y microregiones del Sur-sureste, debe visualizarse una situación en la cual realmente puedan aprovecharse las oportunidades que derivan del Plan, que descarte o minimice la sincronización del caos en el proceso de desarrollo, y que evite su repercusión desfavorable en la biodiversidad y multiculturalidad de las regiones.

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